Menores ante el confinamiento
No se trata de construir altares alrededor de nuestros hijas e hijos, pero s¨ª tener presentes sus necesidades, sobre todo, afectivas. Si estos d¨ªas los ven por la calle, no les increpen: ellos no tienen la culpa
La pandemia nos trata de forma igual a todos, en cierta manera nos homogeneiza. Sin embargo, cada cual la vive, la sufre, de forma diferente: sea por motivos personales, familiares, laborales, sociales, econ¨®micos o tantos otros. A todos nos trata igual, pero todos somos diferentes ante ella. En esta diferencia no es lo mismo ser adulto que ser menor, estar a cargo de menores, que ser un menor que necesita de nuestros cuidados.
Tambi¨¦n nuestros ni?os y nuestras ni?as padecen la pandemia y el confinamiento de formas diversas. Tenemos menores reci¨¦n nacidos, ni?os y ni?as enfermos, en terapia, con grandes capacidades, que conviven con la violencia cotidiana, y tantas otras circunstancias. Estos d¨ªas hemos visto como diferentes gobiernos auton¨®micos y locales ofrec¨ªan soluciones (algunas un tanto sorprendentes) para suplir las becas comedor de las que son titulares aquellos menores pertenecientes a familias en situaciones precarias. Para algunos de esos escolares y sus familias, percibir esa beca es la forma de asegurarse una comida en condiciones al d¨ªa.
Los menores extranjeros no acompa?ados son otro colectivo que ve agravada su situaci¨®n precaria estos d¨ªas. Un colectivo ya de por si estigmatizado, al que se achacan todo tipo de conductas antisociales (muchas sin fundamento). Pero son ni?os y ni?as, como los nuestros, faltos de personas que les gu¨ªen, que les cobijen y les den afecto. Diversas organizaciones, como Fundaci¨®n Ra¨ªces en Madrid o Noves Vies en Barcelona, intentan suplir algunas de las necesidades b¨¢sicas de esos menores, poniendo todo su empe?o, m¨¢s all¨¢ de lo estrictamente profesional. Estos d¨ªas, nos relatan, est¨¢n desbordadas, en una situaci¨®n de aut¨¦ntica emergencia social.
Los m¨¢s afortunados viven una vida m¨¢s o menos ajustada a los est¨¢ndares convencionales: ni?os y ni?as con progenitores (en el sentido amplio de aquellas personas que ejercen su tutela cotidiana) que les cuidan. Los menores en acogida, durante el confinamiento, no podr¨¢n ver a sus padres y madres biol¨®gicos, pero seguir¨¢n al resguardo de sus padres de acogida.
Muchas madres y muchos padres estamos teletrabajando durante el confinamiento, y podemos acompa?ar a los menores con los que convivimos en casa, pero tantos otros tienen que seguir trabajando fuera de hogar, para seguir prestando servicios necesarios, con el miedo constante a infectarse y llevarse el virus a casa. As¨ª, quedarse en casa no es solo un acto de responsabilidad social, tambi¨¦n un privilegio. Ahora, no nos enga?emos, hacer compatible el teletrabajo con la convivencia con menores, m¨¢s o menos peque?os, y adolescentes no es una tarea nada f¨¢cil. Unos y otros est¨¢n acostumbrados a pasar muchas horas de su d¨ªa a d¨ªa fuera de casa, en el colegio, en actividades deportivas, culturales, en el parque, con los amigos y amigas, o saliendo los fines de semana. Unos necesitan de una atenci¨®n continuada, son muy exigentes y quieren que su adulto de referencia est¨¦ pendiente de ellos, sea para pintar, ver la tele, leer o dormir. Los m¨¢s mayores han roto con sus rutinas, de estudio y de ocio, y, como sabemos, la adolescencia tiende a llevarnos a una exaltaci¨®n del yo poco compatible con las exigencias convivenciales de un confinamiento.
Algunos menores conviven con sus padres y madres (biol¨®gicos o de acogida) de una forma diferente tras la separaci¨®n de aquellos. En estos casos los dos progenitores siguen siendo responsables de la tutela de sus hijos, solo que se reparten a periodos m¨¢s o menos iguales los tiempos que pasan con ellos. Los progenitores son responsables de ofrecer a sus hijos un entorno libre de virus estos d¨ªas, as¨ª que, si hay sospecha de infecci¨®n, podr¨¢ cederse la custodia para pasar la cuarentena. Pero, salvo esta excepci¨®n sanitaria, los reg¨ªmenes de custodia compartida, recogidos en sentencia judicial, no se han visto jur¨ªdicamente alterados por el decreto de estado de alarma, por lo que los ni?os y las ni?as deben seguir disfrutando de sus mayores en los mismos t¨¦rminos que lo hac¨ªan antes. Alterar unilateralmente, sin acuerdo, estas normas supone afectar el inter¨¦s del menor que, salvo causa justificada, tiene derecho a estar con sus dos progenitores, a recibir los cuidados y afectos de ambos.
Todos ellos, nuestros hijas e hijos, viven un momento extraordinario. Tambi¨¦n los mayores, pero somos nosotros los obligados a cuidarles responsablemente. No se trata de construir altares a su alrededor y adorarles, pero s¨ª tener presentes sus necesidades, sobre todo, afectivas. No dejemos que aprovechen estos d¨ªas para convertirse en (peque?os) dictadores pero, oigan, si los ven por la calle, no les increpen: ellos no tienen la culpa.
Argelia Queralt es profesora de Derecho Constitucional.
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