Delacroix y Puigdemont
Vista la orientaci¨®n del Consell per la Rep¨²blica, el expresidente de la Generalitat est¨¢ dispuesto a encarnarse en todos los personajes de ¡®La Libertad guiando al pueblo¡¯
Generalmente se suele asociar el cuadro de Eug¨¨ne Delacroix La libertad guiando al pueblo con un acontecimiento republicanamente revolucionario. La pintura muestra j¨®venes barbudos con sombrero de copa y obreros en mangas de camisa, guiados por una mujer con la bandera francesa en mano y un pecho fuera, que ahora ha triunfado en forma de canci¨®n feminista en las manifestaciones del 8-M. El imaginario popular ha visto en el ¨®leo un retrato de la Revoluci¨®n Francesa. En realidad, se trata de la revuelta de 1830 que acab¨® llevando al trono a Luis Felipe de Orleans. Josep Fontana sostiene que la pintura refleja exactamente el momento en que la burgues¨ªa entendi¨® que era necesario intervenir para reconducir el movimiento. O sea que la Marianne republicana acab¨® llevando a Francia a la monarqu¨ªa de Luis Felipe, huyendo, eso s¨ª, de un intransigente Borb¨®n que hab¨ªa disuelto el parlamento. La burgues¨ªa ¡ªsiempre con un liberalismo basado en el sufragio censitario¡ª convenci¨® a las clases populares de que la revoluci¨®n era en beneficio de la libertad de todos, aunque desembocara en un ¡°reino de los banqueros¡±, seg¨²n Lafitte, primer ministro de Luis Felipe. El voto sigui¨® siendo coto de los hombres con ingresos saneados.
El simbolismo, sin embargo, ha acabado imponi¨¦ndose a la historia. Por eso en La Libertad guiando al pueblo ¡ªcuyo nombre real es El 28 de julio¡ª muchos han visto m¨¢s de lo que en realidad fue. Empezando por el propio Luis Felipe, el ¡°rey ciudadano¡±, a quien el cuadro le pareci¨® tan subversivo que decidi¨® no exhibirlo. Con ojos de hoy, la ¨¦pica iconogr¨¢fica es lo que importa, porque la vida sigue e incluso las viejas heridas familiares han cicatrizado. Ah¨ª est¨¢ la Fundaci¨®n Zagatka donde Juan Carlos de Borb¨®n y su primo ?lvaro de Orleans han reconstruido laboriosamente el v¨ªnculo que 1830 agri¨®.
En Catalu?a, el proc¨¦s est¨¢ elaborando su propia imaginer¨ªa, pero el tiempo lo complica todo para componer un ¨®leo estilo Delacroix. Si la revoluci¨®n de 1830 dur¨® apenas cuatro d¨ªas de julio, la v¨ªa ¡°procesista¡± presuntamente a la independencia va camino de eternizarse. Y es laber¨ªntica. Hace unos d¨ªas Carles Puigdemont fue ¡°investido¡± presidente del Consell per la Rep¨²blica, un organismo creado y gobernado por ¨¦l. El hombre de Waterloo encabeza al mismo tiempo Junts per Catalunya, partido que forma parte del Ejecutivo de la Generalitat con Esquerra, cuya estrategia critica el Consell per la Rep¨²blica. Es decir, Puigdemont pretende ser el burgu¨¦s protagonista con sombrero de copa del ¨®leo ¡ªel propio Delacroix¡ª y al tiempo desempe?ar el papel secundario del obrero en mangas de camisa que le precede y, seguro, el de Marianne. Ser el s¨ªmbolo de la libertad que a¨²na presente, pasado y futuro y sintetiza sentimientos de derecha y de izquierda. Como ¨¦l mismo dijo en el Consell, hay que prescindir de los partidos para alcanzar la independencia. Es como si el esp¨ªritu catch-all party de la vieja y comisionista Converg¨¨ncia hubiera encontrado una nueva vida en el movimiento revolucionario de Puigdemont.
Como sucede con el cuadro de Delacroix, todo es menos real de lo que parece. Marianne ha hecho muchos viajes a ninguna parte.
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