Mallorca se queda sin sus chiringuitos m¨¢s c¨¦lebres
El rechazo de la Demarcaci¨®n de Costas a renovar la concesi¨®n de terrazas y casetas desmontables en varias playas amenaza la viabilidad de estos locales
En Mallorca huele a verano. El arenal de la playa de Muro, una de las joyas de la costa norte de la isla, todav¨ªa no tiene instalados los servicios de playa, pero decenas de grupos de familias y amigos han plantado ya sus toallas sobre la arena ¨¢vidos de los primeros rayos de sol de la primavera. En el chiringuito restaurante Can Gavella las sillas est¨¢n apiladas y la puerta est¨¢ cerrada. El enorme techado blanco desplegado sobre la arena no tiene colgadas sus tradicionales senallas (bolso de mimbre) reconvertidas en l¨¢mparas y las sombrillas de paja pintadas del mismo azul del mar que se extiende a unos metros parecen desangeladas en contraste con el resto del paisaje. ¡°Tengo rabia e impotencia¡±, lamenta su propietario, Jaume Perell¨®, tercera generaci¨®n familiar del hist¨®rico chiringuito que desde los a?os 60 sirve paellas, cervezas y sangr¨ªas en primera l¨ªnea con el placer de tener las mesas y sillas encima de la misma arena. Hasta ahora. No ser¨¢n los ¨²nicos chiringuitos que desaparecer¨¢n este verano en Mallorca.
La Demarcaci¨®n de Costas de Baleares ha denegado este a?o a su establecimiento y los otros dos chiringuitos adyacentes, Ponderosa Beach y Opa & Oma Olimpia Capellans, el permiso para renovar la concesi¨®n de las terrazas, la parte m¨¢s importante de estos negocios. El a?o pasado el organismo dependiente del Ministerio para la Transici¨®n Ecol¨®gica les inform¨® de que no renovar¨ªa estas licencias, que se someten a revisi¨®n cada cuatro a?os y hab¨ªan sido prorrogadas sin problemas hasta ahora. La parte estructural de estos chiringuitos se encuentra construida en suelo urbano, pero las terrazas son parte de la zona de dominio p¨²blico mar¨ªtimo-terrestre y por eso precisan de un permiso peri¨®dico.
Los establecimientos de la zona funcionan desde hace 60 a?os, cuando se construyeron en el n¨²cleo diseminado de Ses Casetes des Capellans, y llevan m¨¢s de 10 a?os pendientes de un deslinde que pretende incluir esta zona dentro del dominio p¨²blico mar¨ªtimo-terrestre. El futuro deslinde es, precisamente, uno de los argumentos que la Demarcaci¨®n de Costas ha esgrimido para desautorizar estas terrazas, apoy¨¢ndose en un informe desfavorable emitido por la Consejer¨ªa de Medio Ambiente del Gobierno regional.
Los tres locales son gestionados por familias de Muro y dan trabajo a unas 90 personas, la mayor¨ªa de municipios cercanos, que ahora ven peligrar su sustento. En Can Gavella, el interior del cercado deja un enorme hueco de arena que en veranos anteriores contaba con permiso para instalar 25 mesas y 100 sillas. Esta temporada se reducen, con suerte, a siete mesas en el interior. Maria Ant¨°nia Gelabert, que dirig¨ªa el negocio junto a su marido hasta que hace unos a?os le pasaron el testigo a su hijo, no puede evitar las l¨¢grimas. ¡°Ayer me encontr¨¦ con un matrimonio de Madrid que viene cada a?o desde 1987. Quer¨ªan hacerse una foto por si acabamos cerrando¡±. La decisi¨®n firme de Costas lleg¨® hace dos semanas, a las puertas de la temporada alta, con eventos organizados, mesas reservadas con antelaci¨®n, personal comprometido y la resaca a¨²n latente de los dos a?os de pandemia. ¡°Ahora tengo que abrir solo con seis personas, mi madre que est¨¢ en la cocina y yo. En verano superamos las 30 personas contratadas, entre fijos discontinuos y personal de refuerzo. Hay 14 fijos discontinuos a los que no s¨¦ si voy a poder llamar y, si no lo hago antes del uno de mayo, tendr¨¦ que despedirlos. Pero es que no quiero hacerlo, son gente con la que llevamos toda la vida¡±, dice emocionado.
A unos pocos metros, en Ponderosa Beach, varios operarios trabajan para instalar unas peque?as barras de madera en la fachada y rescatar hueco para que algunos clientes consuman de pie. Han retirado parte del mobiliario para hacer sitio a las nueve mesas que han podido encajar en el interior. Sin embargo, todo parece diferente sin la parte exterior en estos d¨ªas de sol. Su propietario, Carlos Ramis, de la tercera generaci¨®n familiar que regenta el negocio, acusa a las administraciones de demostrar ¡°muy poca empat¨ªa y voluntad pol¨ªtica¡± para intentar resolver el asunto. Este a?o su clientela se reducir¨¢ a una tercera parte de lo habitual y solo servir¨¢n comidas al mediod¨ªa porque no cree que les salga rentable prorrogar m¨¢s all¨¢ en las condiciones actuales.
Los tres locales se nutren principalmente de la clientela local, el 80% de quienes les visitan. ¡°En esta zona no hay nada m¨¢s. Nos est¨¢n quitando los sitios t¨ªpicos a los que hemos ido los mallorquines¡±, dice Ramis, afectado por la situaci¨®n en la que quedar¨¢n algunos de los trabajadores, a los que no podr¨¢ llamar para trabajar este verano.
En el cercano Opa & Oma Olimpia Capellans las puertas est¨¢n cerradas. Algunos turistas aprovechan el techado del lugar en el que se instalaban las mesas y las sillas para resguardarse del sol, que comienza a quemar. Dentro, su propietario Francisco Lora y su mujer trabajan para hacer algunos cambios y ponerlo todo a punto. Ellos podr¨¢n mantener una de las terrazas porque est¨¢ construida sobre suelo urbano, pero tendr¨¢n que retirar la que da a la playa. ¡°No hay derecho¡±, dice la mujer.
Cambio de criterio
La Demarcaci¨®n balear de Costas y la Consejer¨ªa de Medio Ambiente son la diana de las cr¨ªticas. ¡°Si la Demarcaci¨®n de Costas nos pide un informe, tenemos que responder. Pero en la parte terrestre, Costas podr¨ªa dar perfectamente la autorizaci¨®n a las terrazas sin necesidad de pedirnos un informe¡±, dice Miquel Mir, consejero de Medio Ambiente y Territorio del Gobierno de Baleares, de M¨¦s per Mallorca. Entiende el malestar de los empresarios de la zona porque se trata de un tema ¡°muy delicado y que afecta a mucha gente¡±, pero aclara que, en este caso, su departamento poco tiene que ver a pesar de ser foco de los reproches.
El informe desfavorable a la instalaci¨®n de las terrazas emitido desde su departamento, en el que se apoya Costas, alude al art¨ªculo 14 de la orden de la Consejer¨ªa de Medio Ambiente de 2013 sobre los criterios generales para la distribuci¨®n de las instalaciones de temporada en el dominio p¨²blico mar¨ªtimo-terrestre, que dicta que ¡°las instalaciones fijas de comida y bebida tienen que situarse a unos 200 metros como m¨ªnimo de instalaciones similares¡±. Un precepto que los chiringuitos no cumplen, pero que ya estaba en vigor la ¨²ltima vez que se concedi¨® la pr¨®rroga para la instalaci¨®n de las mesas y sillas hace cuatro a?os.
Para el consejero, el quid de toda la cuesti¨®n reside en un cambio de criterio sin explicar de la Demarcaci¨®n de Costas, que ejecuta cambios de parecer similares ¡°en funci¨®n de la ¨¦poca¡±. ¡°En los ¨²ltimos a?os, la Demarcaci¨®n est¨¢ pidiendo informes que quiz¨¢s no nos deber¨ªa pedir y para lugares para los que tendr¨ªa que hacerlo no lo hace¡±. EL PA?S ha intentado ponerse en contacto con la Demarcaci¨®n de Costas, pero desde la Delegaci¨®n del Gobierno han se?alado que la demarcaci¨®n territorial est¨¢ a la espera de que la direcci¨®n de Costas en Madrid se pronuncie definitivamente tras estudiar la cuesti¨®n y mientras tanto opta por el silencio.
A la mitad en Es Trenc
La pol¨¦mica no se circunscribe solo al caso de la playa de Muro. En la costa este de la isla se extiende el arenal de aguas transparentes de Es Trenc, playa casi virgen enclavada en una zona protegida, que este a?o pasar¨¢ a tener la mitad de chiringuitos que ten¨ªa el verano pasado. Un dictamen vinculante de la Consejer¨ªa de Medio Ambiente propone a la Demarcaci¨®n de Costas que elimine tres de las seis casetas desmontables de la playa, una decisi¨®n que ha puesto en pie de guerra al Ayuntamiento de Campos, cuya alcaldesa, Francisca Porquer (PP), considera la medida fruto de las teor¨ªas ¡°de un grupo de iluminados¡±. En 2017, en cumplimiento de una sentencia del Tribunal Supremo, se demolieron los cinco chiringuitos de obra que poblaban la playa y la Demarcaci¨®n de Costas permiti¨® entonces sustituirlos mediante la instalaci¨®n de varias casetas desmontables de 20 metros cuadrados con terrazas de 50 metros para cumplir con la ley vigente.
¡°La sorpresa lleg¨® cuando Medio Ambiente hizo un informe desfavorable de las terrazas instando a Costas a que no las permitiera¡±, asegura Porquer. ¡°Nos las denegaron, los chiringuitos desmontables estuvieron funcionando sin terraza. Este a?o han sido m¨¢s dr¨¢sticos y de los seis chiringuitos que hab¨ªa autorizados han instado a Costas a que suprima tres de ellos en un informe que, adem¨¢s, es vinculante. De terrazas, nada de nada y ahora van a dejar a seis familias que podr¨ªan haber trabajado en estos chiringuitos en la calle¡±, afirma enfadada la alcaldesa, que tambi¨¦n protesta porque el informe reduce en un mes el tiempo de explotaci¨®n de los establecimientos de playa e impedir¨¢ que los trabajadores coticen los seis meses necesarios para cobrar el paro en invierno. ¡°Es una verg¨¹enza. Ellos dicen que por culpa de estos chiringuitos la arena de la playa va hacia atr¨¢s. Son teor¨ªas de iluminados, porque esto no est¨¢ comprobado¡±.
El consejero de Medio Ambiente apela a diferentes estudios de la Universidad de las Islas Baleares y de la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza para mostrar las pruebas del retroceso de la playa. Ambas instituciones coinciden de manera ¡°n¨ªtida e indiscutible¡± en que la regresi¨®n de la primera l¨ªnea de dunas y de la playa de Es Trenc es ¡°sostenida¡± desde el a?o 1956 con una media de retroceso de 13,5 metros. ¡°Basta comparar fotograf¨ªas a¨¦reas. Es Trenc es el mejor laboratorio para comprobar los efectos del cambio clim¨¢tico en las costas arenosas¡±, reitera. Desde el a?o 2017, la inclusi¨®n de esta playa en el Parque Natural Es Trenc-Salobrar de Campos ha provocado la toma de muchas decisiones que han condicionado el uso p¨²blico del espacio, como la disminuci¨®n de los servicios de temporada, pasando de 900 hamacas a 300, el cierre de caminos o la supresi¨®n de uno de los aparcamientos m¨¢s grandes del lugar para instalar uno disuasorio con autobuses lanzadera para transportar a los ba?istas hasta el arenal.
No entiende Mir las quejas de la alcaldesa porque cuando se permiti¨® hace cinco a?os la instalaci¨®n de las casetas desmontables ya se advirti¨® al Consistorio de que ¡°estar¨ªan condicionadas¡± a la afectaci¨®n que pudieran tener sobre la evoluci¨®n de la playa y el sistema dunar. ¡°Se ha hecho un an¨¢lisis t¨¦cnico y se ha concluido que hay tres chiringuitos que no garantizan la distancia suficiente con el sistema dunar y con la l¨ªnea de costa y no pueden asegurar la conservaci¨®n de la zona¡±. Unos criterios medioambientales que no son tal para la alcaldesa, que replica que los grupos acuden a la playa ¡°con mesas, sillas y m¨²sica a todo trapo¡± sin la intervenci¨®n de los vigilantes del parque, que dependen de la Consejer¨ªa de Medio Ambiente.
No ser¨¢n los ¨²nicos chiringuitos que desaparecer¨¢n este verano en Mallorca. La aprobaci¨®n del Plan de Ordenaci¨®n de Recursos Naturales del Parque Natural de Mondrag¨® tambi¨¦n contempla el derribo del restaurante sobre la arena de Sa Font de n¡¯Alis, una peque?a cala con muy poca presi¨®n en invierno, pero pr¨¢cticamente desbordada en los meses de verano. En Can Picafort, al norte de la isla, la semana pasada comenz¨® el derribo del chiringuito Mar y Paz, uno de los lugares m¨¢s populares entre los residentes de esta parte de la costa. Tanto la piscina de agua salada como el chiringuito que se ubicaban en primera l¨ªnea desde hace m¨¢s de 50 a?os ya son historia despu¨¦s de la orden de la Demarcaci¨®n de Costas de derribarlo. El Ayuntamiento de Santa Margalida logr¨® alcanzar un acuerdo con el organismo estatal para quedarse con la concesi¨®n del espacio durante 15 a?os.
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