Todo ir¨¢
Pienso que es el momento de llamar a la organizaci¨®n sindical y a la lucha colectiva, de aclamar el tumulto y ocupar futuras calles. El todo ir¨¢ no nos aboca a un pasado inevitable
Pienso cuando se me pas¨® por la cabeza intentar quedarme embarazada durante la cuarentena, intentarlo de verdad, pero al cabo de un rato me contest¨¦ que intentar tener un hijo ahora era como el tupper que hab¨ªa guardado en el congelador para una oficina futura que no ten¨ªa
El d¨ªa despu¨¦s de saber que habr¨ªa nueva normalidad, que as¨ª se llamaba lo de despu¨¦s, me imagin¨¦ Nueva Normalidad en letras may¨²sculas. A todo el mundo le vinieron im¨¢genes parecidas: lo vieron el t¨ªtulo del nuevo mundo en una tribuna, en una inscripci¨®n de una plaza p¨²blica, en un nuevo decreto, desde un meg¨¢fono: ¡°Bienvenidos a Nueva Normalidad¡±.
Para pensar en qu¨¦ consistir¨ªa nueva normalidad busco la vieja. Miro signos en fotos antiguas. La vieja normalidad se impone: cu¨¢nto nos toc¨¢bamos, que cerca est¨¢bamos los unos de los otros, como se nos ocurr¨ªa, incluso, voluntariamente, decididamente, mantener las distancias.
Encuentro vieja normalidad en un filtro de instagram que pone mi cara sobre un fondo de disturbios y fuego. Se llama Urquinaona Days en referencia a las movilizaciones de octubre tras la sentencia del 1-0. Esa nueva normalidad ahora es vieja. Pienso en las calles llenas de gente y s¨¦ que tendremos que volver cuando los despidos sean definitivos y vuelvan a precarizarnos, cuando no podamos costearnos la vida.
Busco vieja normalidad en mi vecina de enfrente, que ha ido colgando carteles en las ventanas. Es la optimista. ¡°Todo ir¨¢ bien, esperanza, paciencia¡±. Algunos de estos carteles est¨¢n deteriorados despu¨¦s de semanas. El arcoiris exhibe una variedad crom¨¢tica cada vez m¨¢s precaria.
Desde mi ventana, solo leo: ¡°Todo ir¨¢¡±. Apruebo la contenci¨®n y la aspereza del mensaje de ahora. Todo ir¨¢, se?ora. Eso seguro.
¡°Cuando no hay idea de futuro, la preservaci¨®n del pasado se vuelve irreflexiva. Es lo que permite seguir adelante¡±, explica Sara Ahmed en su ensayo ¡®La promesa de la felicidad¡¯. Parecemos obstinadas en mirar hacia adelante, esperando futuros felices basados en ideas felices anteriores, sin cuestionarnos si lo eran. El voluntarismo m¨¢gico impregna la cultura de empresa, los talleres de autoayuda i la ideolog¨ªa espont¨¢nea de mi vecina. No quiero un concierto en los balcones que me diga que ¡°saldremos adelante¡± ni quiero un Sant Jordi de consolaci¨®n.
Pienso cuando se me pas¨® por la cabeza intentar quedarme embarazada durante la cuarentena, intentarlo de verdad, pero al cabo de un rato me contest¨¦ que intentar tener un hijo ahora era como el t¨¢per que hab¨ªa guardado en el congelador para una oficina futura que no ten¨ªa.
Maldigo el imperativo de la alegr¨ªa, como Audre Lorde: ¡°Buscamos la felicidad m¨¢s que comida de verdad, aire limpio y un futuro m¨¢s sano en un planeta habitable! Como si la felicidad y solo eso pudiera protegernos de los resultados de la obsesi¨®n por el beneficio¡±. Tampoco es sostenible el pesimismo, trampa paralizadora que conduce a la autocompasi¨®n. Ni habitar la distop¨ªa, como dice la ecofeminista Yayo Herrero: corre el riesgo de convertirse ahora mismo en una posici¨®n conservadora. Pienso que es el momento de llamar a la organizaci¨®n sindical y a la lucha colectiva; de aclamar el tumulto y ocupar calles futuras. El ¡°todo ir¨¢¡± no nos aboca a un pasado inevitable.
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