?Casualidad o causalidad?
El independentismo consigue que la versi¨®n que le conviene en cada momento se imponga sobre la realidad de los hechos y quede instalada como verdad irrefutable para amplios sectores de la ciudadan¨ªa
En su comparecencia en Perpi?¨¢n del pasado 9 de octubre tanto Artur Mas como Carles Puigdemont y Quim Torra repitieron una afirmaci¨®n que a continuaci¨®n TV-3 se encarg¨® de ir difundiendo profusamente en diversos espacios y franjas horarias (en m¨¢s de un caso sin citar la fuente, como si se le estuviera ocurriendo en ese momento al conductor o conductora del programa), la de que bajo el reinado de Felipe VI tres presidentes de la Generalitat hab¨ªan sido condenados por tribunales espa?oles. Ni los autores originales de la afirmaci¨®n ni quienes luego se hicieron eco de la misma se han tomado la molestia en ning¨²n momento de explicar el aut¨¦ntico calado de dicha constataci¨®n temporal, pero el mero hecho de se?alarla ya daba a entender, inequ¨ªvocamente, la existencia de una relaci¨®n causa-efecto entre Jefatura del Estado y condena judicial.
Para Mas, Puigdemont y Torra existe relaci¨®n causa- efecto entre la Jefatura del Estado y sus condenas
Claro que, aplicando el mismo planteamiento (hablar de razonamiento resultar¨ªa manifiestamente impropio), tambi¨¦n podr¨ªan haber ido todos ellos m¨¢s all¨¢ de la constataci¨®n y haber se?alado que en realidad han sido la totalidad de los presidentes nacionalistas de la etapa democr¨¢tica los que se han visto procesados. El dato ¡ªtal vez olvidado con las prisas por los tres expresidentes¡ª de que Jordi Pujol presidi¨® la Generalitat bajo el reinado de Juan Carlos I y est¨¢ corriendo la misma suerte ante los tribunales que los tres presidents mencionados acreditar¨ªa, de acuerdo con esta aplastante l¨®gica, que los Borbones en general la tienen tomada con los nacionalistas.
Las palabras de este tr¨ªo de pol¨ªticos vinieron a coincidir en el tiempo con las declaraciones de la portavoz de JxCat en el Congreso de los Diputados, Laura Borr¨¤s, en las que afirmaba estar a disposici¨®n de Carles Puigdemont y de la militancia para ser la candidata de su partido en las pr¨®ximas elecciones al Parlamento de Catalu?a, previsiblemente a celebrar a mediados del pr¨®ximo mes de febrero. Dado que la diputada independentista tiene una causa abierta en el Tribunal Supremo, y que ello est¨¢ sucediendo bajo el reinado de Felipe VI, es previsible que, llegado el caso, tambi¨¦n se le endosara a este la responsabilidad por una posible condena y se considerara que lo de la ojeriza del monarca al nacionalismo independentista es un hecho m¨¢s que contrastado.
A estas alturas, se?alar que la investigaci¨®n contra la se?ora Borr¨¤s es por una presunta malversaci¨®n, prevaricaci¨®n, fraude a la Administraci¨®n y falsedad documental durante el per¨ªodo en que estuvo al frente de la Instituci¨® de les Lletres Catalanes, entre 2013 y 2018, resultar¨ªa de tan escasa utilidad como recordar que a Jordi Pujol el magistrado que instruye su causa le acusa de ser el responsable m¨¢ximo de una organizaci¨®n criminal para la comisi¨®n de delitos econ¨®micos. A qu¨¦ enga?arnos: ser¨ªa una batalla perdida. Si le ha costado tan poco al independentismo convertir el delito de desobediencia cometido por Quim Torra (y aceptado por ¨¦l mismo ante el tribunal que lo juzg¨®) en un atentado contra la libertad de expresi¨®n, transformar el masivo enriquecimiento familiar, en el caso de Pujol, o las presuntas irregularidades contractuales para beneficiar a un amigo, por parte de Borr¨¤s, en conspiraciones pol¨ªticas contra Catalu?a ha de ser coser y cantar.
En adelante, un ¡®president¡¯ que se precie estar¨¢ dispuesto a inmolarse en el altar de los tribunales espa?oles
Esta aparente facilidad con la que el independentismo consigue que, una y otra vez, la versi¨®n que le conviene en cada momento se imponga sobre la realidad de los hechos y quede instalada como verdad irrefutable entre amplios sectores de la ciudadan¨ªa catalana puede ser valorada desde m¨¢s de un punto de vista. Quiz¨¢ en el presente contexto valdr¨ªa la pena se?alar uno, de especial relevancia de cara al futuro. Y es que dicha facilidad podr¨ªa convertirse en un caramelo envenenado para el pr¨®ximo president de la Generalitat, en el previsible supuesto de que el cargo recayera sobre un pol¨ªtico independentista. Porque si hasta ahora la presi¨®n que resultaba insoportable para un independentista de cualquier facci¨®n, tanto republicana como exconvergente, era la de ser acusado de traidor (o, en su variante evang¨¦lica, de Judas), es previsible que en adelante un president que se precie deba de estar dispuesto a inmolarse en el altar de los tribunales espa?oles, entre otras cosas para no ser menos que sus predecesores en el cargo y, de paso, contribuir a hacer buena la hip¨®tesis de la ojeriza de la m¨¢s alta magistratura del Estado al independentismo catal¨¢n. De lo contrario, ya sabe lo que le espera.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad de Barcelona y senador por el PSC-PSOE.
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