Guerra cultural
Estamos con Ucrania, claro que s¨ª, lo estoy. Pero no estoy con esta ola de cancelaci¨®n y boicot a la cultura rusa
Escribo desde la duda, hablo sola, mido palabras, me pregunto c¨®mo entender y afrontar las cosas. No s¨¦ si les pasa lo mismo: no estoy nada segura de la guerra cultural en curso, de la batalla institucional que con prohibiciones y bloqueos de artistas y actividades vocea el rechazo a la agresi¨®n rusa de Ucrania. Es para m¨ª una quiebra cultural, poluci¨®n ideol¨®gica. Estar con Ucrania no debe significar estar contra la cultura rusa, pero es lo que est¨¢ sucediendo. Me parece una muestra m¨¢s de la ¡®hipocres¨ªa convencida de sus derechos¡¯ de la que alert¨® el poeta Ren¨¦ Char al acabar la segunda guerra mundial y avistar, tras ser ¨¦l un verdadero resistente, que aparecer¨ªan de inmediato tantos resistentes de sal¨®n. Las mismas instituciones dir¨¢n despu¨¦s que la cultura es un puente y un arma de paz, y usar¨¢n la palabra arma sin rubor.
No escribo desde el pacifismo entendido como soluci¨®n m¨¢gica y pensamiento no menos m¨¢gico. En esta guerra, en cualquier guerra de las muchas vigentes, eres pacifista si la guerra te toca a ti y decides eludirla o combatirla con palabras y no con armas ni im¨¢genes falsas. Ser pacifista cuando los misiles atacan a los dem¨¢s es f¨¢cil, lo dif¨ªcil es serlo cuando te atacan a ti, misiles, bombas o gases de todo tipo, cuando te abren en canal y te dejan acuchillado. Un pacifista es un desertor de las formas de vida que conducen a la guerra, y eso no cae bien a casi nadie. Hay que tener mucho coraje para serlo.
No es nuestro caso. No somos ucranianos, no somos rusos, no nos debatimos entre resistir, desertar o matar. Pero tomar partido es de rigor: aunque no son nuestras ciudades las destruidas, s¨ª lo est¨¢ siendo nuestro mundo, que entra en otra fase. La llamaremos otra fase geopol¨ªticoecon¨®mica, pero muchos nos tememos que ser¨¢ un cambio de civilizaci¨®n.
Desde este rinc¨®n del mapa tomar partido es sencillo. Apoltronados en casa, intentamos en el mejor de los casos descartar im¨¢genes falsas que nos enga?en, listos que somos, primer mundo encantado de haberse conocido. Estamos con Ucrania, claro que s¨ª, lo estoy. Pero no estoy con esta ola de cancelaci¨®n y boicot a la cultura rusa. Mientras escribo no s¨¦ a¨²n si este mismo s¨¢bado (dentro de dos d¨ªas, cuando este art¨ªculo se publique) mantendr¨¦ un encuentro digital con alumnas de lengua y literatura catalanas de la Universidad Estatal de Mosc¨² a prop¨®sito de Montserrat Roig, bajo el paraguas del Instituto Ramon Llull. Deshacer acuerdos de cooperaci¨®n que han costado d¨¦cadas puede ser ahora un argumento de guerra. Pero cuando sea que esta guerra acabe y a no ser que creamos que Rusia no existir¨¢ m¨¢s, lo que de por s¨ª no es nada inteligente, poco podr¨¢ ser la cultura un arma de paz si ahora negamos el pan y la sal a la rusa. Mejor reconocer que la cultura es un arma de guerra m¨¢s, dejemos de maquillarla con aderezos y sofisticaciones pacifistas. ?Fuera Tolst¨®i!
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