La libertad en tiempos de mudanza
La fascinaci¨®n por el autoritarismo, que siempre encuentra territorio f¨¦rtil en los momentos de extrema vulnerabilidad, convive con la apremiante interrogaci¨®n sobre el futuro de la democracia

Detecto estos d¨ªas un peculiar estado de ¨¢nimo en las generaciones que crecimos entre los 50 y los 70. Una sensaci¨®n de cambio de ¨¦poca como si nuestro tiempo hubiera pasado y los marcos mentales desde los que habr¨ªamos configurado nuestras vidas dieran se?ales de desgaste e impotencia a la hora de interpretar un mundo en cambio acelerado. Al peso f¨ªsico y psicol¨®gico de la pandemia, en un tiempo embadurnado que lastra los automatismos de nuestras vidas, hay que a?adir el poder simb¨®lico del asalto al Capitolio de Washington, como si alguien quisiera recordarnos a gritos que la democracia est¨¢ en peligro. De pronto en un lugar m¨ªtico de la democracia liberal las campanas doblaban por la democracia.
La percepci¨®n de la vida cotidiana y la construcci¨®n de los referentes de cada per¨ªodo son el resultado, mutante y a menudo caprichoso, del encuentro entre la subjetividad, personal e intransferible, que nos vamos construyendo d¨ªa a d¨ªa, y el peso de los discursos que se apoderan de una situaci¨®n en un momento determinada (y lo llamamos hegemon¨ªa ideol¨®gica) Cuentan por supuesto lo factores de edad, condici¨®n social y percepci¨®n de los espacios comunitarios. Hubo mucha gente a la que se le escap¨® que los a?os setenta hab¨ªan sido un cementerio para todo tipo elefantes ideol¨®gicos, marcando un punto final a un ciclo que empez¨® en las movidas del 68. Las fabulaciones de aquellos a?os, hicieron que tardara en detectarse la gran mutaci¨®n del capitalismo que se llev¨® por delante el marco cooperativo que permiti¨® la reconstrucci¨®n en la postguerra europea, iniciando la ¨¦poca del s¨¢lvese quien pueda y de la validaci¨®n de los comportamientos conforme al criterio de los mercados. Con retraso, algunos constatan ahora el declive de sus sue?os de juventud, sin apenas ¨¢nimo ya para actualizarlos.
Sin embargo, hay quienes entendemos que es el ciclo abierto en 1979 (la era de Margaret Tatcher y Ronald Reagan), muy tocado desde 2008, el que ha agotado su capacidad de sugesti¨®n y sumisi¨®n. Y repasamos con perplejidad la historia de una izquierda que se hizo corresponsable de esta deriva. Con la pandemia se ha hecho visible una mutaci¨®n que ya ven¨ªa de lejos, pero que ahora resulta patente a la vista de que las grandes compa?¨ªas globales han reforzado su hegemon¨ªa a pesar de los esfuerzos de los Estados para demostrar que todav¨ªa existen encerr¨¢ndonos a todos en casa por decreto ley.
Estamos por tanto en tr¨¢nsito. Al principio de la pandemia, la reacci¨®n del sistema chino, desplegando todo su poder de dominio y control, puso a la sociedad bajo cobijo con alarmante eficacia, ahora, la mancha del ataque al Capitolio, llena de sombras a la potencia que domin¨® el ¨²ltimo siglo. La fascinaci¨®n por el autoritarismo, que siempre encuentra territorio f¨¦rtil en los momentos de extrema vulnerabilidad, convive con la apremiante interrogaci¨®n sobre el futuro de la democracia. Hace unos meses se hablaba del retorno a la guerra fr¨ªa, con Estados Unidos y China como protagonistas, con la confianza, como dijo David Gardner, que la magia del softpower pudiera con la fascinaci¨®n del autoritarismo. Ahora esta hip¨®tesis ya no parece tan evidente. Y la pregunta deriva de manera directa hacia el futuro de la democracia. Ha cambiado el sistema de comunicaci¨®n sobre el que se fund¨®. ?Es posible la democracia en tiempo de las redes sociales?
?C¨®mo evitar que las estas redes que en su d¨ªa fueron presentadas como promesa de empoderamiento de los ciudadanos por la v¨ªa de la palabra, acaben convirti¨¦ndose en un sistema de opresi¨®n? ?Qu¨¦ cambios se requieren para encontrar acomodo a la democracia en esta nueva fase? Esta mutaci¨®n ha pillado a contrapi¨¦ a los partidos tradicionales que constatan con inquietud que sus monopolios est¨¢n en cuesti¨®n y se aferran a la tentaci¨®n de reducir el espacio de lo posible, en un momento en momento que la demanda de representaci¨®n multiplica los actores pol¨ªticos. La desproporci¨®n de fuerzas entre las ubicuas compa?¨ªas globales y las democracias liberales siembra de dudas el futuro. ?Qui¨¦n y c¨®mo puede reagrupar a la ciudadan¨ªa, volver a conformar espacios compartidos, garantizar la soberan¨ªa ciudadana frente a los nuevos poderes? La mutaci¨®n en curso plantea la m¨¢s recurrente de las cuestiones: ?c¨®mo salvar la libertad? Y, sin embargo, empezamos mal si las nuevas generaciones ¨Clas que gobernar¨¢n el futuro- arrancan con el h¨¢ndicap de ser las m¨¢s castigadas por las crisis econ¨®micas, sociales y educativas acumuladas.
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