En memoria del presidente Lavilla
Su muerte priva al Congreso de los Diputados de una de sus referencias en la historia de la Espa?a democr¨¢tica moderna
La muerte de Landelino Lavilla en el d¨ªa de hoy priva al Congreso de los Diputados de una de sus referencias en la historia de la Espa?a democr¨¢tica moderna.
Tuvo la responsabilidad de ejercer la presidencia de la C¨¢mara en una oportunidad irrepetible: la puesta en marcha efectiva del sistema pol¨ªtico y jur¨ªdico derivado de la Constituci¨®n Espa?ola, aprobada s¨®lo unas semanas antes de ser elegido por primera vez diputado e, inmediatamente, presidente de la I Legislatura Constitucional 1979-1982.
Fue un periodo que requiri¨® del presidente de la C¨¢mara temple y rigor en grado sumo, virtudes que Landelino Lavilla asegur¨® a lo largo de su mandato. Ocasiones tuvo para demostrarlas. Bajo su presidencia, en efecto, no solo la C¨¢mara desarroll¨® uno de sus momentos m¨¢s vertiginosos en lo que se refiere a su actividad normativa (en tres a?os y medio se debatieron y aprobaron 33 leyes org¨¢nicas, 231 leyes ordinarias y 71 decretos-ley) sino que vivi¨® debates ¡°inaugurales¡±: entonces se celebr¨® el primer debate de investidura conforme a lo previsto en el art. 99 de la Constituci¨®n y un a?o m¨¢s tarde, en el breve lapso de unos meses, se ejerci¨® la primera moci¨®n de censura y tambi¨¦n la primera cuesti¨®n de confianza de nuestra vida parlamentaria.
Antes de su presidencia, Landelino Lavilla hab¨ªa incorporado a su saber jur¨ªdico como letrado del Consejo de Estado (donde m¨¢s tarde ha ejercido, hasta hoy mismo, como consejero permanente), la experiencia impagable de formar parte del Gobierno de Espa?a como ministro de Justicia. Desde el viejo palacio de Noviciado tuvo papel protagonista, entre otras muchas cosas, en la preparaci¨®n de la Ley de Amnist¨ªa y en la de la Ley para la Reforma Pol¨ªtica; ambas, piezas clave de nuestra Transici¨®n.
Todo esto es lo que ten¨ªa presente cuando, a los pocos d¨ªas de mi elecci¨®n como la ¨²ltima, por ahora, de sus sucesores al frente del Congreso, le llam¨¦ para concertar una cita con el fin de aprender de su experiencia y tambi¨¦n honrarle con mi reconocimiento.
La imagen del presidente Lavilla con la que fui a su encuentro era la de su gesto grave la tarde en que se produjo el intento de golpe de Estado en 1981. Cuando, tras unas horas de conversaci¨®n, me desped¨ª de ¨¦l, me march¨¦ con otra bien distinta: la de quien, el 25 de febrero de ese a?o, una vez desbaratado el golpe, no solo reclam¨® sin ambages la exigencia estricta de responsabilidad para los culpables, sino algo mucho m¨¢s importante y m¨¢s esperanzador en aquellas fechas: ¡°Es el momento de declarar ¡ªdijo¡ª que hoy un aut¨¦ntico grito de ?Viva Espa?a! no encierra una verdad distinta que la de ?Viva la Constituci¨®n! y ?Viva la democracia!¡±. Es una afirmaci¨®n en la que todos, en estas horas tan dif¨ªciles de hoy, podemos y debemos encontrarnos.
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