Juan Jos¨¦ Mill¨¢s bucea en el laberinto oscuro del insomnio
El 30% de la poblaci¨®n no duerme bien. No logra conciliar el sue?o o se despierta antes de lo deseado. O ambas cosas. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud ha declarado la falta de sue?o como epidemia. Afecta m¨¢s a las mujeres, a los ancianos y a las personas con enfermedades psiqui¨¢tricas. Nadie o casi nadie ha encontrado una respuesta eficaz. Y Espa?a est¨¢ a la cabeza del consumo de somn¨ªferos.
Si usted no conoce el insomnio, tampoco conoce el extranjero. Usted puede haber viajado a Suecia, a Dinamarca, a Canad¨¢, a la selva amaz¨®nica, puede haber atravesado el desierto, cruzado cientos o miles de fronteras, quiz¨¢ tenga en su pasaporte m¨¢s sellos que tatuajes en su cuerpo un preso. Pero no ha estado en el extranjero porque el aut¨¦ntico extranjero, como el verdadero infierno, no es un lugar f¨ªsico, sino un estado del alma.
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Si usted no conoce el insomnio, tampoco conoce el extranjero. Usted puede haber viajado a Suecia, a Dinamarca, a Canad¨¢, a la selva amaz¨®nica, puede haber atravesado el desierto, cruzado cientos o miles de fronteras, quiz¨¢ tenga en su pasaporte m¨¢s sellos que tatuajes en su cuerpo un preso. Pero no ha estado en el extranjero porque el aut¨¦ntico extranjero, como el verdadero infierno, no es un lugar f¨ªsico, sino un estado del alma.
En el estado insomne, uno se vuelve extra?o dentro de su domicilio y en el interior de su propio cuerpo. Supongamos que se despierta usted inopinadamente a las tres de la madrugada. Jam¨¢s antes le hab¨ªa ocurrido, por lo que recibe la novedad con sorpresa. Tras dar un par de vueltas sobre el colch¨®n con los ojos cerrados, para ver si cambiando de postura vuelve a coger el sue?o (o el sue?o vuelve a cogerle a usted), advierte que ha sido arrojado del descanso nocturno como Ad¨¢n y Eva de los jardines del Ed¨¦n.
?Qu¨¦ hacer?
Quiz¨¢ salir de la cama. Entonces, al observar las puertas del armario empotrado del dormitorio a la tenue luz nocturna que se filtra a trav¨¦s de los visillos, comprobar¨¢ con sorpresa que, sin dejar de ser el armario empotrado de su dormitorio, es al mismo tiempo un armario empotrado de otra dimensi¨®n diferente a la suya. No se atrever¨¢ a abrirlo porque no est¨¢ seguro de que dentro de ¨¦l est¨¦n sus camisas, sus trajes, sus zapatos. Tal vez encuentre la ropa de otro. ?De qui¨¦n? Del que toma posesi¨®n de la casa mientras usted duerme.
?Hablamos de un fantasma?
Quiz¨¢.
En las horas de la noche, las casas se pueblan de presencias invisibles a las que no les gusta tropezarse con usted. Si ellas permanecen ausentes durante nuestra vigilia, ?por qu¨¦ no desaparecemos nosotros durante la suya?, se preguntan.
Y bien, pongamos que, tras abandonar la cama, deambula usted por la vivienda. Comprobar¨¢ que lo har¨¢ con los gestos de un intruso (o de una intrusa). V¨¦ase a s¨ª mismo (a s¨ª misma) en pijama, o en ropa interior, o como quiera que se acueste, atravesando el pasillo en direcci¨®n a la cocina. ?Por qu¨¦ se mueve con ese sigilo? ?Acaso es usted un ladr¨®n (o una ladrona)? No, no es usted un ladr¨®n, pero algo le dice que a esas horas la casa no le pertenece.
Pongamos que logra llegar a la nevera sin haber encendido ninguna luz (constituye una trasgresi¨®n prenderlas a esas horas de la noche), pongamos que la abre y que toma la botella de leche y que luego busca un vaso donde la vierte y que a continuaci¨®n se lleva el vaso a la boca. Durante la realizaci¨®n de todos esos movimientos, percibir¨¢ que est¨¢ utilizando un cuerpo que tampoco es el suyo, no del todo. Se encuentra usted dentro de ¨¦l, pero no est¨¢ seguro de que le corresponda. ?No ser¨¢ que se est¨¢ bebiendo la leche para otro?
Extranjero, pues, en su casa, y extranjero en su cuerpo.
Pero si despertar en medio de la noche resulta extra?o y turbador, dormir no lo es menos. Observen c¨®mo se refiere al sue?o el neur¨®logo Matthew Walker en su libro Por qu¨¦ dormimos: ¡°Imagina el nacimiento de tu primer hijo. En el hospital, la doctora entra en la habitaci¨®n y te dice:
¡ªFelicidades, es un beb¨¦ sano. Le hemos hecho todas las pruebas preliminares y todo parece estar bien.
La doctora sonr¨ªe tranquilizadoramente y comienza a avanzar hacia la puerta. Sin embargo, antes de salir de la habitaci¨®n se da la vuelta y dice:
¡ªSolo hay una cosa: a partir de este momento y durante el resto de su vida, su hijo caer¨¢ de forma rutinaria y repetida en un estado de coma aparente, que a veces incluso se asemejar¨¢ a la muerte. Y mientras su cuerpo permanece inm¨®vil, a menudo su mente se llenar¨¢ de aturdidoras y extra?as alucinaciones. Este estado consumir¨¢ un tercio de su vida y no tengo ni idea de por qu¨¦ ocurre ni para qu¨¦ sirve. ?Buena suerte!
Dormir es raro, en fin (durante el sue?o vemos im¨¢genes que no reconocemos como fabricadas por nosotros, un poco al modo del que en la vigilia escucha voces intrusivas), pero lo hemos normalizado a trav¨¦s de siglos de evoluci¨®n. Aceptamos, pues, como naturales las aventuras psic¨®ticas del sue?o, su relato desquiciado, su sintaxis rota.
Pero a nosotros nos interesaba el insomnio, del que vamos a suponer que deviene cr¨®nico.
?Cu¨¢ntos ojos abiertos hay ahora en el mundo? Ojos abiertos a la oscuridad de un dormitorio, ojos de personas desveladas que vigilan los movimientos de las sombras del techo. Ojos marrones y verdes y azules y grises, ojos negros, adem¨¢s de los ojos de los tuertos, los de las tuertas, los de los ciegos y las ciegas, los ojos de los adolescentes y de los c¨ªclopes y los ojos de los ni?os miopes¡ Ojos de hombres, de mujeres, de cr¨ªos, de beb¨¦s. Imaginen un beb¨¦ insomne y silencioso tumbado en su cuna con los ojos abiertos, como un rostro sin p¨¢rpados. El beb¨¦ insomne. Buen t¨ªtulo para un cuento de terror. Acaba de llegar al mundo e ignora el significado de lo que ve (ignora tambi¨¦n que lo que ve carece de significado). Un grumo de extra?eza en medio de la noche. El insomnio te extra?a de la realidad. Si mi yo vigilante del d¨ªa y mi yo insomne de la noche pudieran conversar, qu¨¦ se dir¨ªan. Nada, no se dir¨ªan nada, huir¨ªan el uno del otro como de la peste.
Hace poco hablaba con un amigo insomne. Hab¨ªa coincidido esa noche con su hijo de 30 a?os, insomne tambi¨¦n, en la cocina. Fingieron no verse y por la ma?ana, durante el desayuno, tampoco comentaron el suceso.
Nuestros ant¨ªpodas australianos caen en el estado insomne mientras muchos de los insomnes de aqu¨ª luchamos por no dormirnos en el metro o en la oficina, pues uno de los problemas de esta patolog¨ªa es que el sue?o acude a deshoras. Permanecer en vela durante la noche puede conducir a la somnolencia diurna, que provoca a su vez estados alterados de conciencia, estados h¨ªbridos, ambiguos, en los que permaneces con un pie all¨ª y otro aqu¨ª.
Stephen King tiene una novela, Insomnia (de terror, como es l¨®gico), en la que un viudo empieza a despertarse cada d¨ªa m¨¢s temprano, lo que significa que duerme cada d¨ªa menos. Insensiblemente, va entrando en un estado en el que su percepci¨®n de las cosas se modifica hasta el punto de padecer ataques de hiperrealidad. ¡°Percepci¨®n sensorial acentuada¡±, le dice un experto. ¡°Las cosas y la gente¡±, a?ade en otro pasaje, ¡°sobre todo la gente, ten¨ªan auras, s¨ª, pero eso no era m¨¢s que el principio del incre¨ªble fen¨®meno. Las cosas jam¨¢s hab¨ªan sido tan brillantes, nunca hab¨ªan estado tan completamente presentes. Los coches, los postes telef¨®nicos, los carritos de la compra que se alineaban en su jaula frente al supermercado, los bloques de pisos al otro lado de la calle¡ Todas las cosas parec¨ªan abalanzarse sobre ¨¦l como im¨¢genes en tres dimensiones de una vieja pel¨ªcula. El sombr¨ªo centro comercial de Witcham Street se hab¨ªa convertido en el pa¨ªs de las maravillas, y aunque Ralph lo estaba mirando directamente, no estaba seguro de lo que estaba viendo, tan solo que se trataba de una visi¨®n rica, preciosa y fabulosamente extra?a¡±.
Vale, es una novela, no hay que cre¨¦rselo, o no del todo, pero una cosa es cierta: el insomnio proporciona a veces un estado de lucidez que, parad¨®jicamente, conduce a la bruma mental.
El insomne puede verse tentado a dormir la siesta, pues a esa hora no es raro que el cuerpo reclame a gritos los intereses de un descanso de cuyo capital no ha disfrutado durante la noche. Pero cuidado con la utilizaci¨®n de esa calderilla, pues puede traducirse en un insomnio de mayor intensidad durante la madrugada. Personalmente resuelvo el sopor de despu¨¦s de la comida de este modo: tomo un libro y me pongo a leerlo en una postura un poco inc¨®moda: sentado en una silla, por ejemplo, en la que no pueda apoyar la cabeza en ning¨²n sitio. Al poco, mi cuerpo se va relajando, mi mente se nubla y las letras del libro se empiezan a descomponer. En ese punto, cierro los ojos. Contin¨²o despierto, aunque a las puertas mismas del sue?o. S¨¦ que no me puedo dormir, o no del todo, porque, si lo hago, la cabeza se me caer¨¢ y me despertar¨¦ con dolor de cuello. Delante de mis ojos cerrados, empiezan a sucederse entonces im¨¢genes arbitrarias. Ya s¨¦ que se producen en el interior de mi cerebro, o de mi mente, pero la sensaci¨®n es la de que se manifiestan delante de los ojos, ya que, incluso con ellos cerrados, mi campo de visi¨®n (o de ceguera) es limitado como la pantalla de una tele. Estas im¨¢genes son proteicas, din¨¢micas, se suceden a velocidades de v¨¦rtigo: aparece, por ejemplo, una especie de agujero negro en el que una masa l¨ªquida gira alrededor de un sumidero por el que es tragada. En uno de esos giros, la masa se convierte en un rostro que enseguida empieza a descomponerse para transformarse en una trama textil. Al darle nombre (trama textil), la comparo con una trama novelesca y ah¨ª justo, en ese estado reflexivo, atravieso con un pie el l¨ªmite de la vigilia, permaneciendo en este lado con el otro. Estoy extra?amente dormido y despierto al mismo tiempo. No se me dobla el cuello, no sucumbo, pero estoy descansando, estoy, quiz¨¢, produciendo un sue?o l¨²cido (aquel en el que eres consciente de estar so?ando), que puedo dirigir un poco. A los 10 minutos abro los p¨¢rpados con la sensaci¨®n de haber descansado, pero sin haber consumido un solo c¨¦ntimo de sue?o de la noche. Puedo seguir leyendo el resto de la tarde sin el peligro de amodorrarme o de dar cabezadas todo el tiempo. No siempre me sale bien, claro, a veces se me cae el libro o estoy a punto de caer yo mismo de la silla, pero con la pr¨¢ctica la t¨¦cnica se va perfeccionando.
Otra cosa que hago en ocasiones, cuando me despierto a las tres de la madrugada, pues pertenezco a esta clase de insomne de despertares prematuros, es salir de entre las s¨¢banas y escribir durante una hora o dos antes de volver a acostarme. En esta segunda vuelta a la cama suelo dormirme, o adormecerme al menos, quiz¨¢ por la satisfacci¨®n del deber cumplido. Lo que se escribe en esas horas queda contaminado de las cualidades ins¨®litas del insomnio. Produce extra?eza leerlo al d¨ªa siguiente, durante la vigilia, como si fuera obra de otro. Pero el material suele ser interesante.
Es posible que el despertar prematuro sea una falsa forma de insomnio. Le¨ª en la p¨¢gina de la BBC un art¨ªculo firmado por Zaria Gorvett seg¨²n el cual los patrones de sue?o hab¨ªan cambiado a lo largo de la historia, de modo que hasta la Revoluci¨®n Industrial el sue?o era bif¨¢sico: la gente se dorm¨ªa al retirarse la luz del d¨ªa y se despertaba unas horas despu¨¦s, en medio de la noche. Ese tiempo de vigilia se aprovechaba para ¡°alimentar el fuego de la chimenea, para tomar remedios, para orinar, para revisar a los animales de la granja, para parchear telas, peinar lanas, orar, reflexionar, tener sexo o conversar en la cama¡±. Despu¨¦s, volv¨ªan a acostarse y dorm¨ªan hasta el amanecer. Durante el primer sue?o se descansaba de la jornada, generalmente agotadora, de trabajo, y en el intervalo entre el primero y el segundo, adem¨¢s de lo ya se?alado, se conceb¨ªa a los hijos.
As¨ª durmieron los seres humanos durante milenios, es decir, hasta ayer mismo si hablamos en t¨¦rminos hist¨®ricos. La luz artificial, una de las innovaciones de la Revoluci¨®n Industrial, permiti¨® que las personas se acostaran m¨¢s tarde. En definitiva: el sue?o se comprimi¨® de tal modo que en la actualidad el sue?o bif¨¢sico ha desaparecido por completo (excepto, quiz¨¢, en los insomnes de despertar prematuro). La Revoluci¨®n Industrial, siempre seg¨²n Zaria Gorvett, introdujo cambios en nuestra tecnolog¨ªa, pero tambi¨¦n en nuestra biolog¨ªa. Ahora bien, como los cambios biol¨®gicos suelen ir por detr¨¢s de los tecnol¨®gicos, no ser¨ªa raro que el insomnio perteneciente a la clase del ¡°despertar prematuro¡± fuera en realidad un recuerdo del modo en el que los seres humanos hemos dormido desde tiempos inmemoriales. De hecho, las expresiones ¡°primer sue?o¡± y ¡°segundo sue?o¡± abundan en la historia de la literatura, incluido El Quijote.
En la Red hallamos testimonios estremecedores de insomnes cr¨®nicos:
¡°No nos preguntes si hemos seguido algunos de los mil consejos que circulan por internet para conciliar el sue?o porque lo hemos probado todo, hasta darnos de cabezazos contra las paredes para quedarnos inconscientes¡ S¨ª, lo hemos probado todo y NO, no suele funcionar, as¨ª que no lo digas, nos cabrea mucho¡±.
¡°Sollozamos en silencio, a solas (¡). Sollozamos al ver que solo han pasado cinco minutos desde la ¨²ltima vez que miramos el reloj. Sollozamos porque quedan menos de cinco minutos para que suene el despertador y no hemos dormido ni tres. Sollozamos porque tenemos sue?o, pero no podemos dormir¡±.
Hay quien prefiere narrar su insomnio en directo, relatando las horas que lleva dando vueltas en la cama, las infusiones que se ha bebido, las pajas que se ha hecho, los orfidales que se ha metido en el cuerpo, las ovejas que lleva contadas¡ Hay quien maldice y se maldice y blasfema. En el foro Ansiedad, un hombre escribe: ¡°Llevo cerca de dos meses con trastornos de sue?o: sudoraci¨®n, taquicardia, pesadillas¡ No tener sue?o reparador me est¨¢ afectando, qu¨¦ puedo hacer¡±.
Una usuaria asegura que no puede dormir porque al acostarse comienza a pensar en su vida y en todo lo que no ha hecho. Otro teme padecer insomnio familiar letal (una variedad terrible y hereditaria, ocasionada por una mutaci¨®n gen¨¦tica, que conduce al estado de coma). Una mujer cuenta que a su hijo, de 19 a?os, cada vez que se duerme por las noches se le levanta un brazo lentamente hasta que lo despierta.
Un ni?o (o una ni?a) escribe: ¡°Mi pap¨¢ trabaja excesivamente y duerme dos horas al d¨ªa, lo veo triste todo el tiempo, estresado, con mucho sue?o y se enoja con facilidad. ?Podr¨ªa hacerle alg¨²n mal el trabajo excesivo sin dormir?¡±. Entre las numerosas respuestas a esta pregunta, hay una especialmente cruel (quiz¨¢ del propio padre): ¡°En uno o dos a?os morir¨¢ tu amado padre de un infarto¡±.
La gente pregunta por la melatonina, por la tila, por el t¨¦ de maracuy¨¢, por la camomila, por la hierba de San Juan, por el alcohol, por el sexo, por los porros, por los ansiol¨ªticos, por los hipn¨®ticos, por las terapias conductistas, por las psicoanal¨ªticas, por la higiene del sue?o. Nadie o casi nadie ha encontrado una respuesta eficaz, aunque hay m¨¢s remedios para el insomnio en internet que estrellas en el cielo.
En el Hospital Vall d¡¯Hebron, de Barcelona, hay una unidad que estudia los trastornos del sue?o y a cuyo frente se encuentra la neurofisi¨®loga cl¨ªnica Odile Romero, que me regala, al poco de encontrarnos, una hermosa palabra: Onirolog¨ªa.
¡ªAs¨ª se llama el estudio cient¨ªfico de los sue?os ¡ª?dice¡ª, que cobra cada d¨ªa m¨¢s importancia porque la Organizaci¨®n Mundial de la Salud ha declarado una epidemia de p¨¦rdida de sue?o en las naciones avanzadas. En los pa¨ªses en los que las horas de sue?o se han reducido dr¨¢sticamente (Estados Unidos, Jap¨®n y pa¨ªses de la Europa Occidental) se registra tambi¨¦n un mayor aumento de las tasas de enfermedades f¨ªsicas y trastornos mentales.
En la Unidad del Sue?o del Hospital Vall d¡¯Hebron hay seis habitaciones que ocupan cada noche otros tantos pacientes con diversos trastornos. Hoy esperaban, entre otros, a un ni?o que presentaba alteraciones respiratorias mientras dorm¨ªa, pero finalmente ha suspendido la visita porque ha cogido un catarro e iba a resultar muy dif¨ªcil colocarle los sensores.
¡ªCuando vienen ni?os peque?os ¡ªme dice Romero¡ª, se queda a dormir con ellos el padre o la madre.
La habitaci¨®n que estaba destinada al peque?o tiene una decoraci¨®n infantil, pero en lo dem¨¢s es pr¨¢cticamente igual a las otras. Hay una caja, llamada polisomn¨®grafo, a la que se adaptan los diferentes sensores que se colocan en el cuerpo:
¡ªEste va en la nariz ¡ªme explica¡ª, y este en la boca, sirven para medir el flujo respiratorio mientras se duerme. Estos otros se ponen en las piernas, para medir sus movimientos.
¡ª?Y esto qu¨¦ es? ¡ªpregunto se?alando unas correas.
¡ªSon bandas tor¨¢cicas y abdominales. Miden el esfuerzo respiratorio. Mira, estos electros son para la cabeza y miden la actividad cerebral durante el sue?o. Son desechables. La caja env¨ªa toda la informaci¨®n al ordenador central.
¡ª?Esper¨¢is hoy a alg¨²n insomne cr¨®nico?
¡ªPor lo general, acuden a esta unidad por otro tipo de patolog¨ªas relacionadas con el sue?o: tenemos pacientes epil¨¦pticos o son¨¢mbulos, o que mueven mucho las piernas o que hablan por la noche, tambi¨¦n los que tienen apneas, es decir, los que sufren paradas respiratorias mientras duermen. Estos se acuestan con una mascarilla que se llama CPAP, una sigla inglesa que, traducida, significa ¡°presi¨®n continua positiva en la v¨ªa a¨¦rea¡±. Esta presi¨®n de aire se regula hasta alcanzar el punto en el que desaparece la apnea. Luego, el paciente se la pone en casa con esa regulaci¨®n.
¡ª?La apnea es un diagn¨®stico grave?
¡ªSe mide en funci¨®n de las que se hacen por hora. Hasta 5 por hora es normal y no necesita CPAP. De 5 a 15, leve. Por encima de 30, desde luego, se necesita la mascarilla. Pero todo depende de si tiene otras patolog¨ªas asociadas. La apnea fracciona el sue?o y disminuye su calidad. Esto puede producir hipersomnia a lo largo del d¨ªa, lo que es fatal, por ejemplo, para un conductor. Hay que estudiar cada caso de forma individual. La CPAP no cura, evita que se produzcan las apneas.
¡ªElimina el s¨ªntoma, no la causa.
¡ªClaro, porque el origen puede estar, por ejemplo, en un problema de obesidad.
Son las 20.00 y empiezan a llegar los pacientes que pasar¨¢n la noche en las distintas habitaciones, conectados al aparato que producir¨¢ los polisomnogramas que la doctora Romero y su equipo interpretar¨¢n por la ma?ana.
¡ª?Cu¨¢ndo se considera que un paciente tiene insomnio? ¡ªpregunto.
¡ªCuando te dice que le cuesta dormirse o que se despierta antes de lo deseado, o las dos cosas a la vez. Tambi¨¦n cuando se despierta varias veces a lo largo de la noche. Estas incidencias tienen que darse tres o m¨¢s veces a la semana con afectaci¨®n diurna. En ese caso, estamos ante un problema de insomnio. Pero si dice que duerme solo cuatro horas, por ejemplo, y que durante el d¨ªa hace vida normal, no hay insomnio.
¡ªPero es dif¨ªcil ¡ªreplico¡ª estar bien durante el d¨ªa con solo cuatro horas de sue?o.
¡ªDe acuerdo, de ah¨ª que, en esos casos, los traigamos aqu¨ª para observarlos porque puede tratarse de un s¨ªndrome de mala percepci¨®n del sue?o.
¡ª?Hay personas que duermen m¨¢s de lo que creen dormir?
¡ªS¨ª, es bastante frecuente.
Mientras hablamos, vamos a ver a un paciente diagnosticado de s¨ªndrome de apnea del sue?o en 2011.
¡ªOpt¨® por un tratamiento quir¨²rgico ¡ªme dice la doctora¡ª, que consiste en una resecci¨®n del velo del paladar (un recorte de la campanilla). Pero no se cur¨® y tiene que dormir con una CPAP. Ahora ha cambiado un poco de peso y viene a retitularse porque no le viene bien la CPAP que tiene en casa.
Cuando entramos en la habitaci¨®n, Ram¨®n Gabalda, que tal es el nombre del paciente, est¨¢ prepar¨¢ndose para meterse en la cama.
¡ªHace 15 a?os ¡ªdice¡ª, mi mujer me dec¨ªa que me ahogaba por la noche. Me ten¨ªa que despertar para que recuperara la respiraci¨®n. Me operaron, pero no me hizo nada. Ahora sigo haciendo apneas, pese al aparato. Seguramente, habr¨¢ que aumentar el caudal o la presi¨®n del aire. La primera vez que acud¨ª a esta unidad fue porque me dorm¨ªa en cualquier parte durante el d¨ªa. Con la CPAP se duerme mejor, aunque cuesta acostumbrarse a ella. Es inc¨®moda. No todo el mundo la soporta.
Mientras habla, le colocan en la cabeza tres electrodos: uno para medir el movimiento de los ojos, otro que mide la p¨¦rdida de tono muscular de la zona del ment¨®n, y un tercero para detectar la actividad el¨¦ctrica del cerebro. La suma de estas tres se?ales permitir¨¢ codificar despu¨¦s las diferentes fases del sue?o. Adem¨¢s de con esos sensores, y al objeto de medir la respiraci¨®n tor¨¢cica y abdominal, le colocan tambi¨¦n dos bandas, la primera en el t¨®rax y la segunda en el abdomen.
¡ªEn el asunto del sue?o ¡ªdice la doctora¡ª nos hemos interesado tarde. Todo el mundo sabe que comer bien o hacer deporte es bueno, pero todav¨ªa hay gente que piensa que dormir es una p¨¦rdida de tiempo. Una poblaci¨®n bien dormida, sin embargo, es una poblaci¨®n con menos accidentes, con menos bajas laborales, con menos enfermedades, una sociedad m¨¢s feliz, en suma.
Tras hacer un recorrido por las habitaciones, hemos recalado en su despacho, donde me explica que no tenemos marcadores biol¨®gicos para detectar las patolog¨ªas del sue?o.
¡ªYo no puedo hacer una anal¨ªtica ¡ªa?ade¡ª. En una enfermedad pulmonar, hago una placa de t¨®rax y veo el problema. Te rompes una pierna y el traumat¨®logo, a trav¨¦s de la radiograf¨ªa, ve d¨®nde hay que aplicar la cura. Pero yo no tengo nada para ver el insomnio, no puedo ver la enfermedad. Con el insomnio tienes que ir un poco m¨¢s all¨¢, tienes que hablar mucho con el paciente, averiguar c¨®mo es su entorno. Yo utilizo una terapia cognitivo-conductual, que consiste, b¨¢sicamente, en restablecer los procesos biol¨®gicos del sue?o. Para ello, tienes que explicarle al paciente los procesos que regulan el sue?o, proporcionarle unas nociones b¨¢sicas de higiene del sue?o, de posturas. Es bueno conocer la arquitectura del sue?o, que tiene tres fases: la de sue?o superficial, la de sue?o profundo y la fase REM, que es la del movimiento ocular r¨¢pido. Estas tres fases se repiten cuatro o cinco veces a lo largo de la noche.
¡ª?El insomnio es psicosom¨¢tico?
¡ªA m¨ª me gusta m¨¢s decir psicofisiol¨®gico.
Diego Figuera es psiquiatra del Hospital Cl¨ªnico San Carlos de Madrid, director del Hospital de D¨ªa Ponzano y diputado por M¨¢s Madrid de la Asamblea Regional de la Comunidad de Madrid. Nos encontramos en el palacio de la Magdalena, en Santander, sede de la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo, donde participamos en un curso de verano, organizado por la Fundaci¨®n Manantial, sobre las relaciones entre las ciencias y las humanidades en el marco de la salud mental.
En los descansos, paseamos por los jardines del palacio, situado en la parte m¨¢s alta de la pen¨ªnsula de la Magdalena, frente a la isla de Mouro. Bastar¨ªa que los pies se dejaran arrastrar por la fuerza de la gravedad para alcanzar uno de los numerosos acantilados que nos rodean y precipitarse al mar. Hace viento y las nubes, arrastradas por ¨¦l, cruzan el cielo como las ideas fugaces atraviesan la cabeza. Nos hallamos, pues, ante un paisaje on¨ªrico, especialmente para los que acusan alg¨²n grado de somnolencia diurna por haber pasado mala noche.
Diego Figuera dice que el insomnio es una peste que sufre el 30% de la poblaci¨®n, aunque est¨¢ mal repartido, pues afecta m¨¢s a las mujeres, a los ancianos y a las personas con enfermedades psiqui¨¢tricas.
¡ªLas mujeres ¡ªpuntualiza¡ª se quejan menos y tienen mayor capacidad para pedir ayuda. Consultar cuanto antes es importante para evitar que un insomnio transitorio se convierta en cr¨®nico.
¡ªDadas las dimensiones del problema, ?deber¨ªa tratarse como un problema de salud p¨²blica?
¡ªDeber¨ªa ¡ªafirma¡ª, y empezamos a tomar conciencia de ello, pues el insomnio est¨¢ asociado a accidentes de tr¨¢fico, desastres industriales y errores m¨¦dicos, entre otros. Los insomnes, por otra parte, llevan m¨¢s n¨²meros que el resto de la poblaci¨®n en la loter¨ªa de los accidentes cardiovasculares y de las enfermedades cr¨®nicas como la hipertensi¨®n, la diabetes, la depresi¨®n o la obesidad, adem¨¢s del c¨¢ncer, por no hablar del insomnio tambi¨¦n como posible desencadenante de trastornos neurol¨®gicos: ictus, p¨¢rkinson, alzh¨¦imer¡ Hay estudios acerca de todos estos asuntos.
¡ª?Pero qu¨¦ es lo que puede estar produciendo esta epidemia, tal como la califica ya la OMS?
¡ªHay factores sociales de gran escala como el acceso a las nuevas tecnolog¨ªas durante las 24 horas del d¨ªa, las preocupaciones laborales ligadas a la precariedad y los bajos salarios, las desigualdades crecientes, las dificultades para conciliar el trabajo con la vida personal, la falta de horizonte para los j¨®venes, el estr¨¦s generalizado por las urgencias de un mundo en el que se piden resultados inmediatos en todos los ¨¢mbitos. El aumento del estr¨¦s no implica la aparici¨®n de mejores recursos para hacerle frente. De todos modos, el insomnio, que es el principal trastorno relacionado con el sue?o, aunque no el ¨²nico, no deber¨ªa tratarse siempre como una enfermedad, sino como un aviso de que algo no va bien, igual que la fiebre. Aparte de los problemas psicosociales, que afectan a la colectividad, es posible que algo vaya mal en tu vida personal, en tus relaciones afectivas, familiares o en el colegio, cuando el problema ata?e a los ni?os. Es posible que se deba a un mal manejo de tus conflictos internos, a problemas de indefensi¨®n aprendida¡ Es importante observar el insomnio como una se?al de alarma, como un s¨ªntoma provocado por un problema de fondo que se puede tratar en una psicoterapia. Tambi¨¦n hay h¨¢bitos que nos hacen dormir mal y que se corrigen con una adecuada higiene del sue?o, que incluye cosas tan sencillas como acostarse y levantarse siempre a la misma hora o llevar una vida saludable desde el punto de vista de las comidas y del ejercicio f¨ªsico.
¡ª?Qu¨¦ h¨¢bitos dificultan el sue?o?
¡ªUna mala alimentaci¨®n, por ejemplo, adem¨¢s de los relacionados con el consumo excesivo de sustancias como la cafe¨ªna, el tabaco, el alcohol, los refrescos de cola, las bebidas energ¨¦ticas¡ El alcohol enga?a porque, aunque es en principio un inductor del sue?o, puede m¨¢s tarde derivar en gastritis o dolores de cabeza que lo entorpezcan. Conviene llevar cuidado tambi¨¦n con el abuso de f¨¢rmacos como las benzodiazepinas, que producen tolerancia y adicci¨®n, de modo que tienes que ir aumentando la dosis y acabas entrando en un c¨ªrculo vicioso de dif¨ªcil salida. El insomnio empeor¨® con la pandemia de la covid. El problema es que solo un porcentaje muy peque?o (en torno al 5%) de las personas que lo sufren lo viven como algo a tratar igual que tratar¨ªan un problema digestivo, por ejemplo, o un dolor de muelas. Hay gente que se mete en la cama con el miedo a no dormir, lo que activa los mecanismos que retrasan la llegada del sue?o.
¡ªLa profec¨ªa autocumplida.
¡ªExacto.
¡ª?C¨®mo abordarlo?
¡ªEl insomnio est¨¢ contaminado del poco inter¨¦s y de la negaci¨®n que se tiene hacia todo lo relacionado con la psicolog¨ªa. Yo comparo esta negaci¨®n con la del cambio clim¨¢tico. Habr¨ªa que promover una estrategia nacional del sue?o porque ya disponemos de muchos datos acerca de lo importante que es dormir bien para gozar de una salud f¨ªsica y mental aceptables tanto en el nivel individual como en el colectivo. Pero las resistencias son enormes. En general, hay dos tipos de abordaje: el de quienes opinamos que es mejor hacer un diagn¨®stico previo y no medicar directamente, sino recurrir a una terapia psicol¨®gica, combinada con una toma de medidas relacionadas con la higiene del sue?o, y el de quienes recurren directamente a las benzodiazepinas, lo que tiene que ver con la masificaci¨®n de pacientes que sufren los m¨¦dicos de cabecera y porque la gente, en general, prefiere tomarse una pastilla en vez de preguntarse qu¨¦ le ocurre. Espa?a es el pa¨ªs del mundo a la cabeza del consumo de benzodiazepinas.
En esto, llega la hora de volver al curso. Durante mi intervenci¨®n, observo que hay entre el p¨²blico cuatro personas que no dejan de dar cabezadas y que finalmente se duermen. ?Ser¨¦ yo o ser¨¢n ellos? ?Los aburro o pertenecen al 30% de la poblaci¨®n que no descansa bien? En todo caso, pienso para consolarme, que en un mundo de insomnes deber¨ªa estar tan valorada la capacidad de dormir al auditorio como la de hacerle pensar. Me viene entonces a la memoria que Garc¨ªa M¨¢rquez comenzaba sus intervenciones rogando que quienes salieran antes del final de la conferencia lo hicieran con cuidado para no despertar a quienes hubieran decidido quedarse. Quiz¨¢ el autor de Cien a?os de soledad pertenec¨ªa al club secreto de los insomnes y lo dec¨ªa en serio.