Un Ej¨¦rcito para exterminar el coronavirus
Militares armados de motobombas con lej¨ªa y drones para fumigar cultivos luchan por extinguir la pandemia
A las 7.30, con el term¨®metro a dos grados y las calles de Madrid desiertas bajo el estado de alarma, el cuartel general de la Unidad Militar de Emergencias (UME), en la base de Torrej¨®n de Ardoz (Madrid), es un hervidero. Las patrullas se afanan en recoger equipos de protecci¨®n y bolsas con bocadillos, mientras se imparten las ¨²ltimas instrucciones antes de subir a los veh¨ªculos.
Es el d¨ªa 19 de la Operaci¨®n Balmis y la primera unidad que sali¨® a la calle cuando se mand¨® zafarrancho de combate contra la pandemia no levanta el pie del acelerador. ¡°Toda la UME est¨¢ movilizada. Cada d¨ªa sacamos a la calle m¨¢s de mil militares y otros muchos les dan apoyo¡±, explica el teniente coronel Felipe Ruiz G¨®mez, jefe de Operaciones. Estamos en temporada baja de incendios, cuando muchos en la UME tomaban vacaciones, pero los permisos se han suspendido hasta nueva orden.
El JOC (Centro de Operaciones Conjuntas) es una instalaci¨®n cr¨ªtica. A la entrada, un soldado toma la temperatura y ofrece gel para desinfectar las manos. Los miembros del Estado Mayor guardan distancia f¨ªsica y mantienen turnos separados para evitar que un contagiado pueda contaminar a su relevo. ¡°Tenemos gente aislada, pero es una minor¨ªa. Tomamos medidas para protegernos y de momento lo estamos logrando¡±, afirma el teniente coronel. Fuentes de la UME aseguran que el porcentaje de aislados ronda el 5%, pero que el virus ha llegado de su entorno familiar y social, no a trav¨¦s de la unidad.
El brigada F¨¦lix Rodr¨ªguez Lozano, jefe del pelot¨®n de transporte, ultima la salida de tres camiones y un jeep sobre los que se han montado ca?ones nebulizadores. Se dise?aron para eliminar polvo en suspensi¨®n de canteras y obras, pero ahora pulverizan un c¨®ctel de agua e hipoclorito de sodio (lej¨ªa) al 5% sobre fachadas, accesos de hospitales o viales p¨²blicos.
Sus dep¨®sitos de 4.000 litros almacenan la misma mezcla que cargan en sus mochilas los 15 militares que manda el teniente Alejandro Cruz Mart¨ªn, que se enfundan su traje de buzo (gafas, mascarilla, mono y botas impermeables) antes de cruzar el umbral de una residencia de mayores en Legan¨¦s.
En el fragor de los primeros d¨ªas, nadie cont¨® el tiempo que pasaban los soldados expuestos a emanaciones t¨®xicas en espacios cerrados y muchos se quejaban de jaquecas y n¨¢useas. Ahora limitan las tareas de desinfecci¨®n a 45 minutos por hora, con un cuarto de hora para airearse.
Es una residencia de cuatro plantas, con 180 camas. El reconocimiento previo indica que puede haber 53 contagiados, pero el teniente Cruz evita confirmarlo. Antes de empezar la desinfecci¨®n, con ayuda de dos motobombas de las que se usan para combatir incendios, se reubica a los internos, aislando a los que tienen s¨ªntomas. La situaci¨®n del centro, asegura al militar, es aceptable; cuenta con m¨¦dicos, enfermeros, auxiliares y personal de mantenimiento.
Los ancianos no parecen alarmados por la irrupci¨®n de los soldados. Algunos reconocen sus galones de cuando hicieron la mili y uno les regal¨® incluso la galleta (etiqueta) con su apellido que luci¨® en el uniforme.
Antes de irse, instruyen al personal en la prevenci¨®n de infecciones: poner en la entrada un trapo con lej¨ªa para los zapatos y frotar diariamente pomos, picaportes y todo lo que est¨¦ al alcance de la mano. Sus consejos, asegura el teniente, se cumplen a rajatabla y en algunas residencias el aluminio ya blanquea.
Cinco de los militares llevan un mono amarillo, en vez del blanco de sus compa?eros, y mascarillas de fieltro. Pertenecen al Grupo de Intervenci¨®n de Emergencias Tecnol¨®gicas y Ambientales (Gietma), preparado para afrontar accidentes qu¨ªmicos o fugas radiactivas. Sus 145 miembros se encargan de las llamadas ¡°zonas rojas¡±, donde han estado enfermos de coronavirus y para cuya desinfecci¨®n no basta la lej¨ªa y se usan productos m¨¢s potentes, como per¨®xido de hidr¨®geno (agua oxigenada) o sanosil con iones de plata.
¡°Los m¨¢s duro es ver el sufrimiento de la gente. Especialmente en las residencias¡±, explica su jefe, el teniente coronel Antonio N¨²?ez Ortu?o. ¡°Todos tenemos padres o abuelos y es f¨¢cil identificarse con esos mayores que lo est¨¢n pasando mal. Algunas residencias est¨¢n mejor y otras peor, pero la situaci¨®n es mala en general. Esto ha desbordado a todo el mundo¡±.
El Gietma asume las tareas m¨¢s peligrosas. ¡°Quiz¨¢ lo que m¨¢s riesgo entra?a¡±, explica N¨²?ez Ortu?o, ¡°es el traslado de pacientes y el embolsamiento y preparaci¨®n de los cad¨¢veres, por la gran carga emocional que conlleva. Tratamos de hacerlo de la forma m¨¢s digna posible. Y m¨¢s segura tambi¨¦n¡±.
¡°Nuestra principal preocupaci¨®n¡±, agrega, ¡°es no exponer a nuestras familias. En el trabajo estamos concentrados en lo que hacemos, confiamos mucho en nuestro material, nuestra instrucci¨®n y nuestros procedimientos y no percibimos el riesgo pero, cuando llegas a casa, empiezas a pensar que quiz¨¢ podr¨ªan contagiarse tus seres queridos¡±.
El cabo 1? Javier Santos y el soldado Javier S¨¢nchez acuden al Ayuntamiento y a la Guardia Civil de Becerril de la Sierra (Madrid) para informar de su llegada. Junto a la casa cuartel aparcan su veh¨ªculo y despliegan los drones que traen en el maletero. Uno pesa 18 kilos, tiene 45 minutos de autonom¨ªa y lleva una c¨¢mara ¨®ptica y otra t¨¦rmica. Incorpora un altavoz que puede sobresaltar al imprudente excursionista con una voz llegada del cielo advirti¨¦ndole de que vuelva a casa si no quiere ser sancionado.
El otro dron lo ha prestado una empresa espa?ola. Lleva un dep¨®sito de 10 litros con insecticida para fumigar cosechas, pero ahora se usa para desinfectar grandes extensiones (hasta dos campos de f¨²tbol) o lugares inaccesibles.
¡°En los incendios e inundaciones ves el riesgo. El fuego se ve, las casas inundadas se ven, el nerviosismo se palpa. Aqu¨ª estamos luchando contra algo que hasta que no nos afecta de lleno no lo vemos¡±, reflexiona el teniente Cruz. ¡°Esto se est¨¢ prolongando en el tiempo. Las inundaciones de Murcia fueron 10 d¨ªas, un incendio cuatro o cinco. Aqu¨ª ya llevamos 19. Es una situaci¨®n a la que no est¨¢bamos acostumbrados, ni por medios ni por procedimientos¡±, reconoce el teniente Cruz.
¡°Esta es una emergencia que nadie esperaba¡±, remacha el jefe de Operaciones de la UME, ¡°una situaci¨®n excepcional a la que nos hemos tenido que ir adaptando¡±. Sobre la marcha.
La estrategia de ataque a un incendio forestal tiene varias fases. Primero hay que perimetrarlo, contener su avance dentro de unos l¨ªmites; despu¨¦s estabilizarlo, controlarlo, extinguirlo y al final vigilarlo y enfriarlo para evitar que resurja de sus rescoldos. En la UME saben por experiencia que, una vez frenada la expansi¨®n del contagio, solo estar¨¢ hecho la mitad del trabajo.
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