Palacio Condes de Cirac, en casa de un conquistador en Villalba de Rioja

Entre el Aconcagua y los montes Obarenes hay una distancia tan notable en horizontal (10.740 kil¨®metros) como en vertical (unos 6.200 metros), pero eso no impidi¨® que el conquistador Pedro Ruiz del Castillo reconociera ciertas similitudes paisaj¨ªsticas entre los valles que hienden sendas monta?as a uno y otro lado del Atl¨¢ntico. El fundador de la Ciudad de Mendoza del Nuevo Valle de La Rioja, convertida en una de las principales urbes argentinas y su principal vi?edo, naci¨® en 1521 en un palacete en Villalba de Rioja bien aparente que, seg¨²n algunos cronistas, perteneci¨® m¨¢s tarde a los condes de Cirac y a los de Castillo Fiel. Sus escudos de armas figuran incrustados en un lateral de la fachada de la hoy casa rural boutique Palacio Condes de Cirac, cuya tosquedad secular en nada anticipa sus interiores. La transformaci¨®n de estos sillares en hotel ha aportado al caser¨®n una pulcritud insospechada en el medio rural, y al pueblo, un nuevo viso de prosperidad m¨¢s all¨¢ de su industria vitivin¨ªcola.

Cuando hace bueno, las horas se pasan entre las mesitas de la terraza, a veces acreedora a la visita de numerosos senderistas del Camino de Santiago. No menos acogedor es el vest¨ªbulo, que oficia al mismo tiempo de cocina y de comedor, tras un venerable arco g¨®tico que configura la entrada. Otro sal¨®n invita al resguardo oto?al desde un sof¨¢ corrido frente a una estufa de pellets siempre encendida.

Apenas ocho habitaciones se ofrecen como digno hospedaje. Pero qu¨¦ nobles dormitorios y qu¨¦ estupendas suites bajo cubierta, decoradas con mucho mimo y buen sentido del gusto. Su abuhardillamiento con vigas de madera realza un car¨¢cter rom¨¢ntico y temperado irresistible para la mayor¨ªa de sus incondicionales. Con su tama?o regio y base viscoel¨¢stica, las camas ocupan gran parte del espacio, cinchadas por una manta artesana de mohair. Algunas cuentan con una ba?era exenta; todas, con una ducha de efecto lluvia. De porte minimalista y exclusivos para el establecimiento, los muebles han sido dise?ados por el interiorista Francesc Rif¨¦. Incluso los interruptores el¨¦ctricos acreditan el toque cl¨¢sico y combinable de los 63 colores originales ideados por Le Corbusier.

La reforma del palacete exigi¨® el hormigonado en puro de sus techos. De ah¨ª que la escalera que enlaza las dos plantas constituya ahora el mayor atractivo arquitect¨®nico del hotel. Entre los reclamos puramente hospitalarios destacan el bizcocho casero y el jam¨®n pimentonado del desayuno.