Gibraltar, a?o cero
Despu¨¦s de m¨¢s de tres siglos de contencioso, Gibraltar y Espa?a est¨¢n m¨¢s cerca que nunca. El ¡®shock¡¯ de la salida del Reino Unido de la UE ha provocado el di¨¢logo. Esta es una cr¨®nica de la vida entre el Pe?¨®n y La L¨ªnea en tiempo de Brexit y covid
A partir de hoy no hay que llevar mascarilla en Gibraltar. Se ha logrado la inmunidad de grupo. Han sido de los primeros. El planeta observa con fascinaci¨®n a los llanitos: jam¨¢s espa?oles; ciudadanos brit¨¢nicos (a su manera); educados en Inglaterra; cat¨®licos en su mayor¨ªa; puritanos (el aborto se pena con la cadena perpetua) y m¨¢s latinos que sajones. Recelosos de Gran Breta?a (la madre) y temerosos de Espa?a (la madrastra). Mestizos, victimistas, resistentes, flexibles y simp...
A partir de hoy no hay que llevar mascarilla en Gibraltar. Se ha logrado la inmunidad de grupo. Han sido de los primeros. El planeta observa con fascinaci¨®n a los llanitos: jam¨¢s espa?oles; ciudadanos brit¨¢nicos (a su manera); educados en Inglaterra; cat¨®licos en su mayor¨ªa; puritanos (el aborto se pena con la cadena perpetua) y m¨¢s latinos que sajones. Recelosos de Gran Breta?a (la madre) y temerosos de Espa?a (la madrastra). Mestizos, victimistas, resistentes, flexibles y simp¨¢ticos: oscilando entre la flema brit¨¢nica y el gracejo gaditano. Supervivientes. De la expatriaci¨®n y la di¨¢spora durante los bombardeos del Eje en la II Guerra Mundial; de los 15 a?os de cerrojazo durante el franquismo (un aislamiento que se mantuvo hasta 1985, cuando Espa?a tuvo que abrir la Verja para ingresar en la UE) y del abandono econ¨®mico de Margaret Thatcher, que liquid¨® los astilleros p¨²blicos y les oblig¨® a reinventarse. Lo hicieron mediante el turismo, los impuestos bajos, los servicios financieros propios de un para¨ªso offshore y convirti¨¦ndose en sede fiscal de una treintena de empresas de juego online. Les sali¨® bien. La metr¨®poli ya solo corre con el 6% de su presupuesto. Es lo primero que te dicen: ¡°No costamos a la corona ni un penique¡±. Para el Reino Unido, Gibraltar es una ganga de portaviones en las puertas del Mediterr¨¢neo.
FOTOGALER?A: La cara oculta del Pe?¨®n
Los llanitos est¨¢n convencidos, como escribi¨® el ¨²ltimo poeta del imperialismo brit¨¢nico, Rudyard Kipling, que ¡°si ceden, pierden¡±. Por eso desconf¨ªan. En los ¨²ltimos cinco a?os, debido a la salida del Reino Unido de la UE (lo que supone la suya), que les dio prosperidad durante cuatro d¨¦cadas: ten¨ªan lo mejor de una colonia y de un territorio comunitario. ¡°Sabemos que los ingleses permanecen aqu¨ª por la base naval¡±, describe un pol¨ªtico local. ¡°Y que si nos dieran la independencia, en 24 horas nos hab¨ªa ocupado Espa?a. Por eso queremos ser llanitos, brit¨¢nicos y europeos. En ese orden. Y que Espa?a nos reconozca y entienda. Y seguir de alguna forma en la UE, que es lo que se est¨¢ negociando en Bruselas. Y eso supondr¨¢ la prosperidad para los espa?oles y para Gibraltar. El Brexit ha sido el suicidio de los ingleses¡±.
El ministro de Educaci¨®n, John Cort¨¦s (que se califica de socialista de izquierdas), define el Brexit as¨ª: ¡°La decisi¨®n pol¨ªtica menos l¨®gica que haya visto en la historia. Me siento ciudadano del mundo y estoy por una Europa de los pueblos. Y en ese marco pol¨ªtico se podr¨ªa haber resuelto este contencioso de tres siglos. No somos una amenaza para la econom¨ªa de esta zona de Espa?a; somos una oportunidad. Necesitamos trabajadores y no tenemos territorio. Y Espa?a tiene gente y territorio. Nosotros respetamos lo espa?ol, que respeten nuestra existencia¡±.
¡ª?Por qu¨¦ no aceptan una cosoberan¨ªa entre Espa?a y el Reino Unido? As¨ª podr¨ªan continuar en la UE¡
¡ª?Y por qu¨¦ le tengo que dar la mitad de mi casa a alguien [Espa?a] al que no le corresponde para llevarnos bien? Estar en el Reino Unido nos da seguridad; nos gusta la reina; somos leales brit¨¢nicos y, si nos ponen el pie en el cuello, reaccionamos. Ya es tarde para que Espa?a nos compre con una zanahoria; nos ha dado mucho palo. Esto nunca ser¨¢ espa?ol. Luego vamos a llevarnos bien.
En Gibraltar, el 23 de junio de 2016, el 96% de los votantes optaron en el refer¨¦ndum del Brexit por el remain, por continuar en la UE, el doble que en el conjunto del Reino Unido. Fue una profesi¨®n de fe europe¨ªsta. ¡°Era de caj¨®n; los llanitos sab¨ªamos que estamos mejor dentro que fuera¡±, explica Brian Reyes, editor del Gibraltar Chronicle. ¡°No somos ingleses, formamos parte de Europa, estamos conectados a ella por tierra, frente a la metr¨®poli, que es una isla, y si no logramos un acuerdo con la UE (es decir, el Reino Unido), la Verja, como dicen ustedes, se convierte en una frontera exterior de la Uni¨®n Europea, entre Espa?a [que es un Estado Schengen, que permite la libre circulaci¨®n de personas sin controles entre sus Estados miembros] y un tercer pa¨ªs [el Reino Unido]. Y eso supondr¨ªa la creaci¨®n entre Gibraltar y La L¨ªnea de una frontera dura; con un estricto r¨¦gimen de visados [los pasaportes se tendr¨ªan que sellar a la entrada y la salida], inspecciones, certificaciones, y unas retenciones terribles entre Gibraltar y La L¨ªnea, de donde vienen a diario 15.000 personas a trabajar aqu¨ª. No se podr¨ªa vivir. No es una cuesti¨®n de econom¨ªa, sino de humanidad¡±.
Meses antes del refer¨¦ndum de 2016, el Gobierno de Gibraltar public¨® un informe titulado Preparing for a no deal Brexit: Get ready (Prepar¨¢ndose para un Brexit sin acuerdo: est¨¦ listo), elaborado por el n¨²mero dos del Ejecutivo y encargado de los poderosos lobbies del Pe?¨®n en Europa, Joseph Garc¨ªa, donde, despu¨¦s de advertir a la ciudadan¨ªa de que no hab¨ªa que entrar en ¡°p¨¢nico¡±, conclu¨ªa que los retrasos para cruzar el puesto aduanero con un Brexit duro podr¨ªan ser de hasta seis horas. El ministro principal, Fabi¨¢n Picardo, reconoce que orden¨® durante esos d¨ªas redactar multitud de planes de contingencia ante un hipot¨¦tico cierre: desde el tratamiento de basuras hasta el suministro de medicamentos y ox¨ªgeno sanitario. ¡°Se contemplaba que Marruecos se convirtiera en nuestro suministrador de productos b¨¢sicos en caso de aislamiento¡±. En esas tesis coincid¨ªa el informe Yellowhammer, redactado por el Gabinete brit¨¢nico. En contra de lo que les aconsejaba el dictamen de su Gobierno, los llanitos entraron en p¨¢nico. Fueron los peores d¨ªas en el Pe?¨®n desde la dictadura de Franco.
La parlamentaria Marlene Hassan, de 45 a?os, l¨ªder del partido de centro izquierda Together Gibraltar y militante feminista (¡°que aqu¨ª hace mucha falta¡±), recuerda con pavor los d¨ªas posteriores a la consulta del Brexit: ¡°Los ingleses pensaban que no iba a salir adelante, que era un ejercicio te¨®rico. Pero sali¨®. Y al d¨ªa siguiente ve¨ªas en la calle Real [Main Street] a la gente de luto y llorando. No sab¨ªamos qu¨¦ iba a pasar. Nosotros hemos perdido esta guerra, no el Reino Unido. Y Espa?a nos pod¨ªa haber apretado m¨¢s las tuercas, pero ha triunfado el pragmatismo de su ministra de Asuntos Exteriores, Arancha Gonz¨¢lez Laya, que firm¨® un preacuerdo de tratado con el Reino Unido en la madrugada del 31 de diciembre de 2020 para evitar un cierre duro. Y para ganarnos ese estatus tenemos que pagar un precio a la UE [es decir, a Espa?a] que supone perder parte del control de la frontera, lo que no implica de ninguna manera que el Reino Unido pierda ni un m¨ªnimo de soberan¨ªa sobre este territorio brit¨¢nico¡±.
Nadie en Gibraltar quer¨ªa el Brexit. El ministro principal, Fabi¨¢n Picardo, un abogado de 49 a?os formado en Oxford (¡°uno de los tipos m¨¢s inteligentes que me he encontrado¡±, seg¨²n un alto diplom¨¢tico espa?ol), recuerda c¨®mo todos sus predecesores en el cargo, fueran del partido que fueran, participaron a su lado en un acto conjunto para promover el remain: ¡°No encontraba nada positivo en el Brexit. Me dio pena por mis hijos, que ya no iban a tener el continente europeo al alcance de su mano. Pero en ese proceso, Espa?a y Gibraltar se han encontrado. Y podemos crear juntos una econom¨ªa sostenible en el Campo de Gibraltar; crecer a¨²n m¨¢s, reposicionarnos; transformarnos de un centro financiero a la antigua a uno moderno con total transparencia fiscal. El Brexit nos ha dado la oportunidad de hablar sobre nuestro futuro y de encontrar f¨®rmulas de entendimiento¡±.
Migaja del Imperio Brit¨¢nico, visitado por los monarcas brit¨¢nicos del siglo XX y hasta por el k¨¢iser y el emperador de Jap¨®n, en apenas dos veces el tama?o del Central Park neoyorquino (la mayor parte indomesticable urban¨ªsticamente, pero que domina la bocana del Mediterr¨¢neo) y con una poblaci¨®n similar a la de And¨²jar (Ja¨¦n), 34.000 habitantes, aqu¨ª, sin embargo, se juega desde 1714 en las grandes ligas de la diplomacia mundial. Seg¨²n explica una fuente destacada del Ministerio de Asuntos Exteriores, Gibraltar no es un mero anacronismo que envenena las relaciones entre el Reino de Espa?a y el Reino Unido (¡°al que hay que cuidar, porque nos env¨ªa cada a?o 20 millones de turistas y es uno de nuestros principales socios comerciales¡±); tambi¨¦n intervienen en la partida la ONU, la OTAN, la Uni¨®n Europea, la OCDE; y tambi¨¦n complica los asuntos bilaterales de Espa?a con Estados Unidos (¡°que mantiene una relaci¨®n especial con los ingleses¡±) y con Marruecos (¡°donde est¨¢n atentos a la evoluci¨®n de Gibraltar en su reivindicaci¨®n de Ceuta y Melilla¡±). Nunca un territorio tan somnoliento y esquinado dio tanto que hablar al mundo durante tanto tiempo.
Transcurre una pl¨¢cida ma?ana de primavera bajo el radiante sol del Estrecho surcado por cargueros y petroleros de gran tonelaje procedentes de Suez y camino del canal de La Mancha. Desde la cubierta m¨¢s elevada del lujoso hotel flotante Sunborn, volcado sobre el aer¨®dromo del Pe?¨®n, un pu?ado de ociosos con una pinta en la mano contemplan c¨®mo toma tierra en Gibraltar (considerado uno de los aeropuertos m¨¢s peligrosos del mundo) un A400M de la Royal Air Force, procedente de la base inglesa de Brize Norton, cargado con una remesa de vacunas. Ser¨¢n de las ¨²ltimas. El programa de vacunaci¨®n est¨¢ concluyendo. En enero, el Reino Unido comenz¨® a entregar a su colonia 2.0 (para ellos, un territorio brit¨¢nico de ultramar; para la ONU, ¡°un territorio no aut¨®nomo sujeto a descolonizaci¨®n¡±) 50.000 dobles dosis, la mayor¨ªa de Pfizer, suficientes para inmunizar a sus 34.000 habitantes y a los 15.000 trabajadores de la comarca del Campo de Gibraltar que cruzan cada d¨ªa el puesto aduanero para trabajar, principalmente en la construcci¨®n y la hosteler¨ªa. De ellos, m¨¢s de 10.000 son espa?oles, de La L¨ªnea, la ciudad espejo de Gibraltar, al otro lado de la Verja, cuyos ajados bloques de pisos de protecci¨®n oficial se otean desde la piscina del Sunborn.
Las separa un kil¨®metro. Diez minutos a pie. Gibraltar y La L¨ªnea forman una cremallera geogr¨¢fica y humana con lazos de sangre y, sobre todo, de dependencia mutua. Los linenses dicen que los llanitos son su primera industria. Les proporcionan m¨¢s de 100 millones de euros al a?o en salarios en libras (el doble que el presupuesto del Ayuntamiento); representan el 40% del consumo de La L¨ªnea y el 80% de las reservas de hosteler¨ªa, y alquilan miles de inmuebles en la zona. Durante la pandemia, los trabajadores espa?oles en el Pe?¨®n han cobrado el salario m¨ªnimo brit¨¢nico. Sin embargo, la econom¨ªa de esta comarca gaditana jam¨¢s ha despegado. Ni aun remolcada por los m¨²ltiples planes de desarrollo dise?ados por el r¨¦gimen de Franco (desde 1965) y despu¨¦s por la democracia, que, al final, o no se cumplieron, o fueron un fiasco.
Hasta aqu¨ª no llega el tren ni hay aeropuerto. La oferta hotelera es testimonial. Aqu¨ª nadie invierte. La L¨ªnea arrastra mala fama. Siete millones de veh¨ªculos la atraviesan cada a?o en direcci¨®n a Gibraltar sin detenerse. La apuesta del franquismo fue la industria pesada. En los sesenta se opt¨® por construir en el coraz¨®n de esta bell¨ªsima bah¨ªa frente a ?frica la mayor refiner¨ªa petrol¨ªfera de Espa?a, que fumig¨® las posibilidades de que se convirtiese en un polo de atracci¨®n tur¨ªstica entre M¨¢laga, T¨¢nger y C¨¢diz.
Hoy, la renta por habitante del Pe?¨®n (la tercera del mundo tras Qatar y Luxemburgo) es cuatro veces superior a la de su vecina espa?ola. Es una de las brechas de riqueza m¨¢s profundas del planeta. La L¨ªnea padece cifras de paro superiores al 40%, un bajo nivel educativo, altas tasas de fracaso escolar, una enorme poblaci¨®n flotante de 10.000 personas (inasumible para los servicios sociales) y una econom¨ªa que se nutre en gran parte del tr¨¢fico del hach¨ªs marroqu¨ª y del contrabando de tabaco gibraltare?o (m¨¢s bajo de impuestos) a trav¨¦s de una treintena de mafias, en las que es f¨¢cil entrar y de las que es complicado desertar. ¡°Si eres un chaval de La L¨ªnea, para qu¨¦ vas a estudiar si puedes tener 1.000 euros en la ri?onera y un Audi Q7 si eres punto de una mafia¡±, se pregunta una profesora. ¡°Gibraltar es nuestra salvaci¨®n y nuestra perdici¨®n¡±, dice la activista social Mar¨ªa Luisa Escribano. ¡°El problema es que el Estado espa?ol ha entendido esto como un agravio, una deshonra nacional, y no como un problema social. Los ingleses, por el contrario, han mimado a los llanitos. Les han dado autogobierno. Les pagan los estudios en Inglaterra y les financian las casas. Los gobiernos espa?oles se han olvidado del Campo de Gibraltar. Esto ha sido un sumidero. F¨ªjese en Tarifa (a media hora de aqu¨ª), que era un pueblo perdido de pescadores y es hoy una marca internacional de lujo. A esto lo han dejado que se derrumbara¡±. Para muchos linenses (y muchos llanitos), los distintos gobiernos espa?oles han provocado la decadencia de esta ciudad para demostrarle al mundo que Gibraltar le chupaba la sangre a Espa?a.
Abandono es la palabra m¨¢s repetida en La L¨ªnea. Para empezar, por su alcalde, Juan Franco, de 45 a?os, independiente (de izquierdas), que obtuvo en 2019 con su partido, La L¨ªnea 100¡Á100, el 67,5% de los votos. ¡°Aqu¨ª siempre se ha vivido de Gibraltar y ha llegado el momento de crear en La L¨ªnea una econom¨ªa competitiva, no dependiente; trabajar con ellos, pero no vivir de ellos¡±.
¡ª?Qu¨¦ propone?
¡ªAproximarnos fiscalmente a los llanitos. Cooperar con ellos, pero en igualdad de condiciones. Que nos canalicen inversiones y que se instalen aqu¨ª empresas que salen de all¨ª porque quieren seguir estando en la Uni¨®n Europea. El Estado espa?ol deber¨ªa conceder a La L¨ªnea un estatus de ciudad aut¨®noma, como Ceuta y Melilla, a trav¨¦s del art¨ªculo 144 de la Constituci¨®n, con un r¨¦gimen fiscal especial. Lo que ocurre en La L¨ªnea, con este puesto aduanero del que dependemos, no pasa en ning¨²n otro lugar de Espa?a. Nuestro paro juvenil es del 70% y hemos tenido los picos de covid m¨¢s altos de Espa?a. Y gracias a que en Gibraltar est¨¢n vacunando a los miles de linenses que trabajan all¨ª se ha ido reduciendo nuestra curva.
A bordo de su viejo utilitario con el techo sujeto con grapas, recorremos la ciudad. El deterioro econ¨®mico es evidente. A¨²n m¨¢s tras la covid y los golpes policiales al narcotr¨¢fico local. Los restaurantes est¨¢n vac¨ªos. Las tiendas, cerradas. Los bloques de protecci¨®n oficial forman guetos; el 98% de las viviendas del barrio del Zabal est¨¢n construidas ilegalmente (seg¨²n su alcalde). Y en La Atunara, un poblado en la playa de Levante donde llegaron a vivir 7.000 pescadores, muchos subsisten gracias al tabaco y el hach¨ªs. Est¨¢ sembrada de paro e infraviviendas. Surcamos la calle de Canarias, su coraz¨®n, dicen que es de las m¨¢s peligrosas de Andaluc¨ªa. No es para tanto. Pero su imagen transporta a otros escenarios donde reina el narcotr¨¢fico: gente ociosa, motos, cochazos, m¨®viles, gafas de sol, cadenas de oro, porros, botellines y desolaci¨®n. Los narcos tienen sus equipos de f¨²tbol y sus propias cofrad¨ªas para las procesiones. Ante ese escenario, se antoja evidente por qu¨¦ los llanitos no quieren ser espa?oles.
Tras el refer¨¦ndum del Brexit, los gibraltare?os se sintieron olvidados por su metr¨®poli. Durante meses deambularon sonados por el ring. Su desconcierto dur¨® poco. Hasta que el Reino Unido puso en pr¨¢ctica una de sus constantes diplom¨¢ticas: ¡°El Imperio no tiene amigos ni enemigos, solo intereses¡±. Acarici¨® el lomo de Gibraltar. Y la reconquist¨®. Para empezar, con vacunas, para todos, gratis y r¨¢pido. Todo lo contrario que al otro lado de la Verja. Adem¨¢s, el Gobierno del Reino Unido dio seguridades al sector financiero gibraltare?o de que iba a seguir disfrutando de un acceso privilegiado al mercado brit¨¢nico (su principal cliente). Y tambi¨¦n el acceso barato a los mercados crediticios con una garant¨ªa soberana por valor de 600 millones de euros. Incluso desplaz¨® al Pe?¨®n un barco de guerra, el HMS Trent, como s¨ªmbolo reforzado de su soberan¨ªa. Era una mezcla virtuosa de soft power y hard power. De diplomacia p¨²blica, econ¨®mica y militar. Y al tiempo, el Foreign Office comenz¨® a negociar con Espa?a la relaci¨®n futura de su ¡°territorio de ultramar¡± con la UE, es decir, con Espa?a; es decir, en la frontera de La L¨ªnea, nunca reconocida por Espa?a.
Picardo recuerda c¨®mo en octubre de 2017 se top¨® en el Strand londinense con el entonces ministro espa?ol de Exteriores, Alfonso Dastis. Seg¨²n el ministro gibraltare?o, se saludaron, y Picardo le espet¨®, en castellano: ¡°Alfonso, hablando se entiende la gente. Y si lo hacemos, otro gallo nos cantar¨ªa¡±. Dastis respondi¨®: ¡°Fabi¨¢n, no me tientes¡±. Las conversaciones se iniciaron en febrero de 2018. Picardo, Joseph Garc¨ªa y el fiscal Michael Llamas estar¨ªan integrados en la misi¨®n brit¨¢nica, en la que tambi¨¦n estaba el embajador de su majestad en Madrid. Por Espa?a, tres directores generales de la Secretar¨ªa de Estado para la UE. En las rondas decisivas participaron la ministra Laya y el secretario de Estado, el embajador Juan Gonz¨¢lez-Barba.
El PP y Vox valoran esa negociaci¨®n a tres bandas como una capitulaci¨®n en el momento en que el Reino Unido (y Gibraltar) se encontraban en su punto de mayor debilidad en tres siglos. ¡°Fue una segunda rendici¨®n del Gobierno espa?ol¡±, sostiene Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa-Margallo, el ministro de Exteriores que precedi¨® en el cargo a Dastis. Margallo, de 76 a?os (que acaba de publicar un libro sobre el contencioso que refuerza sus tesis), encabeza a los halcones, partidarios de la firmeza (incluso la mano dura) con Gibraltar hasta conseguir la cosoberan¨ªa. En su domicilio madrile?o, rodeado de libros, condecoraciones y ¨®leos de sus antepasados, el eurodiputado del PP afirma: ¡°Esa negociaci¨®n que inici¨® Dastis representa una dejaci¨®n de nuestra soberan¨ªa. Gibraltar es un par¨¢sito de La L¨ªnea. Y Laya se lo ha entregado a los brit¨¢nicos. No ha habido voluntad para seguir adelante. Para empezar, porque Rajoy no quer¨ªa l¨ªos. Los ingleses nos han vuelto a derrotar¡±.
Seg¨²n cuenta uno de los negociadores espa?oles, el presidente S¨¢nchez fue un firme impulsor del preacuerdo, que se concluy¨® en la madrugada del 31 de diciembre de 2020, fue anunciado por la ministra esa misma ma?ana y servir¨ªa de borrador para un tratado sobre la futura relaci¨®n de Gibraltar con la UE tras el Brexit, que tendr¨¢n que redactar y rubricar en estos meses el Reino Unido y la Uni¨®n Europea (con el derecho de veto de Espa?a). La clave del tratado (con una duraci¨®n, en principio, de cuatro a?os) es que Gibraltar se convierta en un territorio donde se disfrute Schengen (libertad de movimientos en una treintena de pa¨ªses) pero sin ser Schengen. Es decir, bajo la responsabilidad de Espa?a, que asumir¨¢ el control de sus fronteras como garante del tratado de Schengen en ese espacio. Seg¨²n el preacuerdo, la Verja ser¨¢ demolida y los puestos aduaneros se situar¨¢n en el puerto y el aeropuerto de Gibraltar, donde no operar¨¢n polic¨ªas espa?oles, sino agentes de Frontex, un cuerpo de fronteras europeo que cuenta con un millar de agentes de nacionalidades de la UE. Ser¨¢n unos cascos azules aduaneros.
El planteamiento b¨¢sico de Espa?a en la negociaci¨®n era, seg¨²n el secretario de Estado Gonz¨¢lez-Barba, ¡°desmantelar la Verja, crear confianza mutua y centrarnos en una prosperidad compartida entre la comarca y Gibraltar, pero salvaguardando posici¨®n en soberan¨ªa¡±. Retorciendo el lenguaje diplom¨¢tico para no aludir al denostado por Gibraltar concepto de ¡°cosoberan¨ªa¡±, los negociadores espa?oles acu?aron el de ¡°responsabilidad compartida¡±. Todos aceptaron. El Reino Unido admiti¨® que Espa?a fuera el Estado responsable de Gibraltar en Schengen. Y Gibraltar (con recelos), la presencia en su suelo de los agentes de Frontex. Muchos de ellos ser¨¢n polic¨ªas espa?oles con uniforme comunitario. Y en cuatro a?os, despu¨¦s de 307 de desencuentro, todo puede pasar. Ahora todo est¨¢ en manos de la prolija tecnocracia de la UE, que tiene que implementar ese tratado. No parece tener prisa.
No es f¨¢cil encontrar un plato o una taza con el rostro de Harry y Meghan en las tiendas de recuerdos de Main Street. Una dependienta explica que las han dejado de fabricar en la metr¨®poli. En realidad, las referencias a la corona son muy escasas en el Pe?¨®n, aparte de los retratos de rigor en la sede del Gobierno y el Parlamento. Solo abruman en The Convent, desde 1728 residencia del gobernador, el representante de la reina, que reina pero no gobierna el Pe?¨®n. En su interior resucita el esplendor victoriano. El sal¨®n de banquetes est¨¢ decorado con retratos de Eduardo VII y Jorge V. El gobernador, sir David Steel, desayuna con manteler¨ªa de hilo y servicio de plata en la misma estancia y sobre la misma mesa en la que Churchill y Eisenhower dise?aron el asalto a Europa. A los pies de la escalinata del palacio recibe a los visitantes su sable de vicealmirante de la Royal Navy.
Cuando se abandona a pie el Pe?¨®n en direcci¨®n a La L¨ªnea, uno se detiene unos segundos ante la controvertida Verja. Est¨¢ ro?osa, encallada y rodeada de malas hierbas. Parece imposible cerrarla de nuevo. Da la impresi¨®n de que lo m¨¢s f¨¢cil es demolerla.