Cinco grandes viajes con la casa a cuestas
La Gran Carretera Oce¨¢nica, en Australia, la irlandesa Wild Atlantic Way o la panor¨¢mica Ruta 1 por la costa de Florida. Rutas en las que hacer kil¨®metros con una furgoneta es la mejor experiencia
Vivir como un n¨®mada a bordo de una furgoneta adaptada a las necesidades de cada viajero se est¨¢ convirtiendo, para muchos, en una opci¨®n propicia para recorrer el mundo en libertad. Con el interior customizado (adaptado) de las formas m¨¢s variopintas ¡ªsencillas o sofisticadas, m¨¢s caras o m¨¢s econ¨®micas¡ª, viajar en las llamadas van, o camper, permite, por ejemplo, a surfistas y escaladores practicar con mayor comodidad su deporte favorito, salir de acampada en familia y poder vivir desconectado a tiempo completo. Gracias a nuevas plataformas digitales y a foros en Internet se ha ido creando, a modo de un camping virtual, una comunidad global de aficionados a la llamada vanlife (vida furgonetera).
M¨¢s informaci¨®n en "Vanlife", de Lonely Planet, la gu¨ªa para viajar en furgoneta por todo el mundo.
Para muchos de estos usuarios, una furgoneta camper es la compa?era definitiva para esta forma de viajar. Y no es simplemente un veh¨ªculo, sino un modo de vida, ya sea para pasar una noche, un fin de semana, varios meses o incluso a?os. Para ellos proponemos cinco itinerarios m¨ªticos donde disfrutar al m¨¢ximo de la contemplaci¨®n del mundo desde una casa con ruedas.
1. Surfeando por la Gran Carretera Oce¨¢nica (Australia)
La carretera que rodea la costa de Victoria occidental, en Australia, tiene fama de ser una de las rutas costeras m¨¢s bonitas del mundo. De Torquay a Nelson podemos contemplar alguna de las grandes maravillas del litoral sur australiano, aunque, eso s¨ª, probablemente no nos encontraremos solos en medio de la nada. Es un itinerario bastante frecuentado por un sencillo motivo: es realmente espectacular. Torquay, lacapital australiana del surf e inicio de la ruta, queda muy cerca de la famosa Bells Beach ¡ªen la que Keanu Reeves y Patrick Swayze se retan en la pel¨ªcula Point Break (Le llaman Bodhi), de Kathryn Bigelow¡ª, y es la sede de dos famosas firmas surferas, Rip Curl y Quiksilver. Sus olas atraen a todo el mundo, desde ni?os hasta alumnos mochileros de las escuelas de surf. En esta zona tambi¨¦n se encuentran Fishermans Beach, protegida del oleaje y preferida por las familias; Front Beach, flanqueada por pinos y prados inclinados, y Back Beach, donde los socorristas patrullan intensamente en el verano austral. Otras buenas playas cercanas para el surf son Jan Juc y Winkipop. Resulta curioso el museo mundial del surf y, si queremos iniciarnos en este deporte, hay dos buenas escuelas: Westcoast Surf School y Torquay Sur?ng Academy.
De regreso a la Gran Carretera Oce¨¢nica pasaremos por lugares muy australianos, como Anglesea, tranquilo centro de veraneo donde las familias comparten pescado con patatas fritas con las gaviotas junto al r¨ªo Anglesea y disfrutan de la resguardada playa de Point Roadknight (los surfistas se concentran en la playa principal), y donde podremos ver canguros con facilidad: suelen pastar en el Anglesea Golf Club. Lorne es otra parada recomendable: un lugar realmente hermoso, con viejos y altos ¨¢rboles de caucho flanqueando sus calles y con la luminosa bah¨ªa de Loutit como atracci¨®n irresistible. Detr¨¢s de la ciudad, en las monta?as, se esconden las cascadas de Erskine.
Una carretera de curvas, fabulosas vistas al mar hacia un lado y bosques hacia el otro, conduce hasta el r¨ªo Kennett, uno de los mejores lugares de Australia para ver koalas. La ruta sigue sinuosa y pegada a la costa hasta Apollo Bay, una de las ciudades m¨¢s grandes de la Gran Carretera Oce¨¢nica, con un buc¨®lico paisaje: colinas ondulantes que custodian playas de arena blanca. Aqu¨ª podemos navegar en kayak doble para avistar una colonia de lobos marinos australianos o desviarnos por Lighthouse Road, atravesando un denso bosque, para llegar hasta cabo Otway, el segundo punto m¨¢s septentrional del continente australiano (tras Wilsons Promontory); un litoral precioso pero hist¨®ricamente traicionero para los barcos, pese a la linterna del faro de Otway, uno de los m¨¢s antiguos del continente australiano en funcionamiento, construido en 1848 sin mortero ni cemento.
Despu¨¦s llegamos a la imagen m¨¢s ic¨®nica de la ruta, los Doce Ap¨®stoles, enormes promontorios rocosos que emergen del oc¨¦ano, como abandonados a su suerte frente al oleaje, y que nunca fueron 12, sino siete (eran conocidos como la cerda y sus cerditos hasta que en la d¨¦cada de 1960 se les cambi¨® el apodo con visos tur¨ªsticos). El mejor momento para visitarlos es al atardecer: evitaremos los autobuses tur¨ªsticos y contemplaremos c¨®mo los peque?os ping¨¹inos vuelven a tierra firme. De nuevo en ruta pasaremos por Warrnambool, sin¨®nimo de avistamiento de ballenas (de mayo a septiembre, cuando juguetean cerca de la costa durante su migraci¨®n), y por Port Fairy, enclave fundado en 1833 como estaci¨®n ballenera que conserva su encanto decimon¨®nico: ambiente relajado, edificios hist¨®ricos, casitas de campo enjalbegadas, coloridos barcos de pesca y calles arboladas. En 2012 fue elegida la comunidad m¨¢s habitable del mundo.
Camino de Nelson, final de la ruta, queda todav¨ªa un desv¨ªo imprescindible: el arco de cuatro kil¨®metros que dibuja la bah¨ªa de Bridgewater, con bonitas playas surferas de arena blanca. Y por fin llegamos Nelson, min¨²scula ciudad y ¨²ltimo vestigio de civilizaci¨®n antes de la frontera sur de Australia, donde apenas hallaremos una tienda, un pub y un pu?ado de lugares donde dormir.
2. La carretera Austral de Patagonia (Chile)
Con 1.239 kil¨®metros, la carretera Austral (Ruta CH-7) es la ruta m¨¢s emocionante ¡ªy tal vez arriesgada¡ª de Chile, pero recompensa a los valientes que se atreven a recorrerla. Divide en dos la Patagonia, tierra de pioneros que han logrado domesticar el terreno lo suficiente para vivir en los peque?os pueblos que salpican este recorrido, desde Puerto Montt a la regi¨®n de O¡¯Higgins, entre paisajes salvajes de monta?as, lagos, bosques y fiordos. Puerto Montt, ciudad portuaria de la Regi¨®n de los Lagos, sirve de acceso a lugares como la Caleta Puelche, entrada sur del parque Pumalin, zona protegida de m¨¢s de 300.000 hect¨¢reas que forma parte del legado del conservacionista estadounidense Douglas Tompkins. Senderos bien mantenidos salen a ambos lados de la carretera de grava, entre bosque de alerces milenarios. Junto a estos gigantes, y junto a las enormes hojas de nalca que emergen entre la abundante vegetaci¨®n, uno se siente muy peque?o.
Rumbo al sur se alcanza el volc¨¢n Chaiten, que entr¨® en erupci¨®n en 2008, sepultando la mitad de la ciudad bajo un c¨®ctel de fango y ceniza. Los servicios b¨¢sicos se restablecieron hace tiempo, pero las casas abandonadas marcan un severo contraste con la soleada y peque?a ciudad de antes de la erupci¨®n. Es un punto b¨¢sico para repostar antes de emprender ruta de nuevo hacia el interior, a trav¨¦s de un valle que atraviesa el pueblo de El Amarillo. Su camping Ventisquero, en la base del glaciar Michinmahuida, presume de ser el m¨¢s bonito del mundo. M¨¢s adelante la carretera Austral gira hacia Villa Santa Luc¨ªa, y hay un desv¨ªo hasta la frontera argentina bordeando el lago glacial Yelcho y siguiendo el r¨ªo Futaleufu hasta el pueblo hom¨®nimo. Se trata de uno de los grandes cauces de aguas bravas del mundo y merece contratar un descenso en rafting (con monitor) para soltar un poco de adrenalina. Otra de las sorpresas de la ruta son las Termas del Ventisquero.
La ruta no es siempre f¨¢cil, con tramos llenos de baches y socavones, pero recompensa con zonas como el fiordo y el parque nacional Queulat, envuelto en bruma y emparedado entre escarpadas monta?as, uno de los tramos m¨¢s bellos de la carretera Austral.
Los socavones dan paso a un tramo asfaltado y el territorio ind¨®mito a las tierras de cultivo que anuncian la llegada a la ciudad de Coyhaique, desde la que, hacia el sur, una buena carretera de grava cruza anchos valles custodiados por picos nevados en las tierras de los pioneros. Es el momento de desviarse al parque Patagonia, la zona protegida m¨¢s nueva de la regi¨®n. Pasado la reserva llegamos a Cochrane, antigua ciudad ranchera y ¨²ltimo enclave para repostar (y comer un buen filete) antes del largo y solitario tramo final: una carretera de baches, curvas cerradas y una ca¨ªda de v¨¦rtigo desde la cuneta exterior que pone los pelos de punta y que culmina en el ferri al remoto enclave de O¡¯Higgins. Lleva el nombre de su padre fundador, Bernardo O¡¯Higgins, h¨¦roe de ascendencia hispano-irlandesa que lider¨® la lucha chilena por la independencia de Espa?a. La recompensa por haber llegado hasta aqu¨ª es un buen plato de la especialidad local, el delicioso cordero al palo.
3. Casi una vuelta a Irlanda
Hay buenas razones para afirmar que los mejores destinos de Irlanda est¨¢n cerca de la costa: el espl¨¦ndido paisaje, las cordilleras ¡ªdesde el punto de vista geogr¨¢fico, el pa¨ªs es como un cuenco de paredes altas¡ª y casi todos sus principales pueblos y ciudades (Dubl¨ªn, Belfast, Galway, Sligo o Cork). Y, por carretera, podremos asomarnos a todas estas maravillas.
La Wild Atlantic Way es una ruta estupenda para recorrer, en furgoneta, la costa oeste de Irlanda, desde Cork, en el sur, hasta Donegal en el norte. Podremos contemplar el paisaje k¨¢rstico de la regi¨®n del Burren, que rompe la t¨ªpica y verde estampa irlandesa pero en primavera se viste de flores silvestres que dan color ef¨ªmero a su austera belleza. Aut¨¦nticos placeres de esta zona son sus pueblos, como Kilfenora y Lisdoonvarna, excelentes para repostar y para escuchar algo de m¨²sica tradicional. Hacia el norte, una de las sorpresas en la ruta es la georgiana ciudad de Westport, seguramente la m¨¢s bella de la zona, con su plaza octogonal y ordenadas calles arboladas flanqueadas por hermosos edificios de finales del siglo XIII. Y a unos 100 kil¨®metros hacia el noreste, dejando la costa, la ciudad de Sligo, de animada vida nocturna y alegres pubs, edificios futuristas y viejos puentes de piedra, una abad¨ªa hist¨®rica y la figura de William Butler Yeats (1865-1939), uno de los principales poetas de Irlanda.
Si continuamos bordeando la costa, llegaremos a lugares tan encantadores como el coqueto centro hist¨®rico de Dunfanaghy, con algunos de los mejores restaurantes del noroeste del pa¨ªs. Es tambi¨¦n la puerta de acceso a la pen¨ªnsula de Horn Head, con algunos de los paisajes costeros m¨¢s maravillosos de la regi¨®n de Donegal, donde avistar muchas aves. Sus imponentes acantilados de cuarcita, cubiertos de brezos y pantanos, superan los 180 metros de altura y ofrecen vistas fascinantes desde lo alto de Tory, Inishdooey y las islillas de Inish Beg, al oeste; la bah¨ªa de Sheep Haven y la pen¨ªnsula de Rosguill hacia este; del cabo Malin al noreste y de la costa de Escocia al fondo.
Siguiendo por el norte llegamos, ya en terreno norirland¨¦s, a la ic¨®nica Calzada del Gigante, con su vasta extensi¨®n de columnas de piedra hexagonales, juntas y homog¨¦neas. Declaradas patrimonio mundial, conviene ser visitada entre semana (o fuera de temporada) para ver su cara m¨¢s evocadora, sin aglomeraciones. Despu¨¦s hay que recorrer (hacia el este) el tramo m¨¢s hermoso de la costa de la Calzada, hasta Ballycastle, entre acantilados de creta blanca y basalto negro en radical contraste, sus islas rocosas, puertos pintorescos y anchas playas de arena. Se disfruta mejor a pie por los 16,5 kil¨®metros del Causeway Coast Way.
Hacia el sur llegamos a Belfast, una ciudad nueva en muchos sentidos. En su d¨ªa era un destino a evitar, pero en los ¨²ltimos a?os ha cambiado much¨ªsimo, con muchas propuestas de ocio y hoteles modernos. Los antiguos astilleros del Lagan se han transformado en el Titanic Quarter, cuyo protagonista es el despampanante edificio en forma de estrella que aloja el Titanic Belfast Centre, donde se muestra c¨®mo se llev¨® a cabo la construcci¨®n del m¨ªtico transatl¨¢ntico. Y desde aqu¨ª, 165 kil¨®metros de autopista nos separan de la bulliciosa vida nocturna de Dubl¨ªn, que ha inspirado a sus m¨²sicos, artistas y escritores. El sitio m¨¢s popular es la Guinness Storehouse, un miniparque tem¨¢tico para amantes de la cerveza y ostentoso homenaje a uno de los s¨ªmbolos del pa¨ªs.
4. El Grand Tour de Italia
En su libro El viaje a Italia (1670), el tutor y escritor de viajes Richard Lassels recomendaba a los j¨®venes arist¨®cratas que hicieran un gran viaje cultural por Europa, y en especial por Italia. Durante este, el estudio de la Antig¨¹edad cl¨¢sica y el Alto Renacimiento los preparar¨ªa para futuros cargos importantes que moldear¨ªan la realidad pol¨ªtica, econ¨®mica y social de su tiempo. El que fuera, hace un par de siglos, el cl¨¢sico viaje de a?o sab¨¢tico es hoy un periplo en busca de arte e ilustraci¨®n, aventura y tambi¨¦n diversi¨®n. Desde los palacios de los Saboya en Tur¨ªn y La ¨²ltima cena de Leonardo da Vinci a las tabernas de G¨¦nova, el Gran Tour brinda la ocasi¨®n de ver algunas de las mayores obras maestras del mundo o de escuchar a Vivaldi interpretado con violonchelos del siglo XVIII. De Tur¨ªn a N¨¢poles, el recorrido visita ciudades y paisajes imprescindibles de la cultura italiana.
Los paseos arbolados de Tur¨ªn, que a¨²n conservan su elegante aire franc¨¦s y muchos caf¨¦s del siglo XIX, como el Caffe San Carlo (Piazza San Carlo) y su chocolate caliente servido bajo doradas l¨¢mparas de ara?a, inicia un recorrido que no ser¨ªa el Grand Tour si no se desviase, por la A4, hacia Mil¨¢n para contemplar La ¨²ltima cena, el ic¨®nico mural de Da Vinci, en su ubicaci¨®n original: el comedor del antiguo convento dominico de Santa Maria delle Grazie. Despu¨¦s, hasta G¨¦nova, el ¨²ltimo tramo de autopista serpentea entre las monta?as; al llegar, aguarda el suave clima, la exuberante flora de esta ciudad conocida por el gozo de mala fama en el pasado. El centro hist¨®rico era un laberinto de oscuros e insalubres caruggi (callejones), atestados de ladrones y pendencieros. Incluso as¨ª, la ciudad era y sigue siendo cosmopolita. Los palacios Rolli, un conjunto de grandes mansiones que se crearon para alojar a papas, dignatarios y realeza en sus visitas, hicieron de Via Balbi y Strada Nuova (hoy Via Giuseppe Garibaldi) dos de las calles m¨¢s famosas de Europa. A¨²n se pueden visitar los m¨¢s bellos, el Palazzo Spinola y el Palazzo Reale.
Los viajeros del Grand Tour no deber¨ªan evitar pasar por P¨¢dua camino de Venecia, aunque en el siglo XVIII los estudiantes ya no acud¨ªan al Palazzo del Bo, la universidad radical de la Rep¨²blica de Venecia donde ense?aron Cop¨¦rnico y Galileo. Se puede visitar su claustrof¨®bico anfiteatro anat¨®mico (el primero del mundo), aunque los turistas ya no asisten a una disecci¨®n. Los espectaculares frescos de Giotto est¨¢n en la Cappella degli Scrovegni. Y, por fin, la joya del itinerario, Venecia. Aparte del arte de la Gallerie dell¡¯Accademia y de las extraordinarias obras maestras de arquitectura, como el Palacio Ducal, el Campanile, la iglesia de Santa Maria della Salute y las c¨²pulas relucientes de la bas¨ªlica de San Marcos, hist¨®ricamente la ciudad italiana de los canales se consider¨® un emocionante antro de desenfreno. Muy diferente al ambiente que se encontraban los viajeros en la universitaria Bolonia, sede de la universidad m¨¢s antigua de Europa (de 1088) y en su d¨ªa tierra de Dante, Boccaccio y Petrarca. Su centro hist¨®rico, con una veintena de altas torres, conforma una de las ciudades medievales mejor conservadas del mundo. En la bas¨ªlica de San Petronio, levantada para competir con la de San Pedro en Roma, el reloj de sol de Giovanni Cassini (1655) demostr¨® los problemas del calendario juliano (que nos dio el a?o bisiesto), mientras los alumnos bolo?eses avanzaban en el conocimiento humano de la obstetricia, la ciencia natural, la zoolog¨ªa y la antropolog¨ªa.
Otra parada obligada es Florencia. Desde la c¨²pula de tejas rojas de Filippo Brunelleschi que corona el Duomo hasta el David de Miguel ?ngel y El nacimiento de Venus de Botticelli ¡ªexpuestos en la Galleria dell¡¯Accademia y en los Uffizi, respectivamente¡ª, la ciudad contiene (seg¨²n la Unesco) el mayor n¨²mero de obras maestras de arte del mundo. Adem¨¢s, el centro se parece mucho al de 1550, con sus torres de piedra y jardines de cipreses. Y de camino a Roma, aguarda la medieval Viterbo, donde nos podemos dar un chapuz¨®n en las fuentes termales de Terme dei Papi.
La capital italiana son palabras mayores: a¨²n estando en ruinas, la Roma del siglo XVIII segu¨ªa consider¨¢ndose la augusta capital del mundo. Aqu¨ª se despertaba en el viajero del Grand Tour el inter¨¦s por el arte y la arquitectura, aunque el Coliseo estuviera lleno de escombros y el monte Palatino cubierto de jardines. Sus tesoros se acumulaban poco a poco en el museo nacional m¨¢s antiguo del mundo, los Museos Capitolinos, y al llegar por la Porta del Popolo se ve¨ªa enseguida la c¨²pula de San Pedro antes de recorrer el Corso hacia la aduana. Hecho eso, restaban la plaza de Espa?a, principal punto de encuentro de la ciudad, el Pante¨®n y los Museos del Vaticano, aunque muchos viajeros prefer¨ªan socializar en los jardines del palacio Borghese. Para los m¨¢s osados, ya solo quedaba poner rumbo al sur, a la lasciva ciudad de N¨¢poles. En la ¨¦poca, el Vesubio reluc¨ªa amenazador ¡ªen el siglo XVIII entr¨® en erupci¨®n seis veces y en el XIX ocho m¨¢s¡ª y N¨¢poles era hogar de la ¨®pera y la comedia del arte (s¨¢tira c¨®mica improvisada), as¨ª que las clases de canto y las butacas en el teatro San Carlo eran de curso obligatorio. Tras el descubrimiento de Pompeya, en 1748, el drama palpable de una ciudad romana en la hora de su muerte atrajo a hordas de visitantes. Entonces, como ahora, era uno de los puntos de inter¨¦s m¨¢s c¨¦lebres de Italia y sus preciosos mosaicos, frescos y esculturas colosales llenaron el museo Archeologico Nazionale.
5. La panor¨¢mica Ruta 1 por la costa de Florida
Miami es el espectacular final de una ¨¦pica ruta por la costa Este estadounidense con interesantes enclaves hist¨®ricos. Recorrer Florida a lo largo hasta la costa permite descubrir las maravillas del ¡°Estado del sol brillante¡±: el asentamiento permanente m¨¢s antiguo de EE UU, atracciones para toda la familia, el sabor latino, la bella arquitectura art d¨¦co en tonos pastel de Miami y kil¨®metros y kil¨®metros de preciosas playas.
La ruta comienza 21 kil¨®metros al sur de la frontera con Georgia, en la isla de Amelia, una espl¨¦ndida isla barrera con todo el encanto del Deep South. Los veraneantes la frecuentan desde la d¨¦cada de 1890, cuando el tren de Henry Flagler la convirti¨® en el patio de recreo de los ricos. La carretera nos lleva a la isla de Fort George, con ra¨ªces hist¨®ricas muy profundas. Enormes concheros indican que estuvo habitada por indios americanos hace m¨¢s de 5.000 a?os. En 1736 el general brit¨¢nico James Oglethorpe erigi¨® un fuerte en la zona, aunque desapareci¨® hace tiempo y se desconoce su ubicaci¨®n exacta. En la d¨¦cada de 1920 las j¨®venes flappers frecuentaban el lujoso Ribault Club, sede de fiestas al m¨¢s puro estilo Gran Gatsby, bolos sobre hierba y paseos en velero. Pero quiz¨¢ lo m¨¢s fascinante, y lo m¨¢s sobrio, sea la Kingsley Plantation, de 1798, la plantaci¨®n m¨¢s antigua de Florida. Dada su remota ubicaci¨®n, no es la cl¨¢sica mansi¨®n sure?a, pero ofrece un crudo retrato de la esclavitud a trav¨¦s de exposiciones y los restos de 23 caba?as de esclavos.
No muy lejos est¨¢ Jacksonville, que con sus rascacielos, autov¨ªas y hoteles de cadenas internacionales. Se aleja un poco de la tem¨¢tica costera de esta ruta, pero tiene buenas opciones para cenar y sus barrios hist¨®ricos restaurados bien merecen un paseo. Tambi¨¦n es un buen sitio para disfrutar de la cultura en el Cummer Museum of Art, con una colecci¨®n excelente de pintura estadounidense y europea, y de artes decorativas y antig¨¹edades orientales; o bien en el Museum of Modern Art Jacksonville (MOCA), que exhibe pintura contempor¨¢nea, escultura, fotograf¨ªa y filmes.
Pero si hay un lugar hist¨®rico y significativo para nosotros en la ruta es San Agust¨ªn. Fundada por espa?oles en 1565, es el asentamiento permanente m¨¢s antiguo de EE UU. Es una ciudad muy tur¨ªstica, con muchos museos, circuitos y atracciones que incluyen personajes vestidos de la ¨¦poca, que se pasean por las calles. Se puede empezar por el Colonial Quarter, recreaci¨®n del San Agust¨ªn del s. XVIII, con artesanos que muestran su trabajo en hierro, cuero y otros oficios. Todo muy tur¨ªstico, incluida la Fuente de la Juventud, una rid¨ªcula atracci¨®n tur¨ªstica disfrazada de parque arqueol¨®gico situada supuestamente en el lugar de llegada de Ponce de Le¨®n.
A estas alturas ya se ha descubierto que no todo en Florida es diversi¨®n bajo el sol; el Estado posee una rica historia que se remonta cientos de a?os. Los aficionados a la historia disfrutar¨¢n visitando el Monumento Nacional Fuerte Matanzas, un peque?o fuerte espa?ol construido en 1742 para custodiar la ensenada de Matanzas ¡ªque llegaba hasta San Agust¨ªn¡ª de los invasores brit¨¢nicos. En el paseo en barco (gratuito) los guardabosques narran la historia del fuerte y explican el cruento origen de su nombre, matanzas (dej¨¦moslo en que las cosas salieron muy mal para unos 200 soldados franceses en 1565).
El contraste con las visitas m¨¢s hist¨®ricas est¨¢ m¨¢s adelante: Daytona Beach, que se autodefine como ¡°la playa m¨¢s famosa del mundo¡±. Su fama no se debe tanto a su calidad como a la magnitud de las fiestas de las vacaciones de primavera, las Speedweeks y los eventos motociclistas, con medio mill¨®n de moteros d¨¢ndose cita en la ciudad. Se puede ir a ver carreras en el Daytona International Speedway. Si no hay carrera, es posible pasear por los enormes estands o en tranv¨ªa por la pista y la zona de boxes gratis.
Pero ?qu¨¦ ser¨ªa de una ruta costera sin un faro? El Ponce de Leon Inlet Lighthouse & Museum est¨¢ 10 kil¨®metros al sur de Daytona Beach. Es buena idea parar a fotografiar el bonito faro de ladrillo rojo, construido en 1887, y subir hasta lo m¨¢s alto para gozar de grandes vistas de las playas de los alrededores.
La naturaleza est¨¢ muy presente, como nos muestra el Canaveral National Seashore, con 39 kil¨®metros de arenales que representan el mayor tramo de playa sin urbanizar de la costa este de Florida. Tambi¨¦n hay espacios naturales como el Merritt Island National Wildlife Refuge, un oasis virgen para aves y otros animales y uno de los mejores enclaves del pa¨ªs para la observaci¨®n de aves, sobre todo de octubre a mayo.
Y de la tierra al espacio: el principal reclamo de la Costa Espacial es el Centro Espacial John F. Kennedy y su colosal centro de visitantes: una antigua instalaci¨®n espacial que ha pasado de museo viviente a museo hist¨®rico desde que la NASA finalizo su programa del transbordador espacial en 2011.
Historia y naturaleza dan paso a dinero y cultura en el sur de la costa, y Palm Beach es lo que parece: un patio de recreo de ricos y famosos. Se puede pasear por la playa ¡ªcuidada y sin algas¡ª, contemplar los enormes recintos de viviendas A1A o mirar escaparates en la elegant¨ªsima Worth Ave. Pero lo mejor es el Flagler Museum, que ocupa la espectacular mansi¨®n Whitehall, de estilo beaux arts y construida por Henry Flagler en 1902. Si Palm Beach tiene el dinero, West Palm Beach tiene el mayor museo de arte de Florida, el Norton Museum of Art, una parada estupenda antes de seguir rumbo a Fort Lauderdale Beach, que ya no es el popular destino de las vacaciones de primavera que fue, aunque todav¨ªa se encuentran bares de playa y moteles entre los selectos hoteles boutique y yates multimillonarios. La playa de arena blanca es una de las m¨¢s limpias y de las mejores de la regi¨®n. Miami solo esta media hora al sur de Fort Lauderdale por la I-95.
Miami se mueve a un ritmo diferente de cualquier otra ciudad de EE UU, con sus tonos pastel, belleza subtropical y sensualidad latina en el ambiente. Al oeste del centro, en Calle Ocho, se halla la Peque?a Habana, la comunidad m¨¢s prominente de cubano-americanos de EE UU. Es buena idea visitarlo el ¨²ltimo viernes de mes, cuando se celebran los Viernes Culturales, una feria urbana de artistas y m¨²sicos latinos. Tambi¨¦n merece la pena el parque M¨¢ximo Gomez, donde los ancianos se re¨²nen para jugar al domin¨® al son de la m¨²sica latina. Wynwood y el Design District son los barrios art¨ªsticos oficiales de Miami. Y ponemos punto final enfilando con la furgo a Miami Beach, con algunas de las mejores playas del pa¨ªs, con arena blanca y aguas turquesas y templadas, y tambi¨¦n con la mayor concentraci¨®n de art d¨¦co del mundo, con casi 1.200 edificios flanqueando las calles que rodean Ocean Drive y Collins Ave.
Una hora al sur en coche de Miami Beach, el parque nacional Biscayne: un santuario marino protegido con asombrosos sistemas de arrecifes de coral tropicales, la mayor¨ªa de ellos a la vista del perfil urbano de Miami. Solo es accesible por mar, con un circuito en barco de fondo de cristal, buceando o remando en canoa o kayak para maravillarse por este sistema de 777 kil¨®metros cuadrados de islas, naufragios y manglares.
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