Entre exigir y actuar
ERC y Junts per Catalunya, aunque ahora quieran disimular, han tensado tanto la cuerda del desafecto mutuo que es ¨ªmprobo el trabajo de reeducaci¨®n e incontable el tiempo necesario para que d¨¦ resultados
Son tantas las veces, que resultar¨ªa un trabajo arduo, constante y persistente contabilizar cu¨¢ntas se pronuncia diariamente en Espa?a la palabra democracia. Aunque limit¨¢ramos las ocasiones a los protagonistas p¨²blicos y a los agentes pol¨ªticos, nos perder¨ªamos en el c¨®mputo. Son ellos principalmente quienes con m¨¢s empe?o se la llevan a la boca y se la echan en cara como reclamo o justificaci¨®n, carencia u orgullo. Tanta es su reincidencia que m¨¢s de uno podr¨ªa explic¨¢rselo como resultado de aplicar aquella frase popular que advierte de presumir de lo que se carece. Un ejercicio inicial podr¨ªa pasar por el recuento en una sesi¨®n cualquiera de control parlamentario al Gobierno los mi¨¦rcoles por la ma?ana en el Congreso de los Diputados. Todos invocan la democracia, en abstracto, pero pocos se exigen actuar como aut¨¦nticos dem¨®cratas, que es algo m¨¢s concreto. Incluso en aquel mismo recinto. L¨®gico. Lo primero sale gratis. Lo segundo es m¨¢s dif¨ªcil.
Todos invocan la democracia, en abstracto, pero pocos se exigen actuar como aut¨¦nticos dem¨®cratas
Anteayer, sin ir m¨¢s lejos. Las palabras recientes de Pablo Iglesias poniendo en duda ¡°la situaci¨®n de plena normalidad pol¨ªtica y democr¨¢tica¡± en el pa¨ªs que ¨¦l mismo gobierna provocaron preguntas de la oposici¨®n al presidente Pedro S¨¢nchez, que replic¨® con una respuesta de manual. Se ampar¨®, adem¨¢s, en el ranking de The Economist, que sit¨²a a Espa?a en el n¨²mero 23 en la calidad del sistema. Parece obvio que, aspirando a ser los reyes del mambo en casi todo y lucir orgullo patrio siempre, tambi¨¦n en este aspecto, una cierta humildad llevar¨ªa a desear mejor nota. Exactamente lo que seg¨²n el Eurobar¨®metro publicado la semana pasada exige el 53% de los espa?oles, que dicen no estar satisfechos con su funcionamiento. Al estar este resultado 12 puntos porcentuales por encima de la media comunitaria (41%) es evidente que algo falla, aunque sea percepci¨®n, que es aquella impresi¨®n que comunican los sentidos. Y el de la vista se percat¨® all¨ª mismo que, llegado el turno de respuesta del vicepresidente aludido, ning¨²n diputado socialista se apunt¨® al aplauso habitual dejando para el eco de la C¨¢mara la triste reverberaci¨®n de unas palmas aisladas. Era la en¨¦sima muestra de las dif¨ªciles relaciones de pareja que viven los coaligados.
Escribi¨® Victoria Camps en uno de sus libros de referencia que la democracia necesita de una virtud: la confianza. Y nada parece indicar que nuestros pol¨ªticos se la disputen. Ni siquiera, a veces, entre los de una misma formaci¨®n. Sobran ejemplos. Sin este nexo imprescindible entre nuestros representantes, no deber¨ªa sorprendernos que la ciudadan¨ªa acuse el recibo correspondiente y se lo extienda a quien debe dar ejemplo. Y mientras los miembros de un mismo Ejecutivo se crucen agravios, deslealtades y reproches, dif¨ªcilmente pueden generar la esperanza de que las cosas puedan ir a mejor.
Es lo que todos los catalanes vemos en la relaci¨®n que mantienen ERC y Junts per Catalunya, aunque ahora, en tiempo de negociaci¨®n, quieran disimular y garantizar que no van a cometer los mismos errores que han marcado sus a?os de desgobierno. A todas luces, imposible si la correcci¨®n no lo es por convicci¨®n profunda m¨¢s que por conveniencia coyuntural. Y es lo que ir¨¢ planeando tristemente en cualquiera de las negociaciones que se produzcan. Han tensado todos tanto la cuerda del desafecto mutuo que es ¨ªmprobo el trabajo de reeducaci¨®n e incontable el tiempo necesario para que d¨¦ resultados efectivos. Si le sumamos el error de las negaciones firmadas, de las exclusiones anunciadas y de la violencia callejera no siempre condenada con la contundencia exigible y a veces avalada por silencios c¨®mplices, nos queda un muestrario de valores l¨ªquidos entre pobre y discutible.
Una gran democracia que no progresa deja de ser o grande o democracia, tal como dijo Theodore Roosevelt
Una gran democracia debe progresar o deja de ser o grande o democracia. Lo sentenci¨® uno de los presidentes norteamericanos, Theodore Roosevelt, sobre su pa¨ªs hace m¨¢s de un siglo. Hoy suena casi a premonitorio al ver lo sucedido all¨ª donde se erig¨ªa el faro que alumbraba al mundo libre. Tomemos nota. Y no para dar la raz¨®n a quien describe las faltas de un sistema siempre mejorable, porque tampoco su formaci¨®n act¨²a acorde con lo que reclama. Ni ¨¦l mismo con algunas de sus ilustradas provocaciones. Tampoco en esto hay tantas diferencias con el resto, por muy impulsora de determinada moral colectiva que la izquierda siempre reclama para ella y pretende superior solo porque supuestamente es m¨¢s social, justa y noble. Algunas veces, no las m¨¢s, los gobiernos progresistas avanzaron tanto como prometieron, pero no siempre cambiaron tanto como anunciaron en los compromisos que les impulsaron al poder. Una vez all¨ª, tambi¨¦n se olvidaron de escuchar cuando ya solo quer¨ªan vivir para decretar.
Demasiado fr¨¢giles han quedado aquellos principios incuestionables no tanto tiempo atr¨¢s. Ah¨ª tenemos la paradoja de defender la libertad de expresi¨®n con actuaciones tan violentas como preocupantes. Lo antag¨®nico de lo que exigen, dicen, democr¨¢ticamente.
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