Las familias perfectas y otras criaturas mitol¨®gicas
Educar ¡ªcomo crecer¡ª significa tomar decisiones, equivocarse casi siempre, acertar a veces
Nunca miraste a los adultos como gigantes todopoderosos. Cuando eras peque?a, tu madre te preguntaba ¡ª?en momentos de preocupaci¨®n y perplejidad¡ª si lo estaba haciendo bien. As¨ª descubriste que las personas mayores tambi¨¦n dudan. Ante los ni?os, aparentan conocer todas las respuestas, pero en realidad les habitan enjambres de preguntas. Lo sabes bien porque el d¨ªa que naci¨® tu hijo aprendiste todos los miedos. A su salud, a su futuro, a tus errores. Este es el equipaje de todas las ¨¦pocas. Jam¨¢s la paternidad fue un triunfal ejercicio de poder: como ahora, las voces del pasado hablan de ansied...
Nunca miraste a los adultos como gigantes todopoderosos. Cuando eras peque?a, tu madre te preguntaba ¡ª?en momentos de preocupaci¨®n y perplejidad¡ª si lo estaba haciendo bien. As¨ª descubriste que las personas mayores tambi¨¦n dudan. Ante los ni?os, aparentan conocer todas las respuestas, pero en realidad les habitan enjambres de preguntas. Lo sabes bien porque el d¨ªa que naci¨® tu hijo aprendiste todos los miedos. A su salud, a su futuro, a tus errores. Este es el equipaje de todas las ¨¦pocas. Jam¨¢s la paternidad fue un triunfal ejercicio de poder: como ahora, las voces del pasado hablan de ansiedad, vacilaciones y desaciertos.
En una de las par¨¢bolas b¨ªblicas m¨¢s conmovedoras, un joven reclama al padre su parte de la herencia. Quiere viajar, ver mundo. El padre cede, y el chico se lanza a malgastar el dinero a su gusto. Cuando ya ha derrochado todo, el hambre aprieta y el chico acaba cuidando cerdos. Entonces a?ora la finca paterna, donde hasta el ¨²ltimo de los jornaleros est¨¢ mejor alimentado que ¨¦l. Decide volver a casa, pedir perd¨®n y recibir un alud de ¡°ya te lo dije¡±. El relato es bien conocido, aunque el giro final resulta totalmente an¨®malo en una f¨¢bula tradicional. De un patriarca a la antigua usanza esperar¨ªamos una cara p¨¦trea y una rega?ina m¨ªtica. Pero no. El anciano se alegra, lo abraza y prepara al hijo pr¨®digo un banquete de bienvenida. No falta quien critica esa actitud blanda: el mism¨ªsimo hermano mayor, que nunca abandon¨® el hogar, protesta ante tanto fest¨ªn y agasajo. Cuestionar las decisiones de los padres es un deporte muy antiguo.
Los viejos romanos convirtieron estas angustias familiares en material para sus comedias. Los personajes habituales son tipos severos y gru?ones con un pasado juerguista y unos hijos desobedientes que se salen con la suya compinchados con un esclavo marrullero. El conflicto generacional viene condimentado con enredos, enga?os, mentiras y desastres varios. Nuestros antepasados togados acud¨ªan al teatro a re¨ªrse y exorcizar juntos sus sentimientos de culpa, porque hasta en las mejores casas impera el desbarajuste. Terencio retrat¨® en Los hermanos a Mici¨®n y Demeas, dos paterfamilias con estilos educativos opuestos. El primero opina que conviene confiar en los hijos, perdonar sus faltas y darles dinero para gastos, apelando a su responsabilidad. En cambio, el segundo defiende la disciplina y los castigos, porque la ¡°inconveniente blandura y cobarde indulgencia¡± echa a perder a los j¨®venes. Demeas afirma con convicci¨®n: ¡°Tal como uno quiere que sea su hijo, as¨ª es¡±. Al final del vodevil se descubre que ambos reto?os han desobedecido y desbarrado a escondidas. Empe?ados en defender sus respectivos m¨¦todos, los hermanos han perdido el tiempo discurseando y sermone¨¢ndose. Sus hijos no son como hab¨ªan planeado, pero asumen que es ley de vida y se reconcilian superando el chasco con estoicismo.
Hacen falta dosis de audacia para educar a una criatura de la imprevisible especie humana. Por eso, nuestros relatos familiares suelen reflejar la incomprensi¨®n mutua. En la pel¨ªcula Big Fish, Tim Burton muestra a un padre parlanch¨ªn, seductor y fantasioso, a punto de morir. Por reacci¨®n a sus mil y un cuentos, su hijo se ha convertido en un adulto serio y pragm¨¢tico que, harto de palabrer¨ªa, ha dejado de hablarle. En la ¨²ltima visita al hospital, cuando el gran fabulador es solo un pobre diablo enfermo, el joven comprende que todos, quien m¨¢s quien menos, necesitamos embellecer la vida cont¨¢ndonos la mejor versi¨®n de nosotros mismos. Padre e hijo, con sus caracteres opuestos, se reconcilian al compartir un relato, imaginando juntos uno de esos cuentos imposibles.
Educar ¡ªcomo crecer¡ª significa tomar decisiones, equivocarse casi siempre, acertar a veces. Marco Aurelio, preocupado e insomne por los disgustos que le causaba su hijo C¨®modo, escribi¨® en sus Meditaciones un alegato contra estas culpas: ¡°Instr¨²yele cari?osamente, pero, si no lo consigues, no le recrimines a ¨¦l, ni siquiera a ti mismo¡±. Incluso el m¨¢s sabio de los poderosos emperadores romanos sufri¨® este desasosiego: criar implica dudar, eso es lo ¨²nico seguro.