As¨ª comenz¨® el secuestro de Maracena: ¡°Ahora, cuando puedas, da la vuelta, que tenemos que hablar¡±
La v¨ªctima crey¨® al principio que era una broma pero, seg¨²n cont¨® al juez, todo cambi¨® cuando el raptor sac¨® una pistola y la intent¨® meter en el maletero
La ma?ana del pasado 21 de febrero, Pedro G¨®mez cruz¨® un paso de cebra a 50 metros del Granada College, el colegio donde estudiaban las dos hijas de la concejala socialista de Maracena (Granada, 22.293 habitantes, ciudad lim¨ªtrofe con la capital) Vanessa Romero. Ella estaba a punto de cruzar por aquel paso de peatones cuando G¨®mez le hizo se?ales con la mano de que parara. Y ella lo hizo. Comenz¨® en ese momento el secuestro ¡ªt¨¦cnicamente una retenci¨®n ilegal, porque aparentemente no se pidi¨® nada a cambio de la liberaci¨®n¨D que supuso un par de horas de angustia para Romero.
As¨ª queda patente en la declaraci¨®n que la concejala hizo ante el juez unos d¨ªas despu¨¦s, el 9 de marzo, y a cuyo v¨ªdeo ha tenido acceso EL PA?S. En un principio, cuenta ella al magistrado, pens¨® que se trataba de una broma. Posteriormente, se dio cuenta de que aquello iba en serio. G¨®mez, el raptor, era entonces, desde noviembre de 2020, pareja de Berta Linares, alcaldesa socialista de Maracena. Apenas hab¨ªan circulado unos cientos de metros, recapitula la v¨ªctima, cuando ¨¦l sac¨® una pistola ¡ªque luego result¨® ser falsa¨D y le dijo a Romero: ¡°Ahora, cuando puedas, da la vuelta, que tenemos que hablar¡±. De este modo dio comienzo a las dos horas de angustia.
La declaraci¨®n de la v¨ªctima ante el juez dura un par de horas, entre las 12.24 y las 14.24 de aquel jueves de marzo. El magistrado, tras pedirle que se identifique, le indica que comparece ¡°como perjudicada y eso quiere decir que tiene obligaci¨®n de decir verdad porque en caso contrario puede incurrir en un delito de denuncia falsa¡±. Aunque declara como perjudicada en un caso de retenci¨®n ilegal, el titular del Juzgado de Instrucci¨®n N¨²mero 5 de Granada, dedica la primera hora a desbrozar las relaciones profesionales y personales entre quienes de un modo u otro aparecen en ¨¦l y la documentaci¨®n hallada en el veh¨ªculo de ella tras el secuestro. Estos papeles, seg¨²n recoge un informe policial, consisten en ¡°una serie de expedientes y documentos en los que ella ha podido detectar irregularidades y que ha sacado del Ayuntamiento tras ser despojada de la Concejal¨ªa de Urbanismo y ver sus claves municipales retiradas¡±.
El antecedente m¨¢s relevante, a trazo grueso, de aquel secuestro es una relaci¨®n personal muy tirante entre la alcaldesa y su concejala, derivada de la actividad pol¨ªtica municipal y de partido. El secuestrador sigue en paralelo un tratamiento m¨¦dico por una enfermedad mental que se est¨¢ analizando si podr¨ªa haber distorsionado su juicio en aquellos d¨ªas. Las tiranteces entre la alcaldesa y su edil tienen su origen, por un lado, en un r¨¢pido ascenso pol¨ªtico de la concejala que, s¨²bitamente, se ve truncado por ser, seg¨²n ella relata ante el juez, muy ¡°tecn¨®crata¡± y reacia a hacer favores pol¨ªticos o personales. Una segunda consecuencia de su ca¨ªda en desgracia en el PSOE maracenero es que en el partido ya no contaban con ella para las listas de la pasada convocatoria electoral del 28-M. Mientras tanto, Romero hab¨ªa ido recopilando documentaci¨®n de lo que ella consideraba eran irregularidades urban¨ªsticas cometidas por el gobierno de Noel L¨®pez, el alcalde anterior, y Linares, prima de L¨®pez y alcaldesa tras dimitir este.
Esa documentaci¨®n, as¨ª como las relaciones pol¨ªticas y personales de la concejala, ocupan la primera hora de su comparecencia ante el juez. Ya en el segundo tramo del interrogatorio, la conversaci¨®n gira hacia el secuestro propiamente dicho. Resulta manifiesta la intenci¨®n del juez de comprobar si el secuestrador ¡ªen prisi¨®n provisional desde su detenci¨®n aquella ma?ana a mediod¨ªa¨D le pidi¨® algo a cambio de liberarla, hecho que marca t¨¦cnicamente la distinci¨®n entre retenci¨®n ilegal y secuestro.
Cuando ya estaban los dos en el veh¨ªculo y ¨¦l sac¨® la pistola, G¨®mez le hizo una serie de recriminaciones a Romero sobre su actitud en el trabajo y con Linares. Aquel comportamiento, seg¨²n el secuestrador, provocaba mucho malestar a la alcaldesa. El juez inquiri¨® al respecto a la declarante: ¡°Es una serie de reproches, pero no hab¨ªa una condici¨®n a exigirle nada a usted, ?no? ?En alg¨²n momento le pidi¨® que usted hiciera algo, le puso alguna condici¨®n? ?Tuvo la sensaci¨®n de que quer¨ªa asustarla para que no hiciera usted nada? [se refiere el juez al hecho de que la concejala no denunciara despu¨¦s esas presuntas irregularidades urban¨ªsticas]¡±. La concejala respondi¨® ante el juez: ¡°En un principio eso pens¨¦¡±, responde ella, implicando que, b¨¢sicamente, el secuestrador no le ped¨ªa nada m¨¢s que confirmaci¨®n a los diferentes reproches que ¨¦l iba sacando en la conversaci¨®n. ¡°Pero cuando me meti¨® en el maletero, no¡±, continu¨® Romero. Se refiere a que ah¨ª comenz¨® a sentir verdadero miedo por lo que pudiera ocurrir m¨¢s adelante.
En su di¨¢logo con el juez, la v¨ªctima atraviesa por todo tipo de estados de ¨¢nimo. La mayor parte del tiempo se muestra serena, aunque en ocasiones se viene abajo y llora. Explica los dos momentos m¨¢s dif¨ªciles para ella y que, en el momento de la declaraci¨®n, asegura que no se quita de la cabeza: cuando va conduciendo y el raptor saca la pistola y, luego, cuando este la mete en el maletero; ¡°cuando me empuj¨® la cabeza para meterme en el maletero y cierra este de golpe¡±, detalla.
Una vez que el secuestro estaba ya en marcha, G¨®mez la oblig¨® a parar en un arc¨¦n para atarle las manos y pies con unas bridas. En un primer momento, la intent¨® meter en el maletero, pero ella forceje¨® y su raptor la volvi¨® a sentar en el veh¨ªculo. A partir de ah¨ª comenz¨® una charla en la que ¨¦l no paraba de echarle en cara a la concejala su actitud con la alcaldesa, entonces a¨²n pareja suya, y ella le insist¨ªa en que no era nada personal: ¡°Las dificultades con Berta son solo trabajo¡±; ¡°dejo el acta¡±, insist¨ªa ella. En un momento Romero empez¨® a llorar y, ¡°con enfado, con tono de rabia¡±, asegura la concejala de la actitud de G¨®mez, este le dijo: ¡°Como lloras, as¨ª la he visto yo llorar a ella por tu culpa¡±.
Las siguientes dos horas transcurrieron con ¨¦l conduciendo, ella metida ya en el maletero y el traslado con diversas paradas hasta la localidad de Armilla, a algo m¨¢s de 20 kil¨®metros del lugar inicial del secuestro. Ya en un garaje en la localidad de Armilla, el secuestrador abandon¨® a su v¨ªctima atada en el maletero y ¨¦l volvi¨®, en metro, a Maracena. En ese tiempo, Romero consigui¨® liberarse de las bridas, empujar los asientos traseros de su coche y salir del veh¨ªculo para, finalmente, alcanzar la calle y recuperar su libertad.
Es precisamente en ese periodo de G¨®mez en Maracena donde ocurre otro de los hechos m¨¢s controvertidos. G¨®mez acudi¨® a la ferreter¨ªa Bullejos, a la entrada de la ciudad, a comprar un cuchillo y cinta americana. Al salir, se encontr¨® con Linares, la alcaldesa. El secuestro, aparentemente para ¨¦l, segu¨ªa en marcha. En un pleno municipal tras los hechos, Linares dijo no haber visto en ning¨²n momento aquella ma?ana a G¨®mez, pero las grabaciones de las c¨¢maras de un sal¨®n de juegos junto a la ferreter¨ªa lo desmienten. Seg¨²n el auto estuvieron charlando seis minutos. Ella insiste en que p¨²blicamente lo cit¨® por consejo de la Guardia Civil y con su conocimiento y el de su abogado. Ahora, el secuestro ha dado lugar a dos asuntos derivados: el TSJA ha abierto pieza separada para analizar la implicaci¨®n en el secuestro de Noel L¨®pez, Berta Linares y Antonio Garc¨ªa Leyva, concejal de Urbanismo y miembro del n¨²cleo duro de L¨®pez y Linares y, por otro lado, tambi¨¦n hay una nueva investigaci¨®n sobre los posibles delitos urban¨ªsticos sobre los que Romero llevaba documentaci¨®n en el veh¨ªculo.
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