Antonio, ?a qui¨¦n le has ido a robar, criatura?
Un acusado en un juicio roba el bolso a una secretaria judicial en M¨¢laga
¡ªNo lo tengo, te lo juro.
¡ª?Devu¨¦lvemelo!
¡ªQue no, que no lo tengo...
Entonces intercedi¨® la madre:
¡ªAntonio, Dios m¨ªo, devu¨¦lveselo. ?A qui¨¦n le has ido t¨² a robar, criatura?
Horas antes, Antonio Castillo, un malague?o de 40 a?os con problemas de drogadicci¨®n, le hab¨ªa robado el bolso a la secretaria judicial que ahora ten¨ªa en frente, en el descansillo de su casa. Su madre, que lleva sufriendo d¨¦cadas los problemas de su hijo, se echaba las manos a la cabeza. No pod¨ªa creerse que en la ma?ana de este mi¨¦rcoles, despu¨¦s de testificar como acusado en un juicio por lesiones, su hijo le iba a robar a una funcionaria a la salida del juzgado. No sal¨ªa de un l¨ªo cuando se met¨ªa en otro.
El robo ocurri¨® en el despacho de Maribel ¨Dque prefiere no dar su apellido¨D, la letrada judicial del Juzgado de Instrucci¨®n de Torremolinos (M¨¢laga). Las prisas, el ajetreo que viv¨ªan los juzgados esa ma?ana y la necesidad de revisar documentos llevaron a esta secretaria judicial a dejar el bolso a la entrada de su oficina. Por all¨ª vio pasar a un hombre, rapado, con camiseta negra y mediana edad, que hizo alg¨²n gesto raro al pasar por su puerta. Media hora despu¨¦s, cuando la mujer fue a buscar su bolso para desplazarse a otra sede judicial, no lo encontr¨®. ¡°Me puse nerviosa, no tanto por el dinero como porque ah¨ª estaban las llaves de la casa, el coche, la documentaci¨®n¡ me hab¨ªa quedado sin nada¡±, subraya Maribel. Tuvo suerte: cuando lo comunic¨® a sus compa?eros y se refiri¨® a la persona de la que sospechaba, un cabo de la Guardia Civil supo quien era. Se trataba de Antonio, que acababa de asistir a un juicio por agredir a alguien con una navaja de ocho cent¨ªmetros de hoja.
Los guardias del juzgado ten¨ªan el contacto de la madre del ladr¨®n, as¨ª que antes de proceder a poner la denuncia por el hurto, Maribel decidi¨® llamarla. Le coment¨® entonces que su hijo le hab¨ªa robado el bolso y que le daba igual que se quedara con el dinero ¨Calgo m¨¢s de 100 euros- pero que quer¨ªa que le devolviera el resto de cosas. La mujer no supo que responder, m¨¢s all¨¢ de que su hijo estaba metido en las drogas y que no sab¨ªa d¨®nde estaba. Y mientras se lamentaba por la situaci¨®n Antonio apareci¨® por casa. La madre le pas¨® su m¨®vil y, al otro lado, Maribel le puso las cosas claras:
¡°Antonio, no puedes hacer lo que te d¨¦ la gana, entrar a un juzgado y robar un bolso. As¨ª que, o me devuelves el bolso o pasas la noche en el calabozo¡±, explica la funcionaria. ¡°?Qu¨¦ bolso?", me respondi¨®. Le dije que hab¨ªa testigos, c¨¢maras, que sab¨ªamos que hab¨ªa sido ¨¦l¡±, abunda la secretaria judicial, que le puso un plazo: ¡°Quiero mis cosas y yo voy a donde me dig¨¢is¡±. A los 10 minutos, le devolvieron la llamada asegurando que pod¨ªa pasarse por su casa para recoger el bolso. ¡°Y ah¨ª iba yo, con mis tacones, acompa?ada de una patrulla de la Polic¨ªa Nacional a una de las barriadas m¨¢s deprimidas de M¨¢laga a recoger mi bolso¡±, recuerda Maribel.
All¨ª le esperaban Antonio y su madre. Los vecinos asomados por el balc¨®n. Antonio sigui¨® negando que ¨¦l fuera el autor del robo, pero finalmente sac¨® el bolso del interior de la casa y lo devolvi¨® a su due?a. Dentro segu¨ªan las pertenencias de la secretaria y su documentaci¨®n. Faltaban algo m¨¢s de 100 euros. La polic¨ªa le pregunt¨® a la funcionaria si iba a presentar una denuncia, pero ella les dijo que no: ¡°Bastante sufre ya esa mujer por su hijo¡±.
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