La democracia en peligro
Hay poderes que se sit¨²an por encima del escenario y ciudadanos que fruto de la desesperaci¨®n y la sensaci¨®n de abandono se apuntan al que m¨¢s grita. Lo hemos visto en Estados Unidos
Las ideas no se sobreact¨²an. Se explican y se defienden. El ruido s¨®lo es expresi¨®n de impotencia: se levanta la voz porque no se tienen propuestas que hacer o, si se tienen, se prefiere no explicitarlas porque responden a intereses concretos que recibir¨ªan el rechazo de muchos, o porque de alg¨²n modo hay que disimular la incapacidad para hacerlas efectivas. Simplemente se intenta esconder la propia debilidad construyendo la imagen del otro como enemigo de la patria y agente de la traici¨®n. El que sobreact¨²a no quiere hacer avanzar las cosas, simplemente salvarse a s¨ª mismo.
La pol¨ªtica tendr¨ªa que aprovechar la oportunidad que la pandemia le ha dado de demostrar que hay decisiones para la gobernanza que s¨®lo est¨¢n en sus manos. Si se quiere reducir al Estado a un actor m¨¢s volveremos inexorablemente a la ley del m¨¢s fuerte. Los signos de claudicaci¨®n de la pol¨ªtica ante poderes externos, por sumisi¨®n voluntaria o por inseguridad, son una confirmaci¨®n de lo que ya es un clamor: la democracia est¨¢ en peligro. ?Por qu¨¦? Por qu¨¦ hay poderes, nacionales y transnacionales, que no reconocen la legitimidad de los que mandan, salvo cuando les obedecen. Y porque los gobernantes se sienten impotentes frente a ellos.
Hay quienes dan ya por hecho que la gobernanza es cosa de otros y que el poder pol¨ªtico carece de autonom¨ªa
La montonera organizada contra los t¨ªmidos intentos del gobierno para bajar el coste de la luz, con S¨¢nchez Gal¨¢n como ariete, es sintom¨¢tica ?Qui¨¦n manda ah¨ª? ¡°Con extremistas en el ejecutivo no se puede gobernar¡±, dice el presidente de Iberdrola. ?Qui¨¦n se sube a los extremos: el que quiere paliar el coste de la luz o el que tiene un sueldo mil veces m¨¢s alto que el salario m¨ªnimo? Extremismo tambi¨¦n es poner el inter¨¦s de unos pocos por encima de la mayor¨ªa. Es dif¨ªcil pensar en el futuro cuando el gobierno se tienta tanto la ropa: cada vez que da un paso adelante, en el proyecto de presupuestos por ejemplo, el enunciado sufre una inyecci¨®n de matices para dar satisfacci¨®n a los intocables. Hay quienes dan ya por hecho que la gobernanza es cosa de otros y que el poder pol¨ªtico carece de autonom¨ªa para ejercer en nombre de la ciudadan¨ªa. Paso a paso el autoritarismo postdemocr¨¢tico va tomando cuerpo.
Y en esta l¨ªnea los partidos pol¨ªticos se quedan sin alma: no hay debate, no hay cuestionamiento interno, no hay construcci¨®n democr¨¢tica de sus apuestas. Deber¨ªan ser instrumentos fundamentales para la participaci¨®n pol¨ªtica, son silenciosos y deprimidos acompa?antes del que manda. S¨¢nchez se apoy¨® en la militancia, en un hist¨®rico gesto de rebeld¨ªa, para cargarse a la vieja guardia que le ech¨® y que desde su fatuidad cre¨ªa haberle mandado al olvido. Pero parece que no se acuerda de esta lecci¨®n de democracia que dio en su d¨ªa. En el Congreso socialista de este fin de semana, dise?ado a mayor gloria del l¨ªder no hay apenas espacio para discusi¨®n pol¨ªtica de programas y propuestas.
Impotentes para disputar un debate pol¨ªtico, los l¨ªderes de la derecha se limitan a satanizar al adversario
Impotentes para disputar y, eventualmente ganar, un debate pol¨ªtico, los l¨ªderes de la derecha se limitan a satanizar al adversario. Es m¨¢s barato y ahorra el funesto ejercicio de pensar. Confrontaci¨®n y consignas extra¨ªdas del eterno ideario de la reacci¨®n. La m¨¢xima concreci¨®n de futuro que ha hecho Casado ha sido tumbar la ley del aborto en su camino hacia atr¨¢s al encuentro de Vox.
?D¨®nde queda la democracia como territorio compartido? Para dialogar se necesita un m¨ªnimo espacio ling¨¹¨ªstico, pol¨ªtico y ¨¦tico com¨²n, que determinan los valores democr¨¢ticos, basados en el mutuo reconocimiento. Pero cada vez es m¨¢s imposible porque hay poderes que se sit¨²an por encima del escenario y ciudadanos que fruto de la desesperaci¨®n y la sensaci¨®n de abandono se apuntan al que m¨¢s grita. ?Qu¨¦ pasa cuando el espect¨¢culo teatral del l¨ªder inflamado se convierte en horizonte de la pol¨ªtica? Que el sistema amenaza ruina. Lo hemos visto en los Estados Unidos, la pol¨ªtica de buenos y malos de Donald Trump coloc¨® al pa¨ªs ante algo ins¨®lito: la sombra del golpe de Estado. Personas nada sospechosas de radicalidad c¨®mo el neoconservador Robert Kagan advierten de que la crisis constitucional est¨¢ aqu¨ª, que puede volver Trump con sus m¨¦todos y que la democracia americana puede quedar herida de muerte. Esto ocurre en los USA, imag¨ªnense aqu¨ª, d¨®nde las brasas del fascismo todav¨ªa humean y algunos se empe?an en avivarlas. Nos estamos acercando peligrosamente al grado cero de la pol¨ªtica. Y si por ah¨ª seguimos la democracia se abrir¨¢ en canal. ?Estamos a tiempo de no perder a la democracia en su actual mutaci¨®n? ?O el neoliberalismo sigue imparable en la construcci¨®n del autoritarismo postdemocr¨¢tico?
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