Gu¨ªa para perderse en los m¨ªticos mares del sur

De Aitutaki, en las islas Cook, a Vanuatu, el Pac¨ªfico Sur est¨¢ salpicado por m¨¢s de 25.000 islas, en su mayor¨ªa con nombres que suenan lejanos y ex¨®ticos (o, directamente, que no nos suenan de nada). Son los para¨ªsos insulares que sedujeron a Robert Louis Stevenson, Daniel Defoe, Herman Melville o Paul Gauguin. Est¨¢n lejos, muy lejos. Y aunque no resulta f¨¢cil (ni barato) llegar hasta ellas, ?qui¨¦n no ha so?ado alguna vez con encontrar la isla de Robinson Crusoe?

1. Islas Cook, aut¨¦ntico esp¨ªritu polinesio

Quince pedazos de tierra firme diseminados en dos millones de kil¨®metros cuadrados de oc¨¦ano. Las islas Cook son, a un tiempo, remotas y accesibles, modernas y tradicionales. En la de Rarotonga, capital de aire contempor¨¢neo, se vive plenamente el siglo XXI ¡ªno faltan buenos restaurantes y caf¨¦s de moda¡ª, pero m¨¢s all¨¢ de los enclaves tur¨ªsticos los valores tradicionales polinesios se conservan en todo el archipi¨¦lago.

Y es que participar de las tradiciones locales puede ser tan divertido como elaborar cerveza casera en un tumunu (club de bebedores de cerveza), explorar antiguos makatea (arrecifes de coral), contemplar los campos de taro (planta muy usada en la gastronom¨ªa local) en Mangaia o nadar en pozas subterr¨¢neas de Mitiaro y Mauke. Tambi¨¦n acudir al mercado de Punanga Nui, en Avarua, un s¨¢bado por la ma?ana, entre pareos de colores, ukekeles hechos a mano, maravillosa fruta fresca y deliciosas especialidades locales como el rukau (hojas de taro al vapor) o el ika mata (pescado crudo marinado).

Aituaki es la segunda isla m¨¢s visitada de las Cook, y una de las m¨¢s impresionantes del Pac¨ªfico Sur. Su laguna interior, jalonada por islitas desiertas y anchas playas de arena compone la imagen id¨ªlica que todos tenemos de los mares del sur. Atiu es la capital eco del archipi¨¦lago y un para¨ªso para naturalistas y aventureros; aqu¨ª se puede escoger entre un circuito de observaci¨®n de aves extra?as o descender a las profundidades hist¨®ricas y espirituales de la cueva de Anatakitaki y darse un chapuz¨®n a la luz de las velas en una poza subterr¨¢nea. Con sus cuatro motu (islotes), Muri es el lugar m¨¢s bonito de la laguna que rodea la isla de Rarotonga: arenas blancas y aguas perfectas para nadar, practicar surf con remo o kite surf. Y en la costa norte, pecios bien conservados para el submarinismo, como el de SS Maitai. Otras zonas de buceo conocidas son Black Rock, en el norte; Sandriver y Matavera Wall, en la costa oriental, y los corredores de Avaavaroa, Papua y Rutaki del sur. Por ¨²ltimo, Mangaia cuenta con la orograf¨ªa m¨¢s espectacular de las Islas Cook: un anillo coralino de dos niveles que oculta una enorme caldera volc¨¢nica sumergida a ambos lados del macizo de Rangimotia (169 metros). Tambi¨¦n es la isla m¨¢s antigua del Pac¨ªfico, escarpada y con una densa vegetaci¨®n que esconde las cuevas calizas que anta?o sirvieron como enterramientos sagrados durante las luchas tribales.

2. Fiyi, surf y playas m¨¢s accesibles

Es, probablemente, el destino m¨¢s f¨¢cil para viajar al Pac¨ªfico Sur. Arenales ribeteados con palmeras, arrecifes llenos de peces y lugare?os sonrientes: Fiyi es una visi¨®n del nirvana para los amantes de las playas. Solo hay que echar el ba?ador en la maleta y dejarse seducir por su belleza: con m¨¢s de 300 islas para elegir, lo m¨¢s complicado es decidir en qu¨¦ playa extender la toalla.

Eso s¨ª, m¨¢s all¨¢ de la tumbona hay lugares sorprendentes para el senderismo y el surf. Tambi¨¦n para empaparse de la sociedad fiyiana, que se concentra mayoritariamente en dos centros urbanos de Viti Levu: Suva, la capital, de animada vida nocturna y aire m¨¢s juvenil, y Lautoka, poblaci¨®n portuaria que vive de las plantaciones de az¨²car de ca?a de sus alrededores. En esta isla est¨¢ tambi¨¦n Navala, tal vez el mejor lugar para descubrir la aut¨¦ntica y ancestral vida ind¨ªgena, y ¨²ltimo basti¨®n de arquitectura tradicional del pa¨ªs: conserva 200 edificios con muros de bamb¨² tejido, techos de paja y cuerdas de fibras de los bosques. Los visitantes son recibidos con una ceremonia kava y comida cocinada en un fuego abierto. Por ¨²ltimo, las tierras altas de Namosi esconden escarpados ca?ones y espectaculares cortinas rocosas que componen el decorado perfecto para una traves¨ªa a remo a bordo de una balsa de bamb¨².

En las muchas islas restantes de este archipi¨¦lago, uno encuentra lugares tan curiosos como la cueva de Sawa-i-Lau, en una solitaria isla calc¨¢rea, que encierra un misterio: relieves, pinturas e inscripciones de edad y significado desconocido, as¨ª como una piscina natural bajo la b¨®veda de la cueva en la que se puede remar tranquilamente. Y, por supuesto, queda por conocer el salvaje oeste de Fiyi en Levuka, la antigua capital colonial y patrimonio mundial. Aqu¨ª no resulta dif¨ªcil imaginar a marineros en el bullicio de sus coloridos locales de madera, que en otro tiempo albergaron tabernas y hoy son, sobre todo, tiendas de baratijas.

3. Guam, la base de la cultura chamorro

Como una de las ¨²ltimas colonias del Imperio Espa?ol en el Pac¨ªfico (hasta finales del siglo XIX), fue una escala importante para los barcos que hac¨ªan la ruta entre Filipinas y Per¨². Actualmente pertenece a Estados Unidos ¡ªla base militar Andersen ocupa el norte del territorio¡ª y el idioma chamorro (de influencia espa?ola) se habla menos, pero el sur conserva un caleidoscopio rural de pueblos hist¨®ricos, bellas cascadas e impolutas playas.

Guam es isla m¨¢s poblada (y cosmopolita) de Micronesia, pero cuando el viajero se aleja de Tumon Bay ¡ªrutilante n¨²cleo de alo?jamientos y tiendas duty free¡ª se descubre que hay otra isla m¨¢s aut¨¦ntica. De hecho, existe la voluntad de las autoridades tur¨ªsticas de recuperar la cultura chamorro, especial?mente en el aspecto gastron¨®mico y en la conservaci¨®n de los fascinantes relatos que persisten en muchos pueblos.

Entre los lugares por los que merece la pena viajar hasta Guam aparece la Punta Ritidian, una reserva nacional de fauna y flora al norte de la isla, cuyo mayor reclamo es su tentadora e impoluta playa: arena dorada, mar celeste y ondulantes palmeras en un marco id¨ªlico. Otro lugar muy visitado, sobre todo por americanos, es el parque hist¨®rico Nacional de la Guerra del Pac¨ªfico, que invita a una reflexi¨®n sobre la tur?bulenta ocupaci¨®n de la isla durante la II Guerra Mundial, con antiguos campos de batalla convertidos en territorios hist¨®ricos. La unidad de Asan Beach incluye el llamado Asan Point, un amplio y apacible parque costero que conserva armas, torpedos y monumentos. Y para los amantes de la diversi¨®n en el agua, las cataratas de Talofofo, una popular zona de ba?o y picnic rodeada por una bella cascada en dos niveles, con piscinas debajo de cada salto.

4. Kiribati, vida de n¨¢ufrago

Representa una diminuta mota de tierra en el Pac¨ªfico (811 kil¨®metros cuadrados), pero sus 33 atolones se esparcen por un ¨¢rea de 3,5 millones de kil¨®metros cuadrados donde hallaremos la verdadera cultura de los mares del sur. Trazando una curva a ambos lados de la l¨ªnea del Ecuador, la Rep¨²blica de Kiribati engloba la isla Tarawa y los grupos de Gilbert y Ellice, F¨¦nix y La L¨ªnea. Su reciente historia colonial apenas se refleja en las m¨¢s alejadas, donde la poblaci¨®n subsiste desde hace siglos a base de cocos, pescado y el fruto del ¨¢rbol del pan. Incluso en la isla principal (Tarawa) la mayor parte de la poblaci¨®n vive en caba?as tradicionales de paja. Las huellas de la II Guerra Mundial (Kiribati fue ocupada por los japoneses en 1942) son visibles en lugares como Betio (Tarawa Sur), isla que conserva una colecci¨®n de ca?ones, b¨²nkeres y una bater¨ªa de artiller¨ªa. En 1943, 20.000 marines desembarcaron en sus playas y expulsaron a las tropas japonesas, batalla que recuerdan un cementerio y un monumento conmemorativo.

Los turistas que llegan a Kiribati van sobre todo a la Isla de Navidad, para¨ªso para amantes del submarinismo y la pesca deportiva con interminables marismas repletas de enormes peces piedra. Pero si se busca una experiencia de un aut¨¦ntico n¨¢ufrago hay que poner rumbo a las Islas Gilbert exteriores, v¨ªrgenes y basti¨®n de la vida tradicional kiribatiana, con apenas un pu?ado de camiones y motos. Aqu¨ª la poblaci¨®n vive de la pesca y la venta de almejas y coco.

5. Islas Marianas, herencia hispana

Antigua posesi¨®n espa?ola en el Pac¨ªfico, las Islas Marianas acogen hoy turismo norteamericano, pero m¨¢s all¨¢ de la isla principal (y los viajes organizados) es posible conocer una versi¨®n menos abarrotada de este para¨ªso de aguas turquesa y playas n¨ªveas. La joya del grupo es la hermosa Rota, isla de interior monta?oso, peque?as granjas, agua pura de manantial y ciervos. Y cada tarde, puestas de sol que incendian los cielos con un naranja intenso. Otro lugar con muchos visitantes, sobre todo budeadores, es La Gruta, una enorme caverna de piedra caliza submarina en Saip¨¢n, con una charca de agua de mar azul cobalto y tres corredores. Aunque una inmersi¨®n mejor aguarda en la isla de Ma?agaha, con aguas claras y muchos peces tropicales de colores.

Para acercarse a la cultura local chamorra, de herencia prehisp¨¢nica y espa?ola (su lengua incluye la ? y un 50% de palabras de origen espa?ol), podemos ir a Tini¨¢n, un apacible pueblito a cinco kil¨®metros al sur de Saip¨¢n, con antiguas piedras latte (pilares coronados con capiteles de piedra semiesf¨¦rica), fincas ganaderas y algunos edificios tan preciosos como deteriorados. Y una curiosidad final, la comida local mezcla platos espa?oles, filipinos y del Pac¨ªfico.

6. Islas Marshall, tiburones en el atol¨®n

Atolones coralinos tan rodeados de mar tropical que en todo lugar y en todo momento se ve, se huele y se siente el agua y la brisa salina. Unas mil islas coralinas integran la Rep¨²blica de las Islas Marshall, en cuyas estrechas franjas de tierra habitan los marshaleses, pescadores y navegantes expertos que llevan mucho tiempo viviendo del oc¨¦ano. Las caras de los nativos reflejan la historia de estas islas de la Micronesia, que durante un tiempo fueron tambi¨¦n parte del Imperio Espa?ol, aunque nunca ejerci¨® un poder muy activo y desde finales del siglo XVIII fueron ocupadas por brit¨¢nicos, rusos, alemanes, japoneses y estadounidenses. Hoy, los atolones m¨¢s desarrollados reflejan todas estas influencias: tiendas de comestibles internacionales, restaurantes con recetas de diferentes pa¨ªses y hasta canchas de baloncesto.

El encanto de las Marshall reside en sus islas exteriores, que conservan el aire virginal de un para¨ªso en el Pac¨ªfico. Por ejemplo, Laura, en el extremo occidental del atol¨®n Majuro, es famosa por sus playas tranquilas de arena blanca y sus aguas transparentes para bucear con tubo en el arrecife. O en el Atol¨®n Arno, donde se practica la pesca de altura. En su d¨ªa esta isla era famosa por su escuela del amor, donde se ense?aba a las j¨®venes a perfeccionar sus t¨¦cnicas sexuales. Pero si hay una isla famosa en las Marshall esa es el Atol¨®n Bikini. Aqu¨ª se hizo explotar la primera bomba at¨®mica en tiempos de paz, y actualmente es una de las principales zonas de buceo de la Micronesia; es un sitio magn¨ªfico para bucear con tiburones y no es raro verlos entre los pecios. Una de sus atracciones estelares es el Saratoga, el ¨²nico portaviones del mundo donde se puede bucear y que a¨²n conserva dispositivos para bombas.

7. Micronesia

Las antiguas Islas Carolinas espa?olas, lejos de todo y de acceso complicado, conforman hoy cuatro Estados ¡ªKosrae, Pohnpei, Chuuk y Yap¡ª? agrupados en la Federaci¨®n de Estados de Micronesia, aunque sin v¨ªnculo alguno que ha permitido conservar sus diferentes estilos de vida. Kosrae es quiz¨¢ la isla m¨¢s bella. Un pueblo entregado a la religi¨®n (aqu¨ª los domingos cierra todo), cuyas ceremonias de animados cantos y bailes de ambiente isle?o son el principal atractivo. El islote de Lelu conserva las ruinas de la ciudad amurallada construida por la realeza de Kosrae hace unos cinco siglos; ocultas tras la espesa vegetaci¨®n, dejan entrever las moradas de los jefes, t¨²mulos funerarios y complejos sagrados.

Pohnpei alberga misteriosas ruinas y mantiene tambi¨¦n su sistema tradicional tribal. El rinc¨®n m¨¢s curioso es el complejo de Nan Madol, la llamada Venecia de Micronesia, sobre la que se ha especulado de todo, hasta que la construyeron los extraterrestres. Leyendas aparte, sorprende las dimensiones del complejo compuesto por 92 islotes artificiales en las llanuras de marea y los arrecifes frente a la costa sureste de Pohnpei. Alrededor de ellos se dispusieron gruesos pilares de basalto como muros de contenci¨®n, creando retorcidos canales, entre los que se distinguen templos, tumbas, centros de reuni¨®n y zonas de ba?o y estanques.

La isla de Yap es otro mundo: la diminuta capital, Colonia, se extiende en torno a la bah¨ªa de Chamorro con vistas al mar desde cualquier punto. Se puede caminar hasta las monedas de piedra gigantes que sirvieron en otros tiempos para medir la riqueza o visitar algunas aldeas con arte ind¨ªgena.

8. Nauru, una isla a punto del colapso

A pesar de contar con buenos enclaves para nadar, bucear o contemplar la puesta de sol sobre los cocoteros en su costa, esta no es una isla tur¨ªstica. Pero quien llegue hasta ella se adentrar¨¢ en un escalofriante paisaje de pin¨¢culos calizos deforestados a ra¨ªz de la explotaci¨®n de fosfato. La riqueza que en su d¨ªa gener¨® la miner¨ªa ¡ªen la d¨¦cada de 1980 Nauru ten¨ªa la segunda renta per c¨¢pita m¨¢s alta del mundo¡ª se agot¨®, llevando al pa¨ªs al borde del colapso. El turismo puede ayudar a su recuperaci¨®n; aunque carece de buena hosteler¨ªa y buen transporte, permite descubrir lugares curiosos, como las enormes gr¨²as que en su d¨ªa se levantaron para cargar los fosfatos en los barcos o la Command Ridge, la monta?a desde donde se vigil¨® a Jap¨®n en los a?os cuarenta del siglo pasado y que conserva algunas armas oxidadas de la II Guerra Mundial.

9. Nueva Caledonia, Melanesia a la francesa

Elegancia europea, complejos tur¨ªsticos, bungal¨®s y un colorido mercado junto al muelle (donde comprar pat¨¦ y aceitunas) aguardan en Nueva Caledonia, una versi¨®n de los mares del sur con un toque franc¨¦s. Aqu¨ª se habla el idioma galo y en Numea, la capital, se puede disfrutar de comida gourmet bajo las palmeras. Pero m¨¢s all¨¢ de eso, Nueva Caledonia es Pac¨ªfico Sur en estado puro. Visita obligada es el Coraz¨®n de Voh, un manglar con formaciones naturales poco corrientes y cuya llamativa forma de coraz¨®n vista desde el cielo compone una de las fotograf¨ªas a¨¦reas m¨¢s famosas del mundo. Se trata de una laguna que en realidad es un agujero azul, rodeado de verde. Por toda la isla grande hay otras formaciones rocosas curiosas, muy visitadas por los turistas.

La costa norte es la parte m¨¢s salvaje y sorprendente, con vegetaci¨®n tropical, cascadas y acu¨ªferos que bajan de las monta?as al mar, mientras que la peque?a Isla de los Pinos es un lugar ideal para bucear o dejar que los peces tropicales se acerquen hasta la orilla en unas exquisitas aguas turquesas. Y en el extremo sur de la isla principal, nos propondr¨¢n todo tipo de aventuras, desde viajes en canoa a la luz de la luna por un bosque de kauris hasta visitar la antigua prisi¨®n colonial de Prony.

10. Palaos, maravillas naturales y recuerdos de guerra

Esta diminuta naci¨®n insular al oeste del Pac¨ªfico es uno de los destinos para bucear m¨¢s espectaculares del mundo. Un archipi¨¦lago compuesto por 200 islas volc¨¢nicas y calc¨¢reas repletas de maravillas naturales, cubiertas por una selva color esmeralda y sumergidas en una laguna turquesa. Por sus excelentes condiciones para el buceo y un paisaje marino dif¨ªcil de superar, con fascinantes pecios y una fauna marina variad¨ªsima, se la conoce como el Serengueti submarino. Tambi¨¦n se pueden realizar traves¨ªas en kayak, adentrarse con todoterrenos por pistas sin asfaltar y visitar restos de la II Guerra Mundial, tanto en el interior selv¨¢tico y como en museos en Koror, la mayor poblaci¨®n de Palaos.

Tres lugares especiales que no habr¨ªa que perderse son el Blue Corner, famoso por su abundancia de vida submarina y las formaciones de su arrecife; las Islas Rocosas, ¨²nicas en el mundo y el mayor reclamo tur¨ªstico de Palaos (islotes calizos rodeados de aguas cristalinas turquesa), y la peque?a isla de coral de Peleliu, un lugar tan id¨ªlico que cuesta imaginarlo como escenario de una de las m¨¢s sangrientas batallas de la II Guerra Mundial.

11. Pitcairn, las islas del mot¨ªn

Claustrof¨®bica e interesante, esta isla pasa por ser el territorio m¨¢s peque?o del mundo (4,5 kil¨®metros cuadrados de superficie) y uno de los m¨¢s remotos. Tambi¨¦n es famosa por la c¨¦lebre historia del Bounty y su mot¨ªn, que dej¨® en la isla a unos cuantos n¨¢ufragos que decidieron instalarse en ella (hoy se cree que unos 65 residentes descienden de los amotinados). Lo que no se suele destacar, sin embargo, es su incre¨ªble belleza natural: desde yermos acantilados hasta exuberantes laderas tropicales.

Para comer, beber y conocer a los isle?os se puede ir al Christian¡¯s Caf¨¦. Tambi¨¦n subir por un precipicio hasta la cueva de Christian e imaginarse, al contemplar Adamstown, lo que debi¨® sentir Fletcher Christian cuando se sent¨® all¨ª hace cientos de a?os. Visitar la deshabitada isla Henderson, la m¨¢s grande de las Pitcairn, permite observar cuatro especies end¨¦micas de aves terrestres: por su estado virgen y su rara avifauna es patrimonio mundial.

12. Islas Salom¨®n, apuesta ecoturista

Este grupo de islas volc¨¢nicas no son un destino de playa, resorts y animaci¨®n nocturna. Al contrario, apuestan por el ecoturismo, pensiones tradicionales y alojamientos en la naturaleza. Emergiendo de un oc¨¦ano azul cobalto, ofrecen aventura y maravillas naturales a los amantes del aire libre: subir a un volc¨¢n (extinto), surfear con poca gente, bucear con tubo en arrecifes v¨ªrgenes o remar en kayak por una laguna.

Las Salom¨®n cuentan con enclaves maravillosos como la laguna de Marovo, cercada por una doble barrera: hay fondos coralinos, playas cubiertas de cocoteros, aldeas tranquilas y sitios tambu (sagrados). En la isla de Kolombangara emerge un volc¨¢n de forma c¨®nica perfecta y 1.770 metros de altura que se puede ascender y descender en un par de d¨ªas. Los aficionados a la historia encontrar¨¢n vestigios japoneses de la II Guerra Mundial como Vila Point, y los buceadores pecios en las aguas de la isla de Tulagi como el USS Kanawha, petrolero de 150 metros de eslora que yace en posici¨®n vertical, y el USS AaronWard, un destructor famoso por su arsenal de armas pesadas (ambos a 45 y 65 metros, respectivamente, aptos solo para submarinistas experimentados), as¨ª como los Bonegi, dos cargueros japoneses hundidos frente a la costa el 13 de noviembre de 1942. Y, finalmente, la Isla Tetepare es un sue?o para los ecoturistas. La Asociaci¨®n de Descendientes de los Tetepare recibe a los visitantes en sus casas de hojas de palma y les ofrece actividades relacionadas con la naturaleza, como bucear con dugongos, avistar cocodrilos, observar aves y marcar tortugas.

13. Samoa, la isla de Stevenson

Los amantes de los viajes literarios conocen bien Samoa: refugio y para¨ªso personal de Robert Louis Stevenson. Su casa, Villa Vailima ¡ªpas¨® los ¨²ltimos cuatro a?os de su vida en Upolu¡ª, est¨¢ a seis kil¨®metros de la capital, Apia, y ha sido convertida en un museo. Bien restaurada y conservada, guarda objetos curiosos como una piel de leona (trofeo de caza de aventuras anteriores) y la chimenea que el escritor mand¨® construir para que le recordara a su Escocia natal (y que nunca necesit¨® encender). Samoa es el coraz¨®n geogr¨¢fico y cultural de Polinesia. Aunque la influencia de los misioneros del siglo XIX fue enorme, el pa¨ªs sigui¨® fiel a Fa¡¯a Samoa (estilo de vida samoano), con una de las sociedades m¨¢s aut¨¦nticas y tradicionales del Pac¨ªfico.

El icono de Samoa es la fosa de To Sua, una poza gigante con paredes de roca revestidas de vegetaci¨®n entre las que se puede nadar tras bajar una empinada escala. Otro lugar incre¨ªble es la cueva de Dwarf, en Paia, un inquietante conducto de lava subterr¨¢neo que parece adentrarse en el centro de la tierra y se puede recorrer. El Cabo Mulinuu es el punto m¨¢s occidental del pa¨ªs, y adem¨¢s de ser espectacular alberga yacimientos culturales y arqueol¨®gicos que nos remontan a enclaves sagrados y leyendas previas a la llegada del cristianismo. Y por supuesto, nada como escaparse a un lugar que parece fuera del mundo como las playas de Aleipata, en el extremo sureste de la isla de Upolu.

14. Tahit¨ª y la Polinesia Francesa

Son las islas m¨¢s tur¨ªsticas de los inabordables mares del sur. El nombre de Tahit¨ª, o el de Bora Bora, evocan a bailarinas con faltas de hojas y flores de hibisco en forma de collares o coronas. Y la realidad resulta id¨¦ntica. Las estrechas playas de arena blanca, rosa y negra son el pre¨¢mbulo de lagunas incre¨ªbles. La mayor¨ªa de las islas altas est¨¢n rodeadas por barreras de arrecife que forman piscinas naturales protegidas del color turquesa intenso. Hay peces, delfines, rayas, tiburones, tortugas y otras especies nadando entre estos jardines de coral perfectos para nadar y bucear.

Destino predilecto de lunas de miel, el pa¨ªs escode una gran diversidad insular, con aut¨¦nticas maravillas, m¨¢s all¨¢ de ex¨®ticos bungal¨®s, los c¨®cteles en la terraza y otros t¨®picos. Bora Bora es un anillo perfecto de islotes (motu) cubiertos de palmeras, que separan el azul intenso del oc¨¦ano de la paleta de turquesas de sus lagunas interiores. Senderismo, submarinismo y buceo son algunas de las opciones de aventura que ofrece. Moorea, de aspecto completamente diferente, presenta playas de coral pero tambi¨¦n altas monta?as y exuberantes paisajes verdes; el marco perfecto para una pel¨ªcula de robinsones. En Huanine destaca, adem¨¢s de sus arenales, el relajado encanto polinesio y el predominio de propuestas de turismo sostenible (de ah¨ª su creciente popularidad). Maupiti, una Bora Bora en miniatura pero sin aglomeraciones, anima a la pausa pero en hoteles ¨ªntimos y pensiones familiares. Y todav¨ªa quedan las Islas Marquesas, de picos volc¨¢nicos, gargantas profundas, cascadas majestuosas, bah¨ªas secretas y varios yacimientos anteriores a la colonizaci¨®n europea. Lo mejor es reservar plaza a bordo del crucero Aranui, barco de mercanc¨ªas que navega entre las seis islas habitadas del archipi¨¦lago.

Sea cual sea la isla escogida, la Polinesia Francesa es una de las mejores zonas del mundo para avistar ballenas jorobadas, que migran a estas aguas entre julio y octubre para aparearse. Bajo el agua contin¨²a el espect¨¢culo: se puede bucear entre tiburones grises, mantas raya, delfines de nariz de botella y tiburones martillo, as¨ª como peces de arrecife, pargos y car¨¢ngidos. Para ello hay que poner rumbo a Fakarava, uno de los atolones m¨¢s espectaculares del archipi¨¦lago Tuamotu.

15. Tonga, un reino insular nunca colonizado

Exuberantes y rodeadas de arrecifes, estas islas no son un destino de moda, de ah¨ª su encanto. Sin cruceros ni resorts de lujo, ajenas a la colonizaci¨®n tur¨ªstica, aqu¨ª la religi¨®n lo invade todo y no es preciso esforzarse por conocer la cultura local porque solo hay cultura local; basta desechar ideas preconcebidas y adaptarse al (lento) ritmo isle?o para que Tonga sea una delicia. Vacaciones de sol y playa, un lugar para nadar con ballenas grises en aguas abrigadas por el arrecife donde se aparean, caminar por un bosque pluvial o recorrer las islas de Vavau y Haapai en un circuito guiado de kayak ¡ªresulta casi imposible llegar por otros medios¨C y bucear en sus aguas con ballenas jorobadas.

La parte m¨¢s hist¨®rica se concentra en el trilito de Haamonga a Maui, equivalente a Stonehenge en el Pac¨ªfico Sur y uno de los monumentos m¨¢s singulares de la antigua Polinesia: tres grandes piedras coralinas de unas 40 toneladas de peso formando una puerta tril¨ªtica. Nukualofa, en la isla de Tongatapu, es la sede del Gobierno y de la familia real, cuyo palacio, de 1867, no est¨¢ abierto al p¨²blico pero se ve bien desde la zona mar¨ªtima. Otra escapada curiosa es la remota Niuafoou, atol¨®n conocido como la isla de la Lata y es legendaria por su antiguo servicio postal: hasta la d¨¦cada de 1930, el correo se met¨ªa en latas de galletas selladas, se lanzaba por la borda desde los barcos y era recogido por un nadador de la isla (que falleci¨® en acto de servicio tras el ataque de un tibur¨®n). Las templadas aguas de Tonga, bordeadas por arrecifes coralinos, invitan al submarinismo en los taludes de la isla Eua, donde se encuentra la legendaria cueva conocida como la Catedral.

16. Tuvalu, para¨ªso amenazado

Al acercarse en avi¨®n aparece una deslumbrante mancha turquesa orlada de coral y tachonada por islotes con palmeras: un vulnerable para¨ªso en el Pac¨ªfico. Y es que la masa terrestre de Fongafale, isla principal de Tuvalu, es tan estrecha que cuando el avi¨®n se aproxima a la pista parece que va a caer al oc¨¦ano. Tuvalu es una naci¨®n de atolones amenazada por el calentamiento global y vaticinado aumento del nivel del mar. En los ¨²ltimos a?os, las llamadas mareas rey han sido m¨¢s altas que nunca, y si el oc¨¦ano contin¨²a subiendo en sus costas este grupo de islas podr¨ªa desaparecer (Nueva Zelanda acoge a 75 inmigrantes al a?o actualmente y ha prometido hacerlo con toda la poblaci¨®n si llegara el caso).

Mientras tanto, se pueden descubrir un archipi¨¦lago casi desierto, con aguas claras e islotes cubiertos de palmeras en el ?rea de Conservaci¨®n de Funafuti, adonde se llega cruzando la laguna en una traves¨ªa de media hora. Hay que visitar tambi¨¦n el islote de Funafala, al sur, bordeado de playas con arena que parece talco y alojamientos sencillos junto al mar, y animarse a una sesi¨®n de fatele, la danza nacional. Tampoco faltan aqu¨ª reliquias de la II Guerra Mundial.

17. Vanuatu, los inventores del jumping

Los vanuatenses se toman la vida con tanta calma y tantas sonrisas que el viajero occidental termina cuestion¨¢ndose por qu¨¦ ha vivido siempre tan deprisa. Entre las casas de tejado de paja de las islas exteriores y los resorts de ?fat¨¦ y Santo, en Vanuatu aguardan algunas de las mejores experiencias del planeta. Como acampar cerca del monte Marum, un volc¨¢n activo rodeado de jungla en Ambrym, y ascender (con un gu¨ªa) a su cima o al monte Benbow, su humeante gemelo. Bucear en Luganville (isla Esp¨ªritu Santo) entre los restos del naufragio de un transatl¨¢ntico de lujo y el amplio cat¨¢logo de pecios estadounidenses fruto la II Guerra Mundial. Y, por supuesto, contemplar los saltos al vac¨ªo en la isla de Pentecost¨¦s, donde de abril a junio se celebra la temporada de naghol (salto al vac¨ªo), una especie de bunji aut¨®ctono que dio origen al fen¨®meno mundial del pu¨¦nting. No hay que alarmarse al ver la altura desde la que se lanzan: hay varios niveles de dificultad, en funci¨®n de los metros de vac¨ªo (y la valent¨ªa) que escojan los turistas.