Sierra de las Nieves, mucho por admirar

Un amanecer, dos continentes, tres pa¨ªses e infinitos paisajes. A 1.919 metros de altitud, el Torrecilla, cima del parque nacional de la Sierra de las Nieves, regala una exuberante panor¨¢mica tras una caminata nocturna a la luz de la luna. A primera hora, contemplar c¨®mo el sol va iluminando los quejigos de monta?a o los pinsapos que resisten a los pies de esta cumbre malague?a es una poderosa manera de arrancar la jornada. En el horizonte se dibujan los perfiles de Marruecos, Gibraltar, Sierra Nevada y la Costa del Sol. Tambi¨¦n buena parte del territorio incluido en este nuevo parque nacional, reci¨¦n nacido el pasado verano, el decimosexto de Espa?a. Una larga ristra de argumentos geol¨®gicos, naturales, etnogr¨¢ficos, hist¨®ricos, culturales, gastron¨®micos y folcl¨®ricos le valieron esa catalogaci¨®n. Son casi 23.000 hect¨¢reas en las que se reparten hasta 14 peque?os municipios que han funcionado toda su historia en simbiosis con una naturaleza excepcional que mezcla paisajes k¨¢rsticos y pizarrosos con afloramientos de peridotitas. Y que ha tenido en el agua el hilo que ha tejido la comarca a medida que descend¨ªa, precisamente, de sus cumbres m¨¢s altas. Son las que se ti?en de blanco cada invierno con una nieve cuyo comercio sirvi¨® antiguamente para bautizar este lugar declarado reserva de la biosfera desde 1995.

No hace falta, por supuesto, afrontar una ruta nocturna para saborear las luces anaranjadas del sol madrugador en el parque nacional de la Sierra de las Nieves. El d¨ªa arranca igual de poderoso y placentero en Las Millanas, venta a las afueras de la localidad de Tolox con seis d¨¦cadas de historia. Aqu¨ª amanece con una reban¨¢ de pan grueso con manteca color¨¢, servida en tarrina para untar al gusto. Se puede acompa?ar de un caf¨¦ ¡ªno hay descafeinado¡ª mientras los lugare?os saborean su aguardiente ma?anero, que quiz¨¢ repitan por la tarde durante su cl¨¢sica partida de domin¨®. Una enorme y cuidad¨ªsima parra filtra la luz sobre las mesas. ¡°Son las cosas que me enamoraron y me convencieron de vivir aqu¨ª¡±, dice el malague?o Antonio Cano, interiorista que lleva casi dos d¨¦cadas residiendo junto a su familia en una finca rural en la zona. Alquila dos casas rurales, habitualmente ocupadas. Est¨¢n cerca del lugar donde a Cano le gusta repetir tostada cada ma?ana con el aroma a tierra mojada flotando en el aire. Procede del r¨ªo Grande, a los pies de la venta, con refrescantes pozas para chapotear en verano.

Mar¨ªa Luisa G¨®mez, presidenta de la Junta Rectora del Parque Natural Sierra de las Nieves, cree que la forma ideal de conocer este enclave natural es con un recorrido circular. El oto?o es uno de los mejores momentos del a?o para emprenderlo. ¡°La monta?a est¨¢ en el centro y a su alrededor las joyas en forma de pueblos y paisajes estructurados a partir del agua¡±, explica la tambi¨¦n profesora de Geograf¨ªa en la Universidad de M¨¢laga. Una oxidada se?al a los pies de un algarrobo indica que desde Las Millanas hay solo cinco kil¨®metros hasta Tolox, primera parada de esa ruta. ?rboles encalados, ventanas regadas de macetas y una vida pausada es la norma local. Callejones y pasajes recorren el barrio del Castillo, donde una buganvilla enraizada en una tinaja brilla a la entrada de la iglesia de San Miguel, levantada en 1505. Paseando se descubren muros con grafitis de motivos rurales realizados durante su festival de arte anual. El cauce del r¨ªo de los Caballos parte en dos el casco urbano. A la espalda del hist¨®rico Balneario de Tolox ¡ªconstruido en el siglo XIX y a¨²n activo¡ª nace una senda que alcanza en poco m¨¢s de dos kil¨®metros el Charco de la Virgen, poza con salto de agua incluido que, m¨¢s arriba, tiene la guinda en forma de la mayor cascada de la provincia de M¨¢laga.

Tras la excursi¨®n y de regreso a Tolox, cuando llega el hambre hay que tirar de tradici¨®n para saborear los platos tradicionales de La Alberca (952 48 73 35) o descubrir la buena mano en los fogones de Jos¨¦ Mar¨ªa S¨¢nchez en su restaurante La Lola ¡ªdecorado por Antonio Cano¡ª y su exquisita terraza con vistas (951 44 06 53). El vino Voil¨¤, a base de una uva aut¨®ctona de M¨¢laga, la doradilla, sirve para brindar.

Carretera para el disfrute

La carretera A-366 est¨¢ considerada como una de las mejores para conducir de Europa. Es frecuente ver c¨®mo los ciclistas la disfrutan a pedaladas y los motoristas abriendo gas. Las marcas automovil¨ªsticas prueban en ella sus nuevos coches y neum¨¢ticos. Es la v¨ªa que hay que tomar para llegar, en apenas 15 minutos, desde Tolox hasta Alozaina, donde las conversaciones entre vecinas se alargan hasta el infinito mientras el puchero hierve al fuego. Los restos del viejo castillo de la ¨¦poca nazar¨ª y la torre de Mar¨ªa Sagredo destacan en el casco hist¨®rico, rodeado de plantaciones de c¨ªtricos y olivos centenarios. Este es territorio de la aceituna alore?a, una de las dos con denominaci¨®n de origen de Espa?a gracias, en parte, a su hueso flotante. La tradici¨®n dice que se ali?an con sal, ajo, hinojo, tomillo y pimiento rojo. Se sirven en cualquier bar con delicadeza, como un oro verde. De ella se extrae tambi¨¦n aceite, como se hac¨ªa hist¨®ricamente en el Molino de los Mizos, que utilizaba la fuerza del agua para extraer el l¨ªquido. Escondido en el casco urbano de Casarabonela, sirve hoy para mostrar viejos aperos agr¨ªcolas cuyos nombres solo saben los mayores. Este municipio cuenta tambi¨¦n con un castillo, ya en ruinas, que fue plaza principal para el rebelde Omar Ibn Hafs¨²n en la ¨¦poca de la dinast¨ªa omeya de C¨®rdoba, all¨¢ por el siglo IX. A las afueras de la villa, el pico Valdivia ¡ªal que se puede ascender caminando o en bicicleta¡ª ofrece una panor¨¢mica que alcanza al entorno del Caminito del Rey y la laguna de Fuente de Piedra. Y el jard¨ªn bot¨¢nico Mora i Bravard es una delicia para amantes de los cactus.

Unos kil¨®metros m¨¢s al norte, la A-366 se curva y el horizonte se puebla de pinos y monta?as escarpadas camino de Jorox, aldea convertida en remanso de paz. Yunquera recibe despu¨¦s con terrazas sujetadas por muros de piedra, donde crecen all¨ª un olivo, aqu¨ª un aguacate. En esta localidad escudri?an los cielos Mar¨ªa H. Jurado y Jos¨¦ Antonio Jim¨¦nez, que desafiaron a la despoblaci¨®n para dedicarse a la astronom¨ªa. A trav¨¦s de su empresa, AstroLab, dan clases por internet. Y en la antigua torre ¨¢rabe del pueblo han instalado un gran telescopio, alrededor del que giran actividades para observar las estrellas. La escasa contaminaci¨®n lum¨ªnica en el nuevo parque nacional juega a su favor. ¡°Hacemos un espect¨¢culo: explicamos ciencia, contamos historias. Queremos conquistar a la gente¡±, afirma Jim¨¦nez. Jurado a?ade qu¨¦ se les perdi¨® en Yunquera cuando se mudaron hace unos a?os. ¡°Aqu¨ª tenemos todo: paisaje verde, frescor, nieve en plena Costa del Sol. Sumergirte en un bosque de abetos n¨®rdicos a 45 minutos de la playa es impactante¡±, asegura.

El bosque al que se refiere lo sac¨® del anonimato el bot¨¢nico suizo Edmond Boissier a comienzos del siglo XIX, quien describi¨® su hallazgo en su libro Viaje bot¨¢nico por el sur de Espa?a. Son ¨¢rboles de climas fr¨ªos aqu¨ª adaptados al calor y a la cercan¨ªa del Mediterr¨¢neo, cuyas aguas se observan a lo lejos desde el mirador de Puerto Saucillo, a las afueras de Yunquera. A sus cercan¨ªas se puede llegar en coche para luego iniciar rutas a pie en las que conocer esta rareza bot¨¢nica. Sorprenden ejemplares como el llamado pinsapo Candelabro, de 17 metros de altura y una copa que se proyecta en casi 130 metros cuadrados. A sus pies hay enebros, rosas silvestres y setas. Por el camino esperan lugares como la Cueva del Agua, con una fuente a su entrada. Y sorprenden los neveros, donde antiguamente se prensaba la nieve para convertirla en hielo, distribuido durante los veranos por arrieros que viajaban a toda Andaluc¨ªa. El Puerto del Hornillo y el Pe?¨®n de los Enamorados son metas para los caminantes m¨¢s ambiciosos. Se puede enlazar hasta el pico Torrecilla, pero paciencia. La cumbre tiene otras acometidas m¨¢s asequibles que, de paso, navegan por paisajes repletos de singularidades. Los ¨¢nimos andarines se pueden calmar con un mosto en la bodega El Porfin (952 48 28 25). Un plato de callos en el bar Sierra de las Nieves, un chivo lechal en el Quini, la sopa de esp¨¢rragos en el Merino o las carnes del Enara, todos en la zona de Yunquera, sugieren almorzar sin reloj.

Hacia el norte, superando el puerto de las Abejas, se exhibe la localidad de El Burgo sobre una loma. En la plaza de la Villa, la parroquia de la Encarnaci¨®n ¡ªcon un alto pinsapo en su puerta principal¡ª es un balc¨®n con una panor¨¢mica protagonizada de nuevo por el agua. Esta vez corriendo por el r¨ªo Tur¨®n, principal argumento natural del municipio y casa de la nutria. Sus pozas son ideales para el verano y los senderos cercanos se adentran en el valle de Lifa, que pinta de colores amarillos y rojizos cada final de a?o gracias a las hojas de las numerosas cornicabras que lo pueblan. Al sur, junto al arroyo de la Fuensanta ¡ªrefugio de pesca¡ª se conserva un viejo molino harinero rodeado de acequias. Hay dos ¨¢reas recreativas que ejercen de punto de reuni¨®n cada domingo, pero que entre semana regalan un gustoso silencio solo roto por el fluir del agua y el parloteo de los p¨¢jaros. En las mesas de madera, el aire mezcla los aromas de las higueras y los pinares resineros. El cortijo La Rejertilla ofrece rutas a caballo, deportes de aventura y campamentos escolares en la zona.

De vuelta a la carretera se puede visitar Serrato o tomar direcci¨®n a Ronda. Es el tramo hacia tierras ronde?as uno de los m¨¢s apetecibles para conducir de toda la A-366, que pide marchas cortas y por momentos se estrecha hasta el l¨ªmite. Una se?al invita a parar apuntando hacia el mirador del Guarda Forestal. Su estatua, levantada en 1977, muestra a uno de los agentes se?alando el paisaje a un ni?o. La vista desde aqu¨ª es similar a la que disfrutan los buitres que sobrevuelan la zona: meandros de aguas esmeralda, un denso bosque y paredes calizas por las que se desplaza con agilidad otro de los residentes m¨¢s queridos de la zona, la cabra mont¨¦s. Hasta no hace mucho compart¨ªa su espacio con m¨ªticos bandoleros.

Tras la ciudad del Tajo arranca un descenso, ahora por la A-397, direcci¨®n a la Costa del Sol. En el camino, Parauta e Igualeja, localidades escondidas en un casta?ar que cada oto?o se viste de cobre. Unidas por carretera y por serpenteantes senderos, dichos municipios est¨¢n hermanados por su urbanismo de origen ¨¢rabe y la omnipresencia del agua. En Igualeja, de hecho, nace el r¨ªo Genal, que da nombre y vida al valle que se extiende hacia el oeste hasta lindar con los parques naturales de Grazalema y Los Alcornocales, ya en la provincia de C¨¢diz.

Frente a un pinsapo de 500 a?os

Continuando el viaje hay que prestar atenci¨®n: unos metros m¨¢s abajo de la venta El Navasillo existe un desv¨ªo hacia el ¨¢rea recreativa de Conejeras y su camping. La pista forestal se adentra en el coraz¨®n del parque nacional, circulando junto al cortijo de Las Navas ¡ªun exquisito alojamiento rural¡ª y haciendo parada junto al pinsapo de las Escaleretas, monumento natural con una altura de cinco pisos y medio milenio de vida. El destino final es otro ¨¢rea recreativa: Los Quejigales, territorio de la vaca pajuna, especie en peligro de extinci¨®n. La primera vez que Rafael Flores visit¨® este lugar ten¨ªa siete u ocho a?os. Lo primero que hizo fue ir corriendo a abrazar un pinsapo. ¡°Llevaba toda mi infancia so?ando con ellos¡±, dice el ronde?o, que ha escrito una veintena de libros sobre senderismo y hoy dirige RF Natura, empresa de turismo activo que igual organiza una divertida ruta familiar que largas traves¨ªas para senderistas sin miedo.

Uno de sus itinerarios favoritos es precisamente el que asciende desde Los Quejigales hasta el Torrecilla. Su recomendaci¨®n es subir por la Ca?ada del Cuerno, donde el pinar va dando paso a un extraordinario pinsapar. Caminar entre estos viejos ¨¢rboles tras las habituales nevadas es viajar al norte de Europa sin salir de M¨¢laga. Es un paisaje n¨®rdico con vistas al Mediterr¨¢neo. El puerto de los Pilones acoge otra de las rarezas naturales de este paraje: los quejigos de monta?a, con troncos retorcidos e imposibles. Fueron adehesados por los romanos y cuando pierden las hojas ofrecen una postal fantasmag¨®rica. En esta meseta el suelo se hunde muy cerca en la denominada Sima de la Luz, con m¨¢s de mil metros de profundidad y 18 kil¨®metros de galer¨ªas exploradas. En la superficie, la ruta prosigue hacia el Pilar de Tolox y su fuente hasta que corona los 1.919 metros de altitud del Torrecilla. Para culminar un paseo circular, el descenso se puede realizar por la Ca?ada de las ?nimas, que se vuelve a inmiscuir entre los troncos de otro bosque de pinsapos. Es el lugar de cr¨ªa favorito para muchas aves transaharianas, como la min¨²scula collalba gris o el llamativo roquero rojo. ¡°Esta arboleda es su refugio m¨¢s al sur de Europa¡±, expone Laura Barroso, investigadora de la Universidad de M¨¢laga que en un censo reciente ha detectado 82 especies diferentes en este para¨ªso bot¨¢nico.

El sur de la sierra de las Nieves toca a Benahav¨ªs ¡ªdonde las angosturas de su r¨ªo, el Guadalmina, son toda una aventura entre estrechos pasadizos y profundas pozas¡ª y roza Marbella, pero la A-355 parece rebotar de nuevo para tomar direcci¨®n norte hacia Tolox, el punto de partida. Pasa primero junto a Oj¨¦n, sede del festival Ojeando, que impregna de m¨²sica el pueblo cada verano. En una finca a las afueras, la agrupaci¨®n ecologista Pinsapo ha puesto en marcha un recinto protegido con fines educativos y de conservaci¨®n, la Eco Reserva de Oj¨¦n. Escuchar a sus t¨¦cnicos mientras se camina entre ciervos, jabal¨ªes y cabras que comen de la mano es toda una experiencia. Guaro y Monda, con su antiguo castillo que se ha convertido en hotel, son las dos ¨²ltimas paradas para culminar el recorrido circular por la sierra de las Nieves, que, sin embargo, queda cojo si no se le a?ade una parada m¨¢s. Es Ist¨¢n, municipio que solo cuenta con una carretera como conexi¨®n, la min¨²scula A-7176. Sus 14 kil¨®metros de curvas atraen a un goteo de ciclistas que ascienden con gestos de esfuerzo y descienden con una sonrisa. La v¨ªa va dejando atr¨¢s las villas de lujo para dar paso a peque?as casitas a la sombra de grandes encinas, siempre con el r¨ªo Verde a sus pies. A su cauce, aderezado de huertas y cultivos de c¨ªtricos, se llega por el sendero del Charco del Canal¨®n atravesando un gran alcornocal salpicado de algarrobos y quejigos. Otra excursi¨®n dirige hacia el llamado Casta?o Santo, enorme ejemplar cuya longevidad se mide en siglos.

Ist¨¢n es una mara?a de cuestas y escaleras. Acequias, fuentes, molinos y un viejo lavadero de piedras gastadas insisten en que aqu¨ª todo est¨¢ estructurado a partir del agua, cuyo rumor es constante en un pueblo que le dedica hasta un museo. La soluci¨®n a los problemas del mundo la tienen los parroquianos en sus bares. Al norte de su peque?o casco hist¨®rico hay huertas, gallinas y enormes ¨¢rboles de aguacate cerca de la Torre de Escalante (del siglo XV). Tambi¨¦n tres miradores, uno de ellos hacia el embalse de la Concepci¨®n, del que bebe Marbella. Las vistas se disfrutan igual desde el restaurante El Bar¨®n (952 86 98 66), de platos contundentes y precios bajos. Grasa a espuertas lleva su especialidad, el plato panocho, compuesto por filetes de lomo, pimientos, patatas fritas, morcilla y un sabroso chorizo a la canela. Al sur, la piscina municipal es el inesperado entorno de Ra¨ªces, con una carta que combina bocados como el bao de lagarto y pico de gallo con el tartar de salchich¨®n de M¨¢laga y la paletilla de cordero lechazo. A sus pies nace otra ambiciosa ruta senderista que anima a recorrer a pie buena parte del parque nacional en seis etapas y un centenar de kil¨®metros. Una alternativa para adentrarse por esta zona protegida sin prisas ni coche. Al agua invita la sierra de las Nieves