Yo
A ver si al final este yo que lo es todo para nosotros no es m¨¢s que un truco, una estrategia, un eficaz invento
Yo. Es una palabra de s¨®lo dos letras, pero su contenido es monumental. Qu¨¦ inmensa importancia le damos al yo. Cu¨¢nto nos preocupamos por nosotros mismos y cu¨¢nto nos queremos. O, en ocasiones, cu¨¢nto nos odiamos, que es otra manera de priorizarse. El yo es el tremendo protagonista de nuestra realidad. Lleno de deseos, de miedos, de expectativas, de una obstinada voluntad de vivir. Pero, tambi¨¦n, resbaladizo y ambiguo. ?A qu¨¦ yo nos estamos refiriendo cuando decimos la palabra yo? ...
Yo. Es una palabra de s¨®lo dos letras, pero su contenido es monumental. Qu¨¦ inmensa importancia le damos al yo. Cu¨¢nto nos preocupamos por nosotros mismos y cu¨¢nto nos queremos. O, en ocasiones, cu¨¢nto nos odiamos, que es otra manera de priorizarse. El yo es el tremendo protagonista de nuestra realidad. Lleno de deseos, de miedos, de expectativas, de una obstinada voluntad de vivir. Pero, tambi¨¦n, resbaladizo y ambiguo. ?A qu¨¦ yo nos estamos refiriendo cuando decimos la palabra yo? El escritor y pintor Henri Michaux dec¨ªa que el yo es un movimiento en el gent¨ªo. Maravillosa frase: en el tumulto de personalidades que nos habitan, el yo es un garabato mudable, una voluta de humo, un viento que va meciendo espigas en el sembrado.
?Qu¨¦ es lo que hace que yo me sienta yo? ?Qu¨¦ es lo que me proporciona esta certidumbre o esta ilusi¨®n de continuidad que une mi yo de los 10 a?os, por ejemplo, con mi yo de los 70, aunque mi organismo se haya renovado varias veces a nivel celular por el camino? Desde luego la memoria no es una respuesta satisfactoria, porque la memoria es en gran parte un invento, un relato que tambi¨¦n vamos cambiando sin darnos cuenta. Muchos piensan que la personalidad est¨¢ en los genes, que salimos ¡°igualitos¡± a nuestros padres o nuestras madres o a la t¨ªa Clotilde gracias al ADN, pero ya se descubri¨® con la epigen¨¦tica que la sopa qu¨ªmica de las c¨¦lulas tambi¨¦n transmite informaci¨®n, y ahora me entero de que hay un libro reci¨¦n publicado, The Master Builder (la constructora maestra), escrito por Alfonso Mart¨ªnez Arias, un bi¨®logo espa?ol afincado en Cambridge, que sostiene que la gran hacedora del ser humano es la humilde y afanosa c¨¦lula, capaz de diferenciarse y de ordenar lo org¨¢nico de forma extraordinaria. Y al hilo de esto relata el alucinante caso de Karen Keegan, una bostoniana que a los 52 a?os necesit¨® un trasplante renal. Los m¨¦dicos hicieron las pruebas de compatibilidad a sus tres hijos y, para pasmo de todos, descubrieron que, pese a haberlos parido, dos de ellos no eran de verdad suyos porque no ten¨ªan su ADN. Esa especie de inmaculada concepci¨®n gen¨¦tica se debi¨® a que en el ¨²tero de la madre de Karen hab¨ªan coincidido dos ¨®vulos fecundados por dos espermatozoides, y en vez de originar a dos hermanas, se fusionaron formando una persona, esto es, una sola identidad, pero con doble ADN. As¨ª que se dir¨ªa que los genes no son los responsables del enorme yo que nos ocupa (mas info en el estupendo reportaje de Manuel Ansede en EL PA?S).
Por otra parte, me temo que corren malos tiempos para el yo, desde el punto de vista de los descubrimientos cient¨ªficos. Leo en El Peri¨®dico de Espa?a una interesante entrevista de ?ngeles Castellano con el eminente neurocient¨ªfico de Stanford (EE UU) Robert Sapolsky, que en su nuevo libro Decidido. Una ciencia de la vida sin libre albedr¨ªo (Capit¨¢n Swing) dice exactamente eso, que no somos libres para decidir, sino que nuestro comportamiento depende de c¨®mo se estructur¨® nuestro cerebro y de la actividad de las hormonas; del ambiente en el que nos movemos, porque en el momento de tomar una decisi¨®n influyen cosas como tener hambre o no, y, por ¨²ltimo, de la infancia y de la educaci¨®n que hemos tenido. ¡°El comportamiento social humano viene de lo que ocurri¨® en tu cerebro hace un segundo, en tus hormonas hace una hora y en tus genes desde que te conformaste como persona¡±, dice Sapolsky. Me temo que esta teor¨ªa catacl¨ªsmica y turbadora ya lleva dando vueltas cierto tiempo por la comunidad cient¨ªfica. El fascinante libro Inc¨®gnito (Anagrama), del neurocient¨ªfico David Eagleman, termina sosteniendo lo mismo, y fue publicado en 2011. Cuando lo le¨ª me dej¨® espeluznada: es una idea pr¨¢cticamente imposible de asumir. ¡°Si piensas que no existe libre albedr¨ªo, no tiene sentido culpar a la gente por sus errores o felicitarla por sus logros. Pero es incre¨ªblemente dif¨ªcil pensar as¨ª¡±, reconoce el propio Sapolsky en otra gran entrevista de Enrique Alpa?¨¦s en EL PA?S. Ayayay, qu¨¦ susto, qu¨¦ v¨¦rtigo, qu¨¦ desconsuelo. A ver si al final este yo que lo es todo para nosotros no es m¨¢s que un truco, una estrategia, un eficaz invento de las habilidosas c¨¦lulas para preservar mejor el ciego y tumultuoso r¨ªo de la vida.