Con la excusa de las ideas
Las ideas no est¨¢n para legitimar ni las mayores atrocidades ni los peque?os incumplimientos de las leyes
Publicaba el pasado mi¨¦rcoles Joan Coscubiela en elDiario.es un estimulante art¨ªculo (Elecciones, pandemia y democracia) en el que abordaba las pol¨¦micas declaraciones de Pablo Iglesias en televisi¨®n considerando a Carles Puigdemont un exiliado. En el texto, interpretaba tales declaraciones como expresivas de una gran subalternidad ideol¨®gica de Iglesias respecto al independentismo. El reproche era de calado porque, adem¨¢s, los planteamientos de este ¨²ltimo, m¨¢s all¨¢ de sus abundantes inconsistencias y contradicciones, muestran el notable deterioro de la cultura democr¨¢tica en Catalu?a. Aqu¨ª reside la clave del asunto, y no en la equiparaci¨®n entre el exilio republicano y el presunto exilio de Puigdemont.
Es, pues, desde el ¨¢ngulo de la contaminaci¨®n ideol¨®gica desde el que se debe interpretar la afirmaci¨®n a mi juicio m¨¢s importante de Pablo Iglesias en el programa Salvados, la de que ¡°Puigdemont est¨¢ en Bruselas por sus ideas pol¨ªticas¡±. No lo destaco por el hecho de que con estas palabras se sumara al argumento ¡ªde una falsedad que no tiene nada que envidiar a las mentiras de Trump¡ª de que en Catalu?a son perseguidos y condenados quienes defienden las posiciones secesionistas, sino porque abundan en el viejo t¨®pico de que algunos comportamientos, por reprobables que puedan resultar en s¨ª mismos, si responden a motivaciones ideol¨®gicas revisten menor gravedad que los que responden a otras motivaciones como podr¨ªan ser, por ejemplo, las de ¨ªndole econ¨®mica.
No s¨¦ qu¨¦ produce mayor estupor, si que semejantes afirmaciones las pueda haber vertido un vicepresidente del gobierno de Espa?a o un profesor de ciencia pol¨ªtica. Porque si se puede valorar como alguna modalidad de eximente el hecho de que, pongamos por caso, el violento se comporte como lo hace porque no encuentra otra forma de materializar sus ideales, la lista de atrocidades que podr¨ªan intentar beneficiarse de dicho eximente ser¨ªa interminable. Aunque se impone a?adir que tales planteamientos no nos deber¨ªan venir de nuevas. A fin de cuentas, en este pa¨ªs durante largo tiempo no faltaron quienes se resist¨ªan a hablar de terrorismo y en su lugar lo hac¨ªan sistem¨¢ticamente de violencia pol¨ªtica.
Tambi¨¦n en la sombra de lo no explicitado por Iglesias, a modo de argumento de refuerzo de lo anterior, parece operar un segundo convencimiento, igualmente presente en sus efectos de discurso. Es el de que no todas las ideas pol¨ªticas deben ser juzgadas con el mismo rasero. Unas constituyen un eximente y otras, un agravante. Unas alivian la carga de la responsabilidad mientras que las otras la hacen m¨¢s gravosa. Unas permiten tratar al rival electoral como un adversario, en tanto que las otras autorizan a convertirlo en enemigo. Obviamente, las primeras coinciden con las que le parecen bien al vicepresidente y las otras, con las de aquellos que disienten de ¨¦l. Sin embargo, habr¨¢ que recordar que las ideas, por m¨¢s nobles que las pueda considerar quien las posee (?y qui¨¦n no considera as¨ª las suyas?), no est¨¢n ni para legitimar las mayores atrocidades ni los m¨¢s peque?os incumplimientos de las leyes. Esto es de primero de democracia.
Manuel Cruz es fil¨®sofo y expresidente del Senado. Autor del libro Transe¨²nte de la pol¨ªtica (Taurus).
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