Los ¨²ltimos del f¨²tbol de tierra
El c¨¦sped artificial ha barrido a los campos de tierra. Pero quedan n¨²cleos de resistencia como la Liga Casa de Campo, nacida con la gran inmigraci¨®n ecuatoriana hace un cuarto de siglo. Tras ser expulsada de su espacio original, pervive en Alcorc¨®n conservando su nombre y su esencia popular
Milan y Palmeiras disputan un partido trabado, el bal¨®n Mikasa va de un lado a otro, correoso, pesado, antediluviano, sale enflechado de un punterazo, los hinchas gritan con sus latas verdes de Mahou, siempre las verdes, nunca las rojas, se?oras y se?ores despachan en coches raciones de fritada, de chaulaf¨¢n, de yahuarlocro. En un reproductor viejo suena lloradito un vallenato cadencioso: ¡°Los caminos de la vida / no son como yo pensaba, / como los imaginaba, / no son como yo cre¨ªa¡¡±. El fot¨®grafo pasea la mirada con la c¨¢mara al pecho y un hombre, Alfredo Quishpe, nacido hace 50 a?os en Cayam...
Milan y Palmeiras disputan un partido trabado, el bal¨®n Mikasa va de un lado a otro, correoso, pesado, antediluviano, sale enflechado de un punterazo, los hinchas gritan con sus latas verdes de Mahou, siempre las verdes, nunca las rojas, se?oras y se?ores despachan en coches raciones de fritada, de chaulaf¨¢n, de yahuarlocro. En un reproductor viejo suena lloradito un vallenato cadencioso: ¡°Los caminos de la vida / no son como yo pensaba, / como los imaginaba, / no son como yo cre¨ªa¡¡±. El fot¨®grafo pasea la mirada con la c¨¢mara al pecho y un hombre, Alfredo Quishpe, nacido hace 50 a?os en Cayambe, provincia de Pichincha, zona serrana y fr¨ªa, cuenta que a los 12 se fue de casa, solo, a buscarse la vida en Quito, luego a Caracas tras acabar el bachillerato, y en 2003 a Madrid, donde conoci¨® a su compatriota Amparo Calder¨®n. Tuvieron dos hijos, formaron un hogar en Alcorc¨®n y en Alcorc¨®n se quedar¨¢n. ¡°Hasta que Dios nos tenga aqu¨ª, como quien dice¡±. Alza el vuelo el portero del Palmeiras, Quishpe interrumpe su relato y exclama admirado: ¡°?Parad¨®n!¡±.
El vuelo del portero del Palmeiras despeg¨® hace un cuarto de siglo, en 1998, cuando en el contexto de una crisis inflacionaria en Ecuador comenz¨® la gran migraci¨®n de ecuatorianos a Espa?a. En Madrid, unos cuantos se pusieron a jugar en el parque del Oeste, ¡°entre los ¨¢rboles¡±, dice Alfonso Guacallante, de 61 a?os, fundador y expresidente de la competici¨®n, en la que varios equipos toman prestado el nombre de clubes profesionales. Al encontrar un campo de tierra con porter¨ªas en la Casa de Campo se trasladaron all¨ª y con ocho equipos fundaron la Liga Ecuatoriana Casa de Campo. De a?o en a?o la liga creci¨® con la llegada de m¨¢s ecuatorianos, hasta 30 equipos, y en torno al f¨²tbol se fue generando una nutrida vida de comunidad. Cientos de personas se reun¨ªan a jugar, a escuchar m¨²sica, a comer, a tomar trago, a desahogarse de sus jornadas de trabajadores sin derechos laborales, del d¨ªa a d¨ªa rehuyendo el reclamo policial: ¡°Documentaci¨®n¡±. Los fines de semana en la Casa de Campo se frustraron por el mal rollo que caus¨® el barullo que hac¨ªan los que se empedaban de m¨¢s, seg¨²n dice Guacallante. La directiva de la liga intent¨® mediar, poner orden en la kerm¨¦s. No fue posible. Los vecinos molestos intervinieron a la brava para que no pudiese tener lugar la liga ni lo que se formaba alrededor. ¡°Cavaron hoyos en el campo¡±, afirma el fundador. Y los organizadores del campeonato decidieron buscarse otro terreno de juego.
La antrop¨®loga ecuatoriana Mar¨ªa Cristina Carrillo, especialista en migraciones y radicada en Madrid, interpreta el episodio como un caso de ¡°lucha por la ocupaci¨®n y apropiaci¨®n del espacio¡± en el pa¨ªs de destino. ¡°El migrante trata de hacerse con microespacios donde aterrizar de verdad y a los que puedan trasladar el imaginario de origen, sean parques, iglesias, escuelas. Esa procura de presencia en el espacio es, en el fondo, un asunto de visibilidad, de legitimaci¨®n, y despierta en los aut¨®ctonos un sentimiento de amenaza¡±.
La expulsi¨®n de la Casa de Campo ¡ªo la decisi¨®n de la liga de irse y evitar el conflicto¡ª se produce en 2005. Precisamente el a?o en que alcanza su pico la poblaci¨®n ecuatoriana en Espa?a: casi medio mill¨®n, 10 veces m¨¢s que en 1998, cuando se fund¨® la liga.
En 2005 la competici¨®n se traslada, migra, a otro campo fuera del municipio de Madrid, a Alcorc¨®n, aunque conserva el nombre de Liga Ecuatoriana Casa de Campo. ¡°Ya era parte de nuestra identidad¡±, explica el fundador. El nuevo sitio es otro campo de tierra donde hab¨ªan jugado durante a?os los alcorconeros y que ya estaba en desuso. La Espa?a de la prosperidad inmobiliaria estaba en transici¨®n al c¨¦sped artificial. Actualmente, seg¨²n datos de la revista deportiva Relevo, apenas quedan clubes federados con campos de tierra, aun entre los m¨¢s modestos. En Madrid, por ejemplo, son 15 de 2.101. En el Pa¨ªs Vasco, ninguno de 1.624. Fuera del f¨²tbol federado no existe estad¨ªstica. No se sabe cu¨¢ntas ligas amateur, m¨¢s o menos pachangueras, se juegan en tierra. Quishpe dice que le suenan uno o dos sitios m¨¢s en Madrid. Uno, dos, una decena, los que sean, son los ¨²ltimos de una expresi¨®n del f¨²tbol de antes que se va con una sociedad que prefiere que el bal¨®n ruede ligero, r¨¢pido, sin botes de conejo, que se siente m¨¢s identificada con el f¨²tbol como ejercicio orquestal, con el tiquitaca que condujo a Espa?a a la gloria, que con su anterior versi¨®n de combate viril, de despejes sin rumbo al berrido marcial de ¡°?salimos!¡±, rodillas de tierra y sangre, rostro embarrado en invierno, polvo e insolaci¨®n en verano: ese f¨²tbol-raza que tambi¨¦n nos dio lo suyo aunque no tanto, y que sobre todo ya no casa con lo que somos o pretendemos, sea lo que sea lo que seamos o pretendamos. Solo una parte de nosotros mantiene vivo el f¨²tbol de tierra.
¡°?Uy!¡±, dice Quishpe. Patada brusca en el terreno de juego: ¡°A ese se le fue la pierna muy larga¡±.
El campo actual ocupa un trozo de un amplio descampado. Est¨¢ pegado a un polideportivo municipal y a un concesionario de coches. Por un lado el descampado linda con la avenida de M¨®stoles y con una v¨ªa de tren. Por otro lado se termina junto a la autov¨ªa M-50. En el entorno se ven edificios de desarrollos inmobiliarios recientes y el centro comercial X-Madrid, que, seg¨²n la web de Turismo de la Comunidad de Madrid, ¡°es el espacio comercial y de ocio destinado a reinventar la experiencia de compra y ocio: m¨¢s tecnol¨®gico, m¨¢s urbano, m¨¢s extremo, m¨¢s aut¨¦ntico¡±. A la entrada tiene una c¨²pula de telas tensadas que a lo lejos, desde el campo de tierra, parece un gigantesco virus.
Entre los jugadores de la liga, e incluso entre los directivos, circula la idea de que el descampado es propiedad del Atl¨¦tico de Madrid. Un funcionario del Ayuntamiento de Alcorc¨®n explica que no es as¨ª: ¡°Es una parcela municipal de uso dotacional¡±. Es decir, un sitio donde se podr¨ªa hacer un parque u otra infraestructura de uso p¨²blico, pero no levantar viviendas. El rumor de lo del Atl¨¦tico viene de que, en efecto, el club y el Ayuntamiento estudiaron la opci¨®n de una cesi¨®n de suelo para que el equipo montase una escuela de f¨²tbol-base. El Atl¨¦tico desisti¨®. Le sal¨ªa demasiado caro.
El Ayuntamiento no tiene ning¨²n proyecto para este suelo. La liga puede continuar. Cuando informamos de esto al vicepresidente, Alexis Guacallante, de 31 a?os, jugador del Bellavista e hijo del fundador, Alfonso Guacallante, se lleva una alegr¨ªa: ¡°Pues es una buena noticia. Si no nos quitan el campo, aqu¨ª quedan muchos a?os de f¨²tbol de tierra. La gente est¨¢ acostumbrada¡±.
La liga se juega s¨¢bados y domingos, todo el a?o menos dos semanas de agosto. Son 18 equipos, 540 jugadores. A veces no pueden jugar todos los partidos en tierra y alquilan el de c¨¦sped artificial del polideportivo. Hace poco el fot¨®grafo del reportaje, David Exp¨®sito, tambi¨¦n de Alcorc¨®n y quien lleva a?os interesado por la liga y retrat¨¢ndola, pas¨® por uno de estos partidos en c¨¦sped. Un jugador que estaba perdiendo le dijo: ¡°Es que aqu¨ª no sabemos jugar¡±. Los m¨¢s jovencitos de la liga, nacidos en Espa?a, prefieren la superficie sint¨¦tica. Los mayores se apegan a la tierra. Es su f¨²tbol. Su tierra.
Y en un polideportivo no habr¨ªa lugar para los puestos de comida donde se reencuentran con el sabor ecuatoriano. ¡°Ya no son platos que se hagan a diario en las casas. Aqu¨ª el hombre y la mujer trabajan y no hay tiempo. Adem¨¢s, estamos habituados a lo t¨ªpico de aqu¨ª, al cocido, a los canelones, al filete con patatas¡±, dice Quishpe. Al borde del terreno de juego mira el partido y come una familia sentada en sillitas de tijera. Uno remueve una sopa. ¡°Eso es yahuarlocro¡±, explica Quishpe. ¡°Es una sopa con intestinos de cordero y patata. Est¨¢ bueno normalmente, aunque depende del gusto¡±.
En un polideportivo tampoco podr¨ªa sonar tan alto el conmovedor vallenato ni tan ca?era y festiva la electrocumbia que pinchan al cabo de un rato.
No pagan por jugar en el solar. El resto se lo financian con las cuotas de los equipos. Quishpe, alba?il, es el encargado de marcar las l¨ªneas del campo. Se suele usar tiza. ?l usa escayola: ¡°Es m¨¢s barata y la encuentro f¨¢cil¡±. Para marcar las rayas se mont¨® un carrito casero. ¡°Compr¨¦ una chapa galvanizada, dibuj¨¦ una plantilla, la cort¨¦, la dobl¨¦ y la arm¨¦ con el tirador de un carrito casero de esos de ir a hacer la compra¡±. Hasta hace poco era un jugador m¨¢s de la liga. Lleg¨® a ganar un campeonato con el Palmeiras. Lo dej¨® cuando el entrenador dej¨® de contar con ¨¦l. Era un portero ¨¢gil y bravo, aunque le hab¨ªa ido cogiendo miedo a la posici¨®n despu¨¦s de un golpe en su pa¨ªs y otro en Espa?a: ¡°Fui a por un bal¨®n dividido y ca¨ª al suelo. Cuando abr¨ª los ojos, hab¨ªa tres ambulancias a mi lado¡±.
La mayor¨ªa de los jugadores son de origen ecuatoriano, pero hay de otros pa¨ªses latinoamericanos.
Espa?oles de los de toda la vida ¡ªpor llamarlos de alguna manera¡ª solo hay tres. Preguntamos por qu¨¦ al vicepresidente, Alexis Guacallante, un espa?ol de esta Espa?a que ya es otra Espa?a, y dice: ¡°No lo s¨¦. Pero es una buena pregunta¡±. Larga vida a la Liga Ecuatoriana Casa de Campo. Una liga de las de toda la vida.