Un mes sin casa por la dana: ¡°No estoy pidiendo limosna, sino reclamando mis derechos¡±
Decenas de familias que lo perdieron todo en la riada del 29 de octubre sobreviven en albergues, refugios temporales y hasta en una f¨¢brica abandonada, dispersos por la provincia de Valencia
El esqueleto de lo que alguna vez fue la f¨¢brica de la cooperativa de ferreter¨ªa Cofedeva sigue en pie junto a una rotonda en la periferia de Alaqu¨¤s (Valencia). El edificio abandonado se ha ido convirtiendo en basurero y dep¨®sito de escombros. De noche la oscuridad profunda se lo traga. A pocos kil¨®metros de donde se mueven de un lado para otro cuadrillas del Ej¨¦rcito, de los bomberos, guardias civiles, la UME, voluntarios, maquinaria, camiones y furgonetas con ayuda a los pueblos devastados por la fuerza de...
El esqueleto de lo que alguna vez fue la f¨¢brica de la cooperativa de ferreter¨ªa Cofedeva sigue en pie junto a una rotonda en la periferia de Alaqu¨¤s (Valencia). El edificio abandonado se ha ido convirtiendo en basurero y dep¨®sito de escombros. De noche la oscuridad profunda se lo traga. A pocos kil¨®metros de donde se mueven de un lado para otro cuadrillas del Ej¨¦rcito, de los bomberos, guardias civiles, la UME, voluntarios, maquinaria, camiones y furgonetas con ayuda a los pueblos devastados por la fuerza de la riada del 29 de octubre, est¨¢ este rinc¨®n olvidado en el extrarradio. Para un pu?ado de inmigrantes marroqu¨ªes que no pasan los 30 a?os este hoyo negro es ahora su hogar, desde el d¨ªa de la debacle que dej¨® 221 personas muertas en toda la provincia.
En la segunda planta de la f¨¢brica varios de los muchachos marroqu¨ªes han convertido el lugar en algo parecido a una habitaci¨®n: hay colchones en el suelo, muebles, sillas de escritorio desvencijadas. En mitad de la estancia, una vieja sart¨¦n contiene unos garbanzos a medio hacer. Abderrahim y El Bada, dos muchachos en la veintena, viv¨ªan antes de llegar aqu¨ª en las localidades afectadas por la dana, entre albergues, chabolas y viviendas precarias que el torrente de agua y lodo, coches y ¨¢rboles se llev¨® por delante sin mayor resistencia. Ellos ya estaban en el ¨²ltimo escal¨®n que separa a una persona con techo de vivir en la calle. Ahora ese escal¨®n ya no existe. Han terminado en este edificio porque ya hab¨ªa otros inmigrantes marroqu¨ªes viviendo aqu¨ª, a¨²n antes de la riada. ¡°Ahora nadie tiene tiempo para ellos, pero ellos tambi¨¦n existen¡±, dice Boutaina El Hadri, activista de origen marroqu¨ª que los encontr¨® hace unos d¨ªas y ahora les busca un techo digno.
Las cifras oficiales de la Consejer¨ªa de Vivienda de la Generalitat estiman en 1.658 las viviendas que quedaron inhabitables por el paso de la riada. Las familias que las habitaban se han distribuido entre casas de familiares, albergues y refugios temporales habilitados por los ayuntamientos o la Generalitat. Pero para varias decenas de muchachos marroqu¨ªes que se hab¨ªan acumulado en esta f¨¢brica, el Ayuntamiento de Alaqu¨¤s resolvi¨® de emergencia un hostal en Castell¨®n cuando sobrevolaba la posibilidad de que llegase una segunda dana. Algunos rechazaron esa opci¨®n de alojamiento, porque tienen el temor, a?adido al de quedarse en la calle, de sufrir represalias por parte de las autoridades porque est¨¢n indocumentados. Prefirieron esta vieja f¨¢brica, en la que el agua la recogen de un pozo cercano, un d¨ªa comen y el otro no. Boutaina, que es la vicepresidenta del Consejo Valenciano de las Migraciones, ha denunciado esa situaci¨®n en ese ¨®rgano ¨Cen el que se sientan varios cargos de la Generalitat¨C, pero no ha tenido respuesta. ¡°En la pandemia s¨ª que hubo una ayuda de emergencia para la gente sin documentaci¨®n, pero es que ahora [no la hay de] nadie, ni el Gobierno central ni el auton¨®mico¡±, enfatiza.
Los refugiados de las caba?as de El Vedat
El Centro Ambiental El Vedat est¨¢ en la parte m¨¢s elevada de la localidad de Torrent. Siete caba?as de madera, un edificio con oficinas, tres aulas, rodeado de 25.000 m? de pinada centenaria. De momento, una de esas caba?as hace de casa para Mar¨ªa Luisa Hern¨¢ndez un mes despu¨¦s de que la riada se llevara por delante la que ella habitaba. De ella no se despega su s¨¦quito familiar, con dos hijos varones, de 17 y 16 a?os, y cuatro hijas, de 14, 12, 9 y a?o y medio. Hay v¨¢stago que viene en camino: Mar¨ªa Luisa est¨¢ embarazada de cinco meses. Ella, sus hijos y su marido fueron tra¨ªdos aqu¨ª el martes 26 de noviembre, despu¨¦s de pasar un mes en el pabell¨®n deportivo del pueblo, que el Ayuntamiento hab¨ªa habilitado como refugio temporal para quienes lo perdieron todo, pero que luego ha tenido que quedarse vac¨ªo de nuevo para retomar actividades.
Los primeros d¨ªas en ese pabell¨®n durmieron en el suelo, encima de mantas que acomodaron para alejarse algunos cent¨ªmetros del fr¨ªo. Al cuarto o quinto d¨ªa, dice ella, llegaron las camillas. Eran hasta unas 200 personas en una cancha de baloncesto. Con el paso de los d¨ªas, los que ten¨ªan familiares que pudieran alojarlos fueron saliendo de all¨ª. Los ¨²ltimos que quedaban, los que no tienen otra opci¨®n, fueron tra¨ªdos a las caba?as, donde, al menos, han podido dormir mejor. ¡°En el pabell¨®n dorm¨ªamos y no dorm¨ªamos, porque ten¨ªamos un ojo abierto y otro cerrado, no descans¨¢bamos¡±, cuenta Mar¨ªa Luisa. Adem¨¢s del shock de haber perdido la casa arrastrada por un torrente de agua, ten¨ªan que estar pendientes de que nadie se llevara lo poco que hab¨ªan podido salvar. Aunque en la caba?a est¨¢n m¨¢s tranquilos, todo el tiempo les ronda la cabeza la certeza de que los d¨ªas all¨ª se les van acabando. Que deben ir resolviendo por su cuenta a d¨®nde irse. Este refugio, como lo fue el pabell¨®n, es temporal.
¡°Lo ¨²nico que nos han dicho es que tenemos que ir buscando piso¡±, dice Dolores Torell, de 59 a?os, que est¨¢ en otra de las caba?as con sus dos hijos porque tambi¨¦n perdieron la casa. ¡°Una casa de 30 a?os se me ha ido as¨ª; el coche de hace cinco a?os, flotando¡±, cuenta. No termina de asimilar lo que le pas¨®. ¡°Yo muchas veces digo: ¡®?No me voy mejor a mi casa en vez de estar aqu¨ª? Pero qu¨¦ casa, si no tengo nada¡±. Y en el horizonte cercano tampoco aparece la posibilidad de volver a tenerla. ¡°Te piden (para alquilar) no s¨¦ cu¨¢ntas n¨®minas, dos o tres meses de adelanto, yo qu¨¦ s¨¦; si vamos a estar aqu¨ª hasta que encontremos una vivienda, entonces vamos a estar toda la vida¡±. Y sentencia: ¡°Yo no estoy pidiendo limosna, yo estoy reclamando mis derechos¡±.
Para todas las personas cuyas viviendas resultaron afectadas, la Generalitat habilit¨® ayudas directas de 6.000 euros por casa. Hasta la fecha, se han presentado 28.463 solicitudes para acceder a ellas. Y se han pagado hasta ahora 3.696 (por un montante de 22,1 millones de euros), lo que supone menos del 13%. Esas aportaciones econ¨®micas son compatibles con las que concede el Gobierno central, de las que, seg¨²n dijo este s¨¢bado el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ya se han desembolsado m¨¢s de 120 millones de euros. En palabras del ministro, se ha multiplicado por 10 la velocidad de concesi¨®n de ayudas respecto de otras emergencias. Las entidades aceleran el ritmo de entrega, pero a las personas que quedaron en la calle el tiempo se les hace eterno.
Es lo que le pasa a Francisco Chinchilla, 55 a?os, de cuya casa en la calle Mas¨ªa del Juez en Torrent en la que viv¨ªa con su familia ¡°no qued¨® un ladrillo¡±. Ahora est¨¢ en otra de estas caba?as. ¡°Yo no puedo pagar un alquiler de 1.000 euros, si cobro 1.300; pero a lo mejor un alquiler de 400¡¡±. Enseguida lo interrumpe otra de las mujeres realojadas en este centro ambiental: ¡°?Y d¨®nde est¨¢n esos alquileres?¡±. Un alquiler de ese precio solo lo encontrar¨ªa en una vivienda p¨²blica, protegida del mercado del alquiler, la gran deuda en Espa?a. Mar¨ªa Luisa lo explica en una frase: ¡°Yo estoy esperando una casa de protecci¨®n oficial hace 17 a?os, desde que tuve mi primer hijo¡±. Cada a?o se renueva en la lista. La ¨²ltima vez que lo hizo fue hace ocho meses. Antes, al menos, alquilaba una casa mientras esperaba. Ahora no le queda nada.
Refugio temporal en el antiguo Hospital La Fe
El nivel del agua en la casa en la que viv¨ªa Yelitza Brice?o en Alfafar alcanz¨® una altura de metro y medio. ¡°Se llev¨® todo, todas las cosas que ten¨ªamos, el coche, la moto¡±, cuenta. Despu¨¦s del 29 de octubre, ella y su familia se repartieron en dos casas de amigos y vecinos que les abrieron la puerta: sus dos hijos de 21 y de 17 a?os en una, y ella y su esposo en otra. Pero los d¨ªas fueron pasando y tambi¨¦n quienes les acogieron tienen problemas propios. As¨ª que el 18 de noviembre vinieron a parar ac¨¢, al antiguo Hospital La Fe de Valencia, que la Generalitat dispuso para los afectados como refugio temporal, adem¨¢s de otro en una residencia de Burjassot.
Son las seis de la tarde y, aunque Yelitza termin¨® su turno en el trabajo hace una hora y media, hasta ahora est¨¢ regresando al refugio en el hospital. Ella, venezolana, que hab¨ªa llegado hace dos a?os a Alfafar, trabaja cuidando personas mayores, una fotograf¨ªa que se repite en cientos de mujeres latinoamericanas en la provincia. Aunque en el hospital las condiciones son buenas, la sede le queda lejos de Catarroja, donde est¨¢n las casas que le han asignado para trabajar.
Sabe que esta estancia es temporal, pero no tiene idea para d¨®nde irse despu¨¦s de que deban dejar el hospital. Aplic¨® a las ayudas de la Generalitat y el Gobierno, pero a¨²n ve lejos que le vayan a llegar. ¡°Eso es un proceso, tampoco es que se lo depositen a uno de una vez, somos muchos pidi¨¦ndolas; esperemos que sea pronto, pero creo que va para largo¡±.