La Generalitat, sin marca
Anta?o fotografiarse con un presidente de Catalu?a, firmar un convenio o invitarle a una regi¨®n europea conllevaba un r¨¦dito para el hu¨¦sped. Hoy los interlocutores y mandatarios se escabullen por los pasillos
Eso nosotros no lo haremos". Un dirigente de ERC cerraba as¨ª en petit comit¨¦, antes de iniciarse el confinamiento, la posibilidad de retirar el apoyo parlamentario a Quim Torra. En Esquerra han preferido comprar grandes cantidades de Almax a permitir que Junts le significara ante su votante como el responsable de hundir el gobierno independentista. Los dirigentes de ERC han tenido muchos meses para lamentar no haber corrido el riesgo de forzar elecciones y el presidente se ha valido de esa flaqueza para desgastar a los republicanos en pro de la unidad y de una supuesta ¡°firmeza antirepresiva¡±.
La asunci¨®n que la instituci¨®n que se tiene sirve para poco o nada y el lloriqueo producen un efecto perverso
La Generalitat y su presidencia han sufrido, en especial durante esta ¨²ltima legislatura, un deterioro muy notable. Anta?o su sello abr¨ªa puertas. Hoy no. Anta?o fotografiarse con un presidente de Catalu?a, firmar un convenio o invitarle a una regi¨®n europea conllevaba un r¨¦dito para el hu¨¦sped. Hoy los interlocutores y mandatarios se escabullen por los pasillos. Las noticias de peso se almuerzan. La instituci¨®n ha perdido marca. Sufre, con m¨¢s profundidad y con peor diagn¨®stico, una crisis reputacional como la del Bar?a, tal como la describi¨® certero Jaume Gir¨® en El Peri¨®dico (6 de setiembre).
No es que el desarrollo de las campa?as electorales y el rol de las instituciones durante las mismas no deba ser repensado, es conveniente. La legislaci¨®n debe acompa?ar los cambios sociales cuando los hay, pero es necesario un debate desde la raz¨®n, no desde la emoci¨®n, y dirigido por expertos en la materia. No es que el Gobierno de Espa?a no pueda plantearse expresar una disculpa al presidente Companys y a otros muchos que padecieron la Guerra Civil y la dictadura franquista. Deber¨ªa. Lo que ocurre es que exigi¨¦ndoselo se le coloca al pie de los caballos de unos partidos a los que apoya un porcentaje notable de poblaci¨®n, a la que todav¨ªa hay que ganarse en este terreno.
Desde su unci¨®n, Quim Torra no ha hecho ni el m¨¢s m¨ªnimo adem¨¢n para comprender que el lenguaje comunicacional del activismo no casa ¡ªpor antiestablishment que uno se pretenda¡ª con el rol institucional. Tampoco para entender que la gesticulaci¨®n, sin influencia ni poder, se aleja de la ¨¦pica y se acerca a la ¨®pera bufa. Aun teniendo parte de raz¨®n, las formas, el tono, la arrogancia de creerse poseedor de la verdad en la l¨ªnea de lo que expres¨® Daniel Innerarity en este diario (10 de septiembre), imposibilita cualquier atisbo de ser tomado, tan siquiera, en consideraci¨®n. M¨¢s cuando, de manera evidente, no se tiene la sart¨¦n por el mango.
Hay en el independentismo una corriente a la que pertenece el presidente que, anclada en el lamento y la victimizaci¨®n perpetua, ve siempre el vaso medio vac¨ªo. El autogobierno, en vez de considerarse un valor que necesita demostrar a diario que puede ser bien administrado para ganar con ello la autoridad moral y el apoyo transversal ciudadano para reclamar as¨ª m¨¢s m¨²sculo, es visto como un estorbo. La asunci¨®n que la instituci¨®n que se tiene sirve para poco o nada y el lloriqueo constante producen un efecto perverso y contrario al buscado. En las filas independentistas a?ade frustraci¨®n a la ya existente, que es mucha. En las dem¨¢s, desapego hacia la necesidad de reclamar m¨¢s capacidad para gobernarse.
Hay en el independentismo una corriente a la que pertenece el presidente que ve siempre el vaso medio vac¨ªo
El asunto de la pancarta no acercar¨¢ a los pol¨ªticos encarcelados ni un mil¨ªmetro a la libertad, ni conseguir¨¢ un palmo m¨¢s de autogobierno para Catalu?a, ni contribuir¨¢ en nada a solventar la confusi¨®n y el decadentismo del pa¨ªs. No lo har¨¢ ni a¨²n viajando a Europa, a la que solo miramos como un solucionador de pleitos, olvidando las oportunidades de inversi¨®n, alianzas e investigaci¨®n.
Al margen de su uso para repartir carn¨¦s de patriotismo o de colaboracionismo, la sensaci¨®n cada vez m¨¢s extendida ¡ªincluso entre el independentismo¡ª es que el presidente ha buscado con la pancarta ser protagonista del pasado desde un cargo que le ha permitido revivir cada d¨ªa sus admirados a?os treinta. La madrugada del 7 de octubre de 1934 el Ej¨¦rcito detuvo en el Palau a Companys, que expres¨® ¡°?haced lo que teng¨¢is que hacer!¡±. Si tenemos que pasar el bochorno est¨¦ril de ver al presidente de Catalu?a inhabilitado en plena pandemia esperemos al menos un desenlace distinto. Despu¨¦s, como en el Bar?a, el nuevo inquilino tendr¨¢ que recuperar la reputaci¨®n y la marca de la Generalitat. Arduo trabajo.
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