Que te vaya bien en la vida
Los reencuentros los carga el diablo. Pueden ser afectuosos, liberadores e, incluso, sanadores. Pero tambi¨¦n pueden convertirse en una pesadilla de aburrimiento, desidia o ajusticiamiento con efecto retroactivo. Nunca sabes
Por lo que sea, est¨¢ siendo este un a?o de reencuentros. De holas a viejos conocidos; un qu¨¦ tal o qu¨¦ es de tu vida a los m¨¢s ausentes; un te quiero al que siempre hace por estar; o un te he echado de menos al que se fue, pero nunca quiso irse. Con todos hablas de c¨®mo pasa el tiempo, de qui¨¦n es hoy y qui¨¦n eres t¨², record¨¢is lo que un d¨ªa fue y, en el mejor de los casos, os desped¨ªs prometiendo que no pasen tantos a?os la pr¨®xima vez. En el peor, ment¨ªs y dej¨¢is a la vida que haga su magia (si quiere): ¡°A ver si nos vemos¡±. Y ya. Pero hace unos meses me atraves¨®, sin anestesia ni previsi¨®n, la despedida m¨¢s honesta (y ?cruel?) que uno puede hacer a alguien que le da igual: al fin de una de esas reuniones de nostalgia cuasi adolescente, alguien me agarr¨® por los hombros, me abraz¨® y, con toda crudeza y sinceridad, simplemente me dijo: ¡°Que te vaya bien en la vida¡±. Vivimos en la misma ciudad.
Los reencuentros los carga el diablo. Pueden ser afectuosos, liberadores e, incluso, sanadores, cat¨¢rticos. Pero tambi¨¦n pueden convertirse en una pesadilla de aburrimiento, desidia o ajusticiamiento con efecto retroactivo. Nunca sabes. A fin de cuentas, conoces a la persona, pero no sabes si es la que fue. Ni siquiera t¨², seguramente, eres quien eras.
Mi amiga Mariesa, que es de esas personas con las que te separa un Atl¨¢ntico, pero parece que durmiese cada d¨ªa en la habitaci¨®n de al lado, lleg¨® hace unos d¨ªas de Venezuela tras ocho a?os de ausencia f¨ªsica. Y pese al v¨ªnculo y la confianza mantenida en la distancia, incluso ella se sorprendi¨®, por ejemplo, cuando la invit¨¦ a cruzar media ciudad andando ¡ª¡±?Pero si t¨² odiabas caminar!¡±¡ª o cuando ced¨ª mi asiento a una se?ora en la parada del autob¨²s: ¡°Pero bueno, ?c¨®mo has cambiado! Tu yo de hace 10 a?os no se hubiese levantado jam¨¢s y dir¨ªa eso de: ¡®es que yo tambi¨¦n estoy cansada¡±, re¨ªa abrumada por la novedad. Ser¨¢n los a?os, que me habr¨¢n hecho mejor persona, le dije. O menos imb¨¦cil, al menos.
Ocurre tambi¨¦n que, a menudo, las expectativas fraguan el encuentro antes que las personas. Y uno barrunta durante semanas sobre lo que se topar¨¢, c¨®mo ser¨¢ ahora ¡ªlas redes sociales han aniquilado un poco la magia del misterio¡ª y c¨®mo le habr¨¢ ido la vida. Si este o la otra estar¨¢n guapos o feos. Casados, con hijos, un trabajo estable, quiz¨¢s. Entre la curiosidad y la competencia, se gestan las ganas del encuentro y, sin quererlo, quiz¨¢s tambi¨¦n se condiciona el resultado. La suerte ya est¨¢ echada antes de verse.
Pero qu¨¦ alegr¨ªa si sale todo bien, tus expectativas se cumplen y, adem¨¢s, resulta que esa gente con la que te has vuelto a ver es hoy tan estupenda como ayer. Entonces, os llen¨¢is la panza orgullosos de haber vencido un ratito al tiempo y dec¨ªs aquello de que ¡°es como si no hubiesen pasado los a?os¡±. Y os qued¨¢is un rato mirando atr¨¢s, compartiendo carcajadas de entonces y alg¨²n lagrim¨®n de nostalgia que se escapa inevitable. Esa maravillosa sensaci¨®n de volver la vista atr¨¢s y re¨ªr recordando. Hasta que te llega un mensaje de que el ni?o se ha despertado, una llamada urgente del jefe o la alerta de la banca m¨®vil avis¨¢ndote de que te han pasado la factura de la luz y descubres que el tiempo se empecina en seguir corriendo y tu vida ya no es aquella. Y la de los dem¨¢s, tampoco.
Tengo un amigo que dice que hay dos tipos de reencuentros: ¡°los purificadores o los juzgadores, donde cada uno tiene que ir a rendir cuentas de lo que eres hoy¡±. ?l, precisamente, est¨¢ siendo parte de una de esas reuniones con el pasado, que se encarna en sus compa?eros de secundaria del colegio: un pu?ado de ellos se volvieron a ver tras 25 a?os y montaron un grupo de Whatsapp donde comparten fotos y hasta una lista de Spotify con las canciones de entonces. Suena, parece ser, La Isla del Sol. Todo purificador, sin duda.
En esas reuniones rodeadas de lugares comunes, hay hueco, a veces, tambi¨¦n, para las segundas oportunidades. O para intentarlo, tal vez. Vuelves a toparte, por ejemplo, con gente que, en su momento, pensabas que era insultantemente est¨²pida, pero le das ahora el beneficio de la duda, a ver si han cambiado, si la vida les ha ense?ado algo, si se le han bajado los humos, si el tiempo los ha puesto en su lugar. Y, salvo contadas y honorables excepciones, acostumbras a descubrir, afortunada t¨², que tu instinto no te falla y tu criterio tampoco: siguen siendo est¨²pidos. Y quiz¨¢s t¨² tambi¨¦n.
Los reencuentros que m¨¢s duelen, sin embargo, son con los que tienes cuitas pendientes. Sobre todo, si no hay kil¨®metros de por medio, pero hace tiempo que se fueron. Cuando no tienes a mano la excusa de la distancia, todo es m¨¢s dif¨ªcil de justificar. Y si un d¨ªa os volv¨¦is a ver de verdad, y os par¨¢is a miraros m¨¢s all¨¢ de un saludo veloz, la voz acostumbra a quebrarse, los ojos se entornan y las palabras, por m¨¢s que busques, no salen. Si os quer¨¦is, puede romper el hielo, y el tiempo, ese abrazo fuerte que esperaba impaciente o compartir unas l¨¢grimas sinceras, que suelen pedir perd¨®n y dar gracias mejor que las palabras. Si hace mucho, en cambio, que dejasteis de sentir algo, sea lo que sea, lo suyo es hacer lo que cada uno pueda y salir de ah¨ª lo antes posible. El cementerio est¨¢ lleno de valientes.
En realidad, ¡°que te vaya bien en la vida¡± es lo mejor que le puedes desear a alguien que te importa un comino. Es un adi¨®s para siempre, s¨ª, pero con el deseo sincero de que, de aqu¨ª a que te mueras, todo te vaya bonito. Y, con los tiempos que corren, ni tan mal.
Puedes seguir a EL PA?S Catalunya en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.