Un tratado contra el auge de la posverdad y la tiran¨ªa de los falsos expertos
Carl Bergstrom tiene un consejo: si le llega una noticia dudosa, no la comparta. El estadounidense es coautor de ¡®Contra la charlataner¨ªa¡¯, un manual de supervivencia para aprender a informarse menos, pero mucho mejor.
Carl Bergstrom (Estados Unidos, 51 a?os) ha venido a hablar de su libro, pero sus interlocutores espa?oles, periodistas o no, insisten en preguntarle por Donald Trump, el asalto al Capitolio, la convulsa situaci¨®n geopol¨ªtica en que estamos inmersos o el (presunto) declive del imperio estadounidense.
Algunas de esas cuestiones son abordadas, de refil¨®n, pero con inteligencia, originalidad y rigor, en ...
Carl Bergstrom (Estados Unidos, 51 a?os) ha venido a hablar de su libro, pero sus interlocutores espa?oles, periodistas o no, insisten en preguntarle por Donald Trump, el asalto al Capitolio, la convulsa situaci¨®n geopol¨ªtica en que estamos inmersos o el (presunto) declive del imperio estadounidense.
Algunas de esas cuestiones son abordadas, de refil¨®n, pero con inteligencia, originalidad y rigor, en Contra la charlataner¨ªa (Calling Bullshit. The Art of Scepticism in a Data-Driven World), un ensayo editado en Espa?a por Capit¨¢n Swing y escrito a cuatro manos con el experto en informaci¨®n y comunicaci¨®n Jevin West. Bergstrom es bi¨®logo evolutivo y, ¡°desde luego¡±, seg¨²n nos cuenta, ¡°no un experto en Trump ni en el auge imparable de la Rep¨²blica Popular China¡±, pero comparte con su socio un inter¨¦s por la deriva del mundo en general y del bullshit, la charlataner¨ªa, en particular.
Bullshit es una expresi¨®n de uso muy com¨²n en el argot anglosaj¨®n que tambi¨¦n podr¨ªa traducirse, en funci¨®n del contexto, como patra?a, falacia, idiotez o, sencillamente, tonter¨ªa. Consiste, en definitiva, en un amplio espectro de mentiras m¨¢s o menos interesadas que va de la propaganda pol¨ªtica, la posverdad y las fake news al simple fanfarroneo pasando por la falta de seriedad y rigor intelectual.
Hay bullshit alevoso y contumaz en las campa?as de desinformaci¨®n sistem¨¢tica de reg¨ªmenes como los de China y Rusia, pero tambi¨¦n en los tuits incendiarios de Trump y su caterva de supremacistas, en ¡°los medios de comunicaci¨®n basura que vender¨ªan a sus madres por un par de clics¡±, en estad¨ªsticas absurdas que se esgrimen como armas arrojadizas contra los esc¨¦pticos o en estudios acad¨¦micos que ¡°pretenden convencernos, con datos p¨¦simamente cocinados, de que existe una correlaci¨®n directa entre tus perspectivas de ¨¦xito socioecon¨®mico en la vida y la edad en que diste tu primer beso¡±.
Mal de muchos, epidemia
El bullshit, concluye Bergstrom con humor, pero tambi¨¦n un cierto des¨¢nimo, ¡°est¨¢ en todas partes¡±. Prolifera por doquier y a un ritmo in¨¦dito gracias ¡°a la caja de resonancia formidable que ha encontrado ¨²ltimamente en medios de comunicaci¨®n digital y en redes sociales¡±. ?l empez¨® a ser consciente de la existencia de las patra?as sin fundamento siendo un ni?o, con apenas siete a?os: ¡°Mi amigo Eric ten¨ªa cualidades asombrosas. Era fuerte, h¨¢bil, r¨¢pido, patinaba, nadaba o iba en bici mejor que nadie, y todos nos pregunt¨¢bamos d¨®nde y c¨®mo hab¨ªa aprendido a hacer todo aquello. Un d¨ªa nos cont¨® que hab¨ªa estado en el ej¨¦rcito japon¨¦s y que era all¨ª donde se lo hab¨ªan ense?ado. Nos lo cre¨ªmos. Incluso se lo cont¨¦ a mis padres, que se rieron a carcajadas de mi candidez y me hicieron sentirme un pobre cr¨¦dulo. Fin de la historia. Ese fue mi primer contacto con el bullshit¡±.
Otras formas de charlataner¨ªa resultan, por supuesto, bastante menos infantiles e inocuas. De ah¨ª que Bergstrom y West, ¡°tras m¨²ltiples conversaciones amistosas sobre el auge de la posverdad y la tiran¨ªa de los falsos expertos¡±, planteasen, hace ya cinco a?os, impartir un curso de alfabetizaci¨®n digital avanzada en la Universidad de Washington, en Seattle, la instituci¨®n en que ambos trabajan. ?Su contenido? ¡°Ense?ar a los alumnos a informarse mejor, estimular su esp¨ªritu cr¨ªtico y, en general, darles herramientas para protegerse de la proliferaci¨®n abrumadora de patra?as¡±. Ten¨ªan incluso el t¨ªtulo, Calling Bullshit: denunciar (o reconocer) las patra?as.
¡°La Universidad fue algo reticente al principio¡±, explica Bergstrom, ¡°no les parec¨ªa serio que un experto en comunicaci¨®n y un bi¨®logo evolutivo se aliasen para combatir la proliferaci¨®n de mentiras en los medios y las redes sociales. Tambi¨¦n encontraban poco adecuado que quisi¨¦semos tratar el bullshit como una especie de planta infecciosa que hay que extirpar de ra¨ªz¡±. El caso es que, en un intento de vencer esas reticencias, los dos investigadores lanzaron una p¨¢gina web para explicar en qu¨¦ consistir¨ªa el curso. Fue tal la expectaci¨®n despertada entre los potenciales alumnos que los jerarcas universitarios acabaron dando luz verde al experimento. Las 150 plazas de la primera edici¨®n se agotaron en cuesti¨®n de minutos.
N¨²meros que no cuentan la verdad
¡°Con el tiempo¡±, explica Bergstrom, ¡°nos fuimos especializando en un tipo muy espec¨ªfico de bullshit, el que mejor conocemos¡±. Se trata de la numerolog¨ªa barata, una enfermedad contempor¨¢nea que consiste en ¡°abrumar a tus interlocutores con datos y estad¨ªsticas que, en teor¨ªa, dan a tu tesis una base emp¨ªrica, pero en realidad no son m¨¢s que trucos de prestidigitador barato¡±. Bergstrom considera ahora que ¡°en esta era de supuesto escepticismo en que vivimos, la nueva religi¨®n ya no es ni siquiera la ciencia, sino los n¨²meros¡±. Con frecuencia, tratamos las estad¨ªsticas como si fuesen argumentos demoledores, algo as¨ª como las pruebas periciales en un juicio, obviando que ¡°detr¨¢s de toda estad¨ªstica hay una metodolog¨ªa, un cierto sesgo cognitivo y, sobre todo, seres humanos que, en muchos casos, hacen un uso interesado o torpe de los n¨²meros¡±.
Los alumnos de su curso ¡°aprenden con relativa facilidad a detectar este tipo concreto de patra?as¡±. Algunos de ellos se presentan en clase ¡°con ejemplos de bullshit basado en n¨²meros francamente curiosos, no siempre f¨¢ciles de detectar¡±. Suelen aparecer en fuentes digitales de muy dudoso pelaje, pero a veces, ¡°por desgracia¡±, se infiltran tambi¨¦n en ¡°medios de comunicaci¨®n de tanto prestigio como The New York Times o la CNN o en revistas cient¨ªficas como Nature o The Lancet¡±. Que la charlataner¨ªa encuentre acomodo incluso entre los que consideramos pilares del rigor y del conocimiento contempor¨¢neo puede resultar descorazonador, pero Bergstrom lo asume con pragmatismo: ¡°Somos humanos. Todos podemos incurrir en el bullshit de vez en cuando. Yo mismo me esfuerzo por evitarlo, pero es probable, muy a mi pesar, que al menos una d¨¦cima parte de lo que digo en mis clases, mis entrevistas o mis perfiles en las redes sociales sea bullshit¡±.
Bergstrom y West dieron a continuaci¨®n el paso de convertir la experiencia acumulada en las aulas en un libro, un aut¨¦ntico manual de supervivencia en tiempos extra?os con tesis tan sugerentes como que ¡°informarse menos es el primer paso para informarse mucho mejor: hay que ignorar el falso periodismo, el de los oportunistas y advenedizos, y exigir rigor, opiniones s¨®lidas, interpretaciones coherentes y buenos datos¡±. Dos tercios del libro est¨¢n dedicados al an¨¢lisis de ejemplos concretos, algunos de ellos muy elocuentes e incluso divertidos, ¡°si no tuviesen consecuencias tan nefastas¡±. El tercio restante consiste en un completo dec¨¢logo para combatir el bullshit por tierra mar y aire.
Mentir para destruir la idea de verdad
A Bergstrom le preocupa muy especialmente el clima de impunidad y desprecio a la verdad que ha tra¨ªdo la creciente polarizaci¨®n pol¨ªtica: ¡°En Estados Unidos, va camino de convertirse en un problema end¨¦mico, y mucho me temo que lo estamos exportando al mundo¡±. Cita ejemplos ¡°escandalosos¡±, como el enorme predicamento que conserva Alex Jones, periodista y te¨®rico de la conspiraci¨®n, al que califica de ¡°mentiroso patol¨®gico¡±: ¡°Un tribunal le condena por mentir a sabiendas sobre una masacre cometida en un centro escolar y sus seguidores se toman esa condena como la prueba de que quieren silenciarlo porque est¨¢ en lo cierto¡±.
La mentira, pese a todo, no es patrimonio exclusivo de la derecha populista y sus adl¨¢teres: ¡°Donald Trump o Mike Pence son productores de bullshit muy nocivos, pero no particularmente eficaces, porque su desprecio a la verdad es tan palmario que les condena a predicar solo para conversos¡±. M¨¢s eficiente resultaba, en su opini¨®n, ¡°Bill Clinton, un hombre que hizo un uso sistem¨¢tico de la mentira como arma pol¨ªtica, pero ment¨ªa con astucia y sutileza¡±. Otra paradoja que ha constatado Bergstrom es que ¡°el bullshit es tan contagioso que con frecuencia infecta tambi¨¦n a los que se esfuerzan por combatirlo¡±. Aunque aclara que no es un experto en filosof¨ªa, se atreve con un ejemplo concreto extra¨ªdo de este campo: ¡°Plat¨®n denunci¨® las artima?as dial¨¦cticas de los grandes generadores de bullshit de su ¨¦poca, los sofistas, pero ¨¦l mismo incurri¨® en argumentos tramposos y falaces en sus di¨¢logos, porque la persuasi¨®n es un arma de doble filo, y cuando intentamos desmontar argumentos ajenos que nos irritan u ofenden es cuando m¨¢s tentados estamos de recurrir al bullshit. Luego, Arist¨®teles, disc¨ªpulo de Plat¨®n, intent¨® corregir el bullshit de su maestro echando mano, ¨¦l mismo, de argumentos francamente dudosos¡±. Bergstrom describe estas derivas como ¡°una cadena de bullshit que tiene a perpetuarse incluso entre la gente m¨¢s l¨²cida¡±.
?C¨®mo romper de una vez por todas el nudo gordiano? ?Por d¨®nde empezamos? El autor aporta un primer consejo, adaptado a la l¨®gica viral de nuestra ¨¦poca: ¡°Intente no forma parte del problema. Si le llega una informaci¨®n dudosa, sospechosa o que su intuici¨®n le indica que podr¨ªa no ser correcta, h¨¢gase un favor y no la comparta, no la difunda¡±. El bullshit solo necesita un punto de apoyo para dominar el mundo, no incurramos en el error de proporcion¨¢rselo ¡°por frivolidad, por inercia o por pereza¡±.
El bullshit no pretende convencernos de nada. En palabras del ajedrecista Gari Kasp¨¢rov, al que se cita en el libro, solo aspira a ¡°sembrar dudas, crear confusi¨®n y, en ¨²ltima instancia, destruir la noci¨®n de verdad enturbiando as¨ª el debate p¨²blico y degradando y debilitando nuestras sociedades¡±. Por desgracia, ¡°es cierto que la mentira vuela y la verdad va a rastras. Es mucho m¨¢s sencillo lanzar y viralizar un bulo que desmentirlo de manera eficaz y contundente¡±, concluye Bergstrom. Pero al menos ¡°no propaguemos el virus, no reguemos la planta t¨®xica¡±.