Deborah Levy: ¡°Hay muros que se levantan con hormig¨®n, pero tambi¨¦n con miedo¡±
La autora de ¡®Nadando a casa¡¯ y ¡®Cosas que no quiero saber¡¯ regresa con una historia de sexo, poliamor y frustraciones en la que quiere dar la vuelta al clich¨¦ con un protagonista masculino bello y una mujer que lo observa. Con ¡®El hombre que lo vio todo¡¯, Levy aspira a quebrar estereotipos
Siendo una ni?a, en la Sud¨¢frica atenazada por el apartheid, Deborah Levy (Joha?nesburgo, 1959) dej¨® de hablar durante un a?o. Se hab¨ªan llevado preso a su padre, historiador y activista, miembro del Congreso Nacional Africano, el hist¨®rico partido de Nelson Mandela. Su madre intentaba disimular, por el bien de los ni?os. Y la peque?a Deborah no entend¨ªa nada. Entonces descubri¨® dos cosas: que, cuando no hablas, de pronto a todo el mundo le interesa mucho lo que tienes que decir, y que una manera a¨²n mejor de hablar sin hablar es escribir.
Una monja de su escuela le regal¨® un cuaderno con un l¨¢piz y ella escribi¨® su primer relato, sobre un gato con grandes habilidades pero muy triste. ¡°Entender que pod¨ªa traspasar mis sentimientos a un gato fue muy transformador¡±, recuerda ahora.
Tras publicar una trilog¨ªa memorial¨ªstica (Cosas que no quiero saber, El coste de vivir y Una casa propia, todos en Literatura Random House) que le ha ganado nuevos lectores y una posici¨®n de privilegio en el mapa literario anglosaj¨®n, Levy vuelve a inventarse gatos en una novela compleja y densa con nombre de canci¨®n o de pel¨ªcula de esp¨ªas ¡ªel libro es un poco ambas cosas¡ª, El hombre que lo vio todo.
Con un alcance narrativo que abraza tres d¨¦cadas y al menos tres pa¨ªses, Levy parte del personaje de Saul, un historiador brit¨¢nico de apetitos sexuales m¨²ltiples que en 1988 est¨¢ a punto de partir hacia el este de Alemania con una beca de investigaci¨®n y sufre un atropello en Abbey Road. A partir de ah¨ª, la novela se expande hacia adelante y atr¨¢s borrando las fronteras entre lo real y lo evocado.
Sus novelas y sus memorias est¨¢n llenas de encuentros que parecen fortuitos ¡ªalgunos tan inc¨®modamente divertidos como el que tuvo con un escritor que le pregunt¨® en una fiesta: ¡°?No cree que el ¨¦xito le ha llegado demasiado tarde?¡±¡ª, y esas serendipias han sido tambi¨¦n importantes en su vida. En su a?o libre entre el colegio y la universidad, trabaj¨® como taquillera en un cine de Londres y all¨ª conoci¨® al director Derek Jarman, que le habl¨® de los estudios de teatro alternativo en el Dartington College. All¨ª, tras un atrac¨®n de Pinter, Beckett y Ch¨¦jov, se convirti¨® en dramaturga y m¨¢s tarde tambi¨¦n en novelista. Su libro Nadando a casa (Anagrama), que fue finalista del Booker y transcurre en parte en la costa de Almer¨ªa, se ha adaptado al cine con Fiona Shaw, Jessie Buckley y Vicky Krieps. Levy pas¨® por Barcelona a finales del a?o pasado y se hosped¨®, como hace siempre, en el club privado Soho House, del que es miembro. Sus salones, en los que se junta una atractiva poblaci¨®n flotante y se mezclan los acentos, son un buen lugar para espiar conversaciones como las que se cuelan en sus libros.
Creo que es una gran admiradora de David Lynch. Y le ha salido un libro muy lynchiano.
?Sabe por qu¨¦ me gusta Lynch? Aunque lo que hace es raro, yo nunca creo que quiera enga?arme, no creo que se sienta superior a m¨ª, mir¨¢ndome por encima del hombro. La manera que tiene de crear atm¨®sferas y personajes me hace confiar en ¨¦l, aunque como espectadora no siempre sea capaz de juntar todas las piezas del puzle. Dicho esto, yo planeo mucho todos mis libros. No quiero que parezca que est¨¢n planeados, pero lo est¨¢n. Yo tampoco quiero enga?ar al lector. La explicaci¨®n est¨¢ en el texto, aunque igual tienes que leerlo bien para obtener una respuestas. T¨¦cnicamente, El hombre que lo vio todo fue muy dif¨ªcil y no s¨¦ si tendr¨¦ la energ¨ªa para volver a conseguir eso de una manera literaria. La estructura es como un espejo con una grieta en el medio y ves los dos lados reflejados en la grieta. Agn¨¨s Varda es otra influencia para m¨ª. Ella tiene una forma muy humana de contar historias, con mucho humor, y adem¨¢s es ligera. Nos acerca a los problemas humanos y a las excentricidades de una manera que me encanta.
El protagonista de su libro, Saul, es casi un hombre-objeto. Usted se recrea recalcando lo guapo que es, describiendo sus p¨®mulos y sus pesta?as, como suelen hacerlo los hombres novelistas con sus personajes femeninos.
Quer¨ªa escribir un personaje que fuera un hombre bello, y no una mujer bella. Quer¨ªa darle la vuelta al estereotipo. Saul es casi como una estrella del rock, como David Bowie. Llegu¨¦ a ver a Bowie en directo una vez, cuando ten¨ªa 14 a?os, y a¨²n me estoy recuperando de eso. En aquella ¨¦poca no pod¨ªa entender que Bowie acabase con Ziggy Stardust, pero ¨¦l ten¨ªa que hacerlo, matar a ese personaje para poder hacer cosas nuevas, para avanzar y encontrar una nueva identidad. Como escritora en ciernes que era entonces, eso me interesaba, saber c¨®mo creas y matas un personaje. Si un libro tiene ¨¦xito, es un poco como Ziggy Stardust, ese personaje entra en tu historia, como hizo Ziggy conmigo cuando ten¨ªa 13 a?os. Tambi¨¦n quer¨ªa que Saul fuera la musa del personaje femenino de mi novela, Jennifer, a quien conocemos a los 24 a?os. Es una edad interesante, en la que est¨¢s buscando tu camino en el mundo. Ella le dice: ¡°Nunca puedes describirme, no puedes hablar de mi cuerpo¡±. Le est¨¢ censurando. ?l le pregunta por qu¨¦ y ella le contesta: ¡°Porque solo tienes palabras viejas para describirme¡±.
Aparte de este hombre bello y esta mujer que observa, ?qu¨¦ m¨¢s hab¨ªa en el germen de esta novela, su primera ficci¨®n despu¨¦s de tres libros autobiogr¨¢ficos que han sido muy bien acogidos?
Tambi¨¦n quer¨ªa explorar la idea de c¨®mo contamos la historia en las familias. Si t¨² est¨¢s contando un relato, quiz¨¢ tu hermana est¨¢ ah¨ª y te contradice, y entonces vais arriba y abajo de ese relato, reescribiendo. Quer¨ªa extender eso a un lienzo m¨¢s amplio. Con respecto a Alemania, siempre me pareci¨® inveros¨ªmil que hubiera un pa¨ªs entero que exist¨ªa un lunes y que hab¨ªa dejado de existir un mi¨¦rcoles. Pero ese pa¨ªs en realidad segu¨ªa existiendo dentro de sus ciudadanos. Puedes derribar el Muro, pero el pa¨ªs sigue ah¨ª. Cuando me puse a escribir el libro, Trump estaba en el poder, hablando de construir muros, y mi pa¨ªs estaba inmerso en el shock del Brexit, que de alguna manera tambi¨¦n es un muro. Tengo la sensaci¨®n de que hay muros que se levantan con hormig¨®n, pero tambi¨¦n con miedo. Existen todos esos clich¨¦s sobre la Alemania Oriental y la Stasi, sobre el Estado que vigila, pero no puede mirar en nuestro interior. Lo hacen de una manera parecida a como los ni?os peque?os miran a sus padres. Los ni?os siempre observan y se preguntan: ¡°?Est¨¢ enfadada mam¨¢?¡±.
Eso se parece a una cita que hay en uno de sus libros, una frase de Marguerite Duras que dice algo as¨ª como ¡°nuestras madres siempre ser¨¢n las personas m¨¢s extra?as a las que conoceremos¡±.
Sab¨ªa c¨®mo decir las cosas, Marguerite Duras. La manera en la que intentamos escapar de la mirada de nuestros padres para montar nuestra propia vida siempre es muy interesante. Los ni?os tienen una mirada muy pura y no creo que sea sensiblero decirlo. Luego van a la escuela y aprenden a esconder lo que sienten.
Sus padres como pareja eran, ante todo, improbables. No era lo m¨¢s esperable que su madre, una mujer de clase alta en la Sud¨¢frica colonial, se casase con un hombre como su padre, un activista pol¨ªtico sin dinero.
No lo apreci¨¦ hasta que fui adolescente, y ahora mismo, si estuviera aqu¨ª, me gustar¨ªa abrazarla por eso. Mi madre tuvo que crear sus propios valores morales, invent¨¢rselos. Su propia familia no entend¨ªa su posici¨®n, su activismo; ven¨ªa de una familia de clase alta en Sud¨¢frica y aprendi¨® a escribir a m¨¢quina porque es lo que hac¨ªan las mujeres de su generaci¨®n. Siempre me la imagino como a la Peggy de Mad Men. Su familia no entend¨ªa qu¨¦ hac¨ªa cas¨¢ndose con un jud¨ªo sin dinero. Los padres de mi padre eran lituanos que llegaron a Sud¨¢frica y abrieron una pescader¨ªa.
?Dir¨ªa que utiliza partes distintas de su cerebro cuando escribe ficci¨®n y cuando escribe sus memorias, que bautiz¨® como ¡°autobiograf¨ªas en construcci¨®n¡±?
Creo que utilizo la misma. Las t¨¦cnicas narrativas son las mismas en los dos casos. En la ficci¨®n, volviendo a David Bowie, puedo crear personajes que manejan mis preocupaciones, mis intereses, lo hacen por m¨ª. Para escribir no ficci¨®n ten¨ªa que encontrar una voz que estuviera cerca de m¨ª, pero no fuera yo.
?Cree que encontr¨® su Ziggy Stardust, el personaje que le permiti¨® contar su propia vida?
No, Ziggy no, pero ten¨ªa que ser una voz que llevara adelante los tres libros. Es m¨¢s complicado de lo que parece, y esta conversaci¨®n la tuve conmigo misma muchas veces. ?C¨®mo creas una voz que no sea mayor que t¨², m¨¢s sabia que t¨², pero que no sea m¨¢s modesta que t¨² tampoco, que no pretenda caer bien a los lectores, que no busque su consuelo todo el tiempo? ?C¨®mo creas una voz que sea tan poderosa como t¨², pero tambi¨¦n tan vulnerable? Me pregunto si los escritores hombres piensan tanto en esto. Me ha costado mucho atravesar esa pared. Adem¨¢s, quieres tener una distancia. Quieres ser ¨ªntima, pero tambi¨¦n formal. Y no es una conversaci¨®n en un bar, es una obra literaria, necesitas encontrar una voz que sea poderosa el lunes y fr¨¢gil el mi¨¦rcoles, que es como somos todos. Me dec¨ªa: ¡°Hazle honor a eso, no escribas con la mitad de ti, escribe con el todo¡±.
Su vida estaba en un momento de transici¨®n cuando se puso a escribirla. Hab¨ªa tenido mucho ¨¦xito con su novela Nadando a casa, su matrimonio de m¨¢s de 20 a?os con el padre de sus dos hijas se rompi¨®. Fue por eso por lo que se puso a escribir en primera persona justo entonces. ?Necesitaba dar sentido a su nueva vida?
Creo que s¨ª. En ese momento no se me ocurri¨® que esa fuera la raz¨®n. Cuando empec¨¦ Cosas que no quiero saber ¡ªnadie se acuerda de ese t¨ªtulo, por cierto, lo llaman ¡°el libro azul¡±, que es el color de la edici¨®n inglesa¡ª como una respuesta a un ensayo de George Orwell. All¨ª, Orwell lista los cuatro motivos por los que escribe: impulso hist¨®rico, sentido pol¨ªtico, entusiasmo est¨¦tico y puro ego¨ªsmo. Yo mir¨¦ esa lista y pens¨¦: ¡°Estar¨ªa bien darles la vuelta desde un punto de vista femenino¡±. Escrib¨ª ese libro en un momento de cambios en mi vida y mi primera frase fue: ¡°Aquella primavera en que la vida se hac¨ªa cuesta arriba y yo andaba peleada con mi suerte y sencillamente no ve¨ªa hacia d¨®nde ir, lloraba sobre todo en las escaleras mec¨¢nicas de las estaciones ferroviarias¡±. Esa frase me pareci¨® extra?a, pero interesante, porque a veces escribes cosas muy bellas, pero que no te interesan en absoluto. As¨ª que segu¨ª adelante y gradualmente empec¨¦ a encontrar la voz que buscaba.
En el ¨²ltimo tomo de las memorias, Una casa propia, hace dialogar a su yo de 40 a?os con su yo de 60. El primero mira con un poco de pena al segundo y le dice: ¡°F¨ªjate, a los 60 y tan sola¡±, pero el segundo tambi¨¦n siente l¨¢stima del primero: ¡°M¨ªrate, ocultando tus talentos, esforz¨¢ndote por hacer la vida m¨¢s c¨®moda a los dem¨¢s¡±. Recuerda un poco a lo que pasa en la novela, ah¨ª tambi¨¦n hablan distintas versiones de Saul y Jennifer.
Me gusta la idea, que dialoguen distintas versiones de ti misma. Si t¨² hablaras con tu yo de 22 a?os, tendr¨ªas que llamarle la atenci¨®n por algunas cosas, pero tampoco querr¨ªas aplastarlo. En el mismo libro tambi¨¦n hago que mi yo de nueve a?os llame a la puerta de mi casa familiar a los cuarenta y tantos. Cuando me puse a escribir eso en mi caba?a, en el cobertizo en el que escribo rodeada de manzanos, pens¨¦: ¡°No puedes, esto va a hundir tu libro¡±. Pero ah¨ª tambi¨¦n me ayud¨® David Lynch. Pens¨¦ que ¨¦l har¨ªa algo as¨ª. Se trata de encontrar t¨¦cnicas. Yo siempre intento que mis novelas no se comporten como novelas y que mis autobiograf¨ªas no se comporten como autobiograf¨ªas. Estoy influida por Marguerite Duras y Virginia Woolf, que est¨¢n en todos mis libros, pero tambi¨¦n por James Baldwin. Sus ensayos son brillantes, deslumbrantes. Baldwin dice: ¡°Nosotros vivimos en la historia y la historia vive en nosotros¡±. Cuando lo le¨ª, pens¨¦: ¡°Voy a escribir as¨ª, bajo este principio. Dentro y fuera¡±.
Crecer como usted lo hizo, en Sud¨¢frica bajo el apartheid y con un padre muy implicado pol¨ªticamente, ?le hizo ser m¨¢s consciente de eso que dec¨ªa Baldwin, de que la Historia con may¨²sculas nos modela m¨¢s ¨ªntimamente de lo que creemos?
Seguro. Crec¨ª marcada por la lucha por los derechos humanos en Sud¨¢frica y eso me hizo desarrollar un sentido de la justicia y la injusticia. Durante a?os rechac¨¦ la idea de escribir sobre mi infancia, porque no pensaba, ni pienso ahora, que mi relato sea lo importante. Pero como le rob¨¦ esos encabezados a George Orwell en Cosas que no quiero saber, me di cuenta de que me ser¨ªa inevitable hacerlo en ese libro. Al ver eso de ¡°impulso hist¨®rico¡± me dije a m¨ª misma: ¡°Vas a tener que hacerlo, vas a tener que volver a cuando eras una ni?a en Sud¨¢frica y ver qu¨¦ hac¨ªa el apartheid a las personas. Vas a tener que volver a la desaparici¨®n de tu padre¡±. No ten¨ªa ningunas ganas de hacerlo, pero ahora estoy satisfecha de haberlo hecho. Fue muy doloroso. As¨ª que s¨ª, la idea de que vivimos en la historia y que la historia vive dentro de nosotros es muy aguda para m¨ª.
Dej¨® de hablar durante un a?o, cuando ten¨ªa unos cinco a?os. Y ah¨ª es cuando empez¨® a escribir.
Para m¨ª, dejar de hablar fue una decisi¨®n. Es dif¨ªcil de entender esa decisi¨®n. Recuerdo ese a?o de silencio y creo que fue porque estaba abrumada por todo lo que estaba pasando. Mi padre desapareci¨®, hab¨ªa conversaciones sobre torturas de presos pol¨ªticos, mi madre trataba de que todo pareciera feliz y normal. Yo ten¨ªa miedo, estaba asustada y preocupada, y creo que ante todo eso decid¨ª dejar de hablar. Tambi¨¦n descubr¨ª en ese tiempo el poder del silencio. Si no hablas, de pronto todo el mundo quiere escucharte. Los ni?os en la escuela, que era una escuela muy racista solo para ni?os blancos, me dec¨ªan: ¡°?Eres tonta?¡±. Y yo asent¨ªa con la cabeza. Eso tambi¨¦n era poderoso, descubr¨ª, porque estaban tratando de insultarme y, si yo hubiera dicho que no, que no era tonta, que era la verdad, hubieran intentado machacarme. M¨¢s adelante, hubo una monja en la escuela, era maravillosa y muy inteligente y compasiva ¡ªpienso a menudo en ella¡ª, que me dijo: ¡°?Por qu¨¦ no escribes tus pensamientos?¡±. Y ah¨ª me di cuenta de que eran pensamientos ruidosos. Me dio un l¨¢piz de esos de la infancia, bastante anchos y con una gomita al final. Escrib¨ª mi primer cuento, que ojal¨¢ conservase, sobre un gato con enormes ojos amarillos que hac¨ªa volteretas en las jacarandas. La lecci¨®n fue, aunque no la entend¨ª entonces, que pod¨ªa traspasar mis sentimientos al gato. El gato pod¨ªa volar y hacer cosas m¨¢gicas, pero se sent¨ªa muy solo. La idea de que pod¨ªa traspasar mi interior a ese gato fue muy transformadora. Creo que los ni?os deber¨ªan escribir historias, pero no ense?¨¢rselas a nadie.
Su padre falleci¨® durante la pandemia. Cuenta en el libro que hasta el final siempre le enviaba fotos desde la fruter¨ªa, porque ¨¦l ten¨ªa una capacidad incre¨ªble para saber qu¨¦ fruta estaba ya madura y en estado ¨®ptimo para consumir. ?Ha heredado la habilidad?
Poco a poco. Para los mangos, mi padre dec¨ªa que hay que tocarse el l¨®bulo de la oreja y deben tener la misma consistencia. Y con los melones tardaba much¨ªsimo en decidirse, tocaba los dos extremos de cada mel¨®n. Es un gran recuerdo sobre ¨¦l. Yo todav¨ªa no soy tan buena en eso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.