Fascinaci¨®n por la extrema derecha
Los j¨®venes fueron uno de los protagonistas de peso de las protestas de la Bonanova, lideradas por Desokupa, en una noche que pas¨® de la tensi¨®n al tost¨®n
Pasados los cuarenta, hay dos caminos a seguir. Fingir que nada ha cambiado, escuchar a Quevedo y Rosal¨ªa en bucle, y comprarse bambas con plataforma, o aceptar que ya se han jugado los 10 mejores partidos de la vida. Los que fluct¨²an entre lo uno y lo otro, navegan en el desasosiego. Como cuando se siguen cubriendo manifestaciones de alto voltaje en la ciudad, pero lo m¨¢s alejada posible de cualquier conato de porrazos, botellazos o pedradas. En la primera l¨ªnea, pero dispuesta a salir corriendo en cualquier momento.
En las dos protestas que se celebraron el jueves por la noche en la Bonanova, un barrio bien de la zona alta de Barcelona, no hizo falta arrancar de las entra?as la gallard¨ªa perdida. No pas¨® nada. La noche m¨¢s tensa, seg¨²n vaticinaron algunos medios, acab¨® siendo la noche m¨¢s tost¨®n, sin margen alguno para demostrar la cobard¨ªa adquirida con el paso de los a?os. Los temidos antidisturbios iban a cara descubierta, los autodenominados antifascistas se dejaron grabar sin apenas quejas, y los del otro lado, a los que la mitad de Twitter calific¨® como nazis, se pidieron unas 100 pizzas Margarita para pasar la tarde.
El origen de la disputa son dos bloques okupados, donde habitualmente residen como mucho una decena de personas, seg¨²n fuentes policiales. A las puertas de las elecciones municipales, partidos como Ciudadanos, Valents y Vox se?alaron los edificios -uno de ellos lleva siete a?os okupado- como el origen de todos los males en la ciudad. Para calentar motores, convocaron protestas delante cada martes, con indignaci¨®n a raudales y participaci¨®n escasa. ¡°Es para rascar cuatro votos¡±, critic¨® el portavoz de la asociaci¨®n de vecinos, Josep Mar¨ªa L¨®pez Ciur¨¦, que neg¨® conflictos graves con los okupas, m¨¢s all¨¢ de suciedad, ruidos y el temor expresado por alguna familia de pasar por delante de los edificios con los ni?os.
Ante el fil¨®n, Desokupa -una empresa con 28 actuaciones de los Mossos d¡¯Esquadra a sus espaldas por coacciones, amenazas y otros delitos- se sum¨® a la iniciativa unos d¨ªas despu¨¦s. A trav¨¦s de varios v¨ªdeos colgados en las redes sociales, su l¨ªder, Daniel Esteve, de verbo ¨¢gil tirando a verborrea (no a los v¨ªdeos de m¨¢s de un minuto), se autoerigi¨® como el salvador de lo que bautiz¨® como #Bonanovagate. Se refiri¨® a las ¡°ratas¡± que okupan los edificios, anunci¨® el ¡°mayor dispositivo en Espa?a¡± para desalojarlos, y augur¨® una protesta con 15.000 personas en la calle.
La fecha se?alada en rojo en el calendario era el jueves 11 de mayo. Los Mossos catalogaron la protesta de nivel 3, en una escala del 1 al 4: altercados asegurados. Desokupa se preparaba para la noche final, en la que entrar¨ªan, costase lo que costase, en los edificios, propiedad de la Sareb y comunicados entre ellos, y salvar¨ªan al barrio de semejante ignominia. Muchos periodistas se pusieron a la altura de la amenaza, pertrechados con chaleco reflectante, casco¡ A solo un minuto de coger tambi¨¦n las mascarillas antigas que se popularizaron en las protestas de la postsentencia. Todo listo para el aluvi¨®n.
Pero, como tantas veces en la vida, la jornada no estuvo a la altura de las expectativas. Desokupa reuni¨® a medio millar de personas; lo mismo que los defensores de La Ru?na -genios del branding- y el Kubo. ¡°?Fuera fascistas de nuestros barrios!¡±, o ¡°?contra la especulaci¨®n, ocupaci¨®n!¡±, gritaron unos. ¡°?A por ellos!¡± o ¡°puta Ada Colau!¡±, corearon los otros. Dos protestas que ni se vieron las caras, custodiadas por casi 400 polic¨ªas entre Mossos d¡¯Esquadra y Guardia Urbana. A las once de la noche, y con algunos cristales rotos en la zona alta, se sell¨® el dispositivo de seguridad de la serpiente de verano: ya saben, las noticias que son noticia cuando faltan noticias de verdad.
Pero en realidad s¨ª hubo un dato relevante enterrado entre tanta amenaza testoster¨®nica. De melena larga y trenzas ellas, y de tup¨¦ perfecto y camiseta Replay ellos, un grupo de j¨®venes rode¨® a Daniel Esteve, el l¨ªder de Desokupa. Con entusiasmo, hicieron cola para fotografiarse con ¨¦l, e incluso posaron con camisetas de la empresa que desahucia de manera extrajudicial, implicada tambi¨¦n en la difusi¨®n de bulos. ¡°Dani, parece que no os odian tanto como dice la gente, ?no?¡±, opinaba uno de los que grababa el momento.
Los j¨®venes fueron unos de los colectivos de peso en la protesta capitalizada por Desokupa (los partidos pol¨ªticos no tuvieron una participaci¨®n activa en la manifestaci¨®n despu¨¦s de jalear el conflicto en una ciudad en la que el a?o pasado se redujeron un 18% las ocupaciones respecto a 2019). Sonrientes y animados, se les pod¨ªa ver al lado de personas que coreaban insultos machistas contra la alcaldesa de Barcelona, profer¨ªan proclamas que recordaban a los peores momentos del proc¨¦s, o directamente se le escapaba alg¨²n saludo nazi, brazo en alto, tal y como denunci¨® la CUP.
¡°Todo vuelve¡±, analiza un amigo, que pas¨® los cuarenta hace tiempo como si nada. ¡°Es el mismo modelo de la Barcelona de finales de los ochenta y los noventa, donde lo m¨¢s chungo que hab¨ªa era ser skin, y era lo que quer¨ªa ser todo el mundo. La misma polarizaci¨®n se vive en algunos barrios¡±, opina, sin que quede claro qu¨¦ desean ser esos chavales fascinados con Desokupa. Hasta que se demuestre lo contrario, aqu¨ª siempre se ser¨¢ partidario de culpar a Instagram, Tik Tok, Youtube y, sobre todo, a Twitter de todos los males de la humanidad.
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