Mar¨ªa Luisa Aparicio y la consolidaci¨®n de una justicia democr¨¢tica
Magistrada de prestigio, presidi¨® juicios como el de Los Albertos o el del Madrid Arena
Estas son unas l¨ªneas que me gustar¨ªa no tener que escribir. Este s¨¢bado despedimos a los 65 a?os a la magistrada Mar¨ªa Luisa Aparicio, una persona fundamental en la consolidaci¨®n de una justicia democr¨¢tica, basada en los valores constitucionales. Ingres¨® en la carrera judicial en 1981, en la 27 promoci¨®n de jueces y fiscales. Comparti¨® hornada con personalidades tan significadas como la anterior alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena; con la ministra de Defensa, Margarita Robles; con la ex fiscal general de Estado, Consuelo Madrigal; o con Baltasar Garz¨®n. Pero no se llamen a enga?o, ser menos conocida en absoluto relega la importancia de la funci¨®n que desempe?¨® pr¨¢cticamente hasta el final de sus d¨ªas: administrar justicia con el decidido prop¨®sito de acercarla al ciudadano. Una justicia independiente, como la configur¨® la Constituci¨®n, amable y de calidad, orientada a garantizar los derechos y libertades de la ciudadan¨ªa. Esa era su m¨¢xima, y la cumpli¨®.
Pas¨® por los juzgados de Caspe, Villalpando, Medina de Rioseco y Santa Cruz de Tenerife, hasta que, en diciembre de 1983, ya como magistrada, lleg¨® al Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 8 de Madrid, la primera mujer en ocupar un ¨®rgano de ese tipo en la capital. Los juzgados de instrucci¨®n eran el primer dique de contenci¨®n en a?os duros: la violencia callejera, la droga, el sida¡ Y all¨ª estuvo Marisa, hasta que en septiembre de 1989 tom¨® posesi¨®n como presidenta de la Secci¨®n S¨¦ptima de la Audiencia Provincial de Madrid, uno de los tribunales m¨¢s sobrecargados de la planta judicial, donde permaneci¨® hasta que el pasado mes de octubre se jubil¨®. Como ver¨¢n, no hu¨ªa de las dificultades.
En la Audiencia se consolid¨® como una jurista de prestigio, un referente entre los compa?eros, y lo digo en sentido amplio: jueces, fiscales, letrados, forenses, funcionarios, abogados, procuradores¡., respetada y querida por todos. All¨ª presidi¨® juicios tan relevantes como el de Los Albertos; el de la dram¨¢tica muerte de unas j¨®venes en el Madrid Arena; el del depredador sexual que atacaba a menores en el barrio de Ciudad Lineal, y tantos otros. Lo hizo con inigualable maestr¨ªa. Nadie como ella sab¨ªa dirigir las vistas. Consegu¨ªa algo que parece imposible, conciliar la solemnidad del acto con la cercan¨ªa hacia el ciudadano. Menci¨®n aparte merece la decisi¨®n, precedida de la deliberaci¨®n, esencia y garant¨ªa de un ¨®rgano colegiado. Ese momento que permite a los miembros del tribunal la puesta en com¨²n de las conclusiones extra¨ªdas del juicio, el intercambio de opiniones, opciones jur¨ªdicas o criterios. Un espacio imprescindible, Marisa siempre lo tuvo claro, por mucha que fuese la sobrecarga de trabajo. Deliber¨¢bamos (di¨¢logo, intercambio de pareceres o b¨²squeda de consenso al enfrentar discrepancias) tras los juicios o al resolver los recursos y lo hac¨ªamos durante el tiempo que fuera preciso, y no sin acaloramientos. Nunca perdi¨® la calma. Como presidenta dirig¨ªa los debates, y lo hac¨ªa con sosiego, sin alterarse, escuchando y convenciendo. Cuando no lo lograba lo asum¨ªa con deportividad. Cu¨¢nto nos ense?¨®.
Marisa fue una mujer de firmes convicciones, amante de su profesi¨®n, implicada en mejorar la justicia. Inquietudes que le llevaron desde muy pronto a afiliarse a la asociaci¨®n Juezas y Jueces para la Democracia, en la que milit¨® durante toda su carrera. En octubre de 2019, apenas cumplidos los 65 a?os, se jubil¨®. Estaba contenta, dispuesta a disfrutar de un merecido tiempo libre, pero el destino le jug¨® una mala pasada. En solo unos meses la enfermedad ha acabado con ella.
Se ha ido como vivi¨®. Con sobriedad, manteniendo toda la dignidad en los momentos m¨¢s duros, sin olvidar la iron¨ªa y el humor que tan bien supo administrar. No solo Luis ha perdido a su compa?era de vida, Jaime a esa madre con la que siempre mantuvo una especial conexi¨®n, y muchas y muchos a nuestra gran amiga. Nos ha dejado una gran jurista, una de esas personas que se merecen ser recordadas por lo que fue y por c¨®mo lo fue. En estos momentos en los que el dolor nos desgarra solo nos queda celebrar que ha vivido.
Ana Ferrer Garc¨ªa es magistrada de la Sala Segunda del Tribunal Supremo.
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