No le¨¢is
El problema es la gente a quien lo que le gusta no es leer sino decir que ha le¨ªdo, la que lee lo que piensa que deber¨ªa gustarle |?Columna de Javier Cercas
El t¨ªtulo de esta columna copia el nombre de una librer¨ªa de Poblenou, en Barcelona: Nollegiu. Es un nombre que me encanta. Dir¨¢n ustedes que, en un pa¨ªs como el nuestro, con ¨ªndices de lectura escalofriantes, el consejo est¨¢ de m¨¢s, porque mucha gente lo sigue a rajatabla sin que nadie se lo haya dado. Puede ser. Gabriel Zaid observ¨® sin embargo que el verdadero problema cultural no lo plantean las personas que no saben leer ni escribir, sino las que no leen nada, pero no paran de escribir; Zaid anot¨® lo anterior...
El t¨ªtulo de esta columna copia el nombre de una librer¨ªa de Poblenou, en Barcelona: Nollegiu. Es un nombre que me encanta. Dir¨¢n ustedes que, en un pa¨ªs como el nuestro, con ¨ªndices de lectura escalofriantes, el consejo est¨¢ de m¨¢s, porque mucha gente lo sigue a rajatabla sin que nadie se lo haya dado. Puede ser. Gabriel Zaid observ¨® sin embargo que el verdadero problema cultural no lo plantean las personas que no saben leer ni escribir, sino las que no leen nada, pero no paran de escribir; Zaid anot¨® lo anterior mucho antes del advenimiento de las redes sociales, pero ya entonces era verdad. Porque el problema no lo han creado las redes (es un error satanizarlas: basta con controlar a sus amos, para que no sean los nuestros); en realidad, la cosa viene de lejos.
Todos ustedes han o¨ªdo hablar de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust: se trata de una novela publicada en siete gruesos vol¨²menes y reconocida como una de las cumbres de la literatura universal. Yo intent¨¦ leerla a los 18 a?os y me aburri¨®, as¨ª que, como la expresi¨®n lectura obligatoria siempre me ha parecido un ox¨ªmoron, al cabo de 100 p¨¢ginas la abandon¨¦. Durante los a?os que siguieron o¨ª hablar de ella a profesores, literatos y periodistas, todos los cuales se declaraban maravillados por la magna obra, algunos incluso influidos por ella; cuando yo confesaba que no la hab¨ªa le¨ªdo, algunos me escup¨ªan por el colmillo, los m¨¢s indulgentes se limitaban a mirarme por encima del hombro. As¨ª pas¨® el tiempo, y un d¨ªa, cuando ya hab¨ªa sobrepasado la treintena, sin saber por qu¨¦ volv¨ª a abrir la primera p¨¢gina de la novela y ya no pude parar hasta que, tras un a?o de lectura a tiempo completo, durante el cual mand¨¦ al diablo mis obligaciones profesionales y familiares y me convert¨ª en un peligro p¨²blico, lo cerr¨¦ por la ¨²ltima p¨¢gina del ¨²ltimo volumen, que es el mejor. Trastornado por la experiencia, quiz¨¢ un poco avergonzado, volv¨ª a los profesores, literatos y periodistas que me hab¨ªan reprochado no haber le¨ªdo el libro, y entonces descubr¨ª sin posibilidad de duda que ni uno solo lo hab¨ªa le¨ªdo hasta el final, que es la ¨²nica forma de leerlo de verdad, porque s¨®lo al final todo cobra sentido y se revela la clave ¨²ltima de la novela (ojo, spoiler: Marcel se hace escritor): como mucho, la hab¨ªan hojeado, o hab¨ªan le¨ªdo el primer volumen, o una parte del primer volumen, titulada ¡®Un amor de Swann¡¯. Fue una revelaci¨®n. En C¨®mo hablar de los libros que no se han le¨ªdo, Pierre Bayard argumenta con ingenio que no leer a un autor tambi¨¦n puede ser un acto creativo; pero, como sabe cualquier rese?ista, es mucho m¨¢s f¨¢cil hablar sobre un libro que no se ha le¨ªdo que sobre un libro que se ha le¨ªdo; de hecho, cuanta m¨¢s atenci¨®n se presta a un libro, m¨¢s dif¨ªcil resulta hablar de ¨¦l, no digamos juzgarlo, lo cual explica que se escriban tantas rese?as sobre libros apenas le¨ªdos o le¨ªdos siguiendo el m¨¦todo de lectura Kennedy, aquel que Woody Allen experiment¨® con gran ¨¦xito al zamparse en un visto y no visto las m¨¢s de 1.000 p¨¢ginas de Guerra y paz. ¡°Va de Rusia¡±, concluy¨®. Lo que quiero decir es que el problema no es la gente que no ha descubierto el placer de la lectura (a estos basta con darles el p¨¦same); el problema es la gente a quien lo que le gusta no es leer sino decir que ha le¨ªdo, la gente que lee o finge leer no aquello que le gusta de verdad, o que podr¨ªa llegar a gustarle, sino lo que piensa que deber¨ªa gustarle, lo que queda bien leer o cree que queda bien leer, lo que le conviene que le guste, o lo que cree que le conviene. Son lo que los franceses (o al menos Moli¨¨re) llamaba ¡°sots savants¡±, lo que los ingleses (o al menos Shakespeare) llamaba ¡°learned fools¡± y lo que nosotros deber¨ªamos llamar ¡°tontos cultos¡± o, mejor a¨²n, ¡°tontos con lecturas¡± (al fin y al cabo, una persona culta de verdad no puede ser tonta).
Ellos son el verdadero problema: no los analfabetos, sino los papanatas. El nombre genial de la librer¨ªa de Poblenou es ambiguo; Nollegiu no significa s¨®lo ¡°No le¨¢is¡±, sino tambi¨¦n ¡°No le¨¦is¡±: no es s¨®lo un consejo; tambi¨¦n es una constataci¨®n. Yo dir¨ªa que est¨¢ dirigida a ellos.