La esperanza hundida de encontrar al marinero Nando
La familia y compa?ero del pescador desaparecido hace tres semanas en el Cant¨¢brico piden m¨¢s medios para hallar el cuerpo
Hace tres semanas y media, el mar acab¨® engullendo al experto pescador Fernando Solano cuando su barco naufrag¨® de madrugada mientras capturaba anchoas en el Cant¨¢brico. Nueve compa?eros lograron ser rescatados por otros buques. Ni rastro de Nando, de 54 a?os, tripulante del Maremi, pesquero del puerto de Santo?a (Cantabria, 11.000 habitantes) hundido a 130 metros de profundidad. La familia cree que el cuerpo se encuentra all¨ª atrapado desde aquel 15 de julio, pero las autoridades han reducido la intensidad de la b¨²squeda ante las dificultades de descender hasta ese abismo a nueve millas de una zona al oeste de Santander.
Mariano Solano, marinero santo?es de 47 a?os y hermano del desaparecido, critica que los operativos de rescate dejaran hundirse al nav¨ªo antes de acometer la b¨²squeda. Seg¨²n Solano, esto dificult¨® hallar a Nando, pues a tanta profundidad las labores son muy complejas. ¡°Y pregunto yo, amigo, cu¨¢nto se han gastado en buscar al criminal de Tenerife [el hombre tambi¨¦n desaparecido que se llev¨® a sus dos hijas en abril en una embarcaci¨®n en Canarias, sin localizarse a¨²n a una de ellas] o al ni?o que se cay¨® al pozo [el beb¨¦ Julen, desaparecido en M¨¢laga en 2019 y hallado tras 13 d¨ªas de rescate]¡±. Solano insiste en agradecer cada c¨¦ntimo empleado en ayudar a los perjudicados por ambos casos, pero reclama lo mismo para el de su hermano. El despliegue de Salvamento Mar¨ªtimo incluy¨® varios buques especializados en estas tareas y un robot dirigido por control remoto para inspeccionar las profundidades, pero sin ¨¦xito. Las autoridades anunciaron que, tras 10 jornadas sin fruto, los trabajos se reducir¨ªan al rastreo de la superficie marina. Solano es el primero que asume los riesgos del gremio, pero no por ello acepta que su hermano, que ha faenado desde los 16 a?os, siga sin ser localizado.
Susana L¨®pez es la esposa de Nando y madre de dos hijas, de 24 y 20 a?os. ¡°No quiero hablar con nadie, solo que sigan buscando aunque digan que es imposible¡±, solloza. L¨®pez se siente ¡°apoyada por la gente¡± de una villa marinera que conoce bien desgracias de este tipo. El llanto interrumpe sus palabras, pronunciadas por tel¨¦fono porque sigue sin verse en condiciones de tratar el tema en persona.
El cari?o de los vecinos de Santo?a lo notan en cada paseo por las calles, pues el mar sirve de sustento a tantas familias que pocas se han librado de alg¨²n susto. Lo cuenta Guillermo Revilla, que peina canas y mira a los tripulantes que trabajan sin tregua para ordenar las naves entre el olor a pescado, salazones y algas. Los grupos colocan las artes de la pesca y lo preparan todo para la siguiente salida de la campa?a de bonito y anchoa. Revilla ha dedicado su vida a la pesca y al marisqueo. Rememora un grave episodio de 2004, en el que una embarcaci¨®n del pueblo se hundi¨® y solo hallaron tres de los cuerpos. Dos siguen desaparecidos. ¡°Nunca m¨¢s se supo de ellos¡±.
La jornada en la que el Maremi volc¨® demostr¨® la peligrosidad del mar. No era d¨ªa de fuertes mareas ni borrascas, y a¨²n as¨ª se desencaden¨® la tragedia. Los marineros especulan con que un posible sobrepeso de pesca hizo zozobrar al nav¨ªo. Solo la r¨¢pida intervenci¨®n del Siempre Alba, uno de los pesqueros que peinaba la zona, impidi¨® que se engrosara la lista de bajas de aquella tripulaci¨®n. Mariano Solano, el hermano de Nando, tambi¨¦n se encontraba en esas mismas aguas. Ayud¨® a salvar a los hombres que se aferraron como pudieron al corcho que permite flotar a las redes. ¡°Pregunt¨¦ por mi hermano pero nadie pudo decir nada¡±, lamenta. La fatalidad quiso que unos d¨ªas despu¨¦s de la desgracia, el Siempre Alba se incendiara y sus ocupantes tambi¨¦n necesitaran auxilio, una demostraci¨®n seg¨²n estos hombres de que no pueden permitirse ni un segundo de relajaci¨®n cuando navegan.
El verano c¨¢ntabro implica que cientos de personas acudan a este municipio, que cuenta con diversos atractivos tur¨ªsticos y paisaj¨ªsticos, aunque el culinario suele anteponerse. Las lonjas y pescader¨ªas acogen colas de clientes deseosos de llevarse uno de esos bonitos reci¨¦n atrapados o las cotizadas anchoas que las m¨²ltiples conserveras locales se encargan de distribuir por los mejores restaurantes. Los visitantes tambi¨¦n se acercan a los amarres para observar y fotografiar a los buques responsables de que ese sabroso pescado acabe en las parrillas y en los platos. Una pareja de madrile?os que pasea por el cuidado puerto, con vistas al parque natural de las marismas de Santo?a, observa este trasiego y reconoce que la noche anterior, desde su hotel del cercano Laredo, vieron de madrugada las luces de los pesqueros y se admiraron de su empleo. ¡°Te imaginas que est¨¢n felices y contentos en la noche, pescando en el mar¡±, comentan, aunque una vez amanecido el d¨ªa y cerca del barco constatan la exigencia de estas vidas ligadas al agua. Ambos, admiten, no sab¨ªan que un marinero se encuentra en paradero desconocido tras hundirse su buque hace tres semanas. Santo?a, en cambio, se resigna ante la falta de noticias de ese veterano navegante al que se trag¨® la mar que les da de comer.
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