Una exposici¨®n para fans de ¡®Crims¡¯
Cuatro salas y un ¡®quiz¡¯ repasan los casos m¨¢s famosos del programa de ¡®true crime¡¯ del periodista Carles Porta en el Palau Robert
Solo entrar, el primer misterio: un c¨®digo QR para seguir la exposici¨®n de Crims, que se podr¨¢ ver hasta el mes de abril en el museo Palau Robert. La peque?a muestra lleva un juego incorporado, lo que alarga la visita y entretiene al asistente: qui¨¦n adivine todas las preguntas del acertijo tendr¨¢ acceso a una sala extra. Previo registro en la web de la Corporaci¨®n Catalana de Medios, y con el m¨®vil en la mano, se accede de pleno en el mundo Crims: ...
Solo entrar, el primer misterio: un c¨®digo QR para seguir la exposici¨®n de Crims, que se podr¨¢ ver hasta el mes de abril en el museo Palau Robert. La peque?a muestra lleva un juego incorporado, lo que alarga la visita y entretiene al asistente: qui¨¦n adivine todas las preguntas del acertijo tendr¨¢ acceso a una sala extra. Previo registro en la web de la Corporaci¨®n Catalana de Medios, y con el m¨®vil en la mano, se accede de pleno en el mundo Crims: la voz del carism¨¢tico Carles Porta, con su caracter¨ªstico acento de Lleida, y la sinton¨ªa del exitoso programa de TV3 y Catalunya R¨¤dio amenizan la breve pero intensa zambullida en la Catalu?a m¨¢s negra.
?Por qu¨¦ matamos? La eterna pregunta, muchas veces sin respuesta, abre la primera sala de la exposici¨®n, que pretende ubicar al visitante en la mente del criminal. ¡°Porque existe la maldad, el ego¨ªsmo. Porque ponemos nuestros intereses por delante de los intereses de los dem¨¢s, en una disputa, en un litigio. Matamos porque a veces no controlamos las emociones, porque falta educaci¨®n emocional. Por todo eso matamos¡±, responde, en una reflexi¨®n enmarcada como un cuadro, el exjefe de investigaci¨®n de los Mossos, el intendente Toni Rodr¨ªguez. Le siguen diversas ventanas, diversas maneras de mirar lo que pasa por la cabeza de los asesinos de casos que los fans de Crims conocen bien, como el de la S¨°nia, la iaia Anita, el violador de Machala o el de La Flor.
El quiz, a su vez, arranca con un anagrama de f¨¢cil resoluci¨®n, lo que permite, equivocadamente, confiarse. M¨¢s tarde el visitante entender¨¢ por qu¨¦ un matrimonio ha irrumpido en contra direcci¨®n en la sala uno y ha inspeccionado detenidamente la mesa colocada al fondo, flanqueada por dos butacones. Encima hay unas botas negras (?como las que usaron para patear a Sonia hasta la muerte?), una peluca negra (?como la que us¨® Angie para suplantar a su amiga a la que luego asesin¨®?) y unas flores (?como las que enroll¨® cuidadosamente en la oreja de Vitervo su asesino?). En esa misma estancia, luce solo en un rinc¨®n un congelador, convenientemente cerrado, como los que se usan en todas las pel¨ªculas para esconder el cad¨¢ver de la v¨ªctima.
Un breve pasillo sirve como rueda de reconocimiento. De nuevo, la interactividad de la muestra permite colocarse en un redondel marcado en el suelo y ser una m¨¢s de las personas a las que se someten a una rueda de reconocimiento. Es inevitable fotografiarse en blanco y negro, con orgullo de sacar al sospechoso que se lleva dentro. Tambi¨¦n all¨ª, el juego del QR pondr¨¢ a prueba nuestra memoria fotogr¨¢fica, casi como una especie de Qui¨¦n es qui¨¦n, mientras de fondo van sonando fragmentos del programa, voces que nos recuerdan que existe el mal, el perfil de las v¨ªctimas, o el car¨¢cter del asesino.
La sala siguiente lleva inevitablemente a un pantano, que seguidores m¨¢s obsesivos del mundo de los sucesos relacionar¨¢n con dos casos: el de la Guardia Urbana, donde Albert y Rosa quemaron el cad¨¢ver de Pedro en el pantano de Foix, o el de Susqueda, bautizado con el nombre de la presa donde fueron asesinados Marc y Paula. Pero la intenci¨®n no es esa: se trata de una llamada a la paz y a la calma para recordar a las v¨ªctimas de los cr¨ªmenes, simulando el agua y el verde de un entorno natural. ¡°Somos una sociedad que menosprecia a las v¨ªctimas¡±, indica Carles Porta, en uno de los r¨®tulos de la exposici¨®n, que denuncia que no existe un ¡°acompa?amiento social¡±. ¡°Siente una soledad muy grande¡±, a?ade.
El recorrido sigue por una de las escenas cl¨¢sicas de cualquier pel¨ªcula, y a la vez tan poco real, al menos en Catalu?a: una sala de interrogatorios con un cristal de espejo para mirar sin ser visto. Es el momento ideal para sentarse (salvo indicaci¨®n contraria, se puede) y seguir con la pregunta repuesta del peculiar Cluedo paralelo a la exposici¨®n. Una de las preguntas requiere un alto nivel de fidelidad a Crims: listar por orden de emisi¨®n varios de sus cap¨ªtulos. La parte buena es que se puede intentar tantas veces como haga falta.
Y al final, la joya de la corona: la sala de especialistas, del CSI, de los forenses, de los que intervienen tel¨¦fonos. ¡°No tocar¡±, reza un cartel en la exposici¨®n central, repleta de pinceles, ordenadores, espr¨¢is... Todo tipo de detalles de c¨®mo investigan las polic¨ªas. Y al fondo, una mesa de autopsias tambi¨¦n real. Del techo cuelgan varios tel¨¦fonos que tambi¨¦n juegan un papel central en el quiz, que hasta aqu¨ª puede parecer sencillo. Hasta que toca decodificar un alfabeto propio empleado en el caso de Brite y Picatoste. Para lograrlo, hay que seguir las pistas colgadas en el corcho de la pared... Suerte y ¨¢nimo en el pen¨²ltimo paso de esta exposici¨®n pensada para los fans de Crims y los juegos de palabras. Solo los mejores acceder¨¢n a la sala secreta.
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