Le¨®n se repuebla con acento colombiano
Una serie de proyectos que facilitan la llegada de extranjeros que reclaman refugio en Espa?a revitaliza varios municipios en riesgo demogr¨¢fico de la provincia
La familia colombiana pas¨® del horror de verse amenazada por la guerrilla de las FARC en Colombia, por unos terrenos que les exig¨ªan, a la paz de debatir pausadamente sobre gastronom¨ªa en Bra?uelas (Le¨®n, 200 vecinos). El matrimonio y sus dos hijos abandonaron Cali y sus tres millones de habitantes rumbo a Espa?a, donde aterrizaron en diciembre de 2019, para solicitar asilo. Entonces entraron en un bucle de papeleo, burocracia y dudas hasta que un proyecto de la Diputaci¨®n de Le¨®n y varias asociaciones les dieron una soluci¨®n: instalarse en un pueblito. Las condiciones empujaron a aceptar el reto, pues les daban empleo, apoyo con la vivienda y los chavales ser¨ªan escolarizados. Bra?uelas, a cambio, ganaba vida, futuro y la reapertura de un aula.
La tranquilidad manda en una terraza de una vieja nave ferroviaria transformada en moderno bar junto a las traviesas del tren y los traviesos ni?os que corretean en el jard¨ªn. El sol ba?a los tejados de pizarra y muros de piedra, tan comunes en Le¨®n como extra?os en Colombia, mientras R.O. y J.M., que piden no relevar su identidad, relatan sus andanzas. Un corro de sillas acoge a los integrantes de las ONG que han facilitado su proceso y a la alcaldesa, Carolina L¨®pez (PSOE), tambi¨¦n impulsora del plan Nuevo Comienzo, que defiende la inclusi¨®n de migrantes en lugares en riesgo demogr¨¢fico. ¡°Son los ¨²ltimos trenes que pasan por los pueblos, no vemos otro futuro¡±, suspira la en¨¦rgica regidora, cr¨ªtica con los escasos ferrocarriles que se detienen en la cercana estaci¨®n. Gracias a esos menores han logrado aumentar el alumnado y disponer de una nueva aula en el colegio.
L¨®pez insiste en reclamar m¨¢s transporte, servicios y cobertura para que ¡°los pueblos se llenen¡±. La gente de Bra?uelas apenas tiene comunicaci¨®n con Astorga, cabeza de comarca y referente sanitario para vacunaciones o pediatras, ya que una distancia que en coche se cubre en apenas 40 minutos, ida y vuelta, en transporte p¨²blico obliga a dedicarle el d¨ªa entero, dada la escasez de frecuencias. Por no hablar, subraya, de que ¡°la gente de pueblo tambi¨¦n puede ir a Madrid¡±, un servicio casi quim¨¦rico pese a la cantidad de trenes que atraviesan estos parajes de Le¨®n y conectan el centro de Espa?a con el noroeste. De momento, se consuela, la llegada de familias ha permitido la apertura de dos bares y una tienda, todo un notici¨®n. Sus nuevos vecinos, que pronto cumplir¨¢n un a?o como leoneses, celebran la acogida: ¡°Todos nos han ayudado y as¨ª nos ayudan a construir comunidad¡±. Adem¨¢s, han conocido el fr¨ªo aut¨¦ntico y la nieve, in¨¦ditos en su tierra natal.
Una de las claves que ha marcado su bienestar en suelo leon¨¦s pasa por la ¡°comunidad¡± que se han encontrado, pese a haber llegado sin ning¨²n v¨ªnculo con su nuevo hogar. Los chavales pueden salir a la calle sin miedo a los coches o a estar solos, pues siempre habr¨¢ alguien que est¨¦ paseando, pasando la tarde en un banco o trabajando en los exteriores y que pueda echar un vistazo a los menores que llenan de jolgorio tanto el centro de Bra?uelas como las estupendas piscinas y pistas de f¨²tbol del lugar.
La familia anticipa que con los ahorros que est¨¢n logrando acumular gracias a lo asequible que es vivir en un pueblo estudian abrir un negocio de comida colombiana. ¡°Tenemos ganas de tener nuestro negocio, en Cali lo regent¨¢bamos y a ambos nos gustaba mucho¡±, celebran los futuros emprendedores, que aspiran a crear alg¨²n empleo y devolverle a la localidad el cari?o y recursos que les han prestado desde el primer d¨ªa.
El rostro de los sudamericanos muestra hast¨ªo al hablar de la lentitud sufrida en su senda hacia intentar normalizar su situaci¨®n. Todo comenz¨® con la polic¨ªa en Madrid, que les remiti¨® al Samur Social y a la Cruz Roja; despu¨¦s recalaron en Salamanca mediante la asociaci¨®n Accem, hasta que se les ofreci¨® la opci¨®n de Bra?uelas.
Lorena Alonso, representante del colectivo solidario Diacon¨ªa, destaca la ¡°inserci¨®n laboral y personal¡± que necesitan aquellos a quienes las instituciones tardan tanto en contestar. El papel de las ONG, que se coordinan con el departamento de Migraciones, cobra fuerza para ofrecer acomodo o formaci¨®n para quienes no siempre tendr¨¢n suerte: solo el 5% de las peticiones de protecci¨®n internacional se aceptan en Espa?a, seg¨²n datos de Interior, muy lejos de la media europea. La alternativa para conseguir el ¡°arraigo social¡± de tres a?os que permite regularizar su situaci¨®n pasa por ¡°buscarse la vida¡±, lamenta Vicente Guill¨¢n, de C¨¢ritas Le¨®n, apa?¨¢ndose con ¡°contratos en b¡± que propician ¡°la explotaci¨®n y la falta de atenci¨®n p¨²blica¡±. Otra familia se ha ubicado en Alcahueces dentro de este plan de repoblaci¨®n y, aunque prefiere el anonimato, su experiencia tambi¨¦n es ¡°satisfactoria¡±, seg¨²n las ONG.
Un modelo similar de repoblaci¨®n se aplic¨® ya el a?o pasado en La Alcarria (Guadalajara). All¨ª, en la localidad de Pareja, se instalaron tres familias venezolanas cuyos ni?os permitieron que se reabriera otra aula en el colegio. Ahora estos inmigrantes, que trabajan con el apoyo de la plataforma Pueblos con Futuro, residen integrados en el lugar y pagan las rentas de las viviendas con los ingresos que obtienen con sus empleos.
Desmontar t¨®picos
Los colombianos instalados en Le¨®n, por su parte, agradecen que por fin pueden dedicarse a disfrutar de la vida m¨¢s all¨¢ de la jornada laboral. ?l trabaja en una empresa local de recogida de brezo, que da tanto empleo a la comarca como material para las sombrillas de la piscina; ella asiste a ancianos.
La alcaldesa aplaude su implicaci¨®n mientras ellos reniegan de los t¨®picos sobre los extranjeros: ¡°Hay que demostrar que venimos a aportar¡±, se quejan de los prejuicios que algunos fomentan contra los inmigrantes. Los ni?os, que juegan en el parque, ponen cara de desconcierto al pregunt¨¢rseles si han sido bien recibidos, como si fuese insultantemente obvio que s¨ª.
Antonio Morayo, de 73 a?os, pasea por este hist¨®rico municipio minero y combina una cl¨¢sica cachava con una moderna gorra con una pantera. ?l tambi¨¦n, como otras parroquianas que toman un caf¨¦ al sol, agradece la llegada de extranjeros: ¡°Mantienen los pueblos, que cada vez hay menos gente¡±. Y sigue su camino, sin prisa, en un Bra?uelas que gracias al toque colombiano y a trabajadores senegaleses y gambianos que se dedican al brezo ha conseguido regatear los augurios que vaticinaban su extinci¨®n.
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