Eduardo Madina: ¡°El desgarro de un atentado es tan brutal que el lenguaje no alcanza a describirlo¡±
Hace 20 a?os, ¡°un martes normal¡±, sobrevivi¨® de milagro a un atentado con una bomba lapa adosada en los bajos de su coche. Perdi¨® parte de la pierna izquierda y transit¨® un camino ¡°muy largo y muy dif¨ªcil¡±. La suya es la historia de la recuperaci¨®n de la normalidad en Euskadi. Esta entrevista, ¡°un granito de arena en t¨¦rminos de memoria¡± para evitar el olvido de los hechos dolorosos del pasado
19 de febrero de 2002. Las im¨¢genes muestran un coche convertido en un amasijo de hierros del que cuesta pensar que saliera alguien vivo. Pero sali¨®. Se llamaba Eduardo Madina. Era un joven de 26 a?os que trabajaba, estudiaba, jugaba al voley y participaba en pol¨ªtica como miembro de las Juventudes Socialistas de Euskadi. No era conocido, no llevaba escolta y resultaba un blanco f¨¢cil para una ETA desatada en unos a?os (2000, 2001, 2002) en los que sobrepasaba sus propios l¨ªmites del terror casi con cada atentado. Fue la traca final de la desgraciada tesis de la socializaci¨®n del sufrimiento que llev¨® a ETA a asesinar a cualquiera que planteara una forma de pensar y de vivir con la que ellos no estuvieran de acuerdo. Faltaban nueve a?os para que anunciara que dejaba de matar.
Lo que sucedi¨® a continuaci¨®n es conocido: a Madina le amputaron parte de la pierna izquierda. Dej¨® claro a ETA, en una emocionante declaraci¨®n p¨²blica, que no iba a marcar su vida: ¡°Tengo el coraz¨®n templado y emocionado, no siento odio y quiero decir bien alto que, tras las bombas y las l¨¢grimas, los j¨®venes socialistas vascos seguimos luchando¡±. Se concentr¨® en la rehabilitaci¨®n para poder seguir adelante. Entr¨® en pol¨ªtica de forma mucho m¨¢s intensa. Fue diputado nacional dos a?os despu¨¦s del atentado e intent¨® llegar a secretario general del PSOE en 2014. Perdi¨®. En 2017 abandon¨® la pol¨ªtica y pas¨® a la empresa privada. Ahora trabaja en la consultora Harmon y colabora con medios de comunicaci¨®n.
Pero en esta entrevista regresa al pasado, a aquel d¨ªa en el que ETA le cambi¨® la vida para siempre; a los a?os en que ¡°los entierros eran tan frecuentes como la lluvia¡±. Eduardo Madina (46 a?os) es una de las pocas personas que ha sobrevivido a un coche bomba. Su experiencia vital muestra un asombroso recorrido de entereza y de obstinaci¨®n por apartar de s¨ª cualquier tentaci¨®n autocompasiva; de empe?o en que no se le perciba como una v¨ªctima. O, al menos, no solo como una v¨ªctima. Su historia personal contiene toda la historia de las ¨²ltimas d¨¦cadas del Pa¨ªs Vasco, marcada a fuego por el terrorismo de ETA. En medio del camino de la vida, se encontr¨® en una selva oscura. Pero sali¨® de ella.
Pregunta. Se cumplen 20 a?os de su atentado. ?Por qu¨¦ es importante esta entrevista, hablar de algo ocurrido hace tanto tiempo?
Respuesta. Los hechos del pasado tienen poder pedag¨®gico. Los grandes abismos europeos del siglo XX protegen hoy la historia de Alemania y la historia de Europa, y tambi¨¦n la nuestra. Es muy importante que nunca m¨¢s ninguna idea valga m¨¢s que una vida. Hace no tanto, la mitad de la direcci¨®n de este peri¨®dico estaba amenazada por ETA, igual que la direcci¨®n de mi partido, igual que el Parlamento. La memoria es importante. No para pasar facturas a nadie, sino para que los pa¨ªses se sujeten. Igual no sirve de nada, pero al menos vamos a intentarlo.
P. Vayamos entonces a ese 19 de febrero de 2002.
R. Es un d¨ªa normal, me levanto normal, un martes normal, voy a la cocina, desayuno, me visto, salgo de casa tarde, diluvia. He dicho muchas veces que llueve, pero diluvia. No miro debajo del coche. Arranco y recorro el camino desde mi casa, en la parte alta de Deusto, hasta Sestao. Y cuando estoy a unos 300 metros de la empresa en la que trabajo, el coche explota. Tal cual.
P. ?Qu¨¦ siente?
R. Nada. En cuanto a impacto f¨ªsico, nada. Es tan brutal que no notas nada. Inmediatamente me doy cuenta de que es un atentado de ETA. Abro la puerta, salgo del coche y veo las heridas, sobre todo en la pierna izquierda. Me tumbo en el suelo. Llega un hombre de otro coche, le doy el m¨®vil y le digo ¡°toma, es un atentado de ETA¡±. La ambulancia llega relativamente r¨¢pido y me lleva al Hospital de Cruces; casualmente, donde yo hab¨ªa nacido. Fue todo bastante impresionante. Un desgarro brutal que el lenguaje no alcanza a describir. Da igual lo que digas. Las palabras llegan mal, muy mal. Todo se queda corto.
P. ?C¨®mo fue el despertar en la UCI?
R. Rodeado de pantallas, tubos y ruidos. Todo drogado, con muchos calmantes. Un despertar qu¨ªmico, muy raro de percepci¨®n. Hab¨ªa un doctor, luego vino todo el equipo m¨¦dico. Los d¨ªas que estuve all¨ª fueron momentos muy importantes, porque ah¨ª decides d¨®nde vas a colocar el tr¨ªpode desde el que enfocar tu vida a partir de ese momento. Vi todo con una lucidez que no he vuelto a tener. Supe que hab¨ªa que mirar hacia adelante, que no hab¨ªa que tropezarse en repasar un d¨ªa que no ten¨ªa arreglo. Decid¨ª que el futuro iba a ser m¨ªo y no de ETA. Al principio llor¨¦ y grit¨¦, pero sab¨ªa que estaba en riesgo y quer¨ªa salvarme. Salvarme en un sentido amplio de lo que significa la vida. Y para eso hab¨ªa deberes que hacer: curarse, reiniciarse, adaptarse, empezar algo que iba a ser totalmente distinto.
P. ?Qu¨¦ supuso para su familia, para su madre?
R. No puedo imaginar su dolor, pero a m¨ª me ayud¨® de manera clave y determinante verla bien, verla conmigo. Era una mujer incre¨ªble.
P. Le hab¨ªan amputado una pierna, pero no solo. Su vida iba a cambiar para siempre. ?Cu¨¢ndo empieza a ser consciente?
R. Me llam¨® la atenci¨®n que cuando la gente ven¨ªa a visitarme al hospital, entraban en la habitaci¨®n blancos. Todos. Yo pensaba que era por la impresi¨®n de verme, por el atentado, pero no era solo eso. Para entrar hab¨ªan pasado por delante de dos polic¨ªas encapuchados y armados que custodiaban la habitaci¨®n por si ETA decid¨ªa rematar lo que hab¨ªa empezado. Eso me impresion¨® mucho. Luego me dijeron que no pod¨ªa seguir viviendo en casa de mis padres; que era mejor ir a alguno de los pisos que me ofrec¨ªan con buenas condiciones de seguridad. Por supuesto, ir¨ªa escoltado. Natalia, mi novia en ese momento [Natalia Rojo, de las juventudes socialistas entonces y parlamentaria del PSE de 2005 a 2020] se vino conmigo. Yo creo que ella sinti¨® esa especie de responsabilidad, pero el peso que nos cay¨® encima fue brutal.
P. ?C¨®mo fueron esos meses?
R. Muy agridulces. Estaban los dolores f¨ªsicos, la vuelta a una vida que ya no era igual. Y la realidad de ETA continuaba incluso mientras yo estaba en el hospital. En esos d¨ªas asesinaron a un concejal socialista, Juan Priede, e intentaron matar a una mujer maravillosa que luego he conocido y querido mucho, que en aquellos momentos era concejal en Portugalete, Esther Cabezudo. Yo me centr¨¦ en recuperarme. Iba todos los d¨ªas al hospital, al gimnasio, a rehabilitaci¨®n, para volver a andar y curarme bien de todas las heridas. A la vez, me impliqu¨¦ mucho en las juventudes socialistas. Y tuve que aprender a explicar mi vida sin el deporte, al que hab¨ªa dedicado gran parte de mi tiempo desde los 13 a?os. Esa parte de mi identidad, muy importante para m¨ª, desapareci¨® por completo y para siempre. Fue la gesti¨®n de un gran shock vital. Ese ser¨ªa un buen titular para aquellos d¨ªas.
P. ?C¨®mo manej¨® el miedo?
R. No lo vi venir en los d¨ªas de hospital, pero tuve mucho miedo despu¨¦s del atentado. Pensaba en ello una y otra vez. So?aba con ello. Hablaba con los escoltas. Estaba convencido de que ETA iba a volver. Fue un fen¨®meno psicol¨®gico tremendamente complicado de gestionar, muy agotador, que dur¨® m¨¢s de un a?o.
P. Nunca pidi¨® ayuda psicol¨®gica a pesar del tremendo trauma sufrido. ?Por qu¨¦?
R. La verdad es que no s¨¦ por qu¨¦ no lo hice. No par¨¦ quieto. Llen¨¦ el d¨ªa a d¨ªa de cosas para tener pocos huecos. Y en noviembre me fui a vivir a Bruselas. Empec¨¦ a trabajar ah¨ª, en un mundo nuevo, en un idioma distinto.
P. ?Necesitaba salir de Euskadi?
R. No. Mi relaci¨®n con Bilbao es una carta de amor completa, total y para siempre. Pero me hicieron ver que era bueno y lo vi. Y me vino incre¨ªblemente bien.
P. Su madre muri¨® un mes despu¨¦s de que se fuera a Bruselas.
R. Ante las secuelas de un atentado, tienes capacidad de luchar, y de ti depende minimizar las consecuencias hasta el l¨ªmite de lo que se pueda. Con la muerte de una madre es m¨¢s dif¨ªcil, porque no puedes hacer nada. De hecho, yo aspiro a no superarlo nunca. Es mi manera de que est¨¦ siempre conmigo.
P. ?C¨®mo fue el proceso de afrontar todo lo ocurrido?
R. Muy lento, muy largo y muy dif¨ªcil. Volver a vivir una vida m¨¢s o menos normal en Bruselas, luego aqu¨ª en Madrid o salir elegido diputado no lo soluciona. Despista incluso. Si una ma?ana tu coche explota y est¨¢s vivo de milagro, eso redefine todo, cambia las jerarqu¨ªas. Pero ese proceso de reordenaci¨®n dura muchos a?os. Son experiencias dolorosas, incomprensibles. Te sientes vulnerable, desnudo. Tienes que volver a aprender a vivir siendo due?o de tu propia vida para todo lo que esta tiene de bueno y de malo, y eso implica un esfuerzo enorme. Cuando llegan de nuevo las felicidades plenas empiezas a pensar que est¨¢s viviendo una vida normal.
P. ?Cu¨¢ndo llegaron esas felicidades plenas?
R. A?os despu¨¦s. Hubo cosas preciosas por el camino, pero la m¨¢s plena de todas fue un ni?o que se llama Unax y que naci¨® en 2009. Fue la felicidad m¨¢s sorprendente y m¨¢s incre¨ªble. Es cuando empiezas a ver que la vida adquiere significados nuevos. De todas formas, lo que pas¨® hay que tenerlo bajo vigilancia siempre, porque si una peque?a pieza se descoloca puede desequilibrarlo todo y provocar males mayores.
P. ?Qu¨¦ supone tener un hijo para alguien que ha estado a punto de morir asesinado?
R. Siempre lo he visto en clave de normalidad, que es, adem¨¢s, el peso exacto que quiero poner sobre los hombros de Unax. No quiero proyectar nada. Pero es verdad que es una vida por los pelos. La m¨ªa y, por lo tanto, la suya. De todas formas, no lo pienso demasiado porque mi vida ha adquirido mucho de cotidiano y normal.
Video: Un repaso a fotograf¨ªas del pasado
P. Su hijo naci¨® en un mundo que iba a dejar atr¨¢s el terrorismo muy pronto. Usted, reci¨¦n muerto Franco. ?Qu¨¦ era ETA en ese momento, en enero de 1976?
R. Era una organizaci¨®n terrorista muy fuerte, que se estaba partiendo por la mitad entre la ETA Pol¨ªtico-Militar y la ETA Militar, y que sali¨® de la dictadura mal, sin hacer cambio de ¨¦poca, y con un cierto halo rom¨¢ntico procedente de la lucha antifranquista.
P. Siempre recuerda el funeral de Enrique Casas, al que acude con su padre en San Sebasti¨¢n en 1984, como el momento en el que empieza a darse cuenta de que algo malo pasa en el lugar en el que vive. A partir de ah¨ª, ?c¨®mo procesa un ni?o vivir rodeado de atentados cuando socialmente los mensajes eran, adem¨¢s, contradictorios?
R. Tengo que agradecer a mi madre, a mi padre y a mis abuelos que en mi casa no hab¨ªa mensajes contradictorios. Se hablaba de la verg¨¹enza que supon¨ªa ETA y de lo inaceptable que era que matara. En mi entorno familiar convergen un socialismo democr¨¢tico con un nacionalismo de baja intensidad, moderado y muy volcado en el euskera, pero no independentista. Y con un punto en com¨²n: la vida humana es sagrada y hay que levantarse frente a la injusticia del asesinato terrorista. Yo lo agradezco, porque me coloc¨® mejor en el mundo. No me soportar¨ªa a m¨ª mismo si fuese un vasco de esos que nunca vio nada, que nunca escuch¨® nada, que nunca sinti¨® nada.
P. ?C¨®mo le explicaban en el colegio lo que pasaba?
R. Nunca tuve a un profesor o a una profesora que el d¨ªa de un atentado dijera: hoy vamos a hablar de que han matado a un polic¨ªa tres calles m¨¢s arriba. Y es mucho m¨¢s importante saber que no est¨¢ bien asesinar que el a?o del descubrimiento de Am¨¦rica. Pero me temo que no suced¨ªa en pr¨¢cticamente ning¨²n colegio en el Pa¨ªs Vasco. Hubo mucha gente que pens¨® que la vida ten¨ªa que seguir como fuera, que en su d¨ªa a d¨ªa deb¨ªa absorber la presencia de la violencia terrorista y continuar como si todo fuese normal. Pero mis compa?eros del colegio no justificaban los asesinatos, lo que s¨ª ocurri¨® en el instituto.
P. Esa etapa la define como muy oscura.
R. Fue un shock al principio, porque ven¨ªa de un entorno familiar y escolar en el que no hab¨ªa nadie as¨ª. De repente me encontr¨¦ con un grupo de gente, concentrado en una serie de aulas, que estaba muy organizado y que controlaba el espacio de forma muy eficaz. Supongo que hay gente que estudi¨® conmigo que estaba en contra de la violencia terrorista que quiz¨¢ no lo recuerde as¨ª, pero a m¨ª todo aquello me generaba una gran incomodidad. Uno de los estudiantes de la clase que estaba junto a la m¨ªa termin¨® formando parte del comando que casi me asesina.
P. Con 17 a?os se afilia a la agrupaci¨®n socialista de Deusto. Estamos hablando de mediados de los a?os 90, con ETA matando sin pausa. La decisi¨®n de entrar es uno de esos momentos que definen una vida.
R. Decid¨ª afiliarme porque mis padres me hab¨ªan educado en unos valores cuyos contornos est¨¢n en el ¨¢mbito de la socialdemocracia y me parec¨ªa que eran ideas que ayudaban a entender el mundo. Luego conoc¨ª a un grupo de gente en campamentos de verano que eran militantes de las juventudes socialistas. Uno de ellos, Mikel Torres, hoy alcalde de Portugalete y secretario general de Bizkaia del PSE. Me gustaba lo que hac¨ªan, que era b¨¢sicamente interpretar el mundo con ideas que a m¨ª me parec¨ªan las mejores y no callarse ante injusticias que para m¨ª no eran muy dif¨ªciles de ver. Atentados terroristas, muchas desigualdades sociales, una etapa de dureza por la desindustrializaci¨®n, un paro desenfrenado, la hero¨ªna disparada.
P. Era una Euskadi dura en general, pero tan atravesada por el terrorismo que supongo que pens¨® en el riesgo que pod¨ªa correr.
R. Si no hubiera habido ETA, seguramente mi itinerario ideol¨®gico habr¨ªa sido muy similar. Pero creo que aquello lo aceler¨®. La existencia del terrorismo evidenciaba el mal a mi alrededor y yo cre¨ª que hab¨ªa que hacer algo. Pero no pens¨¦ en m¨ª. Y mi participaci¨®n hasta los 24 o 25 a?os era de unas pocas horas cada no s¨¦ cu¨¢ntos d¨ªas. Mi vida era estudiar, jugar al f¨²tbol, mis amigos y novias. Lo normal para cualquier persona de esa edad.
R. Era, en todo caso, colocarse en el lado inc¨®modo.
R. Bueno, es que vivir bien en Euskadi era haber elegido mal. Porque cuando est¨¢n matando indiscriminadamente, que quien asesina no te vea como un obst¨¢culo est¨¢ mal. Y, si te ve, es dif¨ªcil vivir c¨®modamente. Yo seguramente entr¨¦ a formar parte de algo inc¨®modo, pero correcto. No cambiar¨ªa esa decisi¨®n si volviera atr¨¢s.
P. ?C¨®mo era el Pa¨ªs Vasco en ese momento, a mediados a los a?os 90?
R. Euskadi, o por lo menos Bilbao, estaba en un gran proceso de cambio, como si se estuviera cerrando el ¨²ltimo cap¨ªtulo de la era industrial y abriendo una nueva etapa alrededor de la reconversi¨®n de la r¨ªa del Nervi¨®n y del Museo Guggenheim, una apertura hacia el futuro. Pero ETA actu¨® con una dureza brutal hacia dentro con su teor¨ªa de la socializaci¨®n del sufrimiento, una reelaboraci¨®n del fascismo llevada hasta l¨ªmites bastante incre¨ªbles. Es esta idea de que el pueblo vasco es un pueblo que sufre, as¨ª que vamos a hacer que sufran todos esos vascos que todav¨ªa no lo saben. La generaci¨®n a la que yo pertenezco se dio de bruces con Ermua y el asesinato de Miguel ?ngel Blanco. Los asesinados no eran ya altos pol¨ªticos ni militares de Madrid, sino el que hab¨ªa ido contigo a clase, tu vecino, el que te vend¨ªa las chucher¨ªas por la ma?ana o el conductor de autobuses de tu entorno m¨¢s inmediato.
P. Ah¨ª estaba ya en la universidad, que define como una ¨¦poca de felicidad.
R. La Universidad de Deusto era una especie de zona verde en toda aquella atm¨®sfera. Y tuve mucha suerte con mis compa?eros m¨¢s cercanos de clase. Todos a los 18 a?os le damos al bot¨®n de reinvenci¨®n y entramos en una nueva vida, en un nuevo espacio, en un nuevo estado de ¨¢nimo. Lo agradec¨ª mucho despu¨¦s de los a?os de instituto. Mi militancia pol¨ªtica se activ¨® un poco m¨¢s y empec¨¦ a colaborar con la direcci¨®n de las Juventudes Socialistas de Euskadi.
P. ?Pens¨® en dedicarse a la pol¨ªtica?
R. No. Al acabar la carrera hice un m¨¢ster de Relaciones Internacionales e Integraci¨®n Europea y empec¨¦ otro de Recursos Humanos porque siempre me hab¨ªa gustado mucho. Me parece que las empresas son su gente. Nunca pens¨¦ en profesionalizarme en la pol¨ªtica. Quer¨ªa m¨¢s bien acabar los estudios, estabilizarme, seguir con la militancia para ayudar y estirar la actividad deportiva hasta los 30 a?os.
P. ?Cu¨¢ndo empez¨® a ser consciente de que hab¨ªa un riesgo real y cercano?
R. Mi amigo Mikel Torres, al que hab¨ªa conocido con ocho a?os, un d¨ªa lleg¨® a la sede del PSE escoltado. Mi amigo Dani D¨ªez, al que hab¨ªa conocido con 10 en una tienda de campa?a, tambi¨¦n. En 2000, 2001, empieza a ser muy evidente que se acercan y que tu entorno de toda la vida, tus amigos queridos, viven su d¨ªa a d¨ªa con protecci¨®n. Ah¨ª veo que estoy en el sitio correcto y que hay que hacer algo no s¨®lo por ideas pol¨ªticas abstractas, sino ya tambi¨¦n por personas concretas.
P. En los meses previos al atentado, ?temi¨® por su vida?
R. Hac¨ªa demasiadas cosas como para pensar excesivamente en algo as¨ª. Trabajaba por la ma?ana, com¨ªa con mi madre, me iba a un m¨¢ster que estaba estudiando, sal¨ªa, iba a entrenar con mi equipo de v¨®leibol, acababa a las 10 de la noche y me iba a casa. As¨ª d¨ªa tras d¨ªa. El fin de semana ten¨ªa partidos o actividades con las Juventudes Socialistas.
P. Pero s¨ª miraba los bajos del coche.
R. S¨ª. En el a?o 99 hab¨ªa entrado en la direcci¨®n de las Juventudes Socialistas como secretario de pol¨ªtica institucional. A partir del a?o 2000, tras la ruptura de la tregua, los funerales fueron constantes: profesores de universidad, concejales, dirigentes y militantes del PSOE y del PP. Fueron a?os dur¨ªsimos con una polarizaci¨®n pol¨ªtica brutal y algo muy parad¨®jico: los que estaban amenazados y eran asesinados por ETA estaban en la oposici¨®n, no ten¨ªan poder pol¨ªtico.
P. Mucha gente mir¨® para otro lado en esos a?os tan duros.
R. Mucha gente nunca vio nada, nunca sinti¨® nada, nunca escuch¨® nada y no quiso que le vieran en la foto con los jud¨ªos para que nadie se equivocara. Esa indiferencia compone para m¨ª, todav¨ªa hoy, el principal misterio de lo que pas¨®. El grupo mayoritario en toda esta pel¨ªcula lo compone el grupo de la indiferencia. Porque quienes mataban y aplaud¨ªan no eran m¨¢s de 200.000, seg¨²n se ha visto una y otra vez en los sucesivos procesos electorales. Pero la indiferencia era mayoritaria. La sociedad vasca vivi¨® muy c¨®moda en el ¡®algo habr¨¢ hecho¡¯ otorg¨¢ndole a ETA una especie de capacidad justiciera. Y durante muchos a?os mucha gente no tuvo ning¨²n problema en vivir con un chaval de ETA en el tercero pero estaba muy inc¨®moda con el agente de la Guardia Civil, que ten¨ªa que lavar la ropa hacia dentro y que no se viera colgada en el tendedero. Un sector de la sociedad pens¨® que todo aquello no iba con ellos.
P. ?Qu¨¦ importancia ha tenido ETA en su actividad pol¨ªtica posterior al atentado?
R. Bastante, porque era miembro de la direcci¨®n del PSE y diputado nacional por Bizkaia cuando se abri¨® el proceso de paz. De 2004 en adelante fueron a?os de mucha intensidad, una etapa muy bonita en la que el presidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero y pol¨ªticos como Jes¨²s Egiguren, Patxi L¨®pez o Alfredo P¨¦rez Rubalcaba tuvieron un papel fundamental. Y empezamos a tener la sensaci¨®n de que el terrorismo llegaba a su fin.
P. Y lleg¨®. El 20 de octubre de 2011 ETA anunci¨® el cese definitivo de la violencia.
R. Fue un d¨ªa de much¨ªsimas emociones, muy bonito. Pr¨¢cticamente no pude dormir. Pas¨¦ la noche en blanco. Pens¨¦ mucho en todo lo que hab¨ªamos vivido all¨ª, en la felicidad de ese d¨ªa, en la gente que se hab¨ªa perdido y quedado por el camino. Y dediqu¨¦ a¨²n m¨¢s tiempo a pensar en lo que ven¨ªa, en imaginar c¨®mo ser¨ªa la vida. ?bamos a vivir sin escolta, a ver las calles llenas de mujeres y hombres libres, a poder hacer pol¨ªtica en Euskadi con normalidad. Era muy emocionante imaginar c¨®mo ser¨ªa. Aquella noche, de pronto, era el primer d¨ªa de una vida nueva.
P. Cuando se repasa la hemeroteca, parece incre¨ªble que todo eso sucediera hace tan poco tiempo.
R. Hasta hace 10 a?os viv¨ªamos en un lugar donde un grupo de gente asesinaba a todo aquel que consideraba que deb¨ªa asesinar, y lo hizo de manera sistem¨¢tica y sostenida en el tiempo durante cinco d¨¦cadas. ETA atraves¨® una dictadura, una democracia, contextos internacionales diversos, situaciones pol¨ªticas y econ¨®micas de todo tipo, Gobiernos de izquierdas y de derechas. Es impresionante. Parece incre¨ªble, un pasado much¨ªsimo m¨¢s lejano.
P. ?Qu¨¦ conviene recordar y qu¨¦ conviene olvidar?
R. Ese equilibrio no hace falta crearlo, porque el olvido sale solo. De hecho, de los grandes acontecimientos de la historia ya hay mucho que hemos olvidado. La memoria es lo que hay que cuidar, custodiar y proteger. Incorporar a los estudios los hechos dolorosos de nuestro pasado. La gran mayor¨ªa de los ni?os y ni?as vascos no saben qui¨¦n fue Miguel ?ngel Blanco. Por eso me met¨ª en el libro Todos los futuros perdidos con Borja S¨¦mper [Plaza y Jan¨¦s, 2021]. Y por eso, a pesar de todo lo que me cuesta hablar de ello, he aceptado esta entrevista. Como un peque?o granito de arena en t¨¦rminos de memoria.