Historia de un bombero en el verano del fuego: ¡°Mi madre me pide todos los d¨ªas que lo deje¡±
Miembros del personal de extinci¨®n de Castilla y Le¨®n, que son contratados como ¡°peones forestales¡±, denuncian su precariedad. EL PA?S ha pasado una jornada con ellos
Una madre nunca se acostumbrar¨¢ a que su hijo trabaje apagando incendios. Tampoco la de Manuel, nombre adoptado por los bomberos de Castilla y Le¨®n que denuncian bajo anonimato su precariedad en el verano con m¨¢s fuegos de esta comunidad y de toda Espa?a de los ¨²ltimos a?os: ¡°Me pide todos los d¨ªas que lo deje¡±, cuenta uno de ellos. El personal de extinci¨®n se ha visto desbordado por unos meses de calor in¨¦dito y una sequ¨ªa que ha convertido los incendios en un infierno donde solo ellos se atreven a entrar. No siempre salen indemnes. Un bombero muri¨® en julio en Zamora rodeado por las llamas. Toda una advertencia para sus colegas, a quienes la vocaci¨®n ata a un oficio tan crucial como peligroso: ¡°Si te vas es como abandonar, nosotros queremos ayudar¡±, dice Manuel. EL PA?S ha pasado una jornada con ¨¦l.
La escasez de prestaciones se nota desde que el personal elabora su macuto en casa antes de un nuevo d¨ªa de trabajo. Manuel mete geles de cafe¨ªna, cremas para protegerse de quemaduras, un botiqu¨ªn, agua, golosinas y frutos secos, herramientas y la comida del d¨ªa. Todo pagado de su sueldo, unos 1.100 euros mensuales m¨¢s horas extra en jornadas que alcanzan las 16 horas durante varios d¨ªas seguidos. Tambi¨¦n a?ade unas largas medias de f¨²tbol pese a los 35 grados, pues el ¨²nico buzo que les ofrece para toda la campa?a una de las empresas subcontratadas por la Junta de Castilla y Le¨®n (gobernada por PP y Vox) no protege del calor tanto como desear¨ªan. Las bandas reflectantes de los brazos, de pl¨¢stico, cogen tanta temperatura que llegan a adherirse a la piel y causar llagas. Eso requiere m¨¢s capas, implica m¨¢s sudor y m¨¢s litros de agua en mochilas de hasta 15 kilos que acarrean durante horas. El avituallamiento, si llega, aparece tan tarde que, por si acaso, preparan plan B y v¨ªveres. El casco que obtienen est¨¢ homologado pero la calidad, sostienen, es muy inferior a la deseable ante un desaf¨ªo como el de colarse entre los bosques ardientes. La precariedad alcanza hasta a las botas: ¡°A veces se rompe el calzado y solo ofrecen una bota y no un par nuevo completo¡±.
Peones forestales, no bomberos
Manuel suspira. Recorrer verbalmente sus dificultades diarias le hace apretar las manos, ajadas por los gajes de la profesi¨®n y con cicatrices que le recuerdan d¨®nde se est¨¢ metiendo. Pero da igual. ¡°Nos gusta lo que hacemos y aguantamos cosas que no deber¨ªamos. Pero hemos hecho mal en aguantar y aguantar¡±, expone el bombero. La indefensi¨®n frente a la Consejer¨ªa de Medio Ambiente, dice, comienza desde lo formal, pues los contratos se firman a?o a a?o y las empresas, siempre seg¨²n su versi¨®n, no renuevan a los contestatarios. Manuel asegura que hay compa?eros que alzaron la voz contra la escasez de recursos y nunca m¨¢s recibieron la llamada laboral: ¡°No tienen la obligaci¨®n de cogerte, sobre todo si has hecho algo que no les gusta¡±. Los contratos no mencionan la palabra ¡°bomberos¡±: los definen como ¡°peones forestales¡±, una figura que conlleva menos sueldo, escasa formaci¨®n, peores jubilaciones y problemas para cogerse bajas. Y, en muchos casos, entre sus tareas incluyen las de desbrozar o prevenir incendios, as¨ª como labores de ¡°restauraci¨®n del medio natural¡±, pero nada dicen expresamente de extinguir fuegos, cosa que en la pr¨¢ctica s¨ª hacen (aunque en los pliegos de condiciones de la Junta con las subcontratas s¨ª aparece esa competencia de extinci¨®n).
Las protestas de los bomberos se centran en las adjudicatarias. Un portavoz de la Junta de Castilla y Le¨®n afirma que las condiciones de seguridad y calidad requeridas en los convenios se deben cumplir y que existen unos mecanismos por los que la Administraci¨®n ¡°tutela¡± que esas empresas lo hagan, pero se?ala que el Gobierno regional no puede afirmar de forma ¡°categ¨®rica¡± que las adjudicatarias, ¡°unas diez o 15 empresas¡±, act¨²en adecuadamente en todo momento. Fuentes del ¨¢rea de Medio Ambiente aseguran que la Junta inspecciona peri¨®dicamente las cuadrillas de bomberos para determinar sus condiciones y, en caso de detectar fallas, obligar a que sean solventadas o, de ser muy graves o continuadas, tenerlo en consideraci¨®n para no contratar a esas empresas en futuras temporadas. Arancha L¨®pez de Sancho, gerente de la Asociaci¨®n Nacional de Empresas Forestales, que aglutina a muchas de estas firmas, defiende la calidad de las prestaciones: las empresas, sostiene, cumplen estrictamente las condiciones exigidas en los pliegos y las leyes; y en caso de no ser as¨ª, a?ade, se debe denunciar.
Las cat¨¢strofes de 2022 en Castilla y Le¨®n, con 60.000 hect¨¢reas arrasadas en dos incendios ¡°salvajes¡± en Zamora, han propiciado que el consejero del ramo, Juan Carlos Su¨¢rez-Qui?ones, del PP, se haya desdicho de lo que pregon¨® en 2018. Entonces sosten¨ªa que era ¡°absurdo y un despilfarro¡± hacer fijas a las cuadrillas todo el a?o. Ahora ha anunciado 900 contrataciones para los 12 meses, algo agradecido por el sector ¡ªporque la prevenci¨®n en invierno, sostienen, es la clave para evitar los fuegos en verano¡ª aunque a¨²n no se ha materializado. ¡°Las cosas van a cambiar no por el impacto del fuego sino por lo econ¨®mico¡±, cree Manuel. Las compensaciones a los afectados y el coste de regenerar los terrenos supone cientos de millones de euros. El plan auton¨®mico dedica unos 70 millones anuales a la extinci¨®n, que ser¨ªan 100 millones de aplicarse todo el a?o. Los n¨²meros, estimaci¨®n de las asociaciones, los expone el brigadista, que representa a decenas de bomberos consultados por este peri¨®dico durante los ¨²ltimos meses y que durante el resto del a?o estudian ingenier¨ªas forestales o trabajan en lo que pueden hasta que vuelve el calor.
Llega la hora de marchar hacia las bases, donde los peones-bomberos esperan ¨®rdenes mientras se preparan para salir hacia alg¨²n foco. All¨ª tambi¨¦n reina la precariedad. Los aparatos de gimnasia los han abonado ellos, que entrenan en el suelo porque, pese a que la forma f¨ªsica es esencial en su labor, en estas instalaciones no hay gimnasio. Ni siquiera, se quejan, les pagan unas esterillas de tres euros cada una que llevan meses pidiendo. Los equipos pasan muchas horas muertas esperando ¨®rdenes y, adem¨¢s de ejercitarse y ensayar maniobras de intervenci¨®n, se dedican a hacer obras, lo cual genera m¨¢s quejas. El ejemplo m¨¢s citado es el de Villardeciervos (Zamora), cerca de las dos inmensas extensiones negras quemadas este verano. All¨ª, denuncian, ni siquiera funcionan los hidrantes (boca de incendio) que permitir¨ªan llenar los veh¨ªculos con facilidad y deben recurrir a mangueras de jard¨ªn; el agua del grifo no la consumen porque las ca?er¨ªas est¨¢n da?adas y beben de una fuente; solo hay dos duchas para decenas de personas, que lavan su ropa llena de ceniza en sus casas y terminan con las lavadoras atascadas; el vestuario es un chamizo donde se apelotonan bomberos, buzos, botas y taquillas desbordadas.
Manuel insiste en esa contradicci¨®n: la Junta precisa bomberos pero ni les da recursos ni los ayuda con la formaci¨®n y, adem¨¢s, les expone a trabajos arduos mientras permanecen a la espera. Las cuadrillas zamoranas han retirado el seto de Villardeciervos y construido un muro o limpiado la fosa s¨¦ptica. Una vez, cuentan ellos, les hicieron subirse a un andamio inestable para encalar una nave donde guardan camiones. Todo mientras en cualquier momento podr¨ªa sonar la sirena. ¡°Entendemos y agradecemos hacer cosas productivas, pero no podemos estar tres horas tirando paredes a mazazos y luego correr a un frente¡±, afirma el profesional.
La muerte de un veterano
En Villardeciervos trabajaba Daniel Gull¨®n, de 62 a?os, que muri¨® en el incendio zamorano de Losacio. El fuego lo envolvi¨®. Sus compa?eros no olvidan el fallecimiento de un veterano manguerista que viv¨ªa de contratos temporales. Esos bomberos con quienes comparti¨® ¡°risas y sufrimiento¡± han levantado una placa en su honor, aunque no hace falta recordatorio: todos lo albergan en la memoria. Cuenta Manuel que el equipo que actuaba con Daniel no recibi¨® ayuda psicol¨®gica y que a¨²n padecen pesadillas y la sensaci¨®n de culpabilidad: ellos no pod¨ªan hacer nada por impedir la muerte, pero el dolor no entiende de razones. Un portavoz de la asociaci¨®n Bomberos Forestales en Lucha, creada por el gremio para exponer sus males, dice que recibieron la atenci¨®n de tres psic¨®logas voluntarias ¡°buen¨ªsimas¡±, pero ning¨²n apoyo espec¨ªfico de la Junta. Y advierte: ¡°Lo mental es lo peor de los incendios¡±.
Las condiciones est¨¢n propiciando que muchos Manueles dejen las mangueras y se pasen a la empresa privada. Eso hace que campa?a tras campa?a lleguen nuevos rostros, muchos sin la formaci¨®n adecuada porque las subcontratas, se?ala, apenas convocan cursos. Por tanto, los noveles requieren que los dem¨¢s brigadistas les ilustren y pierdan un tiempo esencial hasta que cogen experiencia. Este Manuel evoca lo que sent¨ªa cuando encaraba sus primeros focos: ¡°Solo ve¨ªa fuego¡±. Lenguas por todas partes, de varios metros de altura, contra personas que con el tiempo manejan la mec¨¢nica de atacar los frentes: ¡°Ya ni miras las llamas, buscas caminos, analizas la direcci¨®n del fuego y del viento y planeas los ataques¡±. Para ello necesitan a las unidades helitransportadas, ojos que desde el cielo calibran la evoluci¨®n del desastre y dan instrucciones para que la misi¨®n se salde con ¨¦xito, funci¨®n en las que de nuevo la experiencia para tomar decisiones en segundos se antoja clave.
La tensi¨®n, que intentan dominar pese al riesgo, abruma en momentos cr¨ªticos como el que vivi¨® Manuel en el primer incendio de Zamora: ¡°Me com¨ª los cinco d¨ªas de fuego¡±, recuerda. Cinco d¨ªas seguidos trabajando entre 16 y 19 horas diarias, una paliza para el cuerpo y la cabeza sin apenas descanso. ¡°Te das una ducha y estiras pero no duermes bien por la adrenalina y porque has respirado mucho humo, es desolador poner el despertador en tres horas¡±, explica. Tanto ¨¦l como otro colega lamentan que la gente ¡°no sabe lo que es un incendio¡±. ¡°Sentimos que no se conoce nuestro trabajo¡±, dice. Esa implicaci¨®n que sienten hacia su cometido es la que, seg¨²n ellos, aprovechan las autoridades para exprimirlos: ¡°T¨² sabes que es una mierda, pero se nos caer¨ªa la cara de verg¨¹enza si al terminar el turno nos fu¨¦semos dejando el incendio activo¡±.
La conversaci¨®n termina en la base, que piden no fotografiar para evitar represalias. All¨ª esperan m¨¢s compa?eros, que se han llevado su comida y practican, entrenan o charlan mientras aguardan ¨®rdenes. Uno de ellos canturrea: ¡°?Ay, qu¨¦ vida m¨¢s dura!¡±. Bien lo saben los bomberos que han vivido varios de los peores incendios de la historia de Espa?a. Y lo que queda.
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