El ¡®boom¡¯ tur¨ªstico¡ de los a?os 20
Entre 1928 y mediados de los 50, Espa?a vivi¨® una revoluci¨®n tur¨ªstica en la que se aplicaron las tendencias arquitect¨®nicas m¨¢s vanguardistas y se asentaron las bases del turismo nacional. Los paradores de Santiago, M¨¦rida, Manzanares o C¨¢diz son historia viva de una etapa casi desconocida
Mucho antes de que los transatl¨¢nticos se convirtieran en un aut¨¦ntico man¨¢ tur¨ªstico para los principales puertos espa?oles, el Hotel Atl¨¢ntico de C¨¢diz ya albergaba a miles de turistas llegados por mar en 1929. Levantado en solo 10 meses, su peluquer¨ªa, bar y el ba?o completo del que dispon¨ªa la mayor¨ªa de sus 102 habitaciones (algo impensable m¨¢s all¨¢ del aristocr¨¢tico Palace de Madrid) lo reservaban exclusivamente a un turismo de alto standing extranjero que, con motivo de la Exposici¨®n Iberoamericana de Sevilla de aquel a?o, recalaba previamente en ¨¦l antes de continuar. Se trataba de un edificio de claras influencias norteafricanas en sus l¨ªneas pero cuyas desnudas fachadas y sus vol¨²menes abstractos recordaban r¨¢pidamente la modernidad de su ¨¦poca: todo un buque insignia arquitect¨®nico de nueva planta en el que su art¨ªfice, Ricardo Churruca, mezcl¨® el academicismo enraizado a comienzos de siglo con un cambio de rumbo hacia las vanguardias para un hotel que, tras la Exposici¨®n, quer¨ªa continuar como el punto de partida de estos exquisitos turistas hacia un interior ib¨¦rico de naturaleza, tipismo y ruralidad.
Ese a?o de 1929, una subdesarrollada Espa?a, especialmente en sus infraestructuras, esperaba ser el epicentro del mundo no solo por la muestra de Sevilla, sino tambi¨¦n por la celebraci¨®n de la Exposici¨®n Universal de Barcelona. El Hotel Atl¨¢ntico fue uno de los resultados del aviso a navegantes que, ante la oportunidad que se avecinaba, lleg¨® hasta la dictadura de Primo de Rivera para intentar mejorar el casi inexistente entramado hotelero del pa¨ªs pero, tambi¨¦n, sus desastrosas comunicaciones por carretera. Para unir los distintos puntos de viaje por la Pen¨ªnsula, el Estado decidi¨® poner en marcha los denominados albergues de carretera, de los cuales queda a¨²n un testigo mudo: el parador de Manzanares (Ciudad Real). Fue el primero de un total de 12 estrat¨¦gicamente ubicados para que, entre un lugar y otro, los conductores pudieran pernoctar en sus recorridos: ¡°La distancia se calculaba seg¨²n la velocidad de los veh¨ªculos en aquella ¨¦poca, la justa para que pudieras desplazarte una jornada de viaje y dormir¡±, apunta Mar¨ªa Jos¨¦ Rodr¨ªguez, arquitecta y autora del volumen La Red de Paradores. Arquitectura e historia del turismo, 1911-1951. Finalizado en 1930, el estilo del albergue manchego sirvi¨® de modelo para los dem¨¢s, un conjunto que pronto adopt¨® entidad propia y cuya arquitectura (basada fundamentalmente en formas geom¨¦tricas puras) adelantaban la est¨¦tica del racionalismo ortodoxo de los a?os 30 en el pa¨ªs.
De esta manera, los ¨²ltimos a?os 20 sirvieron para que el Estado, ¨¢vido de que el turismo comenzara a tomar cuerpo en un pa¨ªs habitualmente aislado y ensimismado desde el desastre de 1898, apostara decididamente por la primera red de establecimientos tur¨ªsticos que hoy conforman la de Paradores. Pero supuso algo m¨¢s: para los arquitectos fue la oportunidad de desarrollar las nuevas tendencias venidas de fuera y mezclarlas con las aut¨®ctonas en una simbiosis que, en 1930, se reproduc¨ªa ya en tres modelos de alojamiento tur¨ªstico estatal: los paradores (que inaugur¨® el de Gredos en 1928), los hoteles (con el Atl¨¢ntico gaditano) y los albergues de carretera. Ese mismo a?o de 1930 se unieron otros dos modelos: los refugios de monta?a, dirigidos a los excursionistas y alpinistas, otra tendencia del turismo que comenz¨® su implantaci¨®n (el de ?liva, en los Picos de Europa, fue el primero), y los restaurantes denominados hoster¨ªas.
Un parador romano
El Estado tambi¨¦n fue consciente de que no pod¨ªa dejar fuera de esa red los edificios hist¨®ricos en un pa¨ªs repleto de patrimonio arquitect¨®nico, en ocasiones tan peculiar y ¨²nico como el de herencia ¨¢rabe. Por ello, y tambi¨¦n destinado para todos aquellos viajeros que acudieran a la Exposici¨®n de Sevilla desde el norte cruzando Extremadura, se decidi¨® abrir el parador de M¨¦rida que, por distintas razones y retrasos, acab¨® abriendo sus puertas en 1933. Todav¨ªa en activo, fue el primero (despu¨¦s vendr¨ªan muchos m¨¢s) que acondicionaba y rehabilitaba un edificio hist¨®rico (antiguo convento-hospital del siglo XVIII) para convertirlo en otro con finalidad exclusivamente tur¨ªstica. Adem¨¢s, al estar levantado sobre un solar repleto de restos arqueol¨®gicos romanos, las obras se encargaron a Antonio G¨®mez Mill¨¢n, responsable de las reconstrucciones del teatro y anfiteatro de la antigua Em¨¦rita Augusta y exponente de la arquitectura modernista sevillana de la ¨¦poca. En este caso, y ante la escasa capacidad del edificio, G¨®mez Mill¨¢n decidi¨® obtener espacio mediante recrecidos y pabellones nuevos que modificaron sustancialmente algunas zonas secundarias del edificio pero que mantuvieron el mismo estilo del edificio principal, tendencia que se impuso en el resto de rehabilitaciones realizadas desde ese momento por Paradores: ¡°De hecho, en 1983 se a?adieron 40 habitaciones m¨¢s a este parador y, en su interior, no distingues si est¨¢s en la parte original o en la m¨¢s actual¡±, reconoce Daniel de Lamo, su director. Se mantuvieron, sin grandes alternaciones, la iglesia y el claustro principal, as¨ª como algunas dependencias a su alrededor.
¡°El parador consta actualmente de 82 habitaciones, con siete salones polivalentes y piscina exterior peque?a porque, durante la excavaci¨®n, se encontraron restos¡±, a?ade. El edificio est¨¢ levantado sobre un antiguo templo dedicado a la Concordia de Augusto y de una bas¨ªlica: ¡°En este parador se inici¨® no solo la recuperaci¨®n de edificios hist¨®ricos, sino tambi¨¦n la integraci¨®n de restos arqueol¨®gicos. Por ejemplo, existe el denominado Jard¨ªn de Antig¨¹edades, compuesto por piezas musealizadas, entre las que destaca una ba?era romana de cuatro metros de di¨¢metro, una joya¡±, expone De Lamo.
La actuaci¨®n en M¨¦rida supuso que la cantidad de paradores creciera de manera considerable, toda vez que el pa¨ªs ofrec¨ªa mucho patrimonio a aprovechar y recuperar. As¨ª surgieron tambi¨¦n los paradores mixtos, es decir, aquellos ¡°de los que se conservan las cercas perimetrales y algunas ruinas o construcciones no aprovechables, habiendo un vac¨ªo en el interior¡±, explica Mar¨ªa Jos¨¦ Rodr¨ªguez. ¡°Un ejemplo es el castillo de Lorca (Murcia) y su torre alfonsina, que se mantuvo pero cuyo parador se construy¨® de nueva planta¡±. Los de Baiona (Pontevedra) y Ja¨¦n se crearon bajo los mismos criterios. La diversidad real puesta a disposici¨®n de la arquitectura del turismo se uni¨® a que el parador era el modelo con mayor capacidad de alojamiento, por lo que el resto de modelos casi desapareci¨®. Hoy, solo existe una hoster¨ªa, la de Alcal¨¢ de Henares (Madrid), mientras que ya no hay refugios de monta?a ni albergues de carretera, al menos, entendidos como tal. ¡°Es normal¡±, aclara Mar¨ªa Jos¨¦ Rodr¨ªguez. ¡°Los albergues ten¨ªan solo ocho habitaciones y, adem¨¢s, la velocidad de los veh¨ªculos fue creciendo, por lo que su ubicaci¨®n estrat¨¦gicamente pensada para descansar ya no ten¨ªa ning¨²n sentido¡±. Tambi¨¦n se impusieron por razones pragm¨¢ticas: ¡°Estos edificios permiten reutilizar el patrimonio sin uso para convertirlo en un hotel que sea productivo, que genere recursos econ¨®micos que reviertan en el mantenimiento del edificio. Es una idea genial que no se sostiene sola, sino que requiere un conjunto de edificaciones con un gestor ¨²nico, en este caso el Estado, que compense p¨¦rdidas y ganancias en explotaci¨®n¡±, a?ade Rodr¨ªguez. Eso, traducido a algo concreto, es la Red de Paradores.
P¨ªo XII, el deseado
Casi 25 a?os despu¨¦s de aquel m¨ªtico 1929, en la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela (A Coru?a), se inauguraba en el imponente edificio que albergaba el Hospital Real inaugurado por los Reyes Cat¨®licos en 1499. Se trataba de un hotel de lujo (hoy parador) destinado a acoger a los peregrinos m¨¢s exclusivos que se esperaba visitaran en masa la ciudad gallega durante la celebraci¨®n del A?o Compostelano de 1954. Detr¨¢s hab¨ªa otro objetivo: que en ¨¦l pernoctara el papa P¨ªo XII, cuya visita Francisco Franco ansiaba para poder as¨ª legitimar presencialmente su r¨¦gimen dictatorial (sobre el papel ya lo estaba desde 1937) y que finalmente no se produjo por diversos desencuentros entre ambas figuras. Tras las celebraciones, en medio de una Galicia subdesarrollada y eminentemente rural, quedaba levantado un hotel que compet¨ªa en lujos y servicios con los exclusivos Palace madrile?o o el Reina Cristina donostiarra¡ pero con unos accesos muy deficientes y pr¨¢cticamente vac¨ªo.
Su arquitecto, Fernando Moreno, decidi¨® entonces encontrar una soluci¨®n y propuso, desde el Instituto Nacional de Industria (INI, organismo que, desde su control de la industria en Espa?a, era el encargado de dotar de infraestructura tur¨ªstica al pa¨ªs durante esta etapa), replicar el modelo de Santiago en otros lugares del Camino, en concreto, en Le¨®n, Burgos y Pamplona. A pesar de que finalmente no se llev¨® a cabo, el parador de Santiago signific¨® otro importante paradigma para el arte en la Red: su interior se llen¨®, por primera vez, de obra moderna para contrastar con el exterior hist¨®rico. Hasta entonces, los paradores se decoraban recurriendo bien a mobiliario original, bien a copias que recrearan la ¨¦poca del edificio o el tipismo espa?ol. ¡°Las obras fueron compradas por mi padre, que ejerc¨ªa como arquitecto, pero tambi¨¦n como director del proyecto¡±, explica Fernando Moreno-Barber¨¢, doctor en Finanzas y cuya tesis gir¨® en torno a la antigua Entursa (Empresa Nacional de Turismo), creada en 1963 y cuya privatizaci¨®n en 1986 provoc¨® que el Hostal-Parador de San Marcos (Le¨®n), el Hostal de los Reyes Cat¨®licos-Parador de Santiago y el hotel La Muralla de Ceuta, dependientes de ella, pasaran sin embargo a titularidad del Estado.
¡°Estamos en los 50, cuando a Espa?a llegaban unos 100.000 turistas al a?o¡±, contin¨²a. ¡°En aquellos momentos todos eran personas de elevada capacidad econ¨®mica y cultural que buscaban algo distinto. Por eso, el parador de Santiago supuso no solo una rehabilitaci¨®n, sino una revitalizaci¨®n: demostr¨® el efecto que una actuaci¨®n as¨ª tiene a nivel municipal, ya que alrededor de Santiago se cre¨® un mont¨®n de negocios que ofrec¨ªan servicios a unos turistas adinerados¡±, explica Moreno-Barber¨¢. ¡°Adem¨¢s, se multiplicaron los negocios de sanitarios y azulejos porque todo el mundo quer¨ªa tener un ba?o como los del hostal, de aut¨¦ntico lujo. Eso supuso un efecto multiplicador y econ¨®mico muy importante¡±.
Como un c¨ªrculo virtuoso, la revoluci¨®n que supuso la construcci¨®n del Hotel Atl¨¢ntico en C¨¢diz de 1929 volvi¨® a la ciudad en una de las ¨²ltimas actuaciones arquitect¨®nicas de nueva planta de la Red de Paradores. En 2012 se inauguraba el nuevo parador de la ciudad sobre el solar del Atl¨¢ntico, precisamente para conmemorar la Exposici¨®n Iberoamericana de aquel a?o, obra de Luis Collarte y que supone un aut¨¦ntico canto a la arquitectura del siglo XXI. En las ant¨ªpodas del monumentalismo hist¨®rico, sus materiales, su dise?o y, sobre todo, su interior di¨¢fano, lleno de luz y de mar, ratifica que la idea surgida en la segunda d¨¦cada del siglo XX de que la uni¨®n entre arquitectura (contempor¨¢nea o no) con turismo es una de las m¨¢s fruct¨ªferas.
El Aai¨²n, el parador del S¨¢hara
En 1968, en el antiguo S¨¢hara espa?ol, se inauguraba el parador de El Aai¨²n. Se trataba de un edificio de nueva planta seg¨²n el modelo de palacio fortificado norteafricano, calificado por su autor, Juan Palazuelo de la Pe?a, de estilo ¡°hispano¨¢rabe¡±, aunque su est¨¦tica magreb¨ª suscit¨® cierta controversia local debido a las reivindicaciones soberanistas que en aquellos a?os pesaban sobre la colonia por parte de Marruecos y Mauritania. Fue el n¨²mero 79 de la red, y constaba de 20 dormitorios dobles y dos sencillos, comedor, salones, bar y piscina. Seg¨²n Mar¨ªa Jos¨¦ Rodr¨ªguez, arquitecta y experta en la arquitectura de Paradores, ¡°a d¨ªa de hoy es, evidentemente, una rareza. Pero lo m¨¢s destacado de este parador es que Palazuelo ten¨ªa una sensibilidad exquisita, y su recreaci¨®n de una construcci¨®n palaciega con patios y jardines que, a d¨ªa de hoy y lamentablemente, no se mantienen, es muy destacable¡±. El edificio, con ciertas modificaciones, funciona a¨²n como hotel.
Esta noticia, patrocinada por Paradores, ha sido elaborada por un colaborador de EL PA?S.
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