En el conf¨ªn con Internet
Internet y el buscador Google me parecen las herramientas de conocimiento m¨¢s revolucionarias nunca vista
Confinarse es estar en un sitio donde no llega nuestra vista. As¨ª define el t¨¦rmino confinaci¨®n el Diccionario de uso del espa?ol, de la inmortal Mar¨ªa Moliner. Conf¨ªn es el territorio donde nos confinamos. Es estar totalmente fuera del mundo que nos rodea. Para algunos, su naturaleza de por s¨ª dom¨¦stica, rutinaria, tendente siempre al recogimiento, el confinamiento al que nos ha sometido el coronavirus (insisto mucho en esto, el maldito coronavirus y nada m¨¢s es la causa de esta in¨¦dita situaci¨®n) es como una bendici¨®n. Uno descubre de pronto otro estado. Otro mundo, el que est¨¢ en este mismo que vivimos, como reza un verso de Paul ?luard. Un lugar in¨¦dito en nuestra propia casa. El lugar de todos los d¨ªas, un d¨ªa nos parece otro sitio, los libros que le¨ªmos otros libros y las pel¨ªculas que vemos la aut¨¦ntica realidad porque la nuestra, la que nos rodea ya no lo es. O no nos parece que lo sea.
Leo ahora indiscriminadamente, como cuando empec¨¦ de muy jovencito en la biblioteca del reformatorio. Junto a los libros ya le¨ªdos, est¨¢n los que esperan ser abiertos. Tengo muchos libros a¨²n sin leer.
Internet y el buscador Google me parecen las herramientas de conocimiento m¨¢s revolucionarias nunca vista. Los que no tuvimos de ni?os ni de adolescentes en casa una enciclopedia cuando la necesit¨¢bamos, bien lo sabemos. He descubierto en estos d¨ªas que cada libro que cojo, tardo m¨¢s en leerlo. Eso es porque me detengo en cada nombre, ciudad o cualquier otra referencia que salga en sus p¨¢ginas. (Tambi¨¦n me pasa cuando camino, cruzarme con el nombre de una calle que ignoraba totalmente). Dar¨¦ un ejemplo de lo que digo. Al comienzo del confinamiento, comenc¨¦ a leer Los errantes (Anagrama), novela de la escritora polaca y Premio Nobel de Literatura 2019 Olga Tokarczuk. En la p¨¢gina 138, la autora comenta una costumbre muy de la ¨¦poca que trata, de meter disecados en vitrinas ¡°todo lo raro, cada manifestaci¨®n de la aberraci¨®n del mundo¡±. Y da un ejemplo hist¨®rico. En la corte vienesa de finales del siglo XVIII, Jos¨¦ II practic¨® esa ¡°aberraci¨®n¡±. Y en tiempos de Francisco I, el hombre que perdi¨® su poder en Europa en Austerlitz frente a Napole¨®n Bonaparte, se lleg¨® hasta la disecaci¨®n de uno de sus cortesanos preferidos, Angelo Soliman. Pues bien, gracias a mi estad¨ªa en mi conf¨ªn, entregado al placentero cultivo de la digresi¨®n y la libertad de movimiento intelectual que dicha confinaci¨®n nos permite sin cortapisas, comenc¨¦ a viajar por internet hasta encontrar al desgraciado Soliman. Har¨¦ un resumen porque la historia se lo merece.
Soliman naci¨® en Nigeria en 1721. Proven¨ªa muy probablemente del pueblo kanuri. Siendo muy ni?o fue vendido como esclavo. Lo trasladaron a Marsella. Ese terrible hecho fue sin embargo su salvaci¨®n humana y espiritual. Se ocup¨® de ¨¦l y de su educaci¨®n una marquesa de Mesina. Unos a?os despu¨¦s, sin muchos miramientos sentimentales, la marquesa siciliana lo regal¨® al gobernador de Sicilia, el pr¨ªncipe Johann Georg Christian de Lobkowitz. Este pr¨ªncipe lo convierte en soldado y ayuda de c¨¢mara. Los avatares de la guerra y de la vida hacen que Soliman termine como preceptor del futuro heredero de la corona austr¨ªaca Francisco Jos¨¦ I. Esto ocurre en 1773. Cinco a?os antes se hab¨ªa casado con Magdalena Kellerman, una viuda joven de la estirpe militar francesa de los Kellerman, futuros duques de Valmy.
Angelo Soliman fue un hombre culto. Se incorpora en 1781 en la logia mas¨®nica vienesa y es nombrado gran maestre. Gracias a esta circunstancia, Soliman entra en contacto con la cr¨¨me de la cr¨¨me de la cultura vienesa de su tiempo. Se hace amigo del cient¨ªfico Ignaz von Born y gracias a ello conoce personalmente a Mozart y Haydn. En 1772 nace su hija Jos¨¦phine. Y ahora viene lo terrible de esta historia. Muere en 1796. Su cad¨¢ver fue disecado y expuesto en el Museo de Historia Natural de Viena, adornado con plumas y un infame taparrabos (algo muy parecido a lo que ocurri¨® con el Negro de Banyoles, historia, por cierto, que trata con excelente pericia narrativa Miquel Molina en su libro Naturaleza muerta, de reciente publicaci¨®n en Edhasa). El cad¨¢ver disecado de Soliman se quem¨® durante la revoluci¨®n de 1848 en Viena. Olga Tokarczuk transcribe la carta que la hija de Soliman remiti¨® a Francisco I rog¨¢ndole tuviera a bien devolverle el cad¨¢ver de su padre para ser enterrado con la dignidad que merece toda persona humana. Nunca obtuvo respuesta. No conozco novela, ni pel¨ªcula que traten esta incre¨ªble existencia.
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