Quien tuvo, retuvo
La rehabilitaci¨®n oficial de Pujol fue un reconocimiento a su nivel intelectual que tan bien supo canalizar a beneficio propio aunque hiciera creer que era para Catalu?a
En una de sus m¨²ltiples trifulcas, Winston Churchill le espet¨® a Charles De Gaulle: ¡°?Lo que usted pretende es una insensatez. Usted se cree Francia¡±. Sin inmutarse, el general mir¨® fijamente al primer ministro del Reino Unido y le contest¨®: ¡°Y, si yo no soy Francia, ?por qu¨¦ discute usted conmigo?¡±. Pasados este y otros controvertidos episodios entre los dos grandes aliados contra Hitler, el l¨ªder de la Francia libre acab¨® sincer¨¢ndose con el colega ingl¨¦s. Estaba convencido de que le comprend¨ªa a pesar del whisky que le devoraba el sentido moral. Y le confi¨®: ¡°Creo haber comprendido la raz¨®n por la que nos enfrentamos tan a menudo. Se debe a un rasgo de su car¨¢cter que le empuja a enfurecerse cuando est¨¢ equivocado, y a un rasgo del m¨ªo que me lleva a enfurecerme cuando tengo raz¨®n¡±. (El ingenio de Charles De Gaulle, Plataforma Editorial).
Es l¨®gico que con semejantes credenciales, uno de los seguidores y lectores de ambos referentes fuera Jordi Pujol. Un car¨¢cter fuerte se siente atra¨ªdo por otros de semejantes. Y especialmente si aquellos fueron considerados prohombres de la historia del siglo XX por haber sido los art¨ªfices de la resistencia y la derrota del nazismo. Por otra parte, si uno se sent¨ªa Francia y el otro encarnaba Inglaterra, ?c¨®mo no iba a admirarlos quien les emul¨® durante los m¨¢s de veinte a?os que gobern¨® convencido de que Catalu?a era ¨¦l?
Con estos antecedentes, tampoco sorprende que el hasta ahora president proscrito aceptara participar en un acto sobre Europa organizado por la Generalitat. El primero al que se le invitaba oficialmente como actor y no como mero asistente. Y fue as¨ª como se inici¨® su rehabilitaci¨®n oficial y p¨²blica: compartiendo reflexiones con sus sucesores en el cargo acerca de una idea, un proyecto, una realidad. Y un desasosiego que le ha interesado desde los diecis¨¦is a?os, cuando ley¨® la pasi¨®n con la que Churchill defend¨ªa la idea de la uni¨®n de todos los pa¨ªses europeos, excepto Inglaterra, y De Gaulle le correspond¨ªa advirtiendo que no se construir¨ªa Europa sin asociar a sus pueblos, excepto al ingl¨¦s.
Solo empezar su turno, el Pujol que se disculp¨® por haber olvidado los papeles demostr¨® que no los hab¨ªa perdido. No encontrarlos no supuso ni quedarse en blanco ni siquiera ignorar a lo que iba y de lo que hablar¨ªa ampliamente. Al contrario. A sus 91 a?os, su exhibici¨®n de memoria, aunque repetitiva con anteriores, lejanas y similares disquisiciones, se convirti¨® en el reconocimiento del nivel intelectual que siempre tuvo y que tan bien supo canalizar a beneficio propio aunque hiciera creer que era para Catalu?a. Fue esta simbiosis la que le convirti¨® en olvidadizo de asuntos familiares. Por menores o irrelevantes a ojos del ungido. Hasta el d¨ªa que se convirtieron en definitivos. Entonces empez¨® su particular expiaci¨®n. Ahora, a la espera de juicio, el creyente se siente liberado. Y busca su reparaci¨®n pensando: Ara, ja toca!
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