La lengua y la quimera de las identidades
Naci¨®n contra naci¨®n, siempre con rasgo de conflicto entre modos de ser. El que sale con desventaja en las relaciones de fuerzas tiende inevitablemente a construir un discurso de v¨ªctima
Siempre es dif¨ªcil objetivar los debates pol¨ªticos, porque los discursos ¡ªpor muy afinados que est¨¦n¡ª no dejan de ser el traje para revestir los intereses de los que los pronuncian, resultado de construcciones complejas fruto de lo que exigen los poderes que se sit¨²an m¨¢s all¨¢ de las instituciones, de la interpretaci¨®n que se hace de las pulsiones ciudadanas, de las parroquias de cada uno de los partidos ¡ªno exentas, a menudo de contradicciones¡ª y de los intereses y ambiciones personales de los propios dirigentes pol¨ªticos, una tarea que para muchas se ha convertido en profesi¨®n y, por tanto, en modo de vida.
Si las religiones fueron factor de encuadramiento durante muchos siglos, la modernidad ha visto la transferencia de lo teol¨®gico a la pol¨ªtica, con dos formas principales la naci¨®n y las ideolog¨ªas. Y cuando estas ¨²ltimas decaen en el discurso del no hay alternativa, siempre quedan las patrias. Con la Iglesia laica hemos topado. Las querellas que afectan a la idea de naci¨®n acostumbran a ser las m¨¢s dif¨ªciles de encauzar racionalmente.
Naci¨®n contra naci¨®n, siempre con rasgo de conflicto entre modos de ser. El que sale con desventaja en las relaciones de fuerzas tiende inevitablemente a construir un discurso de v¨ªctima y a presentar al adversario como d¨¦spota y abusador. Con lo cual, el que tiene m¨¢s poder corre obsesivamente a identificar v¨ªctimas de su bando para revertir el desequilibrio moral de la pelea. Y as¨ª no es f¨¢cil encontrar v¨ªas razonables para encauzar el conflicto. Se consigui¨® en la transici¨®n. Y la llamada inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica en Catalu?a, aprobada de forma un¨¢nime en el Parlamento catal¨¢n, se puso en marcha en un clima de respeto que ahora mismo no se vislumbra.
Y as¨ª estamos metidos en una absurda batalla sobre las lenguas. Si realmente se quisiera avanzar se empezar¨ªa por compartir los elementos objetivos de la situaci¨®n. ?Por qu¨¦ desde que ha empezado este nuevo episodio del debate no se ha conseguido censar el uso real del catal¨¢n y el castellano en las escuelas? No he encontrado una informaci¨®n objetiva del n¨²mero de clases que se dan en castellano en cada lugar. Y, sin embargo, podr¨ªa ser un modo de desactivar el victimismo del discurso incendiario de la derecha espa?ola.
Sus l¨ªderes y sus medios se limitan a buscar el esc¨¢ndalo en los conflictos derivados de las pocas denuncias por la inmersi¨®n que han presentado algunas familias de habla castellana. Y, por supuesto, afirman con toda impunidad que si no hay m¨¢s padres y madres que se levanten contra el actual sistema es porque estar¨ªan paralizadas por un clima de amenaza y terror. Y si en realidad fuera porque a las familias ya les est¨¢ bien un sistema que permite que sus hijos aprendan con buenos resultados los dos idiomas, lo que les da una doble valencia para moverse en una sociedad que es asim¨¦tricamente biling¨¹e (por m¨¢s que no quieren reconocerlo los m¨¢s intransigentes, empe?ados en imponer el sacrosanto principio una naci¨®n-una lengua)
Es una obviedad que el biling¨¹ismo catal¨¢n est¨¢ decantado en la pr¨¢ctica a favor del castellano. Cualquier ciudadano sin prejuicios puede constatarlo con el elemental ejercicio de empezar una conversaci¨®n en uno de los dos idiomas y ver con cual le responden. ?S¨®lo desde la mentira se puede pretender que en Catalu?a se quiera liquidar al castellano? Excepto para algunos sectores minoritarios que confunden a menudo las ficciones con los realidades no hay otra pretensi¨®n que mantener el catal¨¢n como lengua propia de Catalu?a tomando las medidas necesarias para su protecci¨®n, en un mundo en que todos sabemos la facilidad con que las lenguas minoritarias declinan. Una lengua no es una an¨¦cdota: es el medio a trav¨¦s del que nos explicamos, nos relacionamos y nos construimos a nosotros mismos.
El catal¨¢n ha demostrado su fuerza. Tanto es as¨ª que sobrevivi¨® a 40 a?os de marginaci¨®n por parte de la dictadura. Es m¨¢s, incluso muchas familias c¨®mplices del franquismo siguieron habl¨¢ndolo en casa y en la calle pese a la estigmatizaci¨®n del r¨¦gimen. Y si se tuviera el coraje de mirar de cara a la realidad, nos ahorrar¨ªamos penosos espect¨¢culos como el de Pablo Casado que, para salvar su posici¨®n, es capaz de entregarse a la extrema derecha, pidiendo un art¨ªculo 155 ling¨¹¨ªstico.
En realidad, Casado es s¨®lo una an¨¦cdota, el problema es un sector social, pol¨ªtico, cultural y medi¨¢tico espa?ol que se niega a reconocer el estado de las cosas, convencido de que el mundo debe ser a su imagen semejanza.
Y si el debate se hace imposible es porque en el fondo ambas partes creen sacar r¨¦dito del conflicto. Es la quimera de las identidades.
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