Jos¨¦ Garc¨ªa Buitr¨®n, el m¨¦dico que no toleraba el desamparo de la gente
El exresponsable de la Oficina Nacional de Coordinaci¨®n de Trasplantes falleci¨® el s¨¢bado en Madrid
![Jos¨¦ Garc¨ªa Buitr¨®n.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/GURZIBKZUVDCHI2BOXPOX2GRBU.jpeg?auth=7673c5685ed8819cd0675bc8d19bb641c8e4cb0491031e237c0905353fdb3af1&width=414)
La unanimidad es una circunstancia extra?a en nuestros d¨ªas. Pocas personas, Jos¨¦ Garc¨ªa Buitr¨®n [Toreno (Le¨®n), 77 a?os, fallecido el s¨¢bado en Madrid] era una de ellas, logran hoy concitar ese sentimiento de concordia, de adhesi¨®n. Quiz¨¢s por aquel af¨¢n suyo de crear comunidad, por su vitalismo, por su bondad, por la sensatez y la alegr¨ªa que entregaba tan generosamente a los dem¨¢s. Todas eran virtudes irresistibles, transformadoras, para cualquiera que tuviese la suerte de acercarse a ¨¦l y conocerlo.
Siempre me ha parecido que Josito, Buitr¨®n, era el producto m¨¢s depurado de esa Coru?a librepensadora e ilustrada, progresista, republicana, que empap¨® los siglos XIX y XX con su compromiso c¨ªvico, en vanguardia siempre de las grandes conversaciones sociales de nuestro tiempo. La ciudad de los ateneos, de las escuelas, de las sociedades obreras y culturales ¨Duna de las primeras de Espa?a en plantarle cara al absolutismo¨D fue tambi¨¦n el lugar que mi amigo escogi¨® para vivir y trabajar.
Ese nervio ciudadano atravesaba, de parte a parte, el pensamiento de Jos¨¦, un m¨¦dico inquieto, un hombre de ciencia, comprometido con las causas justas y, muy singularmente, con la defensa de una sanidad p¨²blica y de calidad. Nos ense?¨® que la confianza en lo p¨²blico es un patrimonio colectivo, intocable, que ning¨²n modelo de negocio debe arruinar o condicionar.
No toleraba el desamparo de las personas, la desigualdad, la pobreza. Tampoco la resignaci¨®n ni la mentira. Por tal motivo Buitr¨®n era el lector m¨¢s inflexible del relato democr¨¢tico contempor¨¢neo, ese que oculta las precariedades del sistema, vanaglori¨¢ndose de lo logrado y relegando la voluntad ciudadana a una cita con las urnas cada cuatro a?os. ?l nunca se conform¨® y su trayectoria profesional y pol¨ªtica as¨ª lo demuestran.
Hoy, en la hora de su muerte, resulta inevitable pensar en todas las vidas que ¨¦l contribuy¨® a salvar, con sus propias manos. El rastro de gratitud, cari?o y admiraci¨®n que deja. Desde aquel trasplante pionero en Galicia, en el a?o 1981, y durante toda su carrera como cirujano, gerente del Complejo Hospitalario Universitario de A Coru?a (Chuac) y responsable de la Oficina de Coordinaci¨®n de Trasplantes.
En cada logro profesional, en cada ¨®rgano vital restablecido, el doctor Buitr¨®n encontraba un pretexto para sanar nuestro cuerpo social. Porque la salud de una ¨²nica persona era, para ¨¦l, la salud de la comunidad misma, la expresi¨®n de una convivencia, el hilo de oro que teje las redes de afecto y de solidaridad que nos unen y vinculan como seres humanos. Por eso, el doctor Buitr¨®n volcaba en cada caso cl¨ªnico toda la responsabilidad y la empat¨ªa que dignifican y hacen imprescindible a la profesi¨®n m¨¦dica. En Galicia o al otro lado del oc¨¦ano. All¨ª donde pudiese ayudar, aportar o echar una mano.
Nos vimos hace muy poco, en O Courel. Nos acompa?¨® en un encuentro de Sumar, dispuesto, como siempre estaba Buitr¨®n, al di¨¢logo, a la escucha, a compartir su sabidur¨ªa y su criterio pol¨ªtico. Habl¨¢bamos muy a menudo, intercambi¨¢bamos mensajes, me enviaba art¨ªculos y reflexiones personales, pero, sobre todo, me cuidaba. Lo hizo la misma ma?ana en la que nos dijo adi¨®s para siempre. Ser¨¢ muy dif¨ªcil hacerse a la idea de que su entusiasmo, sus consejos, su firme defensa de la vida, aquel Yolandi?a pronunciado entre risas y bromas, no me van a acompa?ar m¨¢s.
La muerte de alguien a quien queremos fractura una parte de nosotras mismas, quiz¨¢s la m¨¢s valiosa. Pero cuando ese alguien es un amigo tan excepcional como Jos¨¦ Garc¨ªa Buitr¨®n nos asiste, en medio del dolor, una certeza: ¨¦l me quer¨ªa en su vida y yo lo quer¨ªa en la m¨ªa. No importa d¨®nde est¨¦, en qu¨¦ lugar alejado de su casa de Eir¨ªs. Importa el orgullo de haberlo tenido cerca, su memoria, su lecci¨®n de amor y el ejemplo de una vida que nunca se agotar¨¢ en nuestro recuerdo.
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