El salero de Michael Robinson
Divertido, c¨¢lido y con un sentido del humor tan extraordinario que desarmaba a los sectarios, se le veneraba, entre otras cosas, porque no precisaba gritar ni berrear para llamar la atenci¨®n
Muy de vez en cuando, siempre que las circunstancias lo permiten, procuro acudir al estadio como un aficionado para recordar la a?orada liturgia de un partido de f¨²tbol y advertir si el juego del equipo se ve de igual manera en la grada que desde la tribuna de prensa del Camp Nou. La mirada es habitualmente distinta y la reacci¨®n tampoco suele ser la misma: el periodista fiscaliza, a veces tanto que cae en la autocensura para disimular sus colores, y el espectador se emociona, hasta el punto de que si hace falta est¨¢ dispuesto a llegar a las manos con quien discuta sus gustos, circunstancia que en cualquier caso dif¨ªcilmente se da en el Bar?a.
El factor campo se constata en la jornadas exigentes y no en las citas de entretiempo, d¨ªas en que se cruzan apuestas por los j¨®venes de la Masia y se polemiza sobre el estado de forma de las figuras o acerca de sus sentimientos, como pasar¨ªa hoy con Messi. El d¨ªa que me escapo hasta la lateral, siento que me subo al bal¨®n cuando el 10 regatea, de la misma manera que antes cre¨ª culebrear con Ronaldinho, en mis inicios no me perd¨ª los calentamientos de Maradona y vol¨¦ de joven con Cruyff. A los ¨ªdolos se les aplaude de pie y se les cuestiona sentado cuando en la redacci¨®n hay que poner distancia, un ejercicio dif¨ªcil en Barcelona y en Madrid.
No se trata de enga?ar a nadie, como si el cronista-aficionado tuviera una doble personalidad, sino de encontrar la manera de explicarse sin traicionarse ni vulnerar el libro de estilo en un intento de ser fiel a los hechos y merecer el respeto del lector, cosa m¨¢s sencilla si el sujeto es el partido con independencia de que se juegue en el Camp Nou o el Bernab¨¦u. Tampoco es obligado que el hincha se deba separar del articulista, y mucho menos ahora, tiempos en que a menudo se estimula la militancia y el hooliganismo y se impone el divertimento y la prensa de club en LaLiga.
Hay quien ha sido toda su vida un activista, tambi¨¦n se cuentan los ingenuos y naturalmente no se pueden olvidar a los descre¨ªdos, una especie seguramente minoritaria en tiempos de blanco y negro, de Cristiano Ronaldo o Messi y de Bar?a o Madrid. A m¨ª me dio un ataque de escepticismo despu¨¦s del desencanto que tuve con Hugo Cholo Sotil, al que defend¨ªa sin reservas frente a Johan Neeskens. La pasi¨®n que de joven sent¨ªa por el delantero peruano se convirti¨® en un desenga?o cuando prefiri¨® dormir la siesta antes que concederme la entrevista acordada entonces para el diario Avui. No pude preguntar ni escribir nada sobre el mito Sotil que me hab¨ªa construido como seguidor de su vida en el Camp Nou.
He sido siempre una persona atormentada a la que le cuesta encontrar consuelo y m¨¢s despu¨¦s de la muerte de Michael Robinson, cuya figura fue homenajeada en la s¨¦ptima edici¨®n del Offside Fest Festival Internacional de Cine Documental de F¨²tbol en Barcelona. La sesi¨®n inaugural se dedic¨® al ingl¨¦s, como era conocido por sus amigos, sobre todo los de Informe Robinson, y cont¨® con la participaci¨®n de John Carlin. ¡°La gente no se acostumbra a la ausencia de Michael, no me hago a la idea de que est¨¢ muerto, porque siempre se hac¨ªa presente. ?Ten¨ªa tanta vida?¡±, remach¨® Carlin.
Muchos no nos atrevimos a preguntarle c¨®mo se encontraba en vida cuando fuimos en su busca en el campo porque no quer¨ªamos pensar qu¨¦ ser¨ªa de nosotros el d¨ªa que se fuera -ocurri¨® el 28 de abril-, necesitados de su magisterio: sin ser periodista, defendi¨® el oficio mejor que cualquier practicante o graduado, y no imparti¨® doctrina ni moraliz¨®, simplemente se hizo valer por su curiosidad, entusiasmo, sentido de la ¨¦tica y brillantez, con independencia del escenario y la competici¨®n, obsesionado sobre todo con respetar al espectador ¡°por ser tan generoso que nos deja entrar hasta la sala de estar o el comedor de su casa¡±, palabra de Robinson.
Al campe¨®n de Europa con el Liverpool, persona divertida, c¨¢lida y con un sentido del humor tan extraordinario que desarmaba a los sectarios, se le veneraba por su tono y acento, por la facilidad que ten¨ªa para verbalizar un discurso v¨¢lido para cualquier partido y porque no precisaba gritar ni berrear para llamar la atenci¨®n, seguramente porque sab¨ªa que ¡°no nos dan un micr¨®fono para que hablemos sino para que podamos hablar¡±. As¨ª lo record¨® Gemma Herrero, invitada tambi¨¦n en el acto de recuerdo a Michael, el periodista que me fascinaba porque nunca ofend¨ªa a nadie ni hac¨ªa periodismo para periodistas, ni siquiera en la sala de prensa del Camp Nou.
Ten¨ªa mucho ingenio porque m¨¢s que el lenguaje dominaba la jerga despu¨¦s de su paso por Pamplona, C¨¢diz, Marbella, Madrid o Barcelona. A fin de cuentas, era un gran contador de historias que controlaba distintas facetas del proceso de producci¨®n despu¨¦s de saber poner el foco en la noticia de manera brillante y explicarla de forma amena, hasta el punto de ser el ingl¨¦s seguramente m¨¢s querido de la historia de Espa?a, palabra de Carlin. ¡°Me siento como un perro con dos colas¡±, afirm¨® en su d¨ªa cuando le pregunt¨¦ c¨®mo ser imparcial en un tiempo de periodismo de camiseta. ¡°Me toman por madridista en Barcelona y por barcelonista en Madrid¡±.
Robinson era ¡°aut¨¦ntico, no actuaba ni impostaba, tampoco fing¨ªa¡± -insisti¨® Carlin-, circunstancia que le permit¨ªa improvisar de manera magistral cuando recib¨ªa honores y premios como el V¨¢zquez Montalb¨¢n. No encuentro defectos a su figura, le pongo de referencia para las futuras generaciones de periodistas y busco sus mensajes m¨¢s graciosos para combatir mis ataques de mal humor, hoy crecientes porque no puedo ir al estadio, ni a la grada y dif¨ªcilmente a la tribuna de prensa, as¨ª que funciono como un telespectador, y no como un periodista o un seguidor de los partidos del Bar?a. Y necesito ir a la cancha para descifrar a Messi.
A larga distancia, no huelo y no siento los partidos, sino que los miro y escucho, y noto que abundan en la televisi¨®n y la radio los analistas -me entusiasma ?lvaro Benito, quien precisamente sustituye a Robinson- y triunfan los polemistas mientras en los diarios los cronistas est¨¢n cercados por los columnistas en tiempos de mucha tertulia, hu¨¦rfanos de tipos carism¨¢ticos como Robinson. No s¨¦ si es una especie en extinci¨®n, tampoco creo que le hubiera gustado que se le presentara como ejemplo de honestidad, decencia y credibilidad, porque su aspiraci¨®n era entretener con una buena informaci¨®n, una virtud que ejerc¨ªa con un salero especial, ¡°propio de un ingl¨¦s h¨ªper espa?ol¡±, como remat¨® Carlin.
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