Los gigantes del mar visitan Catalu?a
La primavera y la poca actividad en las aguas atraen a algunas especies de tiburones y ballenas a las costas catalanas
La llegada de la primavera, con aguas m¨¢s calientes, la gran cantidad de alimento aportado al mar a trav¨¦s de los nutrientes de las riadas provocadas por el temporal Gloria y un menor tr¨¢fico y de embarcaciones, han hecho que varios ejemplares de tibur¨®n peregrino (Cetorhinus maximus) y de la ballena rorcual com¨²n (Balaenoptera physalus) se hayan dejado ver a escasas millas de la costa catalana. En algunos casos, en agregaciones ¡ªgrupos¡ª de hasta tres individuos, ¡°algo no inusual, pero s¨ª poco frecuente¡± detalla el director de SUBMON, organizaci¨®n dedicada a la conservaci¨®n, estudio y divulgaci¨®n del medio marino, y profesor de Zoolog¨ªa Marina de la Universitat de Barcelona, Manel Gazo.
En los ¨²ltimos siete d¨ªas ha habido al menos cinco avistamientos de estos dos grandes animales marinos. El jueves pasado, una barca de pesca de Vilanova i la Geltr¨² localiz¨® dos ejemplares; al d¨ªa siguiente, la tripulaci¨®n de dos barcos arrastreros de Roses avist¨® dos tiburones a unas cuatro millas frente al Cap de Creus. El martes le toc¨® el turno a la Costa Dorada. Los tripulantes de un pesquero del barrio del Serrallo, en Tarragona, avistaron tres ejemplares a unas 16 millas de la costa de Torredembarra. El mismo d¨ªa, pescadores de Roses localizaron un rorcual com¨²n frente al Cap de Creus.
¡°Es la ¨¦poca de verles, son animales migratorios, vienen en primavera, cuando hay m¨¢s comida, a alimentarse, y este a?o m¨¢s, por la cantidad de nutrientes que las riadas de las ¨²ltimas semanas y las provocadas por el Gloria llevaron al mar¡±, explica el bi¨®logo marino. Ahora hay mucha materia org¨¢nica en superficie, y se produce lo que se conoce como ¡°bloom fitoplanct¨®nico¡±, una explosi¨®n de vida. El sol y los nutrientes permiten crecer al plancton vegetal del que se alimentan los peque?os crust¨¢ceos que forman el plancton animal y del que a su vez se alimentan estos dos grandes animales marinos. Destaca, adem¨¢s, que cualquier otro a?o el litoral catal¨¢n estar¨ªa frecuentado por embarcaciones recreativas. Ahora solo hay barcos de pesca. ¡°Existe una realidad, hay menos tr¨¢fico de embarcaciones y, por tanto, menos ruido y menos molestia¡±, indica, y aunque insiste en que no se puede demostrar que ello est¨¦ ligado directamente a la aparici¨®n de estos ejemplares, ¡°seguro que ayuda¡±, concluye. Tampoco se puede olvidar, apunta, que ¡°estamos en un momento en el que hay m¨¢s voluntad de ver las cosas, hay m¨¢s ojos mirando a todas partes¡±.
Tanto el tibur¨®n peregrino como el rorcual com¨²n se alimentan de bancos de zooplancton. Los primeros nadan con la boca abierta y pueden filtrar m¨¢s de 2.000 litros de agua en busca de peque?os crust¨¢ceos y cop¨¦podos. A pesar de su gran tama?o, ni comen grandes peces ni son peligrosos para el ser humano. Son inofensivos. Este escualo de lentos movimientos prefiere aguas templadas de entre 8 y 14 grados. Es una especie migratoria, por eso en primavera se puede ver en aguas costeras cerca de la superficie en busca de alimento. Se desconoce de d¨®nde viene o ad¨®nde va. Puede nadar durante horas en aguas profundas, por lo que es dif¨ªcil situarle. En el caso de las ballenas es m¨¢s f¨¢cil, porque son mam¨ªferos que deben salir a respirar, y se conocen sus rutas. La costa catalana les viene de paso en su migraci¨®n al mar de Liguria. No nadan con la boca abierta, pero tambi¨¦n filtran el agua ingiri¨¦ndola gracias a los pliegues gulares.
Ambos est¨¢n entre los animales marinos m¨¢s grandes del mundo, tras el tibur¨®n ballena y la ballena azul. El tibur¨®n peregrino puede medir unos ocho metros y pesar cuatro toneladas. El rorcual com¨²n, la ballena m¨¢s habitual del Mediterr¨¢neo, puede llegar a 20 metros y 48 toneladas. Ambas son especies protegidas, y en el cat¨¢logo espa?ol de especies amenazadas, al tibur¨®n peregrino se le considera en peligro de extinci¨®n, y est¨¢ ¡°especialmente protegido¡± en el Mediterr¨¢neo. Eso implica que los pesqueros que los capturen accidentalmente no pueden llevarlos a bordo, ni transportarlos ni desembarcarlos para ser puestos a la venta. Tienen que devolverlos al mar lo antes posible.
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