El virus no puede con la m¨²sica, pero s¨ª con la alegr¨ªa
Maria del Mar Bonet, Za! y la producci¨®n de Raynald Colom con Vozes pautan la primera jornada musical de la Merc¨¨
El ¨²ltimo concierto del primer d¨ªa de fiestas fue solemne. En el Teatre Grec, una Maria del Mar Bonet vestida de noche ofreci¨® una actuaci¨®n muy especial en la que cont¨® con la complicidad de artistas como Toti Soler, Miquel Gil o Juan Valderrama. Con el p¨²blico sentado como si las gradas fuesen un enorme juego de damas, en el que se dispon¨ªa como para ser comido, Maria del Mar comenz¨® con su cuarteto interpretando piezas como Joan d¡¯on vens, Aigo, o Penyora, de Llu¨ªs Llach. Noche con temperatura oto?al para un concierto c¨¢lido con el Mediterr¨¢neo como tel¨®n de fondo.
Antes, durante la jornada, calles vac¨ªas en el centro, como un domingo desolado. Apenas transe¨²ntes por las Ramblas pasado ya el mediod¨ªa, ni tan siquiera la alegr¨ªa del vermut en las terrazas. Dos tiendas de souvenirs abiertas parec¨ªan una muestra de insensata tozudez, mientras que comercios ya definitivamente cerrados en la calle Elisabets se antojaban heridas en un tejido comercial lacerado. Aunque no lo parec¨ªa era el primer d¨ªa de fiestas y la ciudad, abatida, guardaba y proteg¨ªa sus celebraciones en rincones como la plaza Joan Corominas, uno de los escenarios tradicionales del BAM, donde largas colas recordaban los protocolos de nuestros d¨ªas. S¨ª, la m¨²sica sobrevive, pero la alegr¨ªa de la fiesta ha sido otra de las v¨ªctimas colaterales de la pandemia.
Suerte que en la plaza actuaban Za! y La TransMegaCobla, o lo que es lo mismo, la uni¨®n del d¨²o de guitarra y bater¨ªa que es Za! junto a tres vientos de cobla (flabiol, tible y fiscornio) y dos voces, las de Tarta Ralena. Un vestuario delirante e imaginativo propio de unas Mil y Una Noches en tripi, y deseos de ofrecer un espect¨¢culo en el que acabaron participando desde las llaves de casa de la asistencia hasta sus gritos orquestados y sus mismos cuerpos, que se contonearon sin violentar la distancia social. Una idea excelente para implicar al p¨²blico en una actuaci¨®n de m¨²sica f¨ªsica, la gran perdedora en auditorios en los que nadie se puede mover. Es m¨¢s, la idea funcion¨® tambi¨¦n para los ni?os que a aquella hora descubr¨ªan que la m¨²sica es algo m¨¢s de lo que suelen escuchar. Vigor y humor, solos de flabiol y Demis Roussos, retazos de La Santa Espina y Entre Dos Aguas bajo un sol que entonces se sumaba a la fiesta. En una hora se desparram¨® en Corominas, 380 sillas, un caudal de alegr¨ªa delimitada en un rinc¨®n de la ciudad, por lo dem¨¢s mustia en su intento de celebrar a su patrona.
Hablando de patronas, ya en la tarde, Santa Eulalia nos volvi¨® a recordar su despecho por haber perdido el patronazgo de la ciudad, y amag¨® con enviar lluvia. No lo hizo. En el parque G¨¹ell Raynald Colom y la orquesta de Vozes, una iniciativa social para que j¨®venes que no viven en chalets puedan acercarse a la pr¨¢ctica musical, interpretaban el Sketches Of Spain de Miles Davis sobre los arreglos de Gil Evans. El acceso al parque era desolador. La calle Larrard, antes de todo un Orinoco de turistas, con sus chancletas, sus helados y su griter¨ªo pol¨ªglota, luc¨ªa desierta. Las pocas tiendas de souvenirs m¨¢s vac¨ªas que el espacio exterior y en las puertas, m¨¢s solos que un centinela, los vendedores guardaban la nada mientras hablaban en urdu por tel¨¦fono, ahora ¨²nico idioma extranjero en la calle. S¨®lo la trompeta de Raynald Colom, completando el ensayo, acompa?aba en la soledad de una calle que ha perdido el pulso y un sentido que bien visto igual conduc¨ªa al exceso.
Ahora bien, el espacio del concierto era una maravilla. Estaba sobre la sala hip¨®stila, con Barcelona a los pies, y todos los edificios altos de la ciudad como si fuesen parte de un gigantesco lego limitado por el mar. Daban ganas de imitar a Miles Davis y dar la espalda al escenario, ¨¦l lo hac¨ªa con el p¨²blico, y escuchar su m¨²sica sin mirar a los int¨¦rpretes, s¨®lo atendiendo a la estampa de la ciudad en el atardecer. El concierto, una excelente producci¨®n de la Merc¨¨, repas¨® el disco con la base del tr¨ªo de Colom (trompeta, bater¨ªa y contrabajo) y la orquesta, arrancando con el Adagio del Concierto de Aranjuez que abre el disco. Raynald Colom, un trompetista sinuoso como Gaud¨ª, comand¨® un concierto que fue un regalo y que atrajo a un p¨²blico de diferente perfil que el de la ma?ana en Coromines. Como muestra un bot¨®n, uno de los asistentes coment¨® que no estaba all¨ª desde las Jornadas Libertarias. Fuera, de nuevo, la ciudad segu¨ªa apagada.
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