Jes¨²s Ezquerra Calvo, un embajador al servicio de la modernizaci¨®n de Espa?a
El diplom¨¢tico fue a principios de los ochenta director general de Asuntos Religiosos, puesto desde el que defendi¨® la libertad religiosa, la aconfesionalidad del Estado y las relaciones de cooperaci¨®n con la Iglesia cat¨®lica y las dem¨¢s confesiones
El pasado 19 de junio falleci¨® en Madrid Jes¨²s Ezquerra Calvo, embajador de Espa?a. En su homenaje escribo estos recuerdos de un tiempo en que compartimos responsabilidades pol¨ªticas, origen de una amistad que desde entonces se ha mantenido inalterable.
En diciembre de 1982, un grupo de funcionarios p¨²blicos sin experiencia de gobierno llegamos al Ministerio de Justicia. Ten¨ªamos en com¨²n un pasado de rechazo de la dictadura franquista, la adhesi¨®n al proyecto socialdem¨®crata que los espa?oles hab¨ªamos votado con mayor¨ªa absoluta en las elecciones generales de octubre de ese mismo a?o y la confianza en quienes iban a tener la m¨¢xima responsabilidad en la conducci¨®n del Gobierno.
Libremente decidimos poner al servicio de la modernizaci¨®n de Espa?a toda nuestra capacidad. Sin l¨ªmites de tiempo, con lealtad a los valores que compart¨ªamos, nos entregamos al trabajo de promover las transformaciones jur¨ªdicas, sociales, econ¨®micas y culturales incluidas en el programa comprometido con los ciudadanos.
La confianza rec¨ªproca, la lealtad sobre todo al pueblo espa?ol ordenaron las conductas de cuantos, a lo largo de varios a?os, ve¨ªamos salir y ponerse el sol en el caser¨®n de la calle de San Bernardo mientras trabaj¨¢bamos sin reposo. Nada nos distrajo del cumplimiento de las obligaciones.
Cerca del comienzo de tan apasionante andadura, a este grupo de personas, se incorpor¨® Jes¨²s Ezquerra, procedente de la carrera diplom¨¢tica, para ocupar el delicado puesto de director general de Asuntos Religiosos, desde el que defendi¨® la libertad religiosa, la aconfesionalidad del Estado y las relaciones de cooperaci¨®n con la Iglesia cat¨®lica y las dem¨¢s confesiones, en cumplimiento de lo dispuesto en el art¨ªculo 16 de nuestra Constituci¨®n.
Antes, durante y despu¨¦s de aquellos a?os, en todas las diferentes misiones que desempe?¨®, fue Jes¨²s un ejemplar servidor del Estado democr¨¢tico. Ejemplar por el rigor de su trabajo, la inteligencia de sus propuestas y decisiones, el sentido de la anticipaci¨®n, la f¨¦rtil capacidad de terminar las cosas y la fortaleza para remover obst¨¢culos sin estr¨¦pito, suaves las formas, con la fuerza de la ley.
Contribuy¨® a resolver muchos problemas, impuls¨® reformas importantes y supo resistirse a cuantas presiones externas estaban en oposici¨®n a los principios que ordenaron la funci¨®n p¨²blica que ten¨ªa encomendada. La coherencia pol¨ªtica, la congruencia y la honestidad c¨ªvica inspiraron sus actuaciones.
Nunca olvidar¨¦ la invalorable ayuda del embajador Ezquerra durante la celebraci¨®n de los actos que tuvieron lugar en Madrid, Aranjuez y Toledo con motivo de la presencia en Espa?a ¡ªla primera vez tras el fin de la dictadura¡ª de todos los ministros de Justicia del Consejo de Europa. Jes¨²s me facilit¨® las largas conversaciones mantenidas con los ministros de Justicia de Francia y B¨¦lgica ¡ªBadinter y Gol¡ª, que tan ¨²tiles fueron para afrontar los problemas de la lucha contra el terrorismo.
Cuando dej¨® el Ministerio de Justicia fue para implicarse en tareas si cabe m¨¢s importantes aun, propias del servicio exterior, entre ellas, las de subsecretario del Ministerio de Asuntos Exteriores y de embajador ante la Santa Sede. En todas dej¨® la huella de su excelencia y de su integridad. Descanse en paz tan ilustre y admirable servidor del Estado democr¨¢tico, tan fiel amigo.
Fernando Ledesma Bartret fue ministro de Justicia entre diciembre de 1982 y julio de 1988.
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