Coronavirus: grave evento pol¨ªtico
La estrategia trumpista -de Donald Trump- de decirle a la gente solo aquello que quiere o¨ªr no parece lo m¨¢s conveniente ante una pandemia de consecuencias insospechadas
La crisis del coronavirus, definida como pandemia por la OMS desde el pasado mi¨¦rcoles, es, por delante de cualquier otra consideraci¨®n, una emergencia sanitaria mundial que est¨¢ poniendo a prueba las fortalezas y flaquezas, seg¨²n, de los sistemas de salud; pero, tambi¨¦n, es un grave acontecimiento pol¨ªtico y social que va a someter a un test de estr¨¦s a los gobiernos y las ciudadan¨ªas. Los valencianos no somos inmunes -ya que estamos- a ello.
No es el momento de situar en primera l¨ªnea del an¨¢lisis si las decisiones adoptadas han sido o no las correctas; si se debi¨® actuar o no con mayor celeridad desde las diferentes instancias administrativas o si la coordinaci¨®n entre las mismas ha sido eficaz o una cascada de desprop¨®sitos. De todo ha habido.
Tiempo habr¨¢ para ello cuando lo urgente -contener el n¨²mero y el ritmo de contagios por el virus para evitar el colapso sanitario- deje espacio a lo importante: analizar cada actuaci¨®n para extraer consecuencias de cara al futuro, adem¨¢s de exigir responsabilidades por los desacatos y/o reconocer el ¨¦xito por los aciertos. Cuando llegue ese momento, deberemos ignorar las voces que se suelen agrupar bajo el est¨²pido encabezamiento de ¡°yo ya lo dije¡±. En situaciones de crisis, agudizadas por la ansiedad y la incertidumbre ciudadanas, las decisiones racionales se adoptan desde los poderes p¨²blicos atendiendo a la informaci¨®n disponible en cada momento, informaci¨®n que, como estamos observando, se modifica a la carrera. La cr¨ªtica mezquina est¨¢ de sobra.
La suspensi¨®n de dos de las grandes fiestas de la Comunidad Valenciana -las fallas de Valencia y la Magdalena de Castell¨®n- ha sido una decisi¨®n de gran calado pol¨ªtico con la que nadie, en su sano e informado juicio, pod¨ªa estar en desacuerdo. El estado de alarma declarado en toda Espa?a hace unas horas deja en fuera de juego la tentaci¨®n de discursos oportunistas y demagogos. Es comprensible el malestar generado en los ambientes festeros y empresariales afectados por el decreto del Consell anunciado por Ximo Puig, su presidente, con toda solemnidad y en tono circunspecto. Pero, ?en qu¨¦ confiaban? ?En mantener los festejos a¨²n a riesgo de convertir a la Comunidad Valenciana en la zona cero patria del coronavirus? La solidaridad con las fiestas y sus principales protagonistas acaba donde empieza la obligaci¨®n de procurar por el bien com¨²n.
Durante d¨ªas hemos asistido al bochornoso espect¨¢culo de contemplar c¨®mo los diferentes actores pol¨ªticos obligados a tomar decisiones lanzaban la pelota de la suspensi¨®n o aplazamiento para depositarla en el tejado del contrario, agobiados todos ellos por las repercusiones sociales y econ¨®micas. Adem¨¢s de echarle arrestos pol¨ªticos, lo que tocaba, como en el chiste, era lanzar la plegaria de ¡°virgencita, virgencita, que me quede como estoy¡±.
El pasado jueves, el periodista Enric Juliana escrib¨ªa en el diario La Vanguardia: ¡°Espa?a quiz¨¢ tendr¨¢ que agradecerle a Italia la dr¨¢stica cuarentena¡±. A?adimos: y la Comunidad Valenciana, especialmente, tambi¨¦n deber¨¢ estar agradecida a los italianos. La suspensi¨®n de los carnavales de Venecia y las medidas siguientes implementadas con cadencia de masclet¨¢, hasta el estallido final del cierre de todos los negocios -a excepci¨®n de farmacias y supermercados- han servido de inspiraci¨®n a los responsables pol¨ªticos, suponemos, y tambi¨¦n a los valencianos para aceptar lo que se ya se nos ha venido encima y lo que resta por venir. China nos pillaba muy lejos.
La estrategia trumpista -de Donald Trump- de decirle a la gente solo aquello que quiere o¨ªr no parece lo m¨¢s conveniente ante una pandemia de alcance y consecuencias, a fecha de hoy, insospechadas.
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