Vac¨ªa, igual que su cabeza
Yo, antes, iba a todas partes con una maletita de ruedas, un tr¨®ley, que suena a mentira.
¡ª?Para un solo d¨ªa llevas ese trasto? ¡ªinquir¨ªan mis compa?eros de viaje, todos con sus mochilas a la espalda.
Se preguntaban qu¨¦ rayos pod¨ªa llevar ah¨ª dentro, adem¨¢s de una muda y el cepillo de dientes. Yo sol¨ªa decir en broma que la culpa. No pod¨ªa dejar la culpa sola en casa, porque enloquec¨ªa como un perro entre cuatro paredes. Pero lo cierto es que, aparte de la culpa, llevaba lo mismo que ellos, aunque por duplicado. Si hubiera podido llevarme un repuesto de m¨ª, lo habr¨ªa hecho, por si fallara yo. Pero me cans¨¦ tambi¨¦n de parecer un neur¨®tico, as¨ª que me deshice de la maleta y me compr¨¦ una mochila negra que con frecuencia llevo colgada de un solo hombro, como Carlos Maz¨®n, para dar impresi¨®n de dinamismo, pero, sobre todo, de no tener culpa alguna de la que hacerme cargo.
A Carlos Maz¨®n empezamos vi¨¦ndolo con un chaleco de emergencias que alguien le alcanz¨® cuando sali¨® de la comida pantagru¨¦lica del d¨ªa de autos y que le ca¨ªa como a un Cristo dos pistolas. No resultaba cre¨ªble, no encajaba en su forma de ser, creo que ni siquiera era de su talla. Alg¨²n asesor de imagen debi¨® de advertirle del error y se qued¨® a cuerpo, con ropas deportivas porque la situaci¨®n tampoco era como de corbata y chaqueta (seg¨²n la etiqueta, todas las autoridades deben visitar de sport los lugares de la cat¨¢strofe). Pero le faltaba algo, un no s¨¦ qu¨¦. Y ese no s¨¦ qu¨¦ era la mochila. Miren, parece que lleva en ella algo, incluso una soluci¨®n, pero est¨¢ vac¨ªa, igual que su cabeza.
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