Adi¨®s al pueblo
El desbordante poder de los datos y el desajuste entre los estados, que siguen siendo nacionales, y los nuevas potencias globales, abren un escenario inquietante que rompe las certezas del marco referencial
En el pluralismo est¨¢ el futuro de la democracia. Lo dec¨ªa Daniel Innerarity al cerrar un encuentro sobre ¡°la nueva era de la incertidumbre¡±, en la Escola Europea d¡¯Humanitats de Barcelona. Obviamente, la incertidumbre es estructural a la condici¨®n humana. M¨¢s a¨²n: es un factor esencial para progresar en la evoluci¨®n y en la adaptaci¨®n a la realidad. Pero hay momentos en que se imponen relatos que dan a la ciudadan¨ªa cierta sensaci¨®n de estabilidad y otros en que la incertidumbre se descontrola provocando un cierto obscurecimiento del horizonte. Estamos en uno de ellos. Y no solo por la dichosa pandemia. Si en alg¨²n momento el capitalismo industrial encontr¨® un cierto equilibrio en un marco ¡ªel estado-naci¨®n¡ª y un r¨¦gimen pol¨ªtico ¡ªla democracia¡ª ahora llevamos un largo per¨ªodo, cuyos or¨ªgenes podr¨ªan situarse a principios de los ochenta, en que la incertidumbre no ha dejado de crecer. Y unos de sus efectos es la pol¨ªtica de la confrontaci¨®n.
En Espa?a crecen los discursos excluyentes, las campa?as pol¨ªticas construidas sobre la negaci¨®n de la palabra del adversario, en que las ideas son sustituidas por esl¨®ganes y ocurrencias con un solo objetivo: congregar a los tuyos por la v¨ªa de la adhesi¨®n incondicional contra el enemigo. Y as¨ª no hay pol¨ªtica: hay embate. Cierto que Trump, el icono de esta ¨¦poca, ya est¨¢ de vuelta a casa. Y que la bonhom¨ªa escenificada por Biden puede invitar a pensar que el sarampi¨®n pasar¨¢. Pero no podemos ser ingenuos ante esta realidad.
De hecho, el presidente Macron dispar¨® las alarmas con su propuesta de ley contra el separatismo, que pretende se?alar y excluir de la Rep¨²blica (¡°nunca habr¨¢ sitio para ellos en Francia¡±) a aquellos que ¡°a menudo en nombre de Dios, a veces con la ayuda de potencias extranjeras, intentan imponer la ley de un grupo¡±. El relato de Macron, qui¨¦rase o no, conduce a unas preguntas que afectan a los fundamentos de la cultura republicana que pretende defender: ?Existe el pueblo? ?O se presupone que el pueblo para existir debe excluir?
Desde que se despleg¨® la tradici¨®n ilustrada que condujo a las democracias modernas se han producido cambios considerables que han alterado algunas de sus bases. Y si queramos salvar la democracia dif¨ªcilmente lo haremos por la v¨ªa de la exclusi¨®n. Por eso, la idea de pueblo, te?ida de la patina rom¨¢ntica postrevolucionaria, puede que carezca ya de sentido. Hemos vivido el desarrollo tecnol¨®gico con la esperanza de que nos dotara de unas pr¨®tesis que nos permitieran ganar el futuro pero empezamos a temer que nos caigan encima y nos aplasten. El proceso de globalizaci¨®n nos acerca y nos aleja a la vez de los dem¨¢s. La comunicaci¨®n digital multiplica los contactos pero no forzosamente aumenta la capacidad de compartir. El desbordante poder de los datos y el desajuste entre los estados, que siguen siendo nacionales, y los nuevas potencias globales, abren un escenario inquietante, que rompe las certezas del marco referencial pueblo-patria. Las sociedades se hacen diversas, los intereses se multiplican y las referencias tambi¨¦n.
En estas circunstancias hablar de pueblo como una unidad homog¨¦nea forjada por una cultura, una lengua, una naci¨®n, es cada vez m¨¢s complicado. Este pueblo, al que en democracia corresponde la ¨²ltima palabra, se ha hecho muy heterog¨¦neo. Con lo cual, s¨®lo hay dos caminos para la democracia: la capacidad de integraci¨®n que pasa por un pluralismo no s¨®lo ret¨®rico, como v¨ªa para que nadie se sienta excluido, o la l¨®gica de la confrontaci¨®n que permite excluir como enemigos a una parte significativa de la sociedad (unos por raz¨®n de origen o condici¨®n y otros por presunta complicidad). Y ah¨ª esta la doble carga del t¨¦rmino populista: que sirve para se?alar los presuntos portadores de la crispaci¨®n, pero que al mismo tiempo es una etiqueta para declarar no aptos para la pol¨ªtica institucional a grupos inc¨®modos para los poderes conservadores.
No, el pueblo no es una realidad superior, ni una entidad depositaria de la ¨²ltima palabra, a partir de la discriminaci¨®n entre los nuestros y los otros. La soberan¨ªa es de la suma de ciudadanos y se expresa con el voto y con la acci¨®n pol¨ªtica. Y para que ello sea as¨ª, y no se imponga la din¨¢mica arbitraria de exclusi¨®n entre buenos y malos, ciertamente s¨®lo hay una v¨ªa: llevar el pluralismo al m¨¢ximo posible, ampliando los l¨ªmites de lo que se puede decir. Dicho de otro, modo la calidad de la democracia se define por la capacidad de inclusi¨®n, no por la exclusi¨®n. E incluir es la mejor manera de rebajar la incertidumbre.
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