El deseo de que todo est¨¦ mal
Le gusta recordar a Manuel Rodr¨ªguez Rivero, en su secci¨®n de Babelia, la existencia en alem¨¢n de una palabra, Schadenfreude ¡ª¡±alegr¨ªa por el mal ajeno¡±¡ª, que deber¨ªamos tener en espa?ol por la frecuencia con que se experimenta dicha alegr¨ªa en nuestro pa¨ªs. Por el mismo motivo, deber¨ªa haber otra con el t¨ªtulo de este art¨ªculo (ignoro si la hay en alem¨¢n). La operaci¨®n consiste principalmente en tomar unos pocos ejemplos aberrantes de la realidad, poner el foco sobre ellos (la prensa lo hace con deleite) y deducir que la sociedad entera est¨¢ enferma, contaminada por esos actos, ...
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Le gusta recordar a Manuel Rodr¨ªguez Rivero, en su secci¨®n de Babelia, la existencia en alem¨¢n de una palabra, Schadenfreude ¡ª¡±alegr¨ªa por el mal ajeno¡±¡ª, que deber¨ªamos tener en espa?ol por la frecuencia con que se experimenta dicha alegr¨ªa en nuestro pa¨ªs. Por el mismo motivo, deber¨ªa haber otra con el t¨ªtulo de este art¨ªculo (ignoro si la hay en alem¨¢n). La operaci¨®n consiste principalmente en tomar unos pocos ejemplos aberrantes de la realidad, poner el foco sobre ellos (la prensa lo hace con deleite) y deducir que la sociedad entera est¨¢ enferma, contaminada por esos actos, y es part¨ªcipe y responsable de ellos.
Y s¨ª, claro que la violencia machista es un problema de primer orden. Quien pega o mata a una mujer, quien la viola o abusa de ella, merece la mayor repulsa imaginable. El problema no es espa?ol, sino casi universal. En Francia, en la civilizada Suecia, no digamos en la incivilizada Rusia o en los pa¨ªses con estricta aplicaci¨®n de la shar¨ªa, el n¨²mero de mujeres muertas o apaleadas por sus parejas o ex-parejas es muy superior al espa?ol. Lo que se olvida a menudo, deliberadamente, es que nuestro n¨²mero tambi¨¦n es infinitamente inferior al de cualquier ¨¦poca pasada, aunque s¨®lo haya c¨®mputos fiables desde hace relativamente poco. El salto que ha dado la sociedad espa?ola en su conjunto, la conciencia adquirida de que ese maltrato es repudiable e intolerable, han sido inmensos desde que tengo memoria (nac¨ª bajo el franquismo, s¨ª, pero no en el siglo XIX). Sin duda ha habido una progresi¨®n extraordinaria, pero eso, al parecer, no conviene recordarlo. Para mucha gente es mejor y m¨¢s rentable fingir que todav¨ªa vivimos en los a?os 40 del ¨²ltimo siglo, cuando, en efecto, las mujeres carec¨ªan de muchos derechos fundamentales y no est¨¢bamos lejos de tratarlas como en Marruecos. De esos a?os 40 no queda rastro, ni de los 50 o 60, por fortuna. Y sin embargo hay gente ¡ªy periodistas mal¨¦volos¡ª que se niegan a ver eso, en su deseo de que todo sea inadmisible y calamitoso. Sigue habiendo injusticias estructurales, y todo puede y debe mejorarse y las mujeres han de estar m¨¢s protegidas, pero Espa?a no es el lugar que esa gente ¡ªo el obsceno y reciente spot del Ayuntamiento de Salamanca¡ª quieren pintarnos.
Otro tanto sucede con la homofobia o LGTBIQ+fobia. Hay agresiones e insultos y hasta alg¨²n asesinato, pero no vivimos en un panorama espantoso para las personas incluidas en esas siglas y las que se ir¨¢n a?adiendo. Justamente aqu¨ª se aceptaron con alegr¨ªa, m¨¢s que rechazo, los travestis en los a?os 70 y 80. Para mi sorpresa y contento, el matrimonio homosexual se tom¨® con naturalidad y aprobaci¨®n, exceptuando a los obispos ce?udos y a los partidos reaccionarios como el PP. La gran mayor¨ªa de espa?oles no s¨®lo no se opuso, sino que aplaudi¨®, mucho m¨¢s que en otras naciones te¨®ricamente m¨¢s avanzadas, como la laica Francia o los liberales Estados Unidos, en los que las resistencias y protestas fueron m¨¢s clamorosas. Debo reconocer que esa loable actitud no la esperaba yo de mis compatriotas, y sin embargo fue la dominante. En las encuestas actuales (no es que ninguna sea cre¨ªble, pero en fin), m¨¢s del 90% de la poblaci¨®n afirma no sentir la menor animadversi¨®n hacia los homosexuales o transexuales; o es m¨¢s, tratarlos exactamente igual que a cualquier otra persona; o es m¨¢s, no mostrar curiosidad por sus preferencias o identidades sexuales. Pese a lo cual tambi¨¦n hay gente que se indigna justamente ante cualquier agresi¨®n o mirada despreciativa o burla hacia lesbianas, gays y dem¨¢s, y de paso se indigna injustamente hacia una sociedad que ha dado sobradas muestras de madurez y tolerancia en este campo (no me gusta ¡°tolerancia¡± porque no hay nada que tolerar; digamos de indiferencia). A la mayor parte le trae sin cuidado con qui¨¦n o qui¨¦nes se acueste cada cual, y los casos de opresi¨®n o salvajadas ¡ªque los hay¡ª son afortunadamente excepciones, por mucho que eso fastidie a quienes desean que todo vaya fatal.
Cabr¨ªa decir algo similar del racismo, aunque aqu¨ª hubo pocos negros hasta los a?os 80, no es como en los Estados Unidos. En ese pa¨ªs me sorprende que hoy nadie recuerde los grandes progresos antirracistas que se han dado desde los a?os 60, cuando todav¨ªa hab¨ªa segregaci¨®n en el Sur; ni, sobre todo, la enorme cantidad de blancos yankees o nordistas que murieron en una larga Guerra Civil entre cuyos objetivos estaba la abolici¨®n, en todo el territorio, de la esclavitud. Esa guerra, una de las m¨¢s horrorosas del siglo XIX, con centenares de millares de v¨ªctimas, se libr¨® eminentemente entre blancos (pocos negros participaron: lo ten¨ªan dif¨ªcil). Jam¨¢s hay una palabra de agradecimiento o de reconocimiento a aquellos muertos por parte de Black Lives Matter y movimientos afines. Casos como el de George Floyd merecen toda la repulsa. Pero, aunque se den, no se est¨¢ en 1860 ni en 1960. Silenciar los progresos y la parte buena de la historia, subrayar s¨®lo la mala y fingir que nada ha cambiado, es exactamente el t¨ªtulo de esta pieza. Deseo para el cual deber¨ªa existir vocablo en unos cuantos idiomas, no solamente en espa?ol.