La CUP ya no marca el paso
Esquerra rechaza que los anticapitalistas fijen las prioridades del Gobierno catal¨¢n e impongan plazos condenados al fracaso. Apenas lleva 100 d¨ªas en el cargo y Aragon¨¨s ya va diciendo ¡°estamos cumpliendo¡±
Para los diputados de la Candidatura d¡¯Unitat Popular (CUP) result¨® un gran ¨¦xito lograr en septiembre de 2016 que Carles Puigdemont aceptara convocar un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n dentro de los 18 meses inicialmente previstos para la creaci¨®n del estado catal¨¢n soberano, tal como le exigieron en un debate parlamentario. Incluso dirigentes independentistas que protagonizaron aquella fase del crescendo independentista han reconocido posteriormente que aceptar esa condici¨®n fue un craso error. Era una mala idea. Un cors¨¦ que luego limit¨® la propia capacidad de maniobra.
Por lo que esta semana se ha visto, la c¨²pula de la CUP no participa de esa visi¨®n cr¨ªtica del pasado catal¨¢n reciente. A los cupaires debi¨® de gustarles tanto aquel ¨¦xito que han intentado repetirlo ahora. Adem¨¢s, no fue el primero. Poco antes hab¨ªan derribado a Artur Mas del liderazgo del movimiento independentista. Casi nada, cargarse al heredero pol¨ªtico directo de Jordi Pujol. El hecho mismo de que Puigdemont fuera presidente de la Generalitat era fruto de las exigencias de la CUP a los sucesores de Converg¨¨ncia i Uni¨® (CiU), a la saz¨®n integrantes principales de la coalici¨®n con Esquerra Republicana (ERC) bautizada como Junts pel S¨ª.
Las dos intervenciones de los diputados del partido en el debate del mi¨¦rcoles indican que se huelen una traici¨®n
A la CUP le gustan los plazos. Son una manera de atornillar a quienes dependen de sus votos en el Parlament. De hacer valer peri¨®dicamente su posici¨®n de complemento imprescindible para alcanzar la mayor¨ªa independentista. A Aragon¨¨s le impusieron el pasado mes de mayo uno de dos a?os para verificar si cumple el pacto de legislatura. Era condici¨®n inexcusable para darle el voto de sus nueve diputados en la sesi¨®n parlamentaria de investidura como presidente de la Generalitat. Un permanente recordatorio temporal. Una letra de cambio a pagar en 2023. Apenas lleva 100 d¨ªas en el cargo y Aragon¨¨s ya va diciendo ¡°estamos cumpliendo, estamos cumpliendo¡±.
Sin embargo, algunas cosas est¨¢n cambiando en el escenario pol¨ªtico catal¨¢n y el hecho mismo de que el socio menor de la mayor¨ªa tripartita independentista quiera imponer nuevas condiciones al Gobierno que apadrina muestra con claridad que algo va mal entre los aliados. No se f¨ªan, por decirlo de forma suave. Las dos intervenciones de los diputados de la CUP en el debate del mi¨¦rcoles indican que se huelen una traici¨®n. A cuenta de la mesa de di¨¢logo con el Gobierno de Espa?a o a cuenta de la pol¨ªtica econ¨®mica que a su juicio se est¨¢ haciendo al gusto de la patronal catalana. O a cuenta de ambas cosas. Para ser coherente con su exposici¨®n inicial en el debate de orientaci¨®n pol¨ªtica general, el diputado Carles Riera, l¨ªder de ese partido que se ufana de no tener l¨ªderes y de ser el m¨¢s izquierdista del universo, deber¨ªa haber votado contra el Gobierno.
La exigencia de celebrar una nueva consulta antes de 2025, ese ¡°?ponga fecha al refer¨¦ndum!¡±, intenta ser la repetici¨®n de una jugada que la escarmentada direcci¨®n actual de Esquerra no est¨¢ dispuesta a aceptar, por mucho que le apriete la CUP. Es un ultim¨¢tum continuaci¨®n del ¡°?ponga las urnas!¡± que lanz¨® en su d¨ªa la entonces presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Carme Forcadell, al entonces presidente Mas. Y una repetici¨®n del ¡°!haga la rep¨²blica!¡± que la sucesora de Forcadell y Jordi S¨¢nchez, Elisenda Paluzie le espet¨® hace tres semanas a Pere Aragon¨¨s en el mitin del Onze de Setembre. Les hicieron caso. Pusieron las urnas, dos veces, proclamaron la rep¨²blica, una vez. Y todo el mundo sabe como acab¨® la cosa. C¨¢rcel y exilio. Esta ret¨®rica ya no hace mella en Esquerra.
La exigencia de celebrar una nueva consulta antes de 2025 intenta ser la repetici¨®n de una jugada escarmentada
Los tres partidos independentistas asumen, y dicen lamentar, que cada uno de ellos tiene ahora su propia estrategia pol¨ªtica para alcanzar la finalidad compartida, el estado catal¨¢n. La realidad es m¨¢s simple, porque llamar estrategia a la permanente fuga hacia adelante en que siguen empe?ados la CUP y Junts, es abusar de la palabra. Lo que hay es que, a diferencia de sus socios, ahora ERC se aferra al principio de realidad, eval¨²a la relaci¨®n de fuerzas, la asume, y ha decidido sustituir la agitaci¨®n permanente por un intento de negociaci¨®n con el Gobierno de Pedro S¨¢nchez.
Entre los muchos factores de diversa ¨ªndole que han hecho posible este intento de negociaci¨®n, de dif¨ªcil e incierto futuro, el debate parlamentario de esta semana ha servido para poner uno de manifiesto: la CUP ha dejado de ser la minor¨ªa que marca el paso y el ritmo a sus socios de Esquerra y al independentismo en general. La irresponsabilidad ya no cuela. Se acab¨® el chollo. Y si no les gusta, que no les voten los presupuestos de la Generalitat para 2022. Los negociar¨¢n con el PSC o los Comunes y santas pascuas.
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